UN MARCO MUNDIAL DE REFERENCIA
Hace algún tiempo, sostuvimos que, a partir de la década de los noventa, había iniciado el SKM (Sistema Capitalista Mundial) un meteórico despegue para enfrentar el recorrido de una nueva fase en su evolución. Llamábamos a dicha fase, a falta de otra denominación mejor, ‘de expansión’, y la caracterizábamos por el uso exhaustivo de dos extraordinarios instrumentos de trabajo que eran el ordenador y la red social Internet. Puesto que ambos instrumentos de trabajo habían provocado la expansión sin precedentes del mercado mundial y un flujo dinerario jamás antes visto, sosteníamos que el Bloque en el Poder a nivel mundial se había modificado. La fracción hegemónica dentro de aquel no era ya la burguesía industrial sola o en alianza con la bancaria, sino ésta en alianza con la comercial. Una modificación de esa naturaleza obligaba a los Bloque en el Poder regionales y nacionales a adaptarse a esos cambios, lo que no era tarea fácil pues importaba la realización de transformaciones en todas las regiones del modo de producción vigente.
Por eso, al explotar las revueltas árabes, sosteníamos que la causa de todas ellas radicaba, precisamente, en los cambios que se habían producido en la estructura del SKM, y no en aquellas que muchos analistas indicaban como tales. Indicábamos, por consiguiente, que no debería sorprendernos si revueltas similares pudiesen suceder en China, India y otros países orientales, lo que efectivamente amenazó con ocurrir pero en menor escala, especialmente en China, donde el despertar de las protestas fue prontamente acallado por las autoridades, a través del empleo de medios altamente represivos.
Cometimos, no obstante, una falta imperdonable al fijar nuestro foco de atención en las regiones que están fuera de Europa, Japón y Estados Unidos (consideradas ‘centrales’ por algunos analistas) y, sobre todo, en considerar a las mismas como un todo compacto y homogéneo. Como si en su interior no se produjesen grietas ni se enfrentasen clases sociales en pugna. Craso error. Olvidamos, por consiguiente, uno de los principios básicos de la física que se reproduce en los asuntos sociales, un principio cuya obviedad asombra -la cuerda se corta por el lado más delgado-, que es el mismo principio (y permítasenos hacer aquí una asociación poco exacta, pero que ilustra esta idea) sobre el cual llamaba la atención Lenin cuando hablaba acerca del ‘eslabón más débil dentro de la cadena imperialista’. Porque en el universo de las relaciones humanas, tiene también vigencia el fenómeno de la ruptura social cuando existen debilidades o fisuras en la estructura de la sociedad; también las sociedades enfrentan protestas sociales cuando la avaricia de sus clases y o fracciones de clase dominante las han hecho débiles: España, entre otras.
FUNDAMENTO DE LA DEMOCRACIA
Una nación puede aceptar que las personas a cuyo cuidado están los bienes comunes (administradores, legisladores, jueces o gobernantes) cometan exacciones; puede aceptar, también, que esa práctica se realice constantemente; puede tolerar, incluso, que se transforme en la forma de vida de un sector frecuentemente conocido como predador. Pero, para ello, se requiere conceder ciertos beneficios a determinados grupos sociales o crearles la ilusión de la excelsitud (como sucede en Estados Unidos), pero puede igualmente destruir su moral y transformar esa forma de actuar en forma de vida (como en el caso de México). En las otras situaciones, la protesta se hará inminente.
Por consiguiente, no debe sorprender lo que sucede en un país con una tasa de desempleo situada en niveles que resultan verdaderamente inaceptables, y una juventud a la que se ha obligado a estudiar, a prepararse para desempeñar los más altos cargos de dirección y que, súbitamente, ve diluirse todas sus esperanzas, encontrándose sin posibilidad alguna de conseguir, siquiera, algún empleo.
El SKM funciona dentro de un sistema democrático, precisamente porque está basado en una convención, es decir, en la comunión (ficticia, por cierto) de voluntades. Debe, en consecuencia, protegerse celosamente para así dar seguridades al capital en cuanto a facilitar su desarrollo y expansión sin trabas. Y esa seguridad no la logra sino a través de proteger las instituciones que organiza con leyes y sanciones. Son las clases y fracciones de clase dominante, en consecuencia -y contrariamente a lo que cree en su gran mayoría la mal denominada ‘izquierda’-, los sectores más interesados en hacer funcionar en democracia ese sistema porque, de no hacerlo, la sociedad toda se hace ingobernable: el temor de Hobbes en cuanto a que pueda regir el principio del ‘homo homini lupus’ se hace presente. Fácil es suponer que, en esas condiciones, es imposible la celebración de contrato alguno y, por consiguiente, hacer negocios o acumular; es imposible, en suma, no sólo proteger al capital sino su existencia misma: el modo de producción capitalista pierde su razón de ser. La protección de la democracia es, pues, labor fundamental de las clases y fracciones de clase dominante. Protegiendo la democracia se protege la persistencia del sistema, el que comienza a ser aceptado y defendido por los explotados no sólo como su normal forma de existencia sino en el carácter de la más excelsa.
EL ENRIQUECIMIENTO PERSONAL COMO OBJETIVO DE LA POLÍTICA
Sin embargo, esa tarea no es algo fácil de realizar. En la fase de expansión del SKM, las actividades productivas reducen su tiempo de realización: el lapso empleado para producir un bien o realizar determinadas operaciones disminuye su longitud pues la rotación del capital aumenta su velocidad. Ello no es casual. Maquinarias nuevas, instrumentos de trabajo que suplen la presencia del trabajador y pueden actuar por sí solos, permiten ese milagro de aumentar la productividad y la rapidez en la entrega del producto. La vida adquiere una prisa inusitada. Las mercancías abarrotan las estanterías de las casas comerciales. Los productos parecen encontrarse al alcance de todos, y todos quieren tener acceso a ellos. Pero eso tiene un costo: la composición orgánica de capital ha aumentado a la vez que disminuye la composición técnica de capital. Se produce más, pero más operarios van a la calle; la fuerza de trabajo es reemplazada por maquinarias. Simultáneamente, también el deseo de enriquecerse con prontitud se transforma en una necesidad. Y si ello no es posible hacerlo dentro de los cánones establecidos por el sistema, porque no hay empleo o, existiendo, los salarios son exiguos, ha de realizarse fuera de los mismos: a veces, en virtud de la comisión de delitos; otras, a través del atropello de valores morales no refrendados con sanciones punitivas. El aumento de la delincuencia no obedece solamente a una presunta perversión de la especie humana.
Esa prisa por adquirir con rapidez las riquezas que no se poseen, esa angustia por tener más, y más y más, no afecta solamente a las clases altas sino, igualmente, a las clases dominadas que son tambor de resonancia de aquellas. No olvidemos algo crucial: las ideas de las clases dominantes son las ideas de las clases dominadas; también sus formas de vivir. Por eso, el deseo de tener, por sobre el de ‘ser’, afecta, también, a muchos de los representantes de las organizaciones políticas de la llamada ‘izquierda’ que ven multiplicarse sus posibilidades para hacerse ricos en el ejercicio de determinados cargos. La corrupción se asienta con fuerza en la política. El modelo de la empresa privada se reproduce en el sistema público y una silenciosa correa transmisora de influencias y prácticas de discutible moralidad se hace presente ante una comunidad que contempla, a menudo estupefacta, la sucesión e intercambio de múltiples actores en la escena política de la nación. El desprestigio de la función pública como campo en donde se realizan las prácticas políticas invade la vida social.
Cuando a esos hechos se añade una dramática indigencia de teoría social, arrogancia y academismo enfermizo, el cansancio ante promesas incumplidas y una labor cuya velocidad de rotación ha aumentado considerablemente elevando, al mismo tiempo, el nivel de estrés de los trabajadores, cuando las remuneraciones no alcanzan para hacer frente a las compras de medios de subsistencia que diariamente requiere la reposición de la fuerza o capacidad de trabajo propia o del grupo familiar, cuando es imposible adquirir aquellos bienes a cuya posesión nos invitan constantemente los rostros conocidos de la televisión [1], nos encontramos ante una sociedad que espera el momento preciso para explotar. Entonces, las consignas que una vez imperaron en el pasado y aquellas que se elaboran teniendo en consideración los requerimientos del presente vuelven a aflorar en letreros, pancartas, lienzos, revistas, declaraciones y panfletos. Los anhelos que durante mucho tiempo fueron largamente acariciados por quienes participan dentro de esa formación social cobran, de súbito, vida y adquieren presencia dentro de una realidad en donde todo parece posible. El momento de la protesta se manifiesta con una potencialidad que asombra, y no pocos se preguntan, unos a otros, qué ha pasado o por qué todo eso ha sido posible.
LA REALIDAD DE UNA PROTESTA
Una protesta no significa, necesariamente, cambio de sociedad; pero puede significarlo. Al igual que una revolución, que no tiene por qué ser, necesariamente, proletaria. Como ésta, depende de muchas variables. Entre otras, de un claro mensaje social y de una constancia que ponga a prueba el temple de sus promotores.
Generalmente, las protestas sociales están constituidas por conjuntos humanos cuyas formas de pensar son bastante disímiles: los seres humanos somos diferentes, pero esa circunstancia no obsta a que, constantemente, estemos construyendo organizaciones. La protesta no es, en sí, una organización en términos clásicos; lo es en cuanto a realizar los fines propuestos pues exhibe concertación de voluntades y sincronización de actos. En realidad, es una reunión que tiene lugar cuando determinados intereses y emociones se hacen comunes a vastos contingentes de personas, intereses y emociones que se descubren cuando un suceso ajeno opera en el carácter de detonante social; la unión no se da ante otros intereses que no sean aquellos. Digámoslo de otra manera: jamás una protesta hará público un documento que contenga reivindicaciones programáticas o propondrá un plan de trabajo a la comunidad, sino simples proposiciones elaboradas a la grupa de los acontecimientos. Una protesta es motivada por aspiraciones que no han sido satisfechas por las autoridades y los manifestantes suponen que, planteándolas en forma colectiva, lograrán sus objetivos. Por eso, los grupos se disgregan cuando tales motivaciones dejan de ser colectivas o no existe posibilidad alguna de realizarlas de ese modo.
Sin embargo, cuando las organizaciones sociales se ven obligadas a mantenerse, porque aún existe voluntad de seguir luchando y no se ha logrado la concreción de los fines propuestos esa sola circunstancia ayuda a consolidar el trabajo colectivo, pues en el transcurso del tiempo se uniforman las formas de pensar y reaccionar de sus componentes. Persistencia de las protestas, congruencia en el espíritu de la manifestación, alegría y confianza en lo que se hace, fortaleza espiritual de quienes las llevan a efecto, permiten que suceda el milagro. Como ocurre con las piedras de un río que, arrastradas por la corriente, chocan unas contra otras para terminar, finalmente, asimiladas unas a otras, limados sus bordes, reducido su tamaño, las formas de pensar se van unificando y uniformando en la lucha social. La persistencia de una protesta tiene, precisamente, por finalidad armonizar las formas de relación humana y preparar a sus protagonistas para enfrentar con propiedad las tareas que el futuro les depara. Es lo que ocurre cuando las consignas empleadas y los documentos elaborados comienzan a revelar un pensamiento común; el espíritu que las anima se revela, de pronto, como expresión de lo nuevo. Aún cuando no lo indique con precisión. El ‘stato nascente’ de Alberoni se ha hecho presente.
Una protesta que se limite solamente a exigir más democracia puede aunar voluntades, pero no ha entendido aún el principio central que guía al SKM según el cual son las clases y fracciones de clase dominante los sectores más interesados en restituir los valores de aquella; es, por consiguiente, una protesta que se encuentra enredada y presa en los lazos de la ideología vigente. Aún cuando bajo esa expresión se quiera expresar la voluntad de exigir una mayor participación ciudadana en la solución de los problemas que son comunes a todos. No sucede de manera diferente con quienes defienden el progresismo o desarrollismo como expresión de lo nuevo.
EL MOVIMIENTO 15-M
Los efectos del llamado ’15-M’ o ‘Movimiento del 15 de Mayo’ no constituyen solamente un hito en la historia de las luchas sociales en España. Al desencadenar una de las más exitosas protestas sociales de las que se tenga memoria en los anales de las luchas de los hispanos por alcanzar mejores condiciones de vida constituyen, a la vez, un desafío a la institucionalidad vigente y la esperanza de un futuro mejor. Originadas para responder a la convocatoria a elecciones municipales hecha por las autoridades españolas a realizarse el domingo 22 del presente, se han transformado en la más genuina expresión de la indignación ante el abuso reiterado de las organizaciones políticas tradicionales. Es un movimiento que ha empleado las mismas formas de convocatoria de sus símiles en Arabia. No por algo hay quienes sostienen existir una estrecha relación entre ellas, lo cual confirma el hecho que se trata de un fenómeno de traspaso de umbral: las protestas españolas confirman el ingreso del SKM a una nueva fase en su evolución que, para completar su ciclo, puede extenderse, perfectamente, por varias décadas más.
El fenómeno comenzó el 15 del presente, cuando vastos contingentes de personas comenzaron a darse cita en determinados centros neurálgicos de las ciudades españolas a fin de hacer presente su indignación ante la actuación de las autoridades que no sólo evitaban dar solución a los problemas de las grandes mayorías nacionales sino se enriquecían a costa del erario nacional. La convocatoria fue al margen de las organizaciones políticas y sociales tradicionales. Como era de esperarse, aparecieron allí algunos representantes políticos que muy pronto fueron alejados por los propios manifestantes que no deseaban verse involucrados con ellos.
Las protestas en España no constituyen un momento más en la vida de esa nación: la forma perfecta de organización que han demostrado tener, la persistencia de sus acciones, la tendencia a crecer más que a estancarse o disminuir, el apoyo cada vez más solidario de la población a los que acampan bajo la lluvia en condiciones tremendamente difíciles, las consignas anti sistema que han comenzado a elaborarse, las declaraciones de sus voceros, la negativa a obedecer las resoluciones de la autoridad, la inexistencia de un apetito voraz por dirigir, el rechazo a los partidos políticos y a su dirigencia, la organización horizontal que han ido construyendo, todo indica que estamos ante un movimiento ‘in stato nascente’ (en palabras de Franceso Alberoni), un despertar de los desposeídos y sus aliados que se sienten, hoy, capaces de mostrar el esbozo de una alternativa a la sociedad en que viven. Es más: no han sido afectadas por los resultados electorales del 22 de este mes. Y eso es, de por sí, algo tremendamente importante.
Estas protestas, que comenzaron en algunas ciudades del reino, se extendieron a 166 y se han realizado en todas las localidades de España e, incluso, en varias ciudades del mundo, merecen especial atención. Nada impide que su modelo se repita en otras naciones del continente europeo -e, incluso, del mundo- afectadas por la crisis en que las han sumido la voracidad de sus clases y fracciones de clase dominante.
Es cierto que nacieron como expresión del descontento social, en especial, de las altas tasas de desempleo en la nación ibérica (23%) que, en los sectores juveniles alcanza a un 45%; es cierto que nacieron como reacción ante un hecho puntual como lo han sido las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo; es cierto que se han visto un tanto reducidas y olvidadas luego de realizadas las referidas elecciones, pero no es menos cierto que constituyen algo nuevo: una verdadera oposición, un verdadero enfrentamiento con la institucionalidad vigente. Porque hoy, ya no puede decirse que existen tan sólo dos fuerzas políticas que se disputan la conducción hegemónica del conjunto social en España. Una tercera fuerza ha hecho su aparición: los votos nulos y en blanco, sumados al porcentaje de abstención histórico, constituyen, a no dudarlo, una expresión de la voluntad soberana. Porque nadie vota en nulo, blanco o se abstiene de por sí, sino porque no confía en los instrumentos que entrega el sistema a los ciudadanos para expresar sus inquietudes o hacer valer sus derechos. Una protesta es la voz de los sin voz. La política, que es el campo en donde se realizan las prácticas políticas, también está integrada por estas voces silenciosas que exigen ser consideradas como una fuerza social de magnitudes.
¿ES POSIBLE UNA PROTESTA DE ESAS CARACTERÍSTICAS EN CHILE?
Chile es un país en donde se reproducen muchas de las condiciones sociales y económicas que se dan en la España de las protestas. Las razones de estas similitudes han de encontrarse no sólo en su carácter de ex colonia de la nación europea sino, además, y hoy, en el activo intercambio comercial que existe entre ambas naciones, en ningún caso favorable a las clases dominadas chilenas. Las inversiones hispánicas son tantas que no resultan extraños los comentarios de quienquiera que sea cuando alude o hace mención a una presunta segunda colonización de la nación europea. Por lo demás, las ciudades de España, con sus universidades y centros de estudios superiores, se han transformado en el centro obligado para el perfeccionamiento profesional de los chilenos cuya nación es considerada altamente ‘rentable’ por los ibéricos.
Parecidos, no obstante, nos conducen ineluctablemente a establecer diferencias. Y es que necesario establecer una diferencia crucial: en España no se presenta en forma tan extrema el desnivel de remuneraciones entre los más ricos respecto de los más pobres como sucede con Chile. En consecuencia, el grado de criminalidad y corrupción tampoco es tan alto como el que existe en Chile.
Si bien es cierto hay en España personas que ganan grandes sumas de dinero, los menos favorecidos tienen, por lo menos, asegurado el sustento, algo que no sucede en Chile, país en donde la propia Iglesia ha debido salir al paso para reclamar por un sueldo ético que ningún político quiere conceder (tanto de la Concertación como de la Alianza). Para nadie es un secreto saber que los rostros conocidos de la Televisión ganan sueldos por sobre los 18 millones de pesos mensuales [2], cifra comparable sólo a las que se pagan en las naciones ‘desarrolladas’ [3], entre las que quiere contarse la fracción hegemónica chilena del Bloque en el Poder. Las remuneraciones no se limitan a esa cifra: los ‘famosos’ reciben, además, cuantiosas participaciones por incitar a los chilenos a consumir determinados productos o a endeudarse en alguna institución financiera. Sin embargo, lo que sucede en el plano de la farándula y del espectáculo no es sino un reflejo de lo que ocurre en la empresa privada. A fines de marzo pasado, informaba ‘El Mercurio’ que los directores de empresas reciben un promedio de 58,6 millones de pesos anuales sólo por asistir a las sesiones de las mismas; ninguno de ellos tiene menos de 3 empresas en las que se desempeña como tal y, en algunos casos, hay directores que se desempeñan en 9 empresas como lo es el caso de Jorge Eduardo Marín Correa [4]. Es conocido el caso del pago que el Gerente General de una empresa estatal hacía a una secretaria de la misma ($ 9.000.000): permite preguntarse cuánto ganaba ese mismo ejecutivo.
En un país como Chile, donde el sueldo que percibe el sector mayoritario de la población no excede los 300 mil pesos [5], la existencia de ese tipo de remuneraciones constituye un verdadero insulto, una bofetada en pleno rostro a los demás chilenos y justificaría con creces movilizaciones en torno a exigir una mayor igualdad social.
Gran parte de las instituciones que realizan obras sociales viven de la caridad no de los grandes financistas, sino del consumidor de supermercados (los supermercados están, constantemente, solicitando la donación del ‘sencillo’ a sus clientes para determinada obra social) o del que contribuye con su aporte a las colectas (Bomberos, Teletón, CONIN, Cruz Roja, Hogar de Cristo, en fin). Esta persistencia a vivir de la caridad ajena, especialmente la que proviene de las clases dominadas naturalmente más solidarias que las dominantes, se advierte, incluso, en los dramas personales como lo es el caso de Carlos Miranda, un joven que sufre de leucemia, a quien un destacado futbolista ayudó a reunir el dinero que necesitaba ($ 50.000.000) para terminar su tratamiento.
Sin embargo, aparte de estas diferencias con España, Chile también ostenta ciertas similitudes con esa nación. Una de ellas es la alta preparación que han alcanzado sus nacionales en materia de estudios. Esta característica, que debería constituir una cualidad y, a la vez, una ventaja, se ha convertido, precisamente, en uno de los más efectivos detonantes de las protestas ibéricas. La generalidad de los profesionales que sale año a año de las universidades no tiene posibilidad alguna de trabajo transformándose la sobrecalificación, de esta manera, en un verdadero lastre social. En Chile, la situación no es, en modo alguno, diferente.
En una entrevista que le hiciera el periódico digital ‘El Mostrador’, a poco de finalizar la exitosa marcha en contra del proyecto Hidroaysén, expresaba la bella e inteligente presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile FECH, Camila Vallejo, al respecto:
«De partida, la realidad del posgrado es bastante preocupante también. Hoy día no sirve de nada ser un profesional con un título de pregrado. Tu título en el mercado no es competitivo, entonces todos tienen que esforzarse aún más por pagarse un arancel caro y son muy pocas las ayudas que hay. Es fácil convertirse en mano de obra barata. Hay gente que hace investigación, cursos y no se le paga lo suficiente, entonces en un sector súper preocupante, porque la mayoría no son gente acomodada. Uno podría contribuir con el conocimiento que se libera de los egresados, pidiendo por ejemplo, que si estudiaron con ayuda del Estado se dedique al menos dos años para el Estado» [6].
Así, pues, existen condiciones que puedan acercar a Chile a las protestas de España. Las movilizaciones sociales que han comenzado a realizarse por impedir que se concrete el proyecto de Hidroaysén pueden convertirse, precisamente, en un comienzo promisorio.
Santiago, 23 de mayo de 2011
Notas:
[1] Esta es una labor que cumplen los conocidos de la Televisión, algunos de los cuales pertenecen o simpatizan con organizaciones como lo es la Concertación (Felipe Camiroaga, por ejemplo). Demos algunos ejemplos: Lucho Jara nos indica que debemos comprar con tarjeta Presto (una de las más peligrosas del mercado), Tonka Tomicic nos insiste en que es necesario comprar en Almacenes París; Claudia Conserva nos indica que lo mejor para comprar es Easy; Cecilia Bolocco nos pide sonreÍr porque tenemos la alegría de contar con una tienda como Falabella y podemos, también, solicitar créditos en el Banco Falabella. Jorge Zabaleta se refocila ante sus teleespectadores devorando la mayonesa Hellmans a la vez que nos invita a endeudarnos con el ABC Din, Felipe Camiroaga nos induce a comprar en Ripley, y Rafael Araneda nos exige hacerlo en Hites. Lo cierto es que todos nos incitan a comprar, a realizarnos en el mercado, a transformarnos en una mercancía más como ellos han llegado a serlo.
[2] Según datos proporcionados en el programa ‘Primer Plano’, del Canal ‘Chilevisión’, algunos de estos afortunados eran Felipe Camiroaga, con 22 millones; Tonka Tomicic, con18 millones; Cecilia Bolocco, con 25 millones.
[3] Aproximadamente 25 mil euros mensuales.
[4] Véase ‘Economía y Negocios’, de ‘El Mercurio’, 27 de marzo de 2011, pág. 4.
[5] Aproximadamente 300 euros.
[6] Saleh, Felipe: «Camila Vallejo y las movilizaciones del 21 de mayo: ‘Hoy día no sirve de nada tener un título'», ‘El Mostrador’, 21 de mayo de 2011.
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