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Sobre el marxismo olvidado

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El prejuicio común establece que con el mercado y la democracia
capitalista, la sociedad humana ha alcanzado su forma definitiva e
insuperable. De un modo paradójico, se asume que este sistema social se
puede perfeccionar indefinidamente sin cambiar sus fundamentos, pero que
aún así es el mejor sistema posible. En fin, cuando se afirma que el
comunismo es un sistema ya probado y fallido, o un sueño utópico
obsoleto, no se busca tanto desprestigiar al comunismo sino reafirmar la
idea de que más allá de este presente capitalista, no hay ni puede
haber nada.

Sin embargo, por todos lados se hace sentir la necesidad de desmentir
esa pretensión totalitaria. Casi siempre a través de iniciativas
modestas e irregulares -aunque a veces de forma estruendosa como en
Oaxaca o en Grecia– los explotados del mundo tratamos de reafirmar
nuestra condición humana, nuestra necesidad de vivir una vida realmente
humanizada, de tener un futuro y de dejar atrás esta pesadilla que es la
sociedad capitalista.

Siguiendo esta tendencia, hace poco más de un año un amigo y yo
iniciamos la publicación del  sitio web Comunización (NdR: El portal que aloja este sitio se encuentra momentanemante fuera de servicio 01.07.2010), a fin de dar a conocer en
castellano un conjunto de textos de teoría radical que no habían sido
traducidos hasta ahora. Tal como se afirma en el sitio, con estos textos
se quierre aportar a una concepción integral del movimiento comunista,
movimiento que persigue el fin de la opresión y la instauración de una
sociedad sin clases. Esta aspiración, que en estos tiempos tan críticos
se hace sentir como una necesidad urgente y concreta, entronca no sólo
con lo que habitualmente se conoce como “marxismo-leninismo” y
“anarquismo”, sino que se ha expresado también en unas corrientes
teórico/prácticas ya centenarias que hasta ahora han sido casi
totalmente pasadas por alto en América Latina y en Chile.

Se trata del comunismo de consejos llamado también “germano-holandés”,
de la izquierda comunista “italiana”, y de una serie de grupos y
publicaciones que han recogido su legado hasta hoy. Tales corrientes,
nacidas hace casi un siglo, desarrollaron cada cual a su manera un tipo
de marxismo tan heterodoxo como el de Rosa Luxemburgo o de Carlos
Mariátegui, por ejemplo, perspectiva que les llevó a defender con ardor
los principios que veían encarnados en la Revolución rusa: fin de la
propiedad privada, auto-gobierno de la clase trabajadora,
internacionalismo. Este empeño por volver a las bases de la teoría
marxiana, sumado a su tenaz oposición al estalinismo y al fascismo, les
obligó a enfrentar duras persecuciones, represión y silenciamiento.

Ese velo de silencio que pesaba sobre el marxismo libertario duró hasta
los años 70 en Europa, y recién hoy empieza a levantarse en América
Latina. En Chile, en particular, estas corrientes han sido casi por
completo ignoradas, ya que históricamente en el movimiento social de
este país siempre predominaron las organizaciones de inspiración
leninista (como el Partido Socialista hasta 1975, el MIR, los diversos
grupos trotskistas y maoístas) e incluso estaliniana (como el PC),
organizaciones reacias a la divulgacion de un marxismo que se saliera de
la “línea oficial”.

Sólo a principios de los años 60, durante los debates que precedieron a
la fundación del MIR, algunos sectores intentaron reanimar elementos del
comunismo de consejos, enfatizando aspectos como la independencia
politica de la clase trabajadora y la necesidad de que ésta se dotara de
sus propios órganos de poder. Estos contenidos reflejaban un marxismo
quizás demasiado heterodoxo para una época en que los militantes de
izquierda tendían a leer los textos leninistas como si fuesen
“escrituras sagradas”, y creían ciegamente en todo lo que hubiera dicho
Lenin, incluyendo su intento por denigrar a la izquierda comunista
acusándola de ser una “enfermedad infantil”.

Todo esto quizás pueda ayudarnos a entender por qué en Chile se impuso
finalmente un marxismo mucho más centrado en la construcción del Partido
que en la del poder directo de la clase trabajadora, y más aficionado a
las aventuras guerrilleras que al crecimiento teórico-practico de los
oprimidos.

Uno podría pensar que debido al colapso de los “socialismos reales” y al
bullado fin de las ideologías, el comunismo libertario volvería a ser
valorado en sus justos méritos, motivando reediciones de sus textos
clásicos e investigaciones históricas sobre sus ramificaciones en
Latinoamérica. Esto ha sido así sólo hasta un cierto punto, y mucho más
en Europa que en esta parte del mundo. Por un lado, resulta muy difícil
hacer entender a la gente que el comunismo no es un sistema político
(como el de Cuba o China) sino que es una tendencia arraigada en la
evolución misma del homo sapiens, y que el marxismo es una herramienta
teórica útil para comprender esta tendencia y profundizarla en la
práctica. Y por otro, sucede casi siempre que las únicas actualizaciones
del marxismo reconocidas como “válidas” son aquellas que se realizan al
amparo de alguna universidad, bajo la tutela de algún partido y con un
buen apoyo editorial; mientras que los esfuerzos de
 actualización teórica hechos por fuera de esos circuitos suelen
encontrar dificultades materiales que hacen muy improbable su difusión a
un público más amplio.

Un ejemplo de esta realidad lo encontramos en la re-edición de la
revista Babel, hecha por LOM en el 2008, especialmente en su volumen
tercero dedicado a la “heterodoxia” marxista. El compilador, Patricio
Gutiérrez, hizo sin duda un trabajo muy valioso al recopilar varios
ejemplos de un enfoque teórico que buscaba “mantener el sentimiento de
libertad estimando que el hombre debe ser la medida de todo”. Pero es
curioso que, siendo precisamente eso lo interesante del comunismo de
consejos, no se haya incluido en esta compilación ninguna referencia a
Laín Diez, comunista-consejista chileno que en el marco de una intensa
labor teórica, escribió a lo menos una quincena de artículos para Babel.
Éstos incluyen análisis de economía política, esbozos filosóficos,
correspondencia con libertarios de otras latitudes, comentarios sobre
episodios de la historia social de Chile y traducciones de consejistas
europeos como Paul Mattick. Con todo, y aun siendo de gran inte
 rés, estos artículos representan apenas una parte de la obra de Laín
Diez, quien además de fundar un “Centro de Estudios Materialistas”,
llevó a cabo, en 1948, la única traducción al castellano existente hasta
hoy del libro “Lenin filósofo”, donde el comunista holandés Anton
Pannekoek mostró cuán erróneas eran las concepciones filosóficas del
líder bolchevique. Diez ofreció también interesantes interpretaciones de
la Primera Internacional y de la Comuna de París, apuntando siempre a
superación de lo que él consideraba una separación abusiva e
injustificada entre marxismo y anarquismo.  El hecho de que un autor de
la importancia de Laín Diez no haya sido incluido en una re-edición de
Babel dedicada al “marxismo creativo”, da bastante que pensar acerca de
los prejuicios que aún hoy siguen obstaculizando una comprensión amplia y
desmitificada del movimiento social y del marxismo en Chile y en
América Latina.

Más allá del personaje, la obra de Laín Diez es importante porque revela
un aspecto crucial de nuestra historia social: el hecho de que el
predominio en la izquierda chilena del leninismo -y su aparente declive
actual- no agota las posibilidades emancipatorias de la teoría comunista
y del marxismo en particular. Si tenemos en cuenta el comunismo de
consejos y tendencias posteriores que se inspiraron en él -como el grupo
Socialismo o Barbarie, la Internacional Situacionista y la actual
“corriente comunizadora”- nos queda claro que lo que llamamos “izquierda
chilena” se forjó al abrigo de una visión muy limitada de lo que es el
movimiento de emancipación social. El resurgimiento de un movimiento
social que cuestione las bases de este sistema requiere, en cambio, que
se asimile el legado de estas corrientes ignoradas hasta ahora,
partiendo por la obra del único consejista chileno del que tenemos
noticia. Esta tendencia nos muestra que de Marx se puede aprender m
 ucho más que lo que pretendía el leninismo, y que no todo lo que está a
la izquierda de Trotski es anarquismo, como se suele pensar.

Por otra parte, y quizás esto sea lo más importante, la historia de
estas corrientes nos enseña que el estudio de la teoría comunista
–especialmente de la obra marxiana– se condena a la esterilidad cuando
queda restringida a los circulos académicos, donde se convierte en un
asunto de especialistas. Al contrario, ha sido fuera de las
universidades donde la perspectiva comunista se ha enriquecido más,
asimilando los datos producidos por distintas ramas del conocimiento
como la filosofia, las ciencias sociales y la biología. La izquierda
comunista (o bordiguista) fue especialmente fructifera en este sentido,
pues en sus teorizaciones hizo hincapié en que el comunismo debe ser
entendido no como un sistema político o económico, sino como una
dimensión profunda de la evolución de nuestra especie. Hoy, de hecho,
sería absurdo tratar de comprender el movimiento comunista sin
referirnos, por ejemplo, a las investigaciones biológicas que cuestionan
la idea darwinista
 de selección natural;  o a los estudios que muestran que la obra de
Marx hunde sus raíces en la filosofía hermética más que en el
pensamiento ilustrado burgués. De esta manera, queda claro que la
perspectiva comunista, que plantea una evolución de la sociedad más allá
del capitalismo, es no sólo una cuestión que interesa directamente a
todos los oprimidos, sino una cuestión que pone en juego a todas las
ramas del conocimiento humano.

Es por todo esto que, a fin de contribuir al desarrollo de un movimiento
social con un horizonte revolucionario, llevamos un año traduciendo
textos escritos originalmente en inglés, francés e italiano, rescatando
del olvido materiales teóricos viejos y no tan viejos, compartiendo
intuiciones y descubrimientos, e intentando desarrollar líneas de
investigación histórica que ayuden a darle mayor presencia y realidad a
estas tendencias del movimiento social en América Latina.

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