Venezuela y el cáncer del socialismo
por Cristian Joel Sánchez (Chile)
13 años atrás 8 min lectura
La situación cada vez más tensa que se vive en Chile, que no tiene señales de amainar mientras sean los sectores más reaccionarios los que gobiernen, nos ha hecho posponer lo que está ocurriendo en el resto del mundo, o al menos en nuestra América Latina con la que hemos compartido siempre un destino común, haya sido éste aciago o venturoso.
La realidad continental de los últimos meses vive una especie de statu quo, como si de pronto la dinámica —que fuera hasta cierto punto vertiginosa— del renacer de las esperanzas en brazos del pensamiento bolivariano, se hubiera tomado un descanso luego que gran parte de los países del territorio común viraran hacia la izquierda en brazos de líderes y movimientos que renuevan las expectativas que alguna vez ofreciera el socialismo.
Venezuela es, sin discusión, el baluarte de los nuevos tiempos, no sólo simbólico, sino que también porque brinda ayuda concreta al resto de las experiencias triunfantes o en vías de serlo en el resto del continente. De ahí la incertidumbre —que de manera soterrada alcanza a veces el grado de angustiosa zozobra— que invade hoy a su pueblo y en general a las fuerza progresistas de América Latina, por la enfermedad de oscuro pronóstico que aqueja al comandante Hugo Chávez desde hace algún tiempo.
Enfrentados a considerar las reales probabilidades que, como cualquier ser humano, tiene el presidente Chávez de superar esta afección juzgada un azote todavía insoluble de la humanidad, queremos ponernos aquí, quizás con objetiva frialdad, ante las circunstancias que el día de mañana, en un espacio breve de tiempo, la revolución bolivariana deba enfrentar las vicisitudes que signifiquen la ausencia de un hombre que fuera elevado a la categoría de líder único de un proceso tan trascendente como lo es el que vive Venezuela.
Precisamente a esta realidad es a la que queremos referirnos, a la presencia de una sola figura que simboliza y concita en sí mismo todo lo bueno y todo lo malo de una revolución, que ha amarrado a su destino personal el destino de un proceso que es la gran esperanza de su pueblo. Ha sido, una vez más, la debilidad no superada por los movimientos actuales que intentan revivir las sendas socialistas en un mundo donde el fracaso social y económico del capitalismo es un hecho incuestionable.
Nadie puede negar que vivimos un tiempo en que los pueblos vuelven otra vez la vista a un sistema, el socialismo, que es intrínsecamente justo y factible, capaz de asegurar a los seres humanos una sociedad libre de explotación y miseria. Sin embargo, a raíz de los aciagos momentos que vive el líder de la revolución venezolana, se hace preciso recordar que en el fondo de estos aparentes nuevos tiempos, subyacen muchos vicios, muchos errores, que de manera aun más destructiva que la propia labor de zapa que hiciera el imperialismo, terminaron por derrumbar de manera catastrófica el socialismo del siglo XX.
Dicho ya en otros artículos de este columnista, en la no despreciable lista de trasgresiones al socialismo cometidas por la dirigencia de los movimientos, partidos y gobiernos revolucionarios del siglo pasado, la megalomanía ambiciosa de quienes llegaron a convertirse más tarde en socialdictadores, destaca como una de las causas más abominable entre aquellas que terminaron derrumbando la gran esperanza gestada en una larga lucha de más de un siglo por las clases populares en el mundo.
Quizás si como ningún otro, el ejemplo de lo que hoy ocurre en Venezuela sea la más palmaria demostración de la torpeza como las fuerzas de la izquierda contemporáneas han eludido la autocrítica en éste y en otros aspectos de las lecciones que nos dejara la historia. Discutir el papel, la necesidad y en especial los límites que debe tener la figura que encabeza una revolución, es el tema que de manera deliberada se ha soslayado, aplastado por los intereses del propio líder y por el coro servil de aduladores que crecen a la sombra del gran conductor.
Es necesario reconocer, si se quiere ser objetivo, que en la gestación y en los pasos iniciales de afianzamiento del poder que tienen los movimientos revolucionarios, la presencia de un conductor juega un papel importante por el instinto gregario natural que poseen las masas. Sin embargo, a poco andar, el ensalzamiento, el halago falaz y la incondicionalidad que, por desgracia, parecen ser condiciones sine qua non para la proyección del líder, terminan por deslizar imperceptiblemente el proceso hacia un terreno incierto, minado no por el enemigo común de rostro bien conocido, sino que por una inconsciente quinta columna representada por la miopía de dirigentes y dirigidos.
La racionalidad y la mesura que permiten graduar de manera objetiva los pasos que debe seguir un proceso de cambios profundos como es el socialismo, queda entonces circunscrito a la capacidad juiciosa de un solo hombre, el gran guía, que acosado por la apología que de él hacen las masas incitadas por los amanuenses —que muchas veces rayan en el endiosamiento— terminan precipitando al líder a un mesianismo cegador donde el riesgo principal es la destrucción del propio proceso revolucionario.
En diciembre del año 2007, a pocos días del primer referéndum que perdiera Hugo Chávez, escribí un artículo titulado “Una autocrítica necesaria”, publicado incluso en Venezuela, en donde abordé el mismo tema basándome en el grave error de la dirigencia del proceso bolivariano de incluir en la consulta una reforma que permitía a Chávez no sólo repostularse a la presidencia de la nación, sino que aumentar el tiempo de su mandato. Dije ahí:
La propuesta de reforma constitucional sometida a la opinión del pueblo venezolano incluyó un artículo que jamás debió considerarse, no sólo por razones tácticas, sino porque era impresentable e injustificada desde el propio campo de la revolución bolivariana y de cualquier revolución. Tal fue la enmienda que permitía la reelección indefinida del presidente quien, además, aumentaba su mandato a siete años en cada periodo. Sonó feo, y eso deben reconocerlo los revolucionarios auténticos y honestos, empezando por el propio Presidente Chávez del cual jamás se podrá dudar de su vocación socialista.
Comencé ese escrito señalando mi firme condición de chavista desde este lejano Chile, en cuanto al gran papel jugado por el líder venezolano en la gestación y concreción de un proyecto revolucionario que trascendía mucho más allá de las fronteras de este país, querido de manera especial porque viví parte de mi exilio en su seno acogedor, admiración y cariño que reitero inalterable también en este momento.
Decía ahí, sin embargo, que el traspié del gobierno en ese referéndum, que hasta ese momento había derrotado una y otra vez, sin apelación, a las fuerzas reaccionaria de la oligarquía en todos los terrenos, incluso en los intentos de golpe armado como el de abril de 2002, ese fracaso electoral, digo, radicaba en la reiteración de los fatales desaciertos de la experiencia mundial del socialismo de supeditar el destino de los procesos a la figura de un solo hombre sobre el cual pendía no sólo la posibilidad cierta de caer en la megalomanía provocada por el culto a la personalidad, sino que también a otros imponderables entre los cuales estaba… la desaparición prematura por motivos naturales de quien ejercía el mandato unipersonal del proceso, es decir su muerte. Lo dijimos así:
“…es también justo exigir de un hombre con mentalidad revolucionaria, un estadista de la talla de Hugo Chávez, luchar precisamente para que los destinos de un proceso de la envergadura nacional e internacional como el bolivariano, no esté sujeto al destino personal del líder sobre cuya cabeza pende no sólo la permanente amenaza de un magnicidio que la CIA y el Departamento de Estado de Norteamérica no dudará en utilizar en cuanto se presente la ocasión, sino que un desenlace biológico normal en el que la muerte debe estar siempre considerada como posibilidad ineludible.
No me agrada el papel de pitoniso porque no creo en ellos, sino en la racionalidad objetiva del ser humano con la cual se puede tentativamente prever los hechos, más aún si se utiliza la experiencia como principal antecedente. En momentos en que aparece este artículo, diciembre de 2007, la enfermedad del comandante Chávez no existía. Al menos no se conocía aunque probablemente ya estaba reptando maligna por su organismo. Mi crítica fraternal de entonces por el error cometido en ese referéndum, pero sobre todo la advertencia de los peligros a los que se enfrentan las revoluciones que se juegan su destino a una sola carta, cobran hoy, por desgracia, una dramática vigencia.
Lo lamentable, una vez más, es que la conducción unipersonal del proceso, con una figura central detrás de la cual se desdibujan muchos hombres de igual valor y capacidad, pero oscurecidos por la sombra del líder, tiene hoy a la revolución bolivariana, se diga lo que se diga, sumida en un futuro incierto si el cáncer que aqueja a su líder termina implacablemente ganando la batalla. Aunque deseamos profundamente que el Presidente Chávez supere este momento y termine victorioso su lucha contra el mal, deseamos aun más, querido lector de Chile o de la patria de Bolívar, que esta amarga experiencia sea por fin asimilada a la hora de decidir los destinos de cualquier revolución.
Hugo Chávez, ayudado por los avances de la medicina, tiene grandes expectativas para remontar el daño cancerígeno que lo atribula. El socialismo, en cambio, continúa perdiendo la batalla contra sus propios errores, un cáncer que, al menos hasta ahora, lo tienen confinado en la UTI de la historia.
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Permítaseme primero criticar el título sensacionalista y negador de la intención constructiva que pretende darse al texto. Luego, me parece que toma el rábano por las hojas: es justo criticar, como se ha hecho y el propio Hugo Chávez ha debido reconocer, el «hiper liderazgo» de Chávez, que ha producido, es cierto, una serie de distorsiones y efectos nada edificantes ni promotores del socialismo. Pero también hay que señalar que Hugo Chávez es la figura de consenso en la izquierda venezolana, no impuesta, sino aprobada por las mayorías de las bases de una inmensa diversidad de movimientos sociales. o sea el «poder popular», perder de vista esto es caer en el cliché de acusaciones de «autócrata» y «tirano», nada que ver con la realidad. Si Chávez no hubiese acudido a las elecciones de 2006 el proceso se habría perdido en divisiones. Y para hacerlo había que modificar la Constitución. El poder popular no se decreta. Hemos avanzado, fortalecido, y lo más importante, seguimos en camino.
De acuerdo con el Autor, pero no se trata de la simpleza de que la figura central (el líder) opaque a otros, se trata sobre todo de la organización política, de su capacidad de permanentemente formar a sus cuadros políticos. Una Revolución no se apoya ni se confía en la capacidad de un solo hombre, sino en la capacidad de toda la organización.
¿Que hace o para que sirve el Partido del compañero Chávez?
No puede ser un «error» el de confiarse en una sola figura, es sobre todo una concepción de Partido, una concepción de Revolución, aspectos que en estos tiempos se manejan desde el punto de vista de la pequeña burguesía, en donde el individualismo, el caudillismo es la marca central, en donde por Revolución entienden una supuesta «superación» de la pobreza, de las injusticias desde el tratamiento asistencialista.
Aspecto éste que no solo debe preocupar al Autor del artículo, sino a todos aquellos que pretendemos socialismo
Creo que el autor cae en la ambiguedad. Por una parte alaba el proceso bolivariano y se declara chavista y luego presagia un «mesianismo cegador» no exento de una «megalomanîa provocada por el culto a la personalidad». Porquê considerar que un referendun donde se consulta la opiniôn soberana del pueblo puede ser considerado un error ? No es acaso lo esencial en una democracia popular?
No es mi intenciôn endiosar la figura del Presidente Châvez pero sinceramente pienso que el Sr. Sânchez no confia en el proceso venezolano y bajo esa ôptica es fâcil coincidir (involuntariamente quizâs) con las posiciones del enemigo. El valor de un lîder no se mide por el tiempo que permanece en el vêrtice, es la CONSECUENCIA.
Muy respetable su análisis del «gobierno» y de la figura de
Chávez. Sigo por muchos años el EXPERIMENTO de Chávez,
al que siempre lo que comparado con el que vivimos con el
presidente Allende, que tiene una gran similitud por estar inspirado en el fracazado modelo cubano. En muy pocas cosas se han diferenciado los dos procesos,porque en Venezuela ha dependido del petróleo,y en Chile del cobre.
Allende tenía el apoyo del pueblo y Chávez de los militates y
el pueblo. Allende fue un eximio demácrata y político, pero
Chávez solo fue un militar golpista,mentiroso ,falso y ambicioso. En ese aspecto no hay comparación . Y como muy bien usted lo dice,la irracionalidad y la falta de la tan
necesaria autocrítica,a la que tanto evocó nuestra famosa
ideóloga Marta Harnecker,en Cuba como en Venezuela,nunca
fue escuchada.
Sr,Sânchez… que piensa de la revoluciôn cubana?.. Sin la prolongada presencia de Fidel su desarrollo hubiese sido similar?
Sra. Julia Castillo… ya que usted se considera seguidora de lo que usted denomina el «experimento de Châvez»… podrîa decirnos quê opiniôn le merecen los sucesos ocurridos durante lo que la historia conoce como «el Caracazo»???
Don Pedro ,no se a cual de los dos Caracazos se refiere usted.
Si el de 1989 en el gobierno de Andrès Pèrez ,donde tambièn
participó el golpista teniente coronel Hugo Chávez Frías, o al del año 2005 cuando se exhibió la película Caracazo, y cuando la oposición hacía protestas callejeras pacíficas, se les atacó con armas de fuego por grupos pro gobierno y murieron muchas persona.
Resulta sorprendente que los opinadores que no entienden el fondo del artículo del sr. Sánchez son justamente a los que se él se refiere como los sostenedores del caudillismo que tanto mal hizo al socialismo. Son los mismo que en su época elevaron a Stalin a la categoría de Dios, luego a Kruchov y todos los sucesores, incluso a Gorvachov en sus comienzos, sin darse cuenta que éste iba a destruir a la URSS. Por eso estoy de acuerdo con Cristian Sánchez en que terminar con los caudillos e imponer una dirección colectiva es primordial y urgente si se requiere un verdadero renacer del sociaalismo.
Sra Julia.
Allende no se inspiro de Cuba, y en cuanto a fracasos: ¿Que piensa Ud del fracaso del capitalismo?
Sra Julia
Allende no se inspiro de Cuba, pues el movimiento que lo propulso al poder tiene raices mas antiguas que la revolución cubana. Si embargo Ud parece olvidar que lo que esta fracasando en la actualidad es el modelo capitalista, pruebas al apoyo: Grecia, EEUU, Europa.
El socialismo an no sa ha construido.
Quê fâcil resulta generalizar y dar «recetas» de como debe desarrollarse un proceso revolucionario. Siempre recurren a personajes alejados de nuestra realidad latinoamericana (con mayor razôn si son soviêticos). Porquê no se refieren a Bolîvar, Sandino, Fidel, Martî,Zapata, Allende y tantos otros? Aquî no se trata de endiosar a Hugo Châvez , lo esencial es respetar la VOLUNTAD del pueblo venezolano.
Sra, Castillo.. el Caracazo (Venezuela y el Bogotazo (Colombia) recuerdan dos grandes masacres de la historia latinoamericana y son hechos que no tienen parangôn. Es increîble que usted tilde de golpista al Presidente Châvez y al asesino de Carlos Andrês Pêrez lo califique de «gobernante».