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La clase media como sujeto histórico de la izquierda chilena

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El desarrollo teórico de la Izquierda ha estado unido a una serie de conceptos que surgen en los albores de la teoría Marxista, la que aparece en plena Revolución Industrial y dónde adquieren su mayor extensión y significado. Es así, como al hablar del sujeto histórico de la Izquierda aparecen concepciones muy conocidas y utilizadas, como «proletariado», «clase trabajadora»  o «clase obrera», los que junto a otras han estado por muy largo tiempo en la teoría y en el centro de su lucha política. 

En el caso, del proletariado la economía política socialista lo define como «la clase formada por los obreros asalariados de la sociedad capitalista; carecen de propiedad sobre los medios de producción y, por ello, estar, obligados a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. En el proceso de producción el proletariado crea la plusvalía, que es la fuente del enriquecimiento de la burguesía, segunda clase fundamental de la sociedad capitalista.» (Borísov, Zhamin y Makárova, 1965)

La misma teoría política establece que el proletariado es la «única clase consecuentemente revolucionaria de la sociedad capitalista» y el actor de los cambios que deben generar el nuevo orden socialista, actuando como «dirigente de todas las masas oprimidos y explotadas de la sociedad capitalista».

Sin embargo, la lectura rígida de la teoría clásica no fue capaz de dar cuenta de la evolución histórica que siguió el desarrollo de la opción de izquierda, la que contra todo augur teórico avanzó hacia Asia y América Latina, a pesar de sus avances y retrocesos. (Sader, 2009)

Uno de los aspectos limitantes de ese proceso de desarrollo, ha sido la definición del sujeto histórico concreto, en cuanto el concepto de proletariado como «la clase formada por los obreros asalariados» no es aplicable a países que presentan realidades sociales y demográficas diferentes, planteándose necesariamente la necesidad de reelaborar la teoría desde la propia realidad, a fin de hacer efectiva la acción política.

Un ejemplo claro es lo que sucede en Bolivia, dónde la reconceptualización del sujeto histórico desde el obrero asalariado al indígena da la base para el triunfo de Evo Morales, y los cambios políticos y sociales que se han dado en ese país. (Sader, 2009)

Por lo mismo, resulta válido preguntarse si la Izquierda Chilena posee actualmente una definición adecuada de su sujeto histórico, entendido aquel que convoca mayoritariamente a los sectores sociales que son víctimas actuales de la injusticia y la explotación de los dueños del capital. 

Y la visión puede ser paradojal:

  • Por un lado, vemos el apego irreflexivo a un concepto de «clase obrera» u «obrero asalariado», a pesar de que los cambios económicos y demográficos de las décadas de los ochenta dejaron un país sin industrias, donde el obrero entendido en el concepto de los sesenta o setenta, ha sido reemplazado por otros sectores económicos asalariados en los sectores servicios o comercio.
  • Por el otro lado, vemos el esfuerzo de centrar la acción política en la defensa de lo indigenista, minorías étnicas que sin dejar de recocer que viven injusticias seculares, no representan un sector mayoritario de la sociedad, a diferencia de lo que sucede en países como Bolivia.

Entonces, ¿Cuál es el sujeto histórico de la Izquierda Chilena en la sociedad actual?
Lo que pretendo en las siguientes líneas es intentar responder esa pregunta, planteando la tesis de que ese sujeto es la clase media, la que sería la heredera actual de los conceptos antes señalados, sin perjuicio de otros grupos de preocupación de la izquierda chilena; pero que no son mayoritariamente representativos de la lucha antineoliberal que debe asumir nuestro sector en el Chile actual.

Esa tesis se sustenta en que la principal víctima del neoliberalismo ha sido precisamente la clase media, tal y como lo diseñó expresamente la Dictadura, amén de directrices de los organismos financieros internacionales.

Sin embargo, el desarrollo de esa tesis, necesariamente nos lleva a preguntarnos: ¿Qué es la clase media en Chile? 

Todos hemos visto que la mayoría se siente un ciudadano de clase media y, por lo mismo, responder esta pregunta de manera simple es arduo, pues la heterogeneidad de éste sector social hace que sea difícil encontrar elementos comunes que puedan identificarla como un segmento único, por lo que se hace necesario recurrir a algunas características que permitan identificarla, siempre desde la óptica de la opresión neoliberal.

En algunos casos, la estimación se hace sólo desde la perspectiva económica y empresarial, la que considera a la clase media como sujeto de consumo y plantea que un 77% de la población chilena corresponde a ese segmento, considerando un nivel de ingreso anual por habitante de clase media de US$ 6.200. (Ibarra M, 2010)

No obstante eso no nos sirve para definir la entidad social que analizamos, en su condición de opresión.

Es por eso que planteo la siguiente idea operativa como demarcadora de lo que une a la clase media chilena:

La clase media es aquel grupo humano de nuestra sociedad que posee dos elementos que le son consustanciales y definitorios de su condición de injusticia: su dependencia tanto del crédito como del sistema de pensiones.

1. Dependencia del crédito:
En el caso del crédito se refiere, a que la clase media está constituida por personas, que por su nivel de ingresos familiares  requieren necesariamente de acceder al crédito formal para la compra de al menos algún bien esencial para él y su grupo familiar, independientemente del tipo de bien del que se trate: una bicicleta, un computador, vestimenta, educación, salud, una casa o un automóvil. 

Da lo mismo el tipo de bien, pues el segmento social que por su nivel de ingresos familiares no tiene acceso al crédito, o no es sujeto de él, no es clase media y se ubica en lo que tradicionalmente se conoce como la clase social más baja, requiriendo de la subsidiariedad del Estado para poder subsistir.

Por el contrario, aquel segmento social que por su condición económica no requiere acceder el crédito formal para la adquisición de bienes esenciales para él o su grupo familiar, y dispone de los medios económicos para comprarlos en su totalidad al contado, obviamente no es clase media y está situado en la clase alta.

2. Dependencia del Sistema de pensiones:
En el caso de la dependencia con respecto al sistema de pensiones se refiere, a que la Clase media está constituida por personas, que por posición en la estructura productiva del país no son poseedores de los medios de producción y/o del capital que les permita subsistir en forma independiente al término de su edad productiva. Esto los hace necesariamente depender del sistema de pensiones.

Esas dos características, pueden generar algunas objeciones desde lo técnico o lo académico, pero tienen una importancia política esencial, pues se traducen en elementos fundamentales que permiten explicar el crecimiento económico chileno, a expensas del aumento de las desigualdades sociales durante la implementación y desarrollo del modelo neoliberal, con la subordinación de la clase media a una condición de injusticia permanente.

Clase media y neoliberalismo
En efecto, si uno analiza la evolución de la sociedad chilena de los últimos treinta años, tenemos un panorama que está marcado por la concentración del crecimiento económico en los sectores altos, lo que es de conocimiento público y continuamente se repite sin analizar mayormente las causas estructurales de esa situación.

Esto llega a ser incluso anecdótico, pues la prensa farandulera cada cierto tiempo nos recuerda la inserción de algunos chilenos en el ranking de los millonarios con más fortuna en el planeta.

Pero, ¿desde donde nace esta concentración de la riqueza? Para responder, deberíamos retroceder a los inicios de los años ochenta, cuando empezaba el «experimento ultraneoliberal chileno» del economista Milton Friedman. En esa época se  sentaron las bases del Chile actual, de sus inequidades, de sus injusticias. Sin pretender reemplazar la voz experta de algún economista, entrego algunos elementos de análisis:

  • Una de las primeras modificaciones  principales de ese proceso sucede el 27 de mayo de 1981, cuando fue promulgada, por parte de la Dictadura Militar, la Ley 18010 sobre Operaciones de Crédito de Dinero, la que deroga el artículo 2210 del Código Civil, el que prohibía el interés sobre interés tipificándolo de anatosismo o usura. Expresamente la nueva legislación, señalaba en su artículo 9° «Podrá estipularse el pago de intereses sobre intereses, capitalizándolos en cada vencimiento o renovación».

De esa manera, se borraba de un plumazo lo que antes se consideraba abusivo, permitiendo que las relaciones comerciales y financieras esquilmaran al cliente mediante el cálculo de intereses compuestos, cuando hasta esa fecha sólo era permitido el uso del interés simple. Así se explica, cómo los deudores  llegan a adeudarle a las instituciones acreedoras varias veces el capital, permitiendo, en un sistema de muy baja moratoria de pagos, un enriquecimiento exponencial de los dueños del capital.

Uno de los efectos inmediatos, ratificado por los análisis expertos, es el desplazamiento del peso económico de la economía financiera por sobre el de la economía real. Esto, en cuanto lo financiero ofrece, en ese incipiente escenario neoliberal, mayores retornos económicos de la inversión, los que se logran más rápido y con menos esfuerzo. No hay que pagar grandes planillas de trabajadores ni tener inmensos conflictos sindicales para obtener amplias, muy amplias ganancias.

Una consecuencia de lo anterior, es la disminución relativa de los puestos de trabajo en la economía real, lo que se une al efecto del desmantelamiento del Estado, principal empleador en los países latinoamericanos. En Chile, la proporción de funcionarios del Estado se redujo del 20% al 10% de la fuerza de trabajo. (Riesco, Cambios en el Modelo Social Chileno 2008). 

Lo anterior, trajo importantes consecuencias en la clase media, pues los puestos de trabajo perdidos en el Estado no fueron suplidos en el sector privado. Es más en ésta época, se produce la quiebra de la frágil industria local, por el fin del régimen de sustitución de importaciones y la imposibilidad de competir frente a las importaciones, principalmente provenientes de Oriente. 

Es así  como la precariedad del empleo es la norma, lo que se traduce que tan solo un 11,39% de los trabajadores ha cotizado con regularidad en su vida laboral. (Riesco, Cambios en el Modelo Social Chileno 2008)

  • La otra modificación sustancial que realizó la Dictadura en las bases fundacionales del «experimento neoliberal» fue la publicación el 13 de noviembre de 1980 del Decreto con Fuerza de Ley 3500 que creó el actual sistema de fondo de pensiones. Este nuevo sistema, sustituyó, en gran parte, el anterior que era de carácter solidario o de reparto1 por uno de capitalización individual, en el que obligatoriamente los trabajadores entregan un porcentaje importante de su sueldo a las Administradoras de Fondos de Pensiones, empresas privadas que lucran con las cotizaciones de todos los trabajadores, invirtiéndolos en negocios nacionales e internacionales, de dudosa solvencia. Prueba de ello, han sido las pérdidas registradas en los peores momentos de la economía mundial de los últimos años. (Riesco, El fin de las pensiones privadas en América 2008)

El Sistema de AFP está caracterizado por una serie de elementos que han sido analizados «in extenso» por autores especializados (Riesco, Cambios en el Modelo Social Chileno 2008) y que no pretendo replicar, pero que se traducen en un hecho esencial: las pensiones recibidas son menos de la mitad de que las que recibiría un trabajador afiliado a un sistema solidario de reparto.

Eso explica el porqué todos conocemos el caso de trabajadores que tras 38 o 40 años de imposiciones y con remuneraciones actuales que bordean los $700.000 pueden llegar a recibir sólo $ 170.000 al jubilar, con notable disminución de su calidad de vida y de su bienestar.

De lo expuesto anteriormente, queda claro que las consecuencias del neoliberalismo han caído sobre la clase media, sometiéndola a una condición de extensa injusticia. En esa condición sólo es el blanco de la ambición de los grupos económicos controladores de la banca, el comercio, la previsión social, las comunicaciones y todo lo que genere dinero.

¡Sí!, la clase media sólo importa en cuanto sea capaz de cotizar y de endeudarse. Ojalá no piense, hable ni opine, y sólo sea el cordero dócilmente idiotizado de los medios de comunicación. ¡En ningún caso y por ningún motivo ser gestor del cambio social!

Su participación política debe ser la de refrendar mediante su voto, en un acto de «lavado» democrático, los candidatos que las elites gobernantes han elegido y promovido mediante el marketing político. Lo que ayer era idea, pensamiento, ideología, convicción o reflexión hoy sólo es imagen vendible.

Y eso para asegurar que el país diseñado por la Dictadura no cambie y las minorías que gobiernan sigan lucrando de éste sistema.

El rol de la clase baja o clase «popular», como eufemísticamente se le señala, es someterse al control logrado por el sistema mediante la subsidiaridad del Estado, la que desde las instancias de planificación central diseñan una política social fundamentada en granjear la inmovilidad de ese sector social, acostumbrándolo a vivir de los subsidios estatales, tal y como los Organismos Financieros Internacionales han preconizado. Así son presa fácil, del populismo o la droga. 

Por todo eso, es que planteo que el sujeto histórico de la Izquierda es y debe ser en Chile la clase media, subyugada bajo el peso del modelo neoliberal.

La confusión entre el centro político y el centro social
Uno de los hechos que ha dificultado el reconocimiento de la clase media como sujeto histórico de la Izquierda, ha sido la generalizada confusión entre la estructura de partidos políticos y la estructura social. Esto, en cuanto se ha confundido el denominado «centro político» con el «centro social», siendo éste último la clase media en su ubicua complejidad. 

Y el «centro político»  no es el centro social por una sola razón: No se puede defender los intereses de la clase media y ser, a la vez, defensor del neoliberalismo. El neoliberalismo para progresar requiere de esa clase media apolítica, consumidora, endeudada y cotizante. 

No se puede olvidar que precisamente en Chile, los profundizadores del neoliberalismo desde los noventa han sido los partidos políticos denominados de centro unidos en sórdida alianza con la ahora gobernante derecha neoliberal. Y ese fue precisamente el «pecado» político que les alejó del poder, en un duro castigo electoral.

El que la Izquierda confunda su sujeto histórico tiene una consecuencia clara: conceder en bandeja de plata este inmenso sector social a partidos políticos que no representan los intereses de la clase media, la clase trabajadora.

Por eso debemos seguir el camino exitoso de otras Izquierdas latinoamericanas, y definir qué intereses representamos, a quien apelamos y a quien defendemos. 

No nos podemos engañar: aquí no hay Sierras Maestras, selvas tropicales ni grandes sectores obreros. El movimiento indigenista, plenamente legítimo en sus aspiraciones, es localizado y no representa los intereses de la mayoría de los trabajadores. Es la clase media nuestro sujeto histórico y debemos asumirlo.

La Izquierda es mayoría siempre y cuando sea la  legítima representante de la clase trabajadora, es decir, de la clase media. Y eso exige la tarea de abandonar nuestro etnocentrismo de izquierda y aceptar la diversidad de nuestra base política, tolerando manifestaciones culturales diferentes a lo que hemos entendido tradicionalmente como Izquierda.

Nuestro escenario ya no es la población, el gremio o la Universidad de los ochenta. Debemos entender que nuestra lucha es más compleja, que se da en lugares y con códigos culturales diferentes. Dominar esos códigos y asumir la lucha en esos escenarios es la única vía para lograr una Izquierda exitosa en Chile.

Bibliografía
Borísov, Zhamin y Makárova. «Diccionario de economía política.» grupo eumed●net. 1965. http://www.eumed.net/cursecon/dic/bzm/index.htm (accessed Octubre 1°, 2010).

Ibarra M, Valeria. «Clase media en América Latina equivale al 65% y Chile lidera con 77%.» Suplemento Negocios, Diario La Tercera, Octubre 24, 2010: 12-13.

Riesco, Manuel. Cambios en el Modelo Social Chileno. Preparado para el Instituto Internacional de Estudios Laborales (IIEL) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Cenda Chile, 2008.

Riesco, Manuel. «El fin de las pensiones privadas en América.» Le Monde Diplomatique, 2008.

Sader, Emir. El nuevo topo. Los caminos de la izquierda latinoamericana. Buenos Aires: Clacso-Siglo XXI Editores, 2009.

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