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Vietnam: el agente naranja sigue matando

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En el pasado Estados Unidos luchó en Vietnam utilizando armas químicas
devastadoras contra el comunismo, un régimen que entonces encarnaba la
lucha por la independencia nacional del pueblo vietnamita que se oponía a
su dominación. Hoy prosiguen las mismas políticas tan absurdas como
injustificables: desde Afganistán a Iraq pasando por Serbia, desde
Líbano a Gaza, Estados Unidos, la OTAN e Israel arrojan armas de
fósforo, de fragmentación o de uranio empobrecido sobre poblaciones
civiles que se niegan a someterse a sus dictados. Ahora bien, es sabido
que estas armas provocan sobre todo cánceres y malformaciones
monstruosas en los recién nacidos, y que van a seguir afectando a la
salud de una cantidad cada vez mayor de personas. En su reciente obra
Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam [Agente naranja- Apocalipsis
Vietnam], André Bouny nos recuerda que casi medio siglo después de la
guerra las madres vietnamitas siguen dando a luz bebés monstruosos.
Responde aquí a las preguntas de Silvia Cattori.
   
Silvia Cattori: Todos los políticos con conciencia y medios para actuar
deberían leer y tomar en serio su libro Agent Orange – Apocalypse Viêt
Nam, que acabo de devorar de un tirón y con el corazón encogido. Esta
obra muy documentada e ilustrada con fotos conmovedoras de la mayor
guerra química de la historia de la humanidad debería darse a conocer al
público, movilizar a la juventud y a todos los padres, la salud de
cuyos hijos corre peligro si no se acaba con la locura destructora de
estas guerras a las que, curiosamente, nunca se ha opuesto ningún
partido ecologista. Ni los ecologistas Daniel Cohn-Bendit y Joschka
Fischer se opusieron a la guerra que arrojó toneladas de uranio
empobrecido sobre Serbia [1]. Lo que usted describe aquí y que debería
ser uno de los principales motivos de preocupación para cualquiera sigue
siendo extrañamente ignorado por los medios de comunicación. ¿Cómo
usted, que no es periodista, ni médico, ni científico, ha llegado a
implicarse hasta ese punto para, medio siglo después, poder sacar a la
luz las terroríficas consecuencias de la guerra química que se llevó a
cabo en Vietnam? ¿Podría explicarnos lo que le motivó?

André Bouny: En efecto, es sorprendente que ningún gran periodista haya
escrito un libro sobre este crimen cuya magnitud es tan considerable que
casi supera el entendimiento; sin duda este tema, tan complejo, cubre
tantos dominios que disuade de acometer esta empresa en un mundo cada
vez más especializado.

De hecho, uno no se levanta un día diciéndose que va a escribir un libro
sobre el agente naranja; esta obra es el resultado de una larga
inmersión. Las primeras imágenes que vi cuando era adolescente en la
televisión en blanco y negro en mi pueblo mostraban la guerra de
Vietnam. Permanecieron grabadas en mí. Después, cuando estudiaba en
París, participé en protestas contra esta guerra y sabíamos que se
estaban utilizando en ella armas químicas. A continuación descubrí este
país.

Es necesario dar a conocer esta inmensa desgracia tanto a nuestros
conciudadanos como a la opinión pública internacional. Este libro
incluye fotografías que son extremadamente importantes porque permiten
comprender los estragos causados por el agente naranja. La mayoría de
las ilustraciones son inéditas. Todas ellas son fotos dignas porque no
es un libro «impactante», al menos no en el mal sentido del término: es
ante todo un libro «esclarecedor».

Yo no me siento perteneciente únicamente a mi país, sino al mundo en el
más amplio sentido. Por supuesto, cuenta mucho el hecho de que mis
hijos, a los que adopté, sean de origen vietnamita. La asociación
D.E.F.I. Viêt Nam, que fundé, ha establecido unos estrechos vínculos con
capas diferentes de la sociedad vietnamita, sobre todo en el sur.
Muchos contenedores de material médico que se han enviado allí han
equipado a servicios hospitalarios, maternidades, dispensarios y
dentistas. Las visitas a los niños apadrinados permiten descubrir unos
lugares increíbles con unas condiciones de vida impensables, tanto en
las ciudades como en el campo.

Cuando constituí el CIS (Comité Internacional de Apoyo a las víctimas
vietnamitas del agente naranja) se crearon nuevos vínculos, esta vez en
el norte. Esta «reunificación» me permitió recorrer el país de un
extremo al otro y comprender mejor la complejidad de este pueblo.

Silvia Cattori: Aunque la guerra de Vietnam pueda parecer lejana a las
generaciones jóvenes, su obra parece temiblemente actual al menos por
dos razones. En primer lugar, porque muestra que los efectos del agente
naranja siguen desplegando hoy sus espantosas consecuencias sobre
millones de personas. En este momento siguen naciendo niños monstruosos
porque las mutaciones genéticas adquiridas por las personas contaminadas
se transmiten a sus descendientes, lo que, como usted escribe,
constituye un verdadero «crimen contra el genoma humano». Y en segundo
lugar porque otras armas susceptibles de provocar unos efectos a largo
plazo tan terribles –sobre todo las armas de uranio empobrecido– se han
utilizado recientemente, en Serbia [2], en Afganistán [3], en Iraq [4],
en Gaza [5], en Líbano [6] y se siguen utilizando. En la conclusión del
libro usted afirma: «Tomar conciencia de la catástrofe generada por el
agente naranja es la primera etapa, necesaria para prevenir y evitar
otros desastres del mismo tipo (ecológicos, medioambientales y
sanitarios), e incluso peores». En esta perspectiva, ¿ha establecido
contactos con grupos o investigadores que investiguen estas nuevas
armas? ¿Planean ustedes acciones comunes?

André Bouny: Para mi generación Vietnam evoca la guerra; para los más
jóvenes, un destino turístico. Una nueva guerra hace olvidar la anterior
y oculta en gran parte sus consecuencias, tanto más cuanto que la
información se concentra exclusivamente en la última. En el caso que nos
interesa, efectivamente están naciendo mientras hablamos niños
afectados por graves minusvalías y a veces con formas inhumanas, aunque
la ciencia no haya demostrado –ni comprendido- todavía los mecanismos
que demostrarían que estos efectos teratógenos se deben a una
modificación genética adquirida por las víctimas del agente naranja,
como es el caso en la experiencia con [moscas] drosófilas efectuada por
dos biólogos estadounidenses. Con todo, las autoridades vietnamitas se
plantean si se debe dejar procrear a las víctimas del agente naranja.

La similitud entre los efectos del agente naranja y los del uranio
empobrecido en los recién nacidos es sorprendente y obliga a estanlecer
una comparación. Conocemos por experiencia los riesgos y las secuelas de
la radiactividad. Además, la controversia sobre la radiactividad de
baja intensidad –por ejemplo, la asociada a las partículas ingeridas o
inhaladas disipadas por el efecto piróforo de las ojivas de las armas de
uranio empobrecido- recuerda a la que ha conocido el agente naranja
ante el lobby de la química; en el caso del uranio empobrecido se trata
del de lo nuclear. De la misma manera, los límites de dioxina admitidos
en la alimentación en ningún caso pueden dejar de tener efectos. El
paralelismo entre ambos venenos existe también en los usos civiles: para
el caso de la dioxina, agricultura, gestión de los bosques y
eliminación de residuos, entre otros; para la radiactividad, la energía y
el uso médico.

La consciencia de una catástrofe como la del agente naranja sobre medio
ambiente y toda forma de vida que lo habita no se da por hecho en
nuestras sociedades de consumo, que dejan creer que existe una solución
para todo por medio del progreso y de la transformación de materias en
«bienes» de consumo, que contaminan la naturaleza y, por lo tanto,
nuestros organismo, con lo que se genera así un círculo vicioso sin fin.
Dirigir la lucha tanto por la justicia y el reconocimiento como por que
las víctimas sean indemnizadas no deja tiempo ni energía para estar en
varios frentes, aunque toda víctima tenga derecho a nuestra compasión y
por encima de todo, a nuestra ayuda y solidaridad. Sin embargo, se
constata que, a imagen del CIS, hay muchas personalidades que se activan
incansablemente en favor de las víctimas del uranio empobrecido. Sí, la
conciencia de estas personas ya tiene como acción común la información.

Silvia Cattori: En su obra exhaustiva Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam
usted hace un balance completo de los muchos aspectos del problema. En
su opinión, ¿cuáles son los elementos específicamente nuevos que aporta
usted?

André Bouny: El elemento nuevo más destacable es sin duda el nuevo
cálculo del volumen de los agentes químicos que he establecido a partir
de los datos del Informe Stellman, el estudio oficial financiado por
Estados Unidos a principios de la década de 2000 en Vietnam, un informe
que altera a la baja todos los cálculos comúnmente admitidos hasta
entonces. Simplificando las cosas, partí de datos establecidos por los
archivos del ejército estadounidense –que probablemente son incompletos–
y los crucé con otras informaciones salidas también de estos mismos
archivos. El resultado es simplemente terrorífico. Jeanne Mager
Stellman, una científica estadounidense que elaboró un informe que lleva
su nombre, leyó atentamente mi libro y no puso en tela de juicio en
ningún momento el nuevo cálculo que propongo sobre los volúmenes de
agentes químicos utilizados en Vietnam.

Por otra parte, la manera en que se habla de la guerra de Vietnam en
este libro no es la que se cuenta en los manuales de historia
occidentales: la perspectiva es la de los vietnamitas. En efecto, el
telón de fondo está jalonado de muchos elementos demasiado poco
conocidos, olvidados por la amnesia selectiva. Hablo del falso ataque
sufrido por los barcos estadounidenses en el golfo de Tonkin que
permitió desencadenar la guerra contra el Vietnam del norte comunista y
engañar al Congreso estadounidense, o de la trama de las guerras
secretas que se llevaron a cabo en Laos y Camboya en la más perfecta
ilegalidad nacional e internacional, o incluso el inimaginable tonelaje
de las bombas arrojadas durante esta segunda guerra de Indochina, la
cantidad impensable de muertos y heridos, o del embargo que multiplicó
los daños de esta larga guerra de independencia sobre la población
civil, primera víctima de los últimos conflictos postcoloniales… Éstos
son algunos ejemplos.

Silvia Cattori: En la década de 1970 recorrí Vietnam con el corazón
destrozado. Admiré a esos frágiles médicos vietnamitas, los cuales
operaban día y noche en la selva a las víctimas de los bombardeos
estadounidenses que lanzaban continuamente sus mortales cargamentos.
¿Cómo son hoy los efectos del agente naranja en los seres humanos, la
flora y la fauna en estos países de la antigua Indochina en los que
residen ex combatientes y dónde se ha almacenado el producto?

André Bouny: La situación actual en Vietnam es simplemente catastrófica.
Hace sólo unos días el vicepresidente de la Asamblea Nacional de
Vietnam anunció que cuatro millones de personas estaban actualmente
contaminadas.

Esto puede parecer descomunal y, sin embargo, proporcionalmente estas
cifras están muy por debajo de, por ejemplo, las de los veteranos
surcoreanos que han llevado el asunto a los tribunales… Ahora bien,
¡ellos no se vieron expuestos de una manera comparable a la situación en
la que se sigue encontrando la población vietnamita! Tanto ex
combatientes como población civil, sin distinciones, padecen
enfermedades incurables y cánceres en un país en el que el acceso a la
atención médica, cuando existe, es difícil.

Están además los recién nacidos que vienen al mundo con deformaciones
monstruosas, ausencias parciales o totales de miembros y/o deficiencias
mentales. Lo mismo ocurre en Laos y Camboya, países en los que faltan
cruelmente medios para establecer, a semejanza de Vietnam, cuál es
realmente la situación epidemiológica. Tanto en Estados Unidos, Canadá,
Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur como en torno a las bases
militares en Filipinas en las que se almacenaba el veneno veteranos y
civiles que fueron expuestos al agente naranja desarrollan los mismos
males.

Por lo que se refiere al medio ambiente, la selva tropical desaparecida
no se regenera y no se puede hacer que vuelva a surgir la selva tropical
cuando los suelos erosionados han perdido sus nutrientes, generados por
la propia selva y que le permiten crecer y existir: es una situación
inextricable y desesperante. En Vietnam hay zonas enteras en las que se
ha prohibido cultivar o que son de acceso prohibido, son los hots spots.
Estos “puntos calientes” suelen ser antiguas bases militares
estadounidenses que se extendían por superficies considerables
–auténticas ciudades– en las que se almacenaba el agente naranja antes
de trasvasarlo a los aviones o a aparatos terrestres, y cuyos
alrededores eran ampliamente defoliados por razones evidentes de
seguridad.

En lo que concierne a Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, Australia y
Nueva Zelanda, el problema afecta más particularmente a los veteranos y
en diversos grados a los lugares en los que se experimentaron los
agentes químicos (o a veces se fabricaron, como en el caso de Nueva
Zelanda) durante las pruebas para ponerlos a punto. La lucha de los
veteranos de estos países, enfermos y con una descendencia paralelamente
afectada, es más conocida porque en comparación con Vietnam estos
países se benefician de estructuras sanitarias. Pero, aún así, la lucha
de estos veteranos de países llamados desarrollados fue larga y feroz
para obtener el reconocimiento de las relaciones de causa efecto entre
el agente naranja y sus enfermedades. Y esta lucha sigue actualmente.
Para la mayoría de los veteranos el reconocimiento y las indemnizaciones
se siguen haciendo esperar.

Silvia Cattori: Usted describe detalladamente, con gran compasión y
mucho tacto, la vida cotidiana de las víctimas y sus familias. ¿Existe
esperanza para ellas?

André Bouny: La esperanza exige que se satisfagan tres puntos. Ante
todo, que los medios de comunicación apoyen a las víctimas ante las
opiniones públicas, sin lo cual los puntos siguientes serán
inalcanzables: que se haga justicia, lo que implica unas indemnizaciones
consecuentes y adaptadas; que finalmente los presupuestos económicos
hagan avanzar a la ciencia en los dominios de descontaminación corporal y
medioambiental (acabamos de saber que el genetista John Greg Venter
acaba de controlar una bacteria). Las bacterias son la principal
esperanza en lo que concierne a la descontaminación de los suelos. Más
allá de eso, el presidente Barack Obama podría suavizar los ángulos de
este asunto en relación a las cuestiones geopolíticas.

Silvia Cattori: En los Anexos de su obra usted hace un recuento de todos
los principales documentales, libros y artículos sobre el tema, en
francés e inglés. ¿Por qué hay tan pocos?

André Bouny: En las obras generadas por la Guerra de Vietnam este arma
química se menciona brevemente y muy pocas veces es objeto de una página
entera. En Estados Unidos existen obras consagradas al agente naranja,
esencialmente en referencia a los veteranos nacionales. En 2005 la
Asociación de Amistad Franco-Vietnamita publicó en francés una pequeña
antología de trece autores especializados. En el cine, por su parte, si
bien existen algunos documentales –con frecuencia a iniciativa personal–
todavía no se ha dedicado ningún largometraje al tema. La película
sobre este tema, programada en un canal de la televisión francesa, dura
75 minutos y está dedicada a las gestiones judiciales vietnamitas en
tierras estadounidenses.

Sin duda existen razones objetivas para ello, pero también irracionales:
ausencia de presupuesto para una obra que no proyectará la imagen de un
Estados Unidos benefactor, autocensura con el objetivo de preservar un
honor herido o de no alarmar o indignar a la opinión pública ante
imágenes insoportables de niños monstruos. El crimen del agente naranja
puede resurgir con ocasión de la urgente preocupación por preservar el
medio ambiente que no se libra de ser un efecto de moda. Por otra parte,
la utilización de congéneres químicos del agente naranja en los
pesticidas utilizados en la agricultura industrial moviliza a la gente
en relación con una alimentación que asusta, y con razón, con lo que se
relacionan así los pesticidas con los recursos alimenticios actuales;
por el contrario, el agente naranja se utilizó en Vietnam, Laos y
Camboya para destruir los recursos alimenticios de ayer. Al cerrarse,
este círculo une indisociablemente las obras El mundo según Monsanto, de
Marie-Monique Robin; Soluciones locales para un desorden global, de
Coline Serreau; y Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam: un signo de los
tiempos.

Silvia Cattori: Es muy valiente dedicarse a un tema que los poderes
quieren ignorar. Es de augurar que su libro, que ya ha sido recogido por
los nuevos medios de comunicación, tenga el recibimiento que merece en
la prensa tradicional.

André Bouny: 2010 es el año de la biodiversidad. ¡Debería serlo cada
año! Se constata una evolución del público hacia una mayor toma de
conciencia, un interés por discernir y conocer mejor los perjuicios de
nuestras sociedades industriales sobre nuestras propias vidas. Esta
constatación implica al público y a los medios de comunicación, ya que
ambos están íntimamente unidos.

Aunque, por desgracia, el agente naranja no sea un asunto del pasado
puesto que en este instante siguen muriendo y naciendo víctimas, por
supuesto existe un deber de memoria y, sobre todo, de reparación. Tengo
confianza: los medios tradicionales no pueden permanecer al margen de un
problema que concierne a millones de víctimas.

En mi opinión, Internet y los medios tradicionales no son antagonistas,
como con frecuencia los últimos creen, sino complementarios. No tienen
por qué temerse mutuamente: simplemente deben abolir la línea que les
divide sobre ciertas informaciones. Si ciertas páginas web se benefician
de una audiencia importante, también es un hecho que para que una
información llegue al gran público debe ser revelada por los grandes
medios tradicionales; Internet no los pueden sustituir, al menos
todavía. Espero que las páginas web sean un intermediario, un paso hacia
los medios que usted llama «alineados»; no soy ingenuo, aunque quizá
soy demasiado optimista. Las ONG como Médicos del Mundo, Médicos sin
Fronteras, Handicap International, WWF, la Cruz Roja, etc., también
deben acercarse a las víctimas del agente naranja que necesitan a todos.
Cada uno debe salir de su parcela.

La opinión pública es la única que puede ejercer una presión lo
suficientemente fuerte como para obligar a sus representantes y a los
responsables políticos a intervenir ante sus homólogos de todos los
países y, en particular, de Estados Unidos. Las víctimas están entre
nosotros, aunque muchas de las personas expuestas ya han muerto. Los
niños inocentes que hoy, tres generaciones después de la guerra, nacen
sin brazos ni piernas, o sin ojos, incluso sin cerebro o con dos cabezas
(la cantidad de malformaciones no tiene límites), estos niños son
nuestros semejantes en el sentido más laico del término. Callar equivale
a apoyar el crimen. Además, cuando los criminales no sólo siguen
impunes sino que además prosperan con sus crímenes, hay muchas
posibilidades de que cometan otros en el futuro. Es necesario conocer el
pasado para impedir que esto vuelva a suceder.

Silvia Cattori: En su libro relata cómo la acción que emprendieron en
Estados Unidos las víctimas vietnamitas del agente naranja se saldó con
una denegación de justicia, de la que apenas informaron los grandes
medios, y usted menciona los intereses cruzados de los grandes grupos
industriales, de las grandes potencias y de los poderes mediáticos para
explicar este escandaloso silencio. El mismo silencio rodea hoy a las
informaciones que han reunido algunos grupos de investigadores sobre los
efectos de las armas de uranio empobrecido, cuyos trabajos sólo han
conocido por el momento una difusión demasiado restringida para
movilizar a la opinión pública. En vista de ello, ¿cómo seguir siendo
tan optimista como usted parece ser? En su opinión, ¿cuales son los
factores que podrían cambiar la situación de forma determinante?

André Bouny: Identificar bien los frenos a la justicia es una necesidad
para ganar las causas en el terreno judicial. Es esencial la información
sobre estos obstáculos, no sólo para denunciarlos sino para obtener el
apoyo de la opinión pública, porque la justicia sólo se puede obtener si
y cuando todos han comprendido bien la prueba de la injusticia. Pero
nos encontramos en un círculo inmoral porque los intereses financieros
unen a traficantes de armas y poderes mediáticos. A esto se añade la
autocensura, consciente o inconsciente, fabricada por una ideología
individualista la cual se basa en el milagro de un progreso perpetuo e
ilimitado, que deja creer y aceptar que en el fondo nada es tan grave y
que cualquier problema encontrará un día su solución y acabará por
resolverse por sí mismo. Es un poco la misma mentira intelectual que la
que consiste en creer que las fuentes de energía no renovables son
inagotables y eternas.

Por lo que se refiere al optimismo, sé que hay periodistas curiosos y
humanistas, ilustrados y valientes, como siempre los ha habido.

No se puede estar al lado de las víctimas y no creer en lo que se
emprende por ellas, sin lo cual es inútil iniciar la menor acción que
tenga por objetivo obtener unas mejores condiciones de vida para ellas.
Por supuesto, la realidad puede aniquilar la esperanza. A veces ocurre
también que el optimismo se desvanece o, más bien, se eclipsa. Pero si
quienes apoyan a las víctimas mostraran un pesimismo resignado, ¿con
quién podrían contar éstas?

La situación de las víctimas del agente naranja, como la de otras
víctimas, sólo podrá cambiar si una información sostenida de manera
duradera hace tomar conciencia de su existencia a la opinión pública
internacional.
9 de julio de 2010

*Fuente: VoltaireNet

Notas:
[1] En una entrevista concedida en octubre de 2009 a Candice Vanhecke y
publicada con el título de «Guerras humanitarias: “la población es
sensata, pero le falta información; los intelectuales tienen
información, pero carecen a menudo de sensatez” », Jean Bricmont
recordaba de la siguiente manera cuando los Verdes alemanes aprobaron
los bombardeos de la OTAN en Serbia:
«Después de la Segunda Guerra mundial, se hizo habitual en Alemania la
consigna: "ninguna guerra saldrá de suelo alemán". Constatamos que es un
principio que está totalmente liquidado. ¿Y quién liquidó este
principio en Alemania? Los Verdes, en colaboración con la
socialdemocracia. Eran ellos quienes gobernaban en ese momento y Joschka
Fischer, que era ministro de Asuntos Exteriores, estaba a fondo con la
guerra, totalmente, como Cohn-Bendit, dicho sea de paso. Sólo los
Verdes, que habían militado contra los misiles en los años 80 y que eran
“pacifistas” y “antifascistas”, podían legitimar una guerra librada, en
parte, por Alemania contra un país que había ocupado durante la Segunda
Guerra Mundial. Si otras fuerzas políticas alemanas hubieran hecho
esto, las habríamos considerado sospechosas de revanchismo o de
militarismo».

[2] Véase:
– «Mesures de la radioactivité dans des échantillons de sol serbe», H.W.
Gabriel, ingeniero nuclear, y dr. Schalch, médico, Horizons et débats,
Nº 25, 23 de junio de 2008; 
http://www.horizons-et-debats.ch/index.php?id=1002
– «Mesure de la radioactivité d’échantillons de sol provenant de Serbie,
2e partie», H.W. Gabriel, ingeniero nuclear, y dr. Schalch, médico,
Horizons et débats, No 11/12, 30 de marzo de 2009. 
http://www.horizons-et-debats.ch/index.php?id=1500

[3] Véase: «Les armes américaines de destruction massive et le génocide
perpétré froidement contre les Afghans», Mohammed Daud Miraki, Horizons
et débats, Nº 40, octubre de 2006.
http://www.horizons-et-debats.ch/40/40_10.htm

[4] Véase: «A Fallujah, en Iraq, l’uranium appauvri et le phosphore
blanc continuent de tuer les enfants», Joelle Penochet,
legrandsoir.info, 17 de septiembre de 2009.
http://www.legrandsoir.info/A-Fallujah-en-Iraq-l-uranium-appauvri-et-le-phosphore-blanc.html

[5] Véase:
– Los diversos estudios publicados en la página web
http://newweapons.org/
– «Los metales detectados en el cabello de los niños palestinos de Gaza
indican la existencia de contaminación medioambiental», por New Weapons
Committee, rebelión.org, 20 de marzo de 2010.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=102588

– «Las armas de destrucción masiva utilizadas por Israel en Gaza», Mario
Barbieri, Maurizio Barbieri y Paola Manduca, rebelión.org, 18 de
diciembre de 2009.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97253

– «Newborn in Gaza with severe defects», Palestine News Network, 28 de
enero de 2010.
http://english.pnn.ps/index.php?option=com_content&task=view&id=7822

– «Gaza, ¿un campo de exterminio?», Silvia Cattori, rebelión.org, 15 de
octubre de 2009.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=93311

– «Gaza:Des mères palestiniennes horrifiées par la naissance d’enfants
difformes», Silvia Cattori, silviacattori.net, 30 de septiembre de 2009.
http://www.silviacattori.net/article974.html

[6] Véase:
– «Enriched and industrial uranium detected in civilians’ urine that
were exposed to the dust of Israeli rockets», newweapons.org, 6 de marzo
de 2008.
http://newweapons.org/?q=node/79

– «Israel Detonated a Radioactive Bunker Buster Bomb in Lebanon»,
Flaviano Masella, Angelo Saso, Maurizio Torrealta, Global Research, 11
de noviembre de 2006.
http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=3813

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