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Análisis de la muerte de José Tohá

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El lunes 15 de noviembre de 2010 la noticia que la Corte de Apelaciones de
Santiago ordenó al juez Jorge Zepeda reabrir la investigación que había cerrado
sobre el fallecimiento de José Tohá, causó conmoción en el país. Disponía
llevar a cabo 25 diligencias pendientes, entre ellas la exhumación del cuerpo y
recomposición del escenario del suceso.

Lo substancial era que se basaba en un estudio del experto
forense, Luis Ravanal, quien, en base a la autopsia, establecía que la causa de
la muerte había sido "asfixia por estrangulamiento manual de naturaleza
homicida" y no por suicidio.

Esto no era una novedad, pues coincidía con informe
realizado por el médico Alfonso Chelén en la época del crimen, que había sido a
propósito sepultado por la dictadura.

José Tohá era respetado por su caballerosidad, honestidad de
principios y lealtad por casi la totalidad de los políticos y en círculos
militares. Era reconocida su amistad con los generales Prats, Pinochet, Urbina,
Bonilla y muchos otros. Había salvado a Bonilla de ser llamado a retiro por
presuntas reuniones conspirativas con el ex ministro de Defensa de Frei
Montalva, Juan de Dios Carmona.

Se dice que José Tohá el 11 de septiembre de 1973, confiando
en la amistad que lo unía con Pinochet, y otros generales, trató de mediar
entre los militares y convencer a Allende que depusiera las armas. El
Presidente rehusó a la petición de su dilecto camarada por considerar que era
humillar la dignidad de su cargo y optó por morir en la Moneda. En la tarde de
ese día fue detenido junto a otras autoridades del gobierno depuesto y llevado
a la Escuela Militar,
siendo trasladado el 15 de ese mes a la inhóspita isla Dawson en la provincia
de Magallanes. En ese lugar fue sometido a trabajos forzados y tratamiento
vejatorio por los uniformados a cargo del recinto lo que afectó su salud ya
debilitada por la pesadumbre ocasionada por la muerte del presidente Allende y
de su gran amigo Augusto Olivares. Como consecuencia, sufrió una gran baja de
peso y depresión reactiva que obligó a sus carceleros a trasladarlo primero al
Hospital Naval de Punta Arenas y luego al Hospital Militar de Santiago en enero
de 1974. Pese a su deteriorada condición, era llevado reservadamente en las
noches a la Academia
de Guerra Aérea para interrogarlo. Según el Servicio de Inteligencia, se le
consideraba una fructuosa fuente de información para acusar a otros
funcionarios del régimen depuesto. Nunca se llegó a formularle cargos ni a
instruirle un juicio

Contraviniendo normas éticas, dentro del mismo Hospital
Militar, José Tohá fue víctima de apremios. Relataba a su esposa, Moy Morales,
"se paran a los pies de mi cama y hacen escarnio de mi indefensión" Su hermano
médico, Isidoro, angustiado por la deplorable situación de su hermano,
pretendió apelar al deber ético-profesional del médico democratacristiano,
Patricio Silva Garín, Sub Director del establecimiento castrense. El resultado
fue frustrante, pues éste le reprochó inclusive las gestiones que habían
realizado ante diversas autoridades, ya que, según su opinión, sólo habían
agravado la situación de su pariente, quien ahora era tratado con mucho más
dureza y aún interrogado con la colaboración de un siquiatra. Cuando Isidoro
Tohá le expresó a su colega Silva que el Hospital Militar debía velar por la
vida de su hermano, la insólita y tajante respuesta de éste fue "Mire, el señor
Tohá ahora debe atenerse a las consecuencias de sus actos políticos". Este
médico le aconsejaba  a la cónyuge que no
lo visitara en el hospital, en cambio el enfermero Juan Cabello le decía "tiene
que visitarlo, porque para él tiene mucha importancia eso".  Realmente la actuación de Patricio Silva fue
más bien de un copartícipe de la represión que la de médico. A fines de ese
mismo año este cirujano reoperaría al general Augusto Lutz, quien fallecería en
ese hospital en extrañas circunstancias y, en 1982, intervendría al ex
Presidente Frei Montalva en la
Clínica Santa María, también con resultado de muerte.
Entrevistado telefónicamente por TVN al día siguiente de la orden de la Corte de Apelaciones para
efectuar diligencias, este médico declararía su certeza que la muerte de Tohá
era producto de un suicidio, basándose en que había un guardia permanente en la
puerta de la habitación.

El estado de salud de Tohá fue empeorando rápidamente,
disminuyendo su peso a 49 kilos, siendo su estatura 1.92 metros y apenas
lograba moverse en su cama. Escasos días antes de su muerte había caído al
suelo al intentar levantarse y debieron recogerlo por su incapacidad para
reincorporarse. Era imposible que hubiera podido bajarse de la cama y
desplazarse a otro lugar de la habitación, como se pretendió que lo había hecho
al simular su muerte por su propia mano.

Finalmente, el 15 de marzo de 1974, el gobierno militar informó
el suicidio de José Tohá. La inverosímil versión oficial fue que se había
ahorcado con su propio cinturón apoyado en una cañería que pasaba por dentro
del closet de su habitación del Hospital Militar. Ese mismo día,. Moy de Tohá
recibió un llamado telefónico de un auxiliar paramédico del Hospital Militar
que le dijo "señora, no crea que él murió como le dicen, yo quiero hablar con
usted y decirle toda la verdad, juntémonos mañana a las cinco de la tarde en el
puente Pío Nono". Pero no acudió al programado encuentro con la viuda, quien
supone que la llamada fue interceptada.

Aquel día, el médico perito criminalista de la Brigada de Homicidios de
Servicio de Investigaciones, Alfonso Chelén Araya, fue llamado para investigar
el presunto suicidio. Encontró el cuerpo sin vida de José Tohá dentro del
closet de la habitación, con un cinturón atado al cuello, sin tocar el suelo,
con las piernas y los pies flectados, apoyándose en el piso. Le extrañó que la
cañería no se elevaba más allá de 1.55 metros y que el nudo con que el cinturón
estaba ceñido era tan débil, que se desató con un leve tirón, por lo que no
hubiese podido soportar el peso de un cuerpo, por liviano que este fuese.
También le llamó la atención que el surco presente en el cuello era parejo y no
incompleto, como se presenta habitualmente en las personas que se ahorcan. Además
un quiste sebáceo cervical estaba roto lo que resultaba inexplicable. Sacó
varias fotografías, especialmente del cuello, e hizo hacer un riguroso dibujo
al planimetrista para fijar el lugar y los detalles posturales del cuerpo.
También constató extremo enflaquecimiento y quemaduras de cigarrillos en los
brazos. Como era su norma, Chelén esperó las fotografías para  redactar el correspondiente informe, pero se
le comunicó que se habían perdido, conjuntamente con el gráfico planimétrico. A
los 15 días, le llegó  una hoja con un
informe ya totalmente redactado en la que se consignaba "conclusión suicidio" y
al pie su nombre para que estampara su firma. Al estar plenamente convencido
que no se trataba de un suicidio, se negó a firmar. Este rechazo le significó
que, a los dos meses, fuera despedido de Investigaciones "por falta de
confianza por su labor profesional". El principal  contradictor de este médico fue el
funcionario de la Brigada
de Homicidios, Juan Saldías Valdés, alias "Harry el sucio", conocido integrante
de la DINA

El forense del Instituto Médico Legal,  Alfredo Vargas Baeza, en la misma tarde del
fallecimiento de Tohá, fue llamado al Hospital Militar para hacer la autopsia,
lo cual era irregular pues hubiese correspondido trasladar el cuerpo al IML.
Vargas no tomó en cuenta las inconsistencias entre los hallazgos encontrados en
el cadáver y la versión de suicidio y evacuó un protocolo de autopsia meramente
descriptivo, sin contradecir esa tesis oficial. Como ocurría en aquel tiempo,
muy escasos funcionarios públicos se atrevían a impugnar lo aseverado por el
gobierno castrense. El temor a perder el cargo era una amenaza real.

Para guardar las apariencias, el Hospital Militar hizo
realizar una investigación sumaria a cargo del auditor Rolando Melo Silva de la Segunda Fiscalía
del Ejército, la cual se extraviaría. Años después, Melo diría no recordar casi
nada de lo que hizo entonces por "lagunas mentales", pero si evoca que
sobreseyó la causa de acuerdo con el Comandante en Jefe, Augusto Pinochet. Si
la versión era cierta, debió haberse configurado una negligencia médica por no
haberse tomado las mínimas precauciones ante un atentado contra la propia vida,
suceso frecuente en una depresión grave. Es una norma en cualquier paciente con
esta patología dejar siempre fuera de su alcance elementos con los que se pueda
suicidar, incluso debe retirarse el cordón de las batas de levantarse. Esta
omisión aparecía absolutamente improcedente, dado que se encontraba a cargo del
calificado psiquiatra, el doctor Julio Sepúlveda.

En 1991, el Informe Rettig reseñó sobre la muerte de José
Tohá "la Comisión
no tuvo antecedentes suficientes para concluir si el ahorcamiento, causa
directa de la muerte del ex ministro Tohá, fue la acción de quienes lo
mantenían detenido o si, en cambio, murió por su propia mano. Pero, aún en esta
último evento, se llegó a la convicción de que José Tohá murió víctima de
violaciones a sus derechos humanos, puesto que para esta Comisión es
considerado tal, aquel que se quita la vida por su propia mano, cuando las
circunstancias en que ello ha sucedido, permita juzgar en conciencia que el
suicidio fue impelido a tomar esa determinación por torturas físicas o
psíquicas, por las condiciones de su encierro o por otra situación de
responsabilidad del Estado, que en si misma es violatoria de los derechos
humanos"

En abril del 2005, el juez de fuero, Jorge Zepeda,
estableció  que "en la investigación no
se encuentra acreditado el hecho que José Tohá se haya suicidado". El doctor
Chelén declararía a este magistrado "esa muerte no fue suicida, sino obra de
terceros, por estrangulamiento, con simulación de suicidio".  Sin embargo, pese a la petición del abogado
Nelson Caucoto no accedió a efectuar diligencias necesarias para aclarar la
muerte En cambio, sometió a proceso a dos ex coroneles asistentes del fallecido
fiscal de la FACH,
Horacio Otaíza, por aplicación de tormentos reiterados contra José Tohá.
Solamente el 2010, la Corte
de Apelaciones consentiría realizar dichas diligencias.

¿Por qué José Tohá debía morir?
Su estrecha amistad con Augusto Pinochet podría haberlo
favorecido para salvar su vida. Para el dictador hubiese sido muy simple dar
una orden para que fuese extraditado. Sin embargo, precisamente esta cercana
relación parece ser la causa de su cruel destino, pues le era necesario a
Pinochet el librarse de incómodos testigos de su proceder antes del golpe. Tohá
conocía su manera de pensar sobre los acontecimientos previos al derrocamiento
del presidente Allende, que éste quería definitivamente borrar para legitimar
su autoridad en el Ejército y la
Junta de Gobierno. Deseaba ser visto como un precoz y
decidido anti marxista, como posteriormente pretendería dejarlo categóricamente
establecido en sus memorias.

Varios eran los sucesos que Pinochet quería borrar y que
Tohá conocía bien.  Con ocasión del
"tanquetazo" del 29 de junio de 1973, 
Tohá acompañó a Pinochet para sofocar la sublevación del Blindado N° 2 y
ambos felicitaron al general Prats por su heroica actuación. En una
manifestación a Salvador Allende en el Club Militar, a mediados de agosto de 1973, a escasos días de su
ascenso, Pinochet le expresaría públicamente su adhesión, manifestando: "Brindo
por su Excelencia, el Presidente de la República, y por la lealtad de las Fuerzas Armadas
a su gobierno".


Cuando Prats se vio obligado a renunciar, Tohá fue una de los
que abogó para que se nombrara en su reemplazo a Pinochet, por tener absoluta
confianza en él. Orlando Cantuarias, en aquel tiempo senador del Partido
Radical, recuerda  que Prats le expresó
aquel 23 de agosto de 1973: "A ustedes les conviene más Pinochet, yo sólo me he
atenido a la doctrina Schneider y no soy 
partidario de las ideas políticas de ustedes, en cambio él si lo es".
Por su parte, Erich Schnake, parlamentario socialista, narra que después de la
ceremonia de nombramiento del nuevo Comandante en Jefe del Ejército, salió
acompañado de Pinochet, quien le expresó: "¡Ahora van a saber cómo se defiende
un gobierno!".

Aún muy próximo al golpe, Pinochet proseguía dando muestras
de lealtad al gobierno. En la primera semana de septiembre de 1973  el Ministro de Defensa, Orlando Letelier, le
comentó a Pinochet que la mayoría de los almirantes presionaban insistentemente
a Raúl Montero, Almirante en Jefe de la Armada, para que presentase su renuncia y se
nombrase en el cargo al almirante José Toribio Merino. La opinión de Pinochet
fue tajante: "Duro con ellos ministro, esos son unos traidores. Duro con ellos,
porque el Ejército lo respalda". Letelier, recordaba que "varias veces Pinochet
hizo alarde de sus condiciones democráticas, de su sentimiento de admiración y
lealtad al Presidente Allende y de su decisión de cumplir su juramento de
soldado de defender hasta las últimas consecuencias la Constitución y la
persona del Presidente de la
República". El año 1975, meses antes de ser asesinado,
Letelier comentaría: "Realmente muchas veces cuando se ve al general Pinochet
haciendo declaraciones, uno tiene serias dudas de su capacidad intelectual. Lo
que yo sí puedo decirles es que es un genio de la traición".

Resulta también significativo para mostrar el cambio de
última hora de Pinochet su miedo a participar en el alzamiento armado y la
incertidumbre sobre su éxito. Según Gustavo Leigh, al llevarle la nota
manuscrita del almirante Merino, el 9 de septiembre de 1973, Pinochet le
manifestó: "¿Tú has pensado en que esto nos puede costar la vida  a nosotros y a muchos más?. Si esto se filtra
puede sernos de graves consecuencias. Yo no puedo decirle esto a todos los
generales, pues confío en sólo algunos de ellos". Para vencer su reticencia,
Leigh debió presionarlo diciéndole "Decídase mi general ¡Firme!

Acerca de esta reunión, años más tarde, a fines de febrero
del 2001, Pinochet revelaría en un momento de sinceridad: "El 9 de septiembre Merino
me envió una carta pidiéndome apoyo. Decía que la Marina se iba a sublevar,
con los Carabineros y la
Fuerza Aérea. Ellos creían que iban a obtener fácilmente la
victoria, y no era así. Por  eso le
acepté y le achunté".

El mismo día del golpe, Pinochet transformó su amistad con
Tohá en aborrecimiento por significar un testigo de su deslealtad. En la
interferencia de las comunicaciones de los golpistas, se escucha decir a
Pinochet: "Todo ese montón de jetones que hay ahí, el señor Tohá, el otro Almeyda,
todos esos mugrientos que estaban por arruinar el país deben pescarlos presos y
el avión que tienes dispuesto tú, ¡arriba!, y sin ropa, con lo que tienen pa’
fuera"… pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando"  Ya el destino de Tohá estaba marcado. Era
sólo asunto de tiempo que se consumara.

La carta del general Carlos Prats dirigida a la viuda de
José Tohá, muestra los relevantes méritos del mártir y refuerza la tesis
planteada. En ella expresaba el distinguido militar que sería asesinado un mes
después:

"Querida Moy:

Escuché tu triste mensaje y creo poder dar respuesta a las
dudas que tanto te atormentan y -que lo comprendo muy bien- hacen más dolorosa
la herida incicatrizable que, para ti y tus hijos, constituye la muerte de José

¿Por qué ellos se ensañaron con José?

Porque cada uno de los cómitres de hoy les torturaba la
evidencia de que, dentro de la UP,
José era quien mejor los conocía. Los observó humildes y obsecuentes, los vio
hacer genuflexiones y supo de sus miserias íntimas, de sus celos inter-armas,
de su concupiscencia y frivolidades, de sus limitaciones intelectuales y
culturales y de la farsa de su lealtad.

José Tohá tenía mucho que decir y cada palabra suya, avalada por su
incuestionable autoridad moral, habría tenido fuerza suficiente para derribar
de su auto erigido pedestal a estos apóstatas del profesionalismo militar. ¿Y
cómo podrían contraatacar a José? ¿Cómo podrían vituperarlo si hasta la mención
de sus convicciones ideológicas iba a serles contraproducente, porque no les
resultaba tolerable ni compatible exhibir como marxista a un ser de tanta
sensibilidad social, de tanta nobleza y dignidad personal y de tanta
misericordia humana?.

Ten la certeza de que si hubieran encontrado el más mínimo
cargo afrentoso contra él, les habría convenido dejarlo vivir.

En cuanto a la conducta de Pinochet, puedo decirte que su
traición no tiene parangón en la historia de Chile ¿Cómo puede entenderse su
trayectoria bonachona y dúctil entre marzo y septiembre de 1973, si él mismo ha
reconocido su compromiso, bajo firma, para derrocar a Allende desde aquel mes?

La explicación está en su personalidad. Como el caso de
Duvalier se conjugan admirablemente una gran pequeñez mental con una gran dosis
de perversidad espiritual, como lo ha estado demostrando con sus inauditas declaraciones
recientes.

(…) Ante el futuro, sólo siento un gran anhelo: que llegue
cuanto antes el día en que la masa de mis ex compañeros se armas se convenzan
por sí mismos, de que han sido engañados y que han incurrido en la equivocación
histórica más tremenda, al constituirse en los verdugos del pueblo de su
patria; porque sólo en ese momento se puede comenzar a recorrer el camino de la
liberación…

Mis compromisos, Moy, son los del afecto personal por
personas como tú y la prueba la tienes en esta respuesta que, por su franqueza,
te demostrará la confianza que deposito en tu amistad.

No pierdo la esperanza de volver a verte. Entretanto, te
deseo de todo corazón la mayor paz espiritual. Sofía me encarga transmitirte
sus más cariñosos recuerdos y de mi parte recibe un fuerte abrazo de tu amigo.

Carlos.

Buenos Aires, 29 de agosto, 1974."

 jueves, 18 de noviembre de 2010

*Fuente: El Clarin


Para mayor información recomendamos leer también:

Moy de Tohá, a los que saben cómo mataron a su esposo

publicado el 23 de junio de 2009

Imágen en pdf de la carta de Prats a Moy de Tohá  


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