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El Caso de la discriminación a cinco alumnas en el Liceo 7 de Providencia

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En el contexto de un país que se ha estremecido recientemente por una  discriminación que corroe los cimientos de la sociedad en su conjunto, somos testigos mudos del abuso de poder que ocurre a diario en las escuelas y los liceos del país, y que aparte de infligir un daño profundo en niños y niñas de todas edades, pone de manifiesto la persistente incongruencia de una sociedad de clases.

Hoy mismo, cinco estudiantes del Liceo 7 de Niñas de Providencia están luchando por ser reintegradas en su liceo tras ser expulsadas de manera arbitraria a comienzos de este año. En este ámbito de “incoherencias premeditadas” no sorprende que  mientras diputados y senadores levantan y gesticulan el escenario parafernélico para legislar en contra de la discriminación en el país, estas cinco  estudiantes de entre 16 y 17 años del Liceo 7 vivencian el trato indigno del mundo adulto desde enero 2012. Expulsadas del establecimiento tras las manifestaciones estudiantiles de 2011 –sin razones pedagógicas que lo justifiquen– estas estudiantes hoy son víctimas de un acto de discriminación e injusticia que atenta profundamente contra sus derechos y contra una sana convivencia en la comunidad escolar.

Y aquí no es necesario buscar responsables entre grupos neonazis o  algo que se  les parezca. Aquí hay que consultar directamente  a los docentes directivos y consejo de profesores y profesoras del Liceo 7 de Providencia. No con la intención de discriminar en contra de  ellos y ellas. No, de ninguna manera. El objetivo es pedirles que reflexionen en su calidad de profesionales de la docencia y asuman pedagógicamente su responsabilidad: ¿A quién o a quiénes le sirve la decisión que adoptaron? ¿Ayuda ésta a fortalecer las estructuras del modelo vigente o existe el convencimiento que perfecciona espacios de tolerancia y la aceptación a la diversidad? ¿Cuáles son  los fundamentos valóricos y humanos que se privilegian? ¿Cuál es el aporte concreto que se hace a la calidad de nuestra educación?

Si fuese la NO  inscripción de algunas de las cinco estudiantes al programa “salvemos el año escolar” en su versión de Providencia “aprendizaje en red”, una de las razones centrales  que justifican la expulsión, ¿cuál es el análisis evaluativo hecho por  los docentes directivos y el consejo de profesores del Liceo 7 a ese instrumento didáctico? ¿Cuál el grado de confiabilidad y validez de las diversas guías usadas en relación con las exigencias que plantea mejorar la calidad de la educación y utilizar esa evidencia para precisar criterios pedagógicos de aprobación o reprobación del  rendimiento escolar?

Hasta ahora el desconocimiento de esos análisis profesionales ha provocado un “vacío pedagógico”. La dimensión pedagógica está ausente, no tiene protagonismo alguno. Su ausencia permite inferir que al “expulsar a las cinco alumnas” se ha preponderado otros valores y actitudes, distintos a los que sustenta  el propio Manual de Convivencia y Evaluación del Liceo 7 de Providencia. En vez de ser coherentes con los valores que el manual suscribe en su punto 5,  como el de comprensión, confianza, justicia, respeto, responsabilidad y veracidad, la evidente arbitrariedad con que han discriminado deja no solo sin efectos los valores mencionados sino que también arrasa contra uno de los derechos de las alumnas, punto 6.c. “Recibir un trato digno y respetuoso por parte de todos los miembros de la comunidad educativa, no aceptando tratos degradantes ni atentados contra su integridad…psicológica”. Todo esto se refuerza en el punto7.b Deberes de las alumnas, diciendo “Asumir responsablemente los valores y las normas del presente Manual de Convivencia, que ha sido consensuado por toda la comunidad educativa”, no obstante que las alumnas han conocido en la práctica este manual bajo circunstancia especiales y no como parte de una política clara y definida de participación, reflexión, análisis y evaluación de toda la comunidad.

El trato discriminatorio que aqueja a las cinco estudiantes del Liceo 7 de Providencia es hoy materia de tribunales de justicia. Y es sano que así sea. Ninguna reflexión sobre educación y pedagogía puede ser ajena a la sociedad en que se desarrolla  ni tampoco puede desvincularse del contexto que la cobija. En ese plano, los docentes directivos y profesores del Liceo 7 aparecen siendo coherentes en el discurso escrito. Así, explicitan en el Manual de Convivencia que: “…con la finalidad de lograr una armoniosa convivencia, aspecto fundamental para obtener una educación de calidad” se adscriben al marco normativo de la educación chilena de los establecimientos educacionales municipales, punto 4. como la Constitución Política de la República de Chile, Ley General de Educación, Decretos Supremos de Educación, entre otros. Pero luego, al actuar manifiestan una total incoherencia entre el discurso y el hacer.

Es necesario insistir para develar o desnudar la incoherencia de quienes proclamando lograr una armoniosa y sana convivencia discriminan a cinco personas, adolescentes.  No es posible actuar  a favor de la justicia, del respeto a los demás, del derecho a la voz, de la participación, en una comunidad educativa y pedagógica que niegue la libertad de hablar, de criticar, de discrepar. Se trata del derecho a recibir una educación que le ofrezca oportunidad para su formación y desarrollo integral, a no ser discriminado arbitrariamente y respetar la libertad personal y de conciencia, sus convicciones religiosas, ideológicas y culturales de acuerdo al reglamento interno del establecimiento educacional.

De regreso a la “normalidad del funcionamiento escolar” habría sido deseable desde el punto de vista pedagógico evaluar las razones principales del porqué  de un universo de 1270 alumnas, un porcentaje mayoritario se manifestó a favor de la realización de una toma y cientos de alumnas participaron de la misma por meses. Haber puesto en práctica la participación plena de la comunidad educativa y pedagógica del Liceo 7 de Providencia habría entregado referentes valiosos para comenzar a entender que la convivencia escolar entre los diferentes miembros de la comunidad educativa no se prescribe ni se decreta por reglamentos. Ella es parte de un proceso dinámico, es  una  construcción colectiva en la que comparte la responsabilidad entre todas y todos los miembros y actores educativos sin excepción. Una de esas responsabilidades es buscar caminos a través de los cuales nadie se sienta superior o inferior a otro, en que discrepar y criticar es un ejercicio permanente en las interacciones sociales  y así apreciar cómo es  respetar el pensamiento contrario al que uno sustenta y al sujeto que lo piensa.

Debe tenerse presente que la discriminación ataca directamente a la sana convivencia y a la democracia. Cualquiera sea el fundamento en que se apoye la superación de ella exige  un trabajo permanente de coherencia entre el decir y el hacer, tanto individual como colectivamente y en todos los espacios en que se conviva y se participe. Este proceso de construcción que pudo haber tenido ya su punto de partida,  no habría dado espacios para discriminar contra las cinco estudiantes. Sin embargo, se prefirió optar por los preceptos de una sociedad vigilante, castigadora y sumisa. Así, la expulsión pasó a ser el típico castigo ejemplar usado como un instrumento disruptivo y atemorizador para las centenares de estudiantes que hoy están sancionadas con “matrícula condicional”. En suma, vemos el poder, el miedo, la angustia, la incertidumbre, la violencia y la criminalización entronizadas en cada lugar de la escuela.

Es necesario poner fin a este orden de cosas. Comencemos por  construir creativamente  un escenario pedagógico, más acorde con un proyecto  país que se compromete por llegar a ser más humano. Para ello, no es preciso estar esperando la decisión de tribunales. Sólo es  suficiente con compartir los sueños de una juventud que se levanta enhiesta y esperanzada en que otro Chile, diferente al de hoy, es posible.

Hace poco, tuve el privilegio de conocer a una de las cinco estudiantes castigadas, C.F.S. una vivaz y elocuente joven de 16 años, llana y sincera en sus expresiones, convencida de sus ideales, y que a pesar de haber sido expulsada de su liceo mantiene vivo su optimismo, su amor por la vida, la esperanza. ¿Cuál es su crimen? Haber estimado  que su deber era compartir los ideales con sus compañeras en toma, no inscribirse en el programa “salvemos el año escolar” y aprendizaje en red, expresar verazmente lo que piensa, no quedarse callada cuando considera que está en condiciones de defender sus posiciones con argumentos, reconocer que debió haber sido más precavida y pensar más en las decisiones adoptadas, haberle solicitado a una profesora que le llamó la atención que no la trate mal, y seguir luchando por lo que considera son sus derechos inalienables…estudiar y volver al Liceo 7.

En suma, una persona opinante, autónoma, inquisitiva, curiosa, llena de vida, sonriente, confiada en sus capacidades y rebelde… ¿No será una estudiante demasiado peligrosa para el orden establecido?

Luis A. Toledo Mercegué. Dr. en Educación

Santiago, abril 10, 2012.

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1 Comentario

  1. yalima

    esta bueno loco.!jeje.! 😡

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