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Tiempo de Navidad, renacimiento de la Vida y la Esperanza para todos

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En Chile, este mes de Diciembre, que pone
arbitrariamente  fin al año astronómico,
al año escolar, al año contable, y a todos los cursos habidos y por haber, nos
llama por todos los lados a ponernos a prueba. 
Exámenes y balances nos dirán si el año fue bueno o malo.   Los contadores corren desesperados tratando
de poner la contabilidad al día, los estudiantes dan exámenes finales y las
personas miran con asombro la rapidez con que se fue el tiempo, y si los apuros
de fin de año lo permiten, a veces meditan sobre lo que pasó en el año.

Entre medio de este torbellino de sensaciones, aparece
además esta famosa fiesta de Navidad, y todos nos llenamos de pensamientos
pragmáticos:  ¿Dónde haremos la fiesta
este año?  Porque el año pasado en la
casa de mi hija, la familia se agarró en discusiones políticas porque mi yerno
etc,, etc.  Y en mi casa me  toca a mí lavar los platos, y en la casa de
mi otro hijo son menos discutidores y tienen lavadora de platos… Y tengo
entonces que comprar 17 regalos, no 14, porque mi nuera aporta hijos de otro
matrimonio y hay que incluirlos. Y así sigue el pensamiento divagando acerca de
la Navidad y
de sus rituales, que como en nuestro país coincide con el fin de muchas cosas,
es agobiador.

En este humor rastrero llego a mi edificio y me encuentro el
lugar sembrado de renos, nieve dorada y plateada, árboles repletos de adornos,
viejos pascueros gordos y sonrientes y se me ocurre preguntar así como sin
querer queriendo ¿Van a poner un Nacimiento? 
Porque este viejo gordo parece el "patitas negras" del nacimiento de
Belén. Todos se miran consternados porque a nadie se le había ocurrido tamaña
barbaridad.  Bueno, así es la Navidad actual, una fiesta
colorida, importada de lugares nevados, llena de mitos que les gustan a los
niños, con mucha comida y mucho regalo. 
Una mezcolanza un poco incomprensible sobrecargada de símbolos  que nadie sabe que representan y que nos
cuesta relacionar entre sí tanto como el nacimiento de Jesús con el  barrigón de los renos.

Toda ocasión es buena para festejar y reunirse con la
familia, y a mí me encantan las fiestas, 
aunque no necesariamente tiene que ser con tanto esfuerzo económico,
tanto gasto de energía, tanto escándalo ciudadano y tanta mezcolanza
incomprensible.

Mi nieta chica, que es muy curiosa, me pregunta: ¿Por llaman
Navidad a la Pascua?
Quizás la pregunta es mejor hacerla al revés, ¿Por qué llamamos Pascua a la Navidad?

De partida la
Pascua auténtica es la fiesta que Jesús celebró con sus
amigos antes de morir, la fiesta judía de Pesaj, fiesta que conmemoraba el paso
de los judíos de la esclavitud a la libertad al huir de Egipto y que
corresponde a la primera luna llena después del equinoccio de Primavera en el
Hemisferio Norte, y al tiempo de Otoño en el Hemisferio Sur. Después los
cristianos llamaron por el mismo nombre Pascua, a los hitos importantes de
"paso" de la vida de Jesús empezando por su nacimiento.

Lo de Navidad el 25 de diciembre viene de las fiestas
romanas en honor al Sol. Navidad viene del 
latín Nativitate que quiere decir:

Nati:  Nacimiento

Vita: De la
Vida

Te:  Para ti

 

El Nacimiento de la vida para ti.  Pero ¿Por qué?
"En el año 440 de nuestra era se escogió el 25 de diciembre
como fecha de la celebración del nacimiento de Jesús, ya que la Biblia no dice el día
exacto de su nacimiento. Según parece, en esa fecha los romanos celebraban la
fiesta del Natalis Solis Invicti (la festividad del Sol Naciente Invencible) y
los cristianos la hicieron coincidir con la celebración del nacimiento del
Señor".

Claro, era el día del solsticio de Invierno en el Hemisferio
Norte, y los pueblos desde épocas inmemoriales veían que el Sol comenzaba su
paseo hacia el sur el 24 de Junio, llegaba a su mínima exposición y su máxima
lejanía el 24 de Diciembre y de ahí en adelante los días empezarían a crecer
trayendo la vida y esperanza de nuevas cosechas.  En tres meses llegaría la Primavera, se aparearía
el ganado en Mayo que es Primavera, se armarían los noviazgos  y durante la siega del Verano, nacerían los
retoños de los entusiasmos de Primavera, se producirían los matrimonios y así
la vida continuaría con sus ritmos  y
reciclajes.

Al llegar el Cristianismo y adornar a Jesús con todos los títulos
y cualidades de los antiguos dioses, evidentemente se le identifica con la luz
y la esperanza de vida que renace cada año, y su nacimiento se hace coincidir
con el comienzo del retorno del Sol a su exposición máxima.

Los pueblos europeos celtas, eslavos y germanos tenían
árboles tutelares como el  roble, el tilo
y el abeto, a los que adornaban con adornos brillantes para atraer la luz del
sol y de ahí nació el Árbol de Navidad. 
Dice la historia que en el siglo 19, el príncipe Alberto, esposo de la Reina Victoria de
Inglaterra y alemán de nacimiento, llevó esta costumbre a Inglaterra, donde se
extendió por el mundo junto con el 
Imperio Británico.  Desde entonces
se ven abetos de Navidad desde la
India hasta Sudáfrica, desde Argentina hasta Nueva York.

¿Y el Viejo Pascuero que trae regalos?  Los romanos celebraban en Diciembre las
Saturnales, fiestas en honor a Saturno (Cronos) el dios del Tiempo que rige
sobre la Tierra.  En esas fiestas  los adultos acostumbraban a hacer regalos a
los niños.  Cada uno de los pueblos de
Europa inventó su propio personaje que hacía regalos, siendo en Holanda
Sinterklaas, San Nicolás. San Nicolás 
existió de verdad  y fue un Obispo
muy generoso que vivió en Turquía a comienzos del cristianismo y dotaba a las
doncellas pobres para que pudieran casarse, ya que en ese tiempo, los
matrimonios eran contratos económicos bien pensados, y el amor romántico era un
lujo al que no todos tenían acceso. Cuenta la leyenda que  circula en Holanda, que se fue a África y
tenía unos ayudantes negro que repartían dulces.  Así los holandeses creen que Sinterklaas
viene en un barco desde el Norte de África, y desembarca montado en un caballo
blanco  con sus ayudantes negros que
reparten dulces.  Los niños, por lo
tanto, ponen zanahorias en los calcetines que cuelgan para recibir regalos, de
modo de alimentar a los caballos de Sinterklaas.  Además es costumbre de intercambiar regalos
con una poesía  que aluda al que lo
recibe.  Así la cosa es personalizada y
en ello se dona algo de la creatividad de cada uno.

Sinterklaas pasó a USA junto con los colonos holandeses que
fundaron Nueva York, y terminó remodelado por la Coca Cola en los años
30.  En esta remodelación ganó peso, se
fue a vivir al Ártico, adquirió renos y emite unas sonoras carcajadas mientras
anda en trineo vestido de rojo cardenal con un traje entre ruso y lapón. Se
introduce por las chimeneas y recibe correspondencia de todos los niños del
mundo solicitando regalos.

En el fondo del tema vemos una adoración al sol (reflejada
en los adornos rojos y las luminarias) que refleja  un agradecimiento por el don de la  vida que se renueva al derramar su luz y
calor sobre todos, sin discriminación; y se hace regalos a los niños imitando
la gratuidad de la acción solar, para darles amor y alegría de vivir  en este mundo. Y donde hay alegría y amor hay
esperanza que la vida continúa.  Estas
virtudes antiguas todavía siguen siendo válidas y es la máxima enseñanza que podemos
sacar de estos mitos y rituales.

Para los cristianos, estos son los atributos del Cristo, el
profeta que viene a mostrar el camino del amor al prójimo sin discriminación en
forma gratuita como camino de vida, del cuidado por los más débiles que son los
niños, las mujeres que dan la vida y cuidan gratuitamente, y los pobres que
necesitan de ese cuidado de todos nosotros, con los cuales habría que
compartir  nuestra mesa navideña.

¿Y nuestros ancestros americanos que celebraban?

Don Nicolás Merchán Luco, Director de El Mercurio de Ecuador
nos relata:

"Por estas épocas de finales del mes de diciembre, los incas
en el Cuzco imperial y en todo el imperio del Tahuantinsuyo, luego de las
fiestas del Inti Raimy, celebraban la fiesta del Cápac Raimy en el momento que la Vía Láctea se hallaba
en contacto visible en el horizonte y entonces la tierra se conectaba con el
gran río y se encontraba el sitio del pueblo andino que pertenecía al otro
mundo y que se abría en el momento en que el Sol estaba en su posición más
meridional y entonces mostraba el Ukhu Pacha o el mundo de abajo de la
tierra.   En esta fiesta del Cápac Raimy
se abrían las rutas entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos,
entre el mundo de arriba y el mundo de abajo, entre el mundo celeste y el mundo
de la tierra y el que dicen se lo celebraba con un sonoro retumbar de las
quipas o trompetas de concha que se hacían sonar estruendosamente a la víspera
del solsticio de diciembre.  Estas
conchas procedían del lecho marino que representaba el mundo de abajo, de las
tierras bajas; esta era una interpretación del símbolo marino de la concha que
procedía de una posición más baja del Sol en la esfera celeste en el solsticio
de diciembre.   Por esto se explica por
qué la Huacai Pata,
la plaza donde se celebraban los ritos del solsticio de diciembre, estaba
cubierto por medio metro de arena transportada desde las costas del océano
Pacífico. La asociación de la concha con el solsticio de diciembre y con la
entrada a la tierra de los muertos estaba íntimamente vinculada con los ritos
incas del Cápac Raimy."(1)

Y don Armando Marileo Lefio, Ngenpin mapuche nos cuenta
"Cada madrugada entre el 18 al 24 de junio, (correspondiente
al calendario gregoriano) los pueblos originarios del sur, junto con la
naturaleza y el universo acostumbramos a celebrar el inicio del nuevo ciclo o
año nuevo; por cuanto en ésta época, la tierra, naturaleza y todos quienes
cohabitamos en éste lado del planeta, "el hemisferio sur", vivimos,
experimentamos y somos testigos de unos de los episodios más relevantes que
acontece en el cosmos y en la madre tierra; "Es la fusión de la materia
(tierra) y la energía (cosmos)", los cuales traen consigo la procreación
de la vida y el tiempo. Es decir, permiten que se inicien nuevas vidas en la
naturaleza: nacimientos, pariciones, brotes, sueños, esperanzas y emergencias
de fuerzas o energías desde el corazón de la tierra, dando paso a las distintas
etapas del año, cambios climáticos, maduración, descanso entre otros.

Por cierto este episodio de la procreación de la vida y el
tiempo (nacimientos, pariciones, brotes, cambios climáticos, alteraciones),
acontece de igual forma en el hemisferio norte, pero en época distinta. Por
tanto en el planeta tierra ocurren dos fenómenos diferidos en tiempo y espacio
y estos son los dos años nuevos; uno correspondiente al hemisferio norte,
(transcurre en diciembre) y otro del hemisferio Sur, (en el mes de junio).

Es comprensible entonces que ocurra tal acontecimiento, por
cuanto es el cosmos quien mantiene bajo dominio y control absoluto el
"orden natural de la vida en el planeta tierra", permitiendo los
cambios de ciclos en cada extremo, condicionando así la existencia de la
oposición entre los extremos, mientras en uno (hemisferio) se da el inicio o
renovación de la naturaleza (año nuevo), en el otro se está llegando a mitad del
ciclo, expresado en la maduración y/o apogeo de la naturaleza o vice/versa.

Muchos pueblos originarios de América del Sur, hoy aún
celebramos y conmemoramos con nuestras propias formas y nombres La Renovación de la Naturaleza, tal cual
fue concebidos en tiempos inmemoriales por nuestros pueblos. Con ello
continuamos acompañando a la madre tierra a festejar el despertar y regreso a
la vida de sus hijos, las plantas, animales, ríos, lluvias, el viento, las
personas, entre otros; pues ella se regocija y nos convida a ser parte en la
alegría del comienzo de los nuevos ciclos de vida.

La fiesta que celebramos y que llevamos adelante años tras
años en el mundo indígena, no es una casualidad, tampoco una ligera
interpretación o solo creencias de los abuelos, sino la descodificación,
comprensión y entendimiento que desarrollaron en muchos miles de años respecto
de la normativa de la naturaleza llegando a las definiciones ya mencionadas.

Por tanto la celebración y fecha que marca el regreso de la
vida en éste hemisferio (año nuevo), no es propiedad de una u otra cultura,
sino de todos aquellos seres humanos, animales, árboles, ríos, aves etc., que
nacimos y cohabitamos en esta parte del planeta (H. Sur). (2)

El 24 de Junio en el Hemisferio Sur equivale al 24 de diciembre
en el Hemisferio Norte y  es interpretado
del mismo modo.  Lo que sucede es que la Navidad corresponde a una
colonización cultural que incorpora símbolos astronómicos en fechas que no
corresponden a nuestra situación geográfica. 
Pero como somos nietos y herederos de mil culturas, podremos tolerar
estos sincretismos, ya que todo apunta a lo mismo, la celebración del
renacimiento de la vida y la esperanza que refleja el movimiento anual del sol.

Creo que los rituales y los mitos son parte de la cultura y
los necesitamos.  Pero también
necesitamos no olvidar los mensajes que traen de fondo, porque si no se vuelven
cascarones vacíos sin sentido.

Y los romanos con sus 
fiestas al Dios del Tiempo, Saturno que es lo mismo que Cronos el
griego, nos recuerdan que el tiempo y el mundo no son nuestros, son algo
prestado que tiene sus leyes inexorables, y que igual que las empresas, debemos
hacer balances periódicos para ver si nuestra vida va por el rumbo que queremos
y renovamos los votos de fidelidad a nuestras causas o necesitamos un golpe de
timón para cambiar de rumbo.

En la noche de Navidad, seamos o no creyentes en la
importancia del nacimiento de Jesús, lo más probable dada nuestra cultura, es
que nos sentemos en una mesa a cenar con nuestra familia y amigos, varias
generaciones juntos a comer algo especial, cocinado con más esmero que de
costumbre;  los niños correrán y gatearán
por debajo de las mesas con la esperanza que a la mañana siguiente haya un
regalito al lado del árbol.  Los mayores
tomarán un poco más de la cuenta, y como las noches aquí en el sur son más
cálidas, saldremos al patio o al balcón a ver las estrellas que nos acompañan
en esta fecha.  Y los católicos irán a la Misa del Gallo a la Parroquia más cercana y
adorarán al Niño Dios en un pesebre con animales, según la representación que
hizo del nacimiento de Jesús, San Francisco de Asís.

Así junto a los nuestros compartiremos el amor a la vida y
auscultando las estrellas entraremos en contacto con miles de generaciones de
nuestros antepasados, que hicieron lo mismo buscando una explicación a su
existencia terrestre en un acto de reverencia a la sabiduría del cosmos y de
humildad ante el misterio de la vida. Y de esta contemplación y  su necesidad de inmortalizar y dar
significado a lo que veían, nació el mito que estamos compartiendo todos los
que habitamos esta tierra del Sur del Mundo, ya 
sea que nos sintamos identificados con las tradiciones europeas o con
las de nuestros ancestros americanos.

Felices Fiestas ,
Olga Larrazabal S.

Diciembre 2010.

Nota:
(1)
Circulo Astronómico
Haciendo un balance al vuelo, vemos que para nuestra
sociedad chilena el año ha sido complicado. 
Un cambio de gobierno, un cataclismo, la convivencia no resuelta con los
pueblos originarios; desastres en la
Minería que dejan al descubierto nuestra precariedad y
también lo que se puede hacer si hay voluntad política, reformas en Educación
altamente discutibles y discutidas sin un reconocimiento de fondo de que es lo
que el Estado de Chile o ofrece como educación al pueblo que eligió a sus
actuales administradores, los cambios que se avizoran en los sistemas agrícolas
y que pueden trastocar para siempre nuestra relación con la tierra y nuestra
alimentación, el acrecentamiento de una política de represión a cualquier
disidencia con aumento de la violencia policial innecesaria que parece
corresponder más bien a una filosofía del Estado que a un comportamiento al
azar, el mal estado del  sistema penal y
de los establecimientos de menores que el Estado debiera proteger y que está
haciendo agua por todos lados y así sucesivamente.

Todo esto nos muestra que la sociedad se hace más compleja,
que quizás ya no somos una masa que solo obedece como zombi a las consignas
ideológicas globales, sino que la masa se está convirtiendo en individuos más
conscientes que desean intervenir en los destinos de la sociedad en su
"ingeniería de detalle" y esto como cualquier crecimiento, trae dolores y
discusiones, pero hay esperanza de evolución, aunque a veces las autoridades no
lo entiendan así.  En otras palabras que
ya no basta la antigua demagogia de promesas, sino que se empiezan a pasar
cuentas , y quien gobierne ha de hacerlo fijándose en lo que aspiran los
votantes y no mirándose el ombligo.

Hay que sentarse a pensar a que votos les debemos fidelidad
en el largo plazo, de modo de no cometer estupideces sin sentido en el
corto.  La recomendación va por que
mantengamos los ojos abiertos y los sentidos en la realidad, que seamos
prudentes con los festejos, repartamos 
afecto, y cultivemos la esperanza en nuestros corazones, y también la
tolerancia, para que el viejo Cronos no se cabree y podamos cerrar el balance
sin números rojos.

Felices fiestas.

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