Los resultados de las últimas elecciones en Perú son el
resultado de una compleja ecuación política y social de aquel país en la
actualidad. Los dos candidatos triunfadores, la señora Fujimori y el señor
Humala dan cuenta de un cierto desencanto con los gobiernos de centro que han
gobernado este país los últimos periodos. El fracaso del candidato Toledo es el
signo más elocuente de este estado de ánimo.
La sola presencia de la señora Fujimori en la actual
contienda electoral, abre algunas interrogantes sobre la sociedad peruana de
hoy y nos trae a la memoria, de manera inevitable, aquellos años en que
gobernaba con mano autoritaria su padre. Un gobierno del que ella formó parte
en calidad de primera dama. El apellido Fujimori significa en la política peruana
y latinoamericana violación de los derechos humanos, abuso de poder y
robo. Si hay algo que rescatar de
todos estos años de reconstrucción democrática en el Perú es, precisamente, el
procesamiento de Fujimori y sus cómplices por crímenes horrendos. Todo este
cuadro convierte a la señora Keiko Fujimori en un personaje, por decir lo
menos, controversial.
El señor Humala ha alcanzado una primera mayoría relativa
con más del 30%, lo que lo convierte en el favorito en una segunda vuelta. Todo
dependerá de las alianzas políticas que sea capaz de establecer en las próximas
semanas, considerando el escenario mundial y regional que condiciona el margen
de maniobra de un país como el Perú. Si bien algunos sectores, dentro y fuera
del Perú, han querido identificarlo con el presidente venezolano Hugo Chávez,
lo cierto es que el candidato señor Ollanta Humala se ha presentado más próximo
a las políticas de ex presidente Lula.
Más allá de los prejuicios con que se califica a esta
candidatura, es interesante destacar su respetable y legítimo orgullo y sentido
patriótico y su justo reclamo contra la marcada desigualdad en la distribución
de la riqueza como resultado de las políticas neoliberales puestas en marcha.
Los peruanos son los únicos llamados a aceptar o no – de manera soberana – las visiones propuestas por este candidato.
En el ámbito de la política internacional el prejuicio de
cualquier tipo se opone al sentido pragmático que debiera presidirla. Esto es
válido en Chile como en cualquier parte del mundo. Así, entonces, no parece
oportuno que las autoridades chilenas se hagan eco de especulaciones y
prejuicios que sólo opacan las buenas relaciones a las que se aspira. La mera
posibilidad de que el señor Ollanta Humala sea uno de los candidatos que
pudiera alcanzar la primera magistratura de un país vecino debiera ser un
llamado al respeto y a la prudencia.
– El autor es investigador
y docente de la
Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad
ARCIS
– Artículo enviado a
piensaChile por el periodista Jordi Berenguer
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