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¿Qué es un político peruano?

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Rebanadas de Realidad – Páginas LIbres (*) Agencia Informe
de Prensa Internacional (IPI) – Red Voltaire, Lima, 19/10/10
.- Con excepciones
contadas, un logrero cuyo mejor éxito constituye, no el bien de la nación en
sus preteridas mayorías nacionales, sino el lucimiento frente a cámaras
televisivas, micrófonos radiales y medios escritos urbi et orbi. Su mejor
blasón es la incultura y desconocimiento de que da cuenta hasta en la inflexión
de la voz ora espontánea ora delicadamente diafragmática. Vive navegando en la
epidermis y olvida el coágulo social que anida explosivo en todas las regiones
del Perú.

Verbi gracia: carece de visión geopolítica. En plena guerra
jurídica con Chile por delimitación marítima, el 95% de los políticos peruanos,
oblitera en cada una de sus declaraciones frecuentes el intríngulis, por una
razón fundamental: ignorancia, descarada desinformación puntual, histórica y de
las constantes que signan nuestra difícil vecindad con el país del sur. Por esa
palurda razón asemeja al español del chiste que jamás había visto una jirafa y
cuando se la mostraron, afirmó con subrayada energía: ¡ese animal no existe!

Más aún, hoy viene en visita importantísima el presidente de
Bolivia, Evo Morales, a reunirse con el mandatario Alan García y a renovar o
reimpulsar Boliviamar en Ilo. Las implicancias extraordinarias de esta
arquitectura han sido esculpidas por la instruida y eficiente cuanto que hábil
batuta de nuestro embajador en el Altiplano, Manuel Rodríguez Cuadros. Los
políticos prefieren olvidar, es decir comportarse como genuinos burros, que fue
Rodríguez Cuadros quien logró torcerle el cuello al presidente chileno Ricardo
Lagos y le hizo reconocer la existencia de un tema limítrofe marítimo más de un
lustro atrás. Llevar a la Corte
de La Haya a
Chile tiene su primera piedra fundamental en esta acción clave en que incurrió
el ex canciller en el mismo Palacio de La Moneda en Santiago.

Desvergonzados e inmorales que ayer nomás veían sus nombres
en el fango de cuitas impropias para funcionarios de Estado, hoy proclaman la
chance de hacer alianzas para sus ambiciones presidenciales. Algo así como el
criminal que asesina a la democracia que pretende hoy el coro adláter que
limpie sus porquerías. Capituleros y mediocres no atisban siquiera qué es lo
que han hecho, tan embebidos de su angurria de ganar dinero con oscuridades de
todo calibre.

Poquísimos días atrás el semanario Hildebrandt en sus trece
ha denunciado un asunto que implica la desventaja y virtual quiebra de
importadores peruanos de cereales del Canadá y de cómo su desprotección augura
el anuncio nefasto de una reacción en cadena hacia el fondo abisal porque el
Estado no protege como es debido a sus connacionales. ¡Y ningún político
peruano ha dicho: esta boca es mía! Por buida estupidez, sin duda alguna y
también por pereza genética de estudiar los barruntos de un antimperialismo
constructivo y multipartidario que ampare al frente único de trabajadores de
pequeñas y medianas empresas como política de Estado. ¿Se pretende decir que
los empresarios nacionales no deben estar unidos?

Don Manuel González Prada escribió sobre la institución que está
en Plaza Bolívar:

"¿Qué es un Congreso peruano? La cloaca máxima de Tarquino,
el gran colector donde vienen a reunirse los albañales de toda la República. Hombre
entrado ahí, hombre perdido. Antes de mucho, adquiere los estigmas
profesionales: de hombre social degenera en gorila politicante. Raros,
rarísimos, permanecen sanos e incólumes; seres anacrónicos o inadaptables al
medio, actúan en el vacío, y lejos de infundir estima y consideración, sirven
de mofa a los histriones de la mayoría palaciega. Las gentes acabarán por
reconocer que la techumbre de un parlamento viene demasiado baja para la
estatura de un hombre honrado. Hasta el caballo de Calígula rabiaría de ser
enrolado en semejante corporación." (Los honorables, Bajo el oprobio, 1914).

Más aún fulminó:

"¡Oh manía legiferante de los políticos peruanos! Quieren
improvisar hombres a fuerza de imponer leyes: no hay organismos, y decretan
funciones; no hay ojos, y exigen largavistas; no hay manos, y ordenan guantes.
Quizá no existe candidato a la
Presidencia, juez, diputado, bachiller, amanuense o portero
que no archive en la cabeza su constitución, sus códigos, sus leyes orgánicas,
sus decretos ni sus bandos. Todos guardan la salvación de la patria en algunos
rimeros de papel entintado con algunas varas de proyectos y lucubraciones.
¡Cuánto político por afición atávica venida de su abuelo el conserje o de su
padre el ex-senador suplente! (Cuánto sociólogo por haber oído el nombre de
Comte y saber la existencia de Spencer y Fouillée). Esos políticos y
sociólogos, pretendiendo conducir a las naciones, nos causan el efecto de un
mosquito afanándose por desquiciar a un planeta. Ocurren ganas de apercollarles
y decirles:

¡Basta de reformas y proyectos, de logomaquias y galimatías!
Más de ochenta años hace que ustedes viven chachareando en las Cámaras,
desbarrando en los ministerios, rastacuereando en las legislaciones y
dragoneando en los puestos de la administración pública. Vayan unos a carenar
buques, otros a barretear minas, otros a mondar legumbres, otros a bordar
casullas, otros a manejar escobas, otros a segar hierba o quebrantar
novillos.", (Nuestros legisladores, Horas de Lucha, 1906)

No hay aún alcaldesa de Lima y ya vibran los barruntos
fatales de broncas, disidencias, amenazas y divisiones ¡antes de llegar al
solio edilicio! ¿Qué clase de idiotas reparte la piel del oso, antes de cazar
al plantígrado? ¡No bastan los poemas sociales y mucho menos la proclamación de
méritos personales de gente que nadie conoce! Urge, apremia, es de vital importancia,
hacer un cambio mental, de paradigmas y comportamientos, antes que un cambio
económico. Invertir el orden representa una barbaridad pseudo-sociológica. ¡Y
son no pocos paniaguados por dólares y euros foráneos los que viven a cuerpo de
rey, "elaborando y pensando" soluciones para los más pobres! Cinismo e
hipocresía son palabras claves para entender al Perú de los últimos 200 años.

Hay mucho que denunciar y exclamar. Y sólo resta decir que
el periodismo, que forma también parte de la política, no es una excepción ni
un islote que pueda enorgullecerse de sus silencios, de la emisión de sus
diatribas u "opiniones" o de los juicios que otorgan "inocencia" o
"culpabilidad" a quien goce o carezca del amparo de sus simpatías. ¡Y no le
echen la culpa a los empresarios sino a su falta de dignidad para defender la
verdad de los hechos y la reciedumbre de la realidad monda y lironda!

(*) A cargo del periodista peruano Herbert Mujica Rojas. /
Web

*Fuente: Rebanadas de Realidad – Buenos Aires, Argentina

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