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Educadores Rurales: ustedes son MUCHO más importantes de lo que se imaginan

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Estimado Colega Educador Rural

Quizás usted  no sepa que he dedicado 47 años de mi vida profesional a buscar soluciones realistas y eficaces para hacer económicamente viables a los pequenos agricultores y a erradicar la pobreza rural. Ahora ya no puedo seguir haciéndolo solo; necesito contar con su ayuda para seguir desarrollando este labor de alto contenido humanitario.

Por esta razón, le solicito una extremadamente importante contribución: enviarme los e-mails de los educadores que actuan en las siguientes instituciones de su pais (ojalá de todos ellos), porque yo deseo hacer una ampliación muy significativa en la cantidad de destinatários de mis textos gratuitos:

A) Facultades de Educación/Pedagogía y/o Escuelas Normales;

B) Escuelas Fundamentales/Primarias Rurales;

C) Facultades de Ciencias Agrarias;

D) Servicios de Extensión Rural y sus Profesionales;

E) Secretarias Departamentales/Regionales/Provinciales/ y Municipales de Educación.

Los profesionales de estas instituciones son quienes tienen, o deberían tener, la mayor capacidad potencial de empezar a mejorar la calidad de la educación rural; y, como consecuencia de lo anterior, lograr que los própios agricultores solucionen sus problemas económicos.

Actualmente mi red de contactos (con 270.000 integrantes) aún posee pocos destinatários relacionados con los items A, B, C, D y E. Y, por este motivo, le quedaré muy agradecido en el caso de que usted me envie los correos electrónicos de estas disponibles en su red.

Finalmente, en el caso de que alguna institución de su pais o región desee organizar un gran evento para  discutir, sin eufemismos, la imperiosa y urgente  necesidad de adecuar las instituciones educativas a las necesidades de los agricultores, tendré mucho gusto en analizar, bajo determinadas condiciones, la posibilidad de participar del evento y de hacer una contundente exhortación a los educadores demostrándoles que, en la era del conocimiento, ellos pueden y deben ser los principales protagonistas de la erradicación de la pobreza y del subdesarrollo rural.

Saludos Polan Lacki

Ingeniero Agrónomo
Rua Bispo Dom José, 2051 apto 706
Telefono: (55-41) 3243-2366 Celular: (55-41) 9602-1239
80440-080 Curitiba – Brasil
polanlacki5@terra.com.br

Páginas web: www.polanlacki.com.br

 


 

El fracaso de una educación, rural y urbana, que ofrece «el circo antes del pan» – Polan Lacki

En los países latinoamericanos, un creciente porcentaje de jóvenes, del medio rural y urbano, ya está consiguiendo concluir la enseñanza fundamental y hasta la media o secundaria. Desafortunadamente, este éxito es más aparente que real, pues en términos concretos está produciendo resultados decepcionantes. Los jóvenes, ahora más escolarizados y con un horizonte de aspiraciones y ambiciones ampliado, se sienten frustrados, por no decir engañados. Después de haber estudiado en esos largos 11 años, durante los cuales alimentaron la ilusión de que este esfuerzo les ofrecería un futuro de oportunidades y de prosperidad, ellos descubren que no están aptos ni para obtener siquiera un modestísimo empleo; pues egresan del sistema escolar sin poseer las «cualidades» que los empleadores esperan y necesitan  encontrar en un buen empleado. Esto ocurre porque el sistema de educación, rural y urbano, no les proporciona los conocimientos útiles, las aptitudes necesarias y ni siquiera las actitudes y los valores que necesitan para ser buenos empleados; tampoco los prepara para que sean buenos ciudadanos y padres de familia que sepan educar, orientar, alimentar y cuidar de la salud de sus hijos, etc. Hablemos sin eufemismos, a excepción de lo que les fue enseñado en los tres primeros años (leer, escribir, efectuar las 4 operaciones aritméticas, aplicar la regla de tres y conocer el sistema métrico), prácticamente todos los demás conocimientos son irrelevantes para que ellos puedan tener un mejor desempeño en el trabajo y en la vida personal, familiar y comunitaria. En esos ocho años posteriores, los pocos contenidos que podrían ser útiles suelen ser enseñados de manera excesivamente teórica, abstracta, fragmentada, y desvinculada de la vida y del trabajo, con lo que se transforman en virtualmente inútiles. Entonces, se impone la siguiente pregunta: ¿para qué estudiaron esos ocho años adicionales?

Seamos objetivos y realistas: ¿cuál es la utilidad o aplicabilidad en la vida cotidiana que tiene la enseñanza teórica de los logaritmos, los determinantes, la geometría analítica, la raíz cuadrada y cúbica, o la enseñanza «memorística» sobre la historia de Cleopatra o de la Emperatriz de Bizancio, los faraones y las pirámides del Egipto, la historia de la Mesopotamia y las altitudes de las Montañas Rocosas? Algunos defensores de este conservadorismo educativo afirman que tales contenidos son necesarios para desarrollar la creatividad, el ingenio, el sentido crítico e investigativo, el espíritu de iniciativa de los educandos y para ofrecerles una supuesta «formación integral». Personalmente, opino que existen formas más  inteligentes y productivas para alcanzar tales objetivos. Contenidos más cercanos – en el tiempo y en el espacio – a las realidades cotidianas de los educandos serían mucho más eficaces para desarrollar sus potencialidades latentes, para establecer relaciones entre causas y efectos, para evitar que repitan los errores que fueron cometidos en el pasado, etc. Otros teóricos afirman que es necesario mantener esos contenidos para «democratizar» las oportunidades de acceso a la universidad, ignorando que, en la mayoría de los países de  América Latina, apenas 5 o 10% de los jóvenes tienen ese privilegio. En tales condiciones, no es lógico ni justo castigar y aburrir a los otros 90 o 95 % que no llegarán a la universidad, haciéndoles estudiar durante ocho años temas excesivamente teóricos, abstractos, lejanos, no utilizables y prescindibles, por no decir inútiles.

En la dinámica del mundo contemporáneo, los educandos tienen motivaciones e intereses mucho más inmediatos y concretos. Su principal aspiración es obtener un trabajo bien remunerado para acceder a los bienes y servicios  que ofrece la vida moderna y poder constituir una familia próspera y feliz. Por lo tanto, una educación realista deberá estar orientada al logro de esos anhelos y necesidades concretas y prioritarias de la mayoría de la población; y no a proporcionarle una creciente cantidad de informaciones descontextualizadas, que son irrelevantes y no utilizables en la solución de sus problemas cotidianos.

La realidad concreta nos indica que, después de concluir o abandonar la escuela fundamental o media, la gran mayoría de los educandos rurales:

A – en una primera etapa, van a dedicarse actividades agropecuarias, como productores o como empleados rurales, en las cuales fracasan, entre otras razones, porque la escuela rural prefirió enseñarles la historia del Imperio Romano y el Renacimiento Francés, en vez de enseñarles a producir, administrar predios rurales  y comercializar las cosechas con mayor eficiencia; ignorando que este es el primer requisito para que puedan incrementar sus ingresos y, gracias a ello, sobrevivir con dignidad en el medio rural.

B – en una segunda etapa, después de fracasar en las actividades rurales, esos ex-agricultores y sus hijos emigran para las ciudades donde serán  ayudantes de la construcción civil, albañiles, pintores o carpinteros, chóferes, maniobristas o cuidadores de automóviles, policías y vigilantes, cocineros o mozos, y vendedores callejeros, empleadas domésticas o limpiadoras de oficinas y de edificios residenciales, barrenderos (recolectores de basura), oficinistas y obreros de empresas públicas y privadas, etc.; pues, en el mundo moderno son esas actividades urbanas las grandes empleadoras  de mano de obra.

Lo anterior significa que los contenidos curriculares de las escuelas rurales no respondieron a las necesidades de los padres y ahora los contenidos de las escuelas urbanas no responden a las necesidades concretas de sus hijos. Para que esas mayorías puedan realizarse como personas y sean más eficientes y productivas, necesitan de conocimientos que sean útiles y aplicables para mejorar el desempeño en las ocupaciones mayoritarias recién mencionadas; y especialmente para que puedan desempeñar, con eficiencia, otras actividades que son más valoradas por la sociedad y por el mercado de trabajo. El barniz seudo cultural e intelectual, tan frecuente en nuestros obsoletos currículos, no contribuye al logro de ninguno de esos dos objetivos, pues los potenciales empleadores no están muy interesados en saber si los jóvenes candidatos a un empleo conocen la biografía de Montesquieu, Robespierre o Richelieu.

El abismo existente entre aquello que el sistema de educación enseña y lo que los educandos realmente necesitan aprender es sencillamente inaceptable. Esa disfunción educativa es tan perjudicial a nuestra juventud, al sector productivo y al futuro de nuestras naciones que no podemos seguir aceptando “teorizaciones”, justificaciones y elucubraciones  de los «especialistas’ que insisten en mantener en los currículos  lo superfluo, en vez de reemplazarlo por lo esencial. La sociedad en su conjunto deberá exigir que el sistema de educación adopte transformaciones radicales, corajosas e inmediatas, pues las medidas cosméticas adoptadas por el referido sistema en las últimas décadas han demostrado ser mal priorizadas/orientadas, insuficientes e ineficaces. Los ciudadanos, quienes a través de sus impuestos, están financiando ese anacrónico sistema  de educación y pagando las consecuencias de esa mala calidad educativa, tienen todo el derecho de exigirlo; y el sistema de educación tiene el deber de acatar esta justísima reivindicación. Los contenidos que la mayoría de los educandos, probablemente, nunca utilizará deberán ser sumariamente extirpados de los currículos y reemplazados por conocimientos que tengan una mayor probabilidad de ser utilizados por la mayoría  de los educandos, durante el resto de sus vidas. Es necesario ofrecerles una educación que les ayude a que ellos mismos, puedan transformar sus realidades adversas, corregir sus ineficiencias y solucionar sus problemas cotidianos.

Las crecientes multitudes de desempleados/subempleados, pobres y miserables que no poseen dinero  para pagar un techo digno, comprar los alimentos y las medicinas y mandar sus hijos a la escuela, al médico y al dentista, necesitan, en primerísimo lugar, de una educación útil, en el sentido de que las habilite a conseguir un trabajo/empleo generador de un salario razonable, con el cual puedan satisfacer las necesidades primarias de supervivencia de sus  familias. Estas multitudes de «mal-educados» por nuestras escuelas no están muy interesadas en saber cual es la altitud del Everest o la extensión del Río Nilo; tampoco en conocer  la historia de las competencias  y batallas que ocurrieron en el Circo Máximo o en el Coliseo de Roma. Después que adquieran los conocimientos necesarios para ser empleados más productivos, mejores ciudadanos y buenos padres de familia ellos podrán buscar las oportunidades y fuentes donde adquirir los otros conocimientos que satisfagan a sus curiosidades  y a sus intereses intelectuales y culturales. Esas oportunidades y fuentes de conocimientos no necesariamente deberán ser proporcionadas a través del sistema de educación formal (escolarizada). Es comprensible que los privilegiados de la sociedad que ya tienen acceso al pan deseen ir al circo. Sin embargo, la prioridad de la gran mayoría constituida por los no privilegiados, por los pobres, por los sufridos y por los abandonados es diferente, ellos quieren primero el pan y después el circo.

Documentos que amplían y fundamentan las propuestas de este artículo podrán ser solicitados a través de los e-mails: Polan.Lacki@uol.com.br y  Polan.Lacki@onda.com.br o encontrados en la sección «Artículos» de la Página web  http://www.polanlacki.com.br y en la nueva Página  http://www.polanlacki.com.br/agroesp

Y para concluir, la siguiente reflexión que está muy identificada con el actual desafío de nuestra educación: «Es necesario navegar, dejando atrás las tierras y los puertos de nuestros padres y abuelos; nuestros barcos tienen que buscar la tierra de nuestros hijos y nietos, aún no vista, desconocida»-Nietzsche

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