Hay declaraciones públicas que bien merecen el calificativo de grosería
política. Este tipo de exabruptos son protagonizados, la mayoría de las
veces, por personajes opacos y marginales que irrumpen en el espacio
comunicacional sembrando cizaña y estiércol por doquier. Tal es el caso
del señor José Piñera, cuyo mayor aporte a la humanidad puede cifrarse
en miles de millones de dólares que hoy usurpan los capitales nacionales
y extranjeros que han convertido uno de los derechos fundamentales de
los trabajadores, como es la previsión social, en un negocio tan
lucrativo como inescrupuloso.
El señor José Piñera ha querido enlodar la figura histórica del
presidente Salvador Allende, enalteciendo por contraste el trágico golpe
de estado encabezado por Augusto Pinochet. En la misma línea inaugurada
por el defenestrado embajador Miguel Otero, el señor José Piñera no
sólo recuerda con nostalgia aquellos días de terror sino que se permite
comparar la figura del presidente Allende con aquella de Adolf Hitler.
Tamaño dislate no merecería ni una frase si no fuese el caso que se
trata, ni más ni menos, que del hermano del actual mandatario.
Resulta comprensible que en su calidad de servil funcionario de un
régimen autocrático, el hermano del presidente no haya conocido sino el
lado amable del poder, haciendo oídos sordos al clamor de un pueblo
diezmado por la tortura y el crimen practicado en campos de
concentración durante años. También se puede entender que como empleado
de los poderosos poco o nada le haya importado la suerte de los pobres,
obligados a entregar su destino previsional a voraces intereses
económicos gracias a sus buenos oficios. Lo que no se puede entender es
que un sujeto con un mínimo de cultura carezca hasta el presente de una
mínima inteligencia moral que le permita comprender los fenómenos
políticos. Una cosa es tener un pensamiento conservador y otra muy
distinta es ser un cretino.
Sólo a modo de ilustración, hagamos notar que la llamada “vía chilena al
socialismo” fue una experiencia histórica democrática de alcance
mundial. Por vez primera en la historia, un gobierno de izquierda
accedía al poder en plena democracia. Todo esto, veinte años antes del
ascenso de Mijail Gorbachov y del fenómeno del eurocomunismo. La figura
de Salvador Allende se inscribe en la historia de Chile como un hombre
digno que dio su vida en La Moneda ante la asonada golpista. Durante
todo el gobierno popular del doctor Allende, este país vivió en una
democracia amplia, la misma que utilizó la derecha, aliada a potencias
extranjeras, para sus fines conspirativos.
El señor José Piñera mantiene inalterado el espíritu que caracterizó a
la derecha chilena en los primeros años de la década del setenta del
siglo pasado. Al igual que muchos nostálgicos de la dictadura, se niega a
aceptar que con el golpe de estado de 1973, triunfó la codicia, la
mezquindad, el egoísmo, la maldad convertida en terrorismo de Estado. Es
de lamentar que después de tantos años, el señor José Piñera no haya
podido entender una cuestión básica y elemental: en nuestro país triunfó
la cultura de la muerte. Ser incapaz de trazar una línea divisoria
entre lo correcto y lo incorrecto es una forma manifiesta de cretinismo
moral.
– El autor es Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de
Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS
– Si desea leer el texto completo de lo publicado de las
declaraciones de José Piñera al medio argentino, este es el
enlace: Un hermano de Piñera también defiende a la dictadura de Chile
– Agradecemos el envío de este artículo al periodista Jordi Berenguer
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