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“Tierra Adentro”: Reseña de un documental histórico sobre la conquista del Wallmapu

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El día 6 de Agosto se estrenó en el MALBA, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, un documental  de Ulises de la Orden, describiendo la conquista del territorio Mapuche de Argentina en la llamada Conquista de la Pampa y de la Patagonia por  el Ejército de la República Argentina. Así se llamó oficialmente a la Campaña del Desierto encabezada por el Gral Julio A. Roca en 1878 y que tuvo como finalidad no solo subyugar a los indios, cuyo hábitat llegaba casi hasta Buenos Aires, sino hacerlos desaparecer para que dejaran el terreno libre.   Esta conquista  fue presentada como una etapa superior de la conquista española y le dio a esta república  unos 10 millones de Há. que se  repartieron entre muy pocas personas.

La narración nos muestra a un historiador que hace la investigación documental con la que está respaldada legalmente esta guerra, y los viajes por tierra de una pareja de jóvenes, mejor dicho una dispareja, dado sus orígenes.  El es descendiente directo de un general de ejército, vencedor de caciques y mano ejecutora de la conquista y por supuesto, beneficiario de la misma.  Ella es una chica de origen mapuche, que guarda la memoria de las mujeres que fueron vencidas, esclavizadas y avergonzadas.  Ambos recorren el territorio donde se dieron las batallas, donde se corrió la frontera que estaba a 50 Km. de Buenos Aires, buscando testimonios físicos y memorias de descendientes de los vencidos.  Para ninguno de ellos es fácil aceptar lo que sucedió y tampoco saben cómo será posible repararlo.  Pero este viaje les obliga a enfrentar la vergüenza y el dolor por ambos lados.  Vergüenza de cómo fueron tratadas las mujeres y los niños en estas masacres, vergüenza porque detrás de todo estaba el lucro, el querer entrar al comercio internacional con miles de cabezas de ganado, en que Argentina fuera el gran proveedor de Inglaterra. Vergüenza porque en los vitrales de iglesias argentinas está plasmada esta masacre como si fuera una cruzada civilizatoria y cristiana  y así los descendientes de los ejecutores tienen la conciencia limpia y pueden desentenderse del problema.

De hecho los historiadores determinan que esta guerra, que se llevó a cabo en paralelo por Argentina y Chile, amerita el nombre de Genocidio.” El genocidio es un delito internacional clasificado dentro del género crímenes contra la humanidad.[1] Se entiende por genocidio cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial, religioso o político como tal con algún propósito particular. Estos actos comprenden la muerte y lesión a la integridad física o moral de los miembros del grupo, el exterminio o la adopción de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el grupo. Según el sociólogo e historiador Michael Mann el «genocidio» es el grado más extremo de violencia intergrupal y de los procesos de limpieza étnica”

De acuerdo al documental, los pueblos mapuche de la pampa, acorralados fueron llevados a campos de concentración, o reservas en lugares que habían sido lazaretos para infecciosos. En estos campos murieron de viruela y otras pestes. Así  ciertos museos donde se exhibe la cultura mapuche, su platería, sus tejidos y costumbres, contienen en sus bodegas miles de esqueletos  de las víctimas,  los cuales en vez de ser sepultados quedaron para fines de estudio.  O será que alguien tuvo vergüenza de reconocer la masacre y los sótanos no los revisa nadie, ya que todo lo que se hace en nombre de la ciencia es casi intocable.

El pretexto fue que eran salvajes, que tenían que ser cristianizados, es decir, que no correspondían al canon europeo occidental.  Y como los europeos han usado este pretexto por mil años para quitarle la tierra a prusianos, ucranianos, tártaros, irlandeses, hacerlo aquí en el sur del mundo era solo un detalle del progreso tal como lo visualizaban en los salones londinenses.

Interesantemente el historiador rescata los bonos que el Estado Argentino  vendió para financiar esta cruzada, como la llamaron, y en ellos se ve claramente que los hacendados de Bs. Aires y muchos ingleses fueron los financistas del ejército.  También muestra un mapa de origen inglés en que se ve la asignación de las tierras con nombre y apellido dejando claro el origen comercial de la conquista y el origen de las fastuosas fortunas del vecino país.

Otro detalle es la asignación de los sobrevivientes, nuevos conversos a la civilización cristiano occidental, como peones de las haciendas, como sirvientas de las casas particulares de los participantes en el negocio o como entretención.  Eso de “mándeme usted unos chinitos para el servicio”  se repite tanto en cartas de argentinos y chilenos, que pedían niños y niñas para el servicio doméstico separándolos de sus familias, y asimilándolos en una forma de esclavitud velada.  Los manuales para aprender mapudungun se hicieron para que los capataces pudieran darles órdenes a los mapuche, en el ejército, en la hacienda y en la casa,

En mi familia, mi abuela contaba que ella y sus hermanos, huérfanos de madre, fueron criados por sus abuelos en el campo chileno siendo su ñaña, como se llamaba antes a las mujeres que se encargaban de los niños, una india “patagona” que se llamaba Rosa Peseta de Palo, y que jamás pudo usar calzado.  Esta historia me hace suponer que el tráfico de “esclavos” indios, de niños que devinieron en sirvientes sin nombre ni papeles, debe haber estado a la orden del día, ya que la familia no tenía haciendas sino una pequeña viña en Colchagua y nunca  me dieron una explicación clara de cómo había llegado esta mujer al Chile central.

Así las familias fueron diezmadas, separadas, obligadas a cambiar de nombre y apellido, obligadas a perder su idioma y su memoria cultural.  Los muertos fueron incontables, y como decía un mapuche argentino, ya mestizo porque su abuela fue “reducida”, ellos son las primeras víctimas del genocidio de estado en esa república. Impacta el dolor de esos hombres al rememora la historia que les fue trasmitida por vía femenina.  Impacta como los descendientes de mapuche quieren recobrar su cultura para sentirse dignificados y no despreciados por los inmigrantes europeos, que fueron millones.

La “Pacificación de la Araucanía” se hizo en forma paralela en Chile, ya que el Wallmapu no tenía fronteras, y los actuales argentinos quieren creer que los mapuche venían de Chile, igual que los chilenos prefieren creer que venían de Argentina.  ¿No sería que iban y venían por sus tierras como lo habían hecho quizás cuantos miles de años?

Recomiendo la película  ya que las heridas del pueblo chileno tienen un origen común que es la injusticia ejercida por el fin de lucro que está en el génesis de nuestra sociedad y lo peor, es  la arrogancia de negarlo  y pretender que los otros  olviden y los dejen siempre salirse con la suya.

Cuando escucho que algún prócer de nuestra república afirma que “nada es gratis” me asalta la duda acerca de quién paga la cuenta.  Porque si en el génesis de nuestro país existe el despojo impune como fuente de éxito y riqueza, la cuenta de la riqueza desmedida de algunos, de la posibilidad de estudiar en buenos colegios y universidades, quizás la pagaron los antepasados de otros, que también habitan el país, y que ahora quieren que los ayuden.  Digamos que la cuenta está pagada hace rato, y como no solo se heredan los activos, sino también los pasivos,  honestamente con una mano en el corazón habría que inventar un sistema para restaurar un equilibrio de humanidad si es que deseamos entrar en el camino de la honorabilidad, o del cristianismo ese que le impusimos por la fuerza a ‘los chinitos y chinitas’.

Ojalá alguna entidad traiga esa película a nuestro país, como forma de vernos en un espejo y que nuestro corazón sea movido por la necesidad de restaurar la justicia y podamos pensar en nuevas formas de convivencia con más generosidad, ya que no todo es comerciable como quieren hacernos creer algunos ignorantes de las posibilidades humanas.  Ignorantes que citan a Dios en sus discursos e ignoran al prójimo en la práctica.

Olga Larrazabal S
Agosto, 2011

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