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¿Quién quiere borrar a Sebastián Acevedo?

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Estaba con más del 90% de su cuerpo quemado, en una sala del
Hospital Regional de Concepción. Al otro lado del citófono escuchó una voz de
mujer. ¿Sería de verdad su hija? ¿Había valido la pena rociarse con bencina y
prenderse fuego en las escalinatas de la catedral penquista hace unas pocas
horas? Era el acto desesperado que se le había ocurrido luego de que dos días
antes, el nueve de noviembre de 1983, civiles no identificados y fuertemente armados
detuvieran a dos de sus hijos: María Candelaria y Galo Fernando. La primera en
Coronel y el segundo en San Pedro. Durante los dos días siguientes, junto a su
esposa, se había levantado a las seis de la mañana a recorrer comisarías y
cuarteles y en ninguna parte habían reconocido que estaban detenidos.

Era el modus operandi que durante 17 años de gobierno
militar desarrollaron los organismos represivos que acostumbraban -según
reconoció oficialmente el estado chileno en los informes de la Comisiones Rettig
y Valech- no solamente a detener personas en lugares secretos, sino también a
torturarlas, otras asesinadas, y en algunos casos, simulando falsos
enfrentamientos.

Sebastián Acevedo Becerra, militante comunista, igual que
sus dos hijos, sabía bien lo que podía sucederles a los entonces jóvenes. Lo
habían sabido en su familia por generaciones. El año 1947 el gobierno de
González Videla había perseguido a sus padres. Así es que ese 11 de noviembre
de 1983 se podía esperar cualquier cosa. Que la policía, por ejemplo, trajera a
una mujer que se hiciera pasar por su hija. Para asegurarse que era su hija
desaparecida, Sebastián le preguntó cual era el sobrenombre que le decían en la
casa: "Patitas de canario", respondió la mujer.

"Es que tenía las piernas muy flaquitas", recuerda casi 30
años después María Candelaria, hoy de 52, quien estaba efectivamente en el
hospital tras ser liberada cerca de una hora después de que su padre se
inmolara en las escalinatas de la catedral.

"Me dijo que cuidara a mi hijo, a mi hermano, que no dejara
abandonada a mi madre", dice ella.

Pero María Candelaria no la ha tenido fácil. Tras ser
liberada luego del sacrificio de su padre, volvió a ser detenida. Cayó
nuevamente el 30 de noviembre de 1983 y estuvo presa un año y dos meses. Su
hermano Galo Fernando estaría detenido durante dos años. Pero sobrevivió y hoy
trabaja en faenas en el nuevo puerto de Mejillones.

Ella asume que las ha pasado duras. Curada de un cáncer
uterino, sufre hasta el día de hoy de fuertes jaquecas.

"Producto de mi detención", relata, recordando las torturas
a las que fue sometida para saber las identidades de las personas con las que
trabajaba políticamente y las actividades que desarrollaban en las Juventudes
Comunistas en las que militaba.

Pero María Candelaria cumplió con lo pedido por su padre,
quien falleció cerca de la medianoche de ese día en que habló con ella por
última vez. Cuidó a los familiares y parió y crió a dos hijos más. Hoy es
abuela de cuatro nietos, trabajadora de su casa de Coronel y dirigente nacional
de la Agrupación
de Ex Presos Políticos.

Hoy la hija de Sebastián Acevedo tiene una nueva
preocupación. La desaparición, hace un par de semanas, de la cruz pintada
toscamente con pintura roja en las escalinatas de la catedral, en el lugar
exacto donde se prendiera fuego su padre, y corriera envuelto en llamas hacia la Plaza de Armas ubicada al
otro lado de la calle Caupolicán.

"Jamás la habían borrado… ni en los peores momentos de la
dictadura", cuenta la hija de Acevedo, quien no se había enterado del hecho.

"Lo único que quieren es borrar la historia de este país…
y la historia no se borra sacando una cruz de la tierra", agrega.

¿Quién borró la cruz?
Ocurrió a sólo días del aniversario número 27 de la
estremecedora inmolación. Este último 11 de noviembre se cumplieron 27 años
desde aquel dramático día de 1983. En las escalinatas de la catedral de
Concepción, en el preciso lugar, se congregaron una veintena de personas
quienes procedieron, una vez más, a leer letanías y también a repintar una cruz
roja en el histórico sitio.

"Somos el Movimiento Contra la Tortura Sebastián
Acevedo: Queremos una Patria Sin Impunidad… 27 años después, no podemos
callar lo que vimos y oímos", gritaban a viva voz ese día, como todos los años,
los manifestantes que se cuidaban de no pisar la pintura roja de la cruz, aún
fresca después de repasarla una vez más.

Al principio de la semana siguiente no había ya rastros de
la cruz recordatoria de Sebastián Acevedo. Había sucedido lo que según muchos,
nunca había ocurrido.

"Jamás la habían borrado", confirma Edelmira Carrillo, una
de las personas que llegó sagradamente a las escalinatas el pasado jueves 11 de
noviembre.

Lo insólito es que nadie reconoce haber borrado la cruz.
Algunos incluso dieron a LND explicaciones inverosímiles, como que los propios
manifestantes la pueden haber borrado o que accidentalmente se habría derramado
un material que borró la cruz recordatoria. Así, acudimos al municipio y a
varias oficinas del Arzobispado para intentar averiguar lo ocurrido.

En la municipalidad penquista la secretaria del Alcalde se
mostró extrañada ante los reclamos. Preguntando exactamente que había en las
escalinatas y quién era Sebastián Acevedo, amablemente se contactó por vía
telefónica con el departamento de Aseo y Ornato, cuyo jefe negó tajantemente
haber ordenado asear las escalinatas del templo principal.

En el Arzobispado de Concepción se nos orientó primero a
conversar con el padre Luis Figueroa, encargado de la Catedral.

El padre Figueroa relató que él también, unos días después
del aniversario y manifestación en las escalinatas, notó que se había borrado
la cruz, pero negó responsabilidad directa en el hecho, aunque señaló con
claridad que no estaba de acuerdo con semejante recordatorio:

"Mejor que no esté", dijo el padre, quien agregó que se
trataba de cosas "ideológicas" de aquella época en que estaba ese "problema de
los derechos humanos".

Por otra parte Sergio Bustos, encargado de Bienes y abogado
del Arzobispado, señaló a través de una secretaria una extraña versión según la
cual accidentalmente habría caído un líquido que borró la cruz.

El padre José Cartes, vicario general del arzobispado, fue
más claro al señalar que no hubo ninguna decisión institucional oficial para
borrar la cruz.

Es más, lamentó que en estos tiempos se esté en muchos
lugares "borrando el pasado", enfatizó antes de mostrarse partidario de la
construcción de un memorial en la plaza en recuerdo de Sebastián Acevedo. El
vicario general recuerda vívidamente los hechos, ya que trabajaba en la
parroquia de Coronel donde fuera velado Acevedo.

El padre Cartes agrega que se está refaccionando la catedral
y que entre otros arreglos se modificarán las escalinatas, ampliando las
subidas para minusválidos y colocando otra cruz de material adecuado en el
lugar preciso adonde ha estado todos estos años la cruz de Sebastián Acevedo,
aunque señala que no sabe si se podría poner una placa recordatoria ya que esto
podría ser interpretado como un aval a la autoinmolación, algo que no
correspondería para la
Iglesia Católica.

Pero para otros, Sebastián Acevedo y su inmolación recuerdan
a Jesús. De hecho, fueron muchos los religiosos que participaron activamente en
el movimiento. Los sacerdotes José Aldunate y Roberto Bolton fueron algunos de
ellos. Para otros miembros, su gesto fue también cercano al espíritu de Jesús.

"La hoguera de Sebastián Acevedo fue el mismo escándalo de
Jesús… la muerte de Sebastián Acevedo fue un escándalo, porque las
instituciones de ese entonces no lograban defender debidamente la dignidad del
pueblo, al punto que don Sebastián debió ofrendar su vida por la vida de todos
y todas nosotros(as)… creo que él incluso era cristiano", relata Claudio
Escobar, quien ha participado casi en todas las acciones del Movimiento Contra la Tortura Sebastián
Acevedo.

"Un espacio para vencer el miedo, para lograr levantar la
voz de los silenciados por la tortura. Una praxis donde aprendí -en experiencia
concreta- lo que es la sinergia humana. Una escuela para todo lo que he seguido
haciendo (mis variadas luchas) tras la dictadura", dice Escobar, quien ha
seguido leyendo letanías de denuncia, muchas veces en solitario, durante estos
últimos años frente a La Moneda,
en Santiago, y en múltiples oficinas corporativas, entre ellas Hidroaysén y
Endesa. El ingeniero eléctrico y profesor es tan conocido por los funcionarios
policiales de los alrededores de La
Moneda, que una de las veces que fue detenido, le pidieron
disculpas porque agradecían el hecho de que el ex integrante del Movimiento
Sebastián Acevedo hubiese entregado una carta en Palacio exigiendo que se les
proporcionara bloqueador solar a los carabineros que permanecen horas haciendo
guardia a la intemperie.

"La cruz la borran porque en Chile se quiere borrar la
memoria. Mucho de eso hay cuando quieren sustituir horas de ciencias sociales
por matemáticas", señala Escobar.

Pero el recuerdo de Sebastián Acevedo parece estar en todas
partes. Entre ellos en cada rincón de la catedral de Concepción. Al costado de
su entrada principal funciona el Museo de Arte Religioso, en que se exhiben
finísimas prendas, utensilios y figuras religiosas. Un buen día un visitante
registró en el libro de visitas que debiese haber un rincón en el museo que
recordara a Sebastián Acevedo.

Verónica Zamorano, trabajadora del museo, asintió. "Estoy de
acuerdo… Yo lo vi con mis propios ojos.. tenía como 10 años y venía de la
mano de mi padre".
Domingo 5 de diciembre de 2010 | LND Reportajes

*Fuente: La Nación Domingo

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