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El truculento paquete presupuestario de Piñera, o los ricos en el país de las maravillas

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“Buscando bien todo tiene una moraleja”
Lewis Carroll

Dicen que el presidente Piñera firmó en la Prefectura de Concepción —un reducto policial—  el plan financiero de reconstrucción. Fue allí, resguardado de las miradas y el clamor ciudadano, donde terminó por afinar  el mentado “Paquete” con el cual aumenta en un ridículo 3% la tributación a las grandes empresas. El relato casi épico cuenta que esa noche trabajó hasta pasada las dos y  que un equipo de ocho economistas hicieron el trabajo técnico en un doceavo piso de la capital. Los detalles anodinos son el condimento del periodismo banal. 

Piñera no quiso visitar Talcahuano —la ciudad más dañada— por miedo a las manifestaciones. El día anterior tres mil manifestantes provistos de sana indignación habían recorrido el trayecto del puerto a Concepción para denunciar la lentitud con la cual el Estado y el gobierno responden a las exigencias ciudadanas para poder vivir en condiciones materiales que aseguren una existencia social digna. 

Antes de amarrar el paquete afirman que Lagos y Velasco (el ex de Finanza) fueron consultados por la guardia neoliberal del Presidente. Lo más probable es que en su lugar el concertacionismo nunca hubiera sobrepasado tan insignificante aumento. Lo que revela la función de prótesis del gobierno piñerista y del sistema de dominación en el cual se ha convertido el concertacionismo y explica en gran medida la pobreza de los debates realizados en su Cónclave. 

En la parada política de los dinosaurios de la Concertación no hubo lugar para la reflexión programática. Y  al no haber un programa alternativo al piñerismo neoliberal y a la concentración de la riqueza, la ex coalición gobernante se ha transformado en material político de diversión que alimenta el voyeurismo mediático con las peleas por el “liderazgo” de conyugues cuyas vidas tienen más ingredientes de farándula que de virtud cívica.   

El alza del ridículo 3% que permite ir a buscar unos magros millones con respecto a las enormes necesidades de la población ciudadana de la VIII Región, había sido, evidentemente, consensuado con el empresariado. Es la triquiñuela para decir “este gobierno no es de los empresarios” y para poder construir mentiras tan grandes como que los “más privilegiados” deberán hacer un esfuerzo que beneficiará a los más perjudicados (sí, porque aquí estamos en plena manipulación de la opinión pública con el concurso de los medios del duopolio Copesa, El Mercurio). 

La maniobra del alza de un 3% transitorio (por algunos años, lo que permitirá una gran misa mediática cuando se anulen) también busca provocar divisiones pasajeras entre los concertacionistas. Entre su ala derechista, que estará dispuesta a votar pactando por la “reforma tributaria” y la otra que querrá aparecer respondiendo a las necesidades populares y a denunciarla como insuficiente. Cada grupo ya se encuentra preparando la frasecita de 30 segundos … pa’ la tele.

Y si Piñera se fue contra la opinión de los puros y duros del neoliberalismo, de los “expertos” y  del dispositivo mediático dominante que alimenta un falso debate es para ocultar la visibilidad del consenso de fondo entre las almas hermanas (la concertacionista y la neoliberal piñerista) y, de paso, para “hacer creer” que el Príncipe Piñera se manda solo, no obedece directamente a los intereses de la clase patronal, y sigue el olfato político de su consejero florentino, Hinzpeter.  

Cada vez queda más claro que las almas gemelas de las dos coaliciones sienten un oculto amor platónico por el empresariado, el mercado y los preceptos macroeconómicos neoliberales. Más prosaico, Büchi, devenido el chiche mediático de cuánto periodista quiere machacar los dogmas de los “expertos” quiere convencer que hay que volver a la política económica de la dictadura. 

A nadie se le ocurre ser “pragmáticos” cuando se trata de que los mas ricos y las grandes empresas paguen la reconstrucción.  Declarar que en un país donde la concentración de la riqueza es espantosa y la fiscalidad los favorece, ningún paquete o reforma fiscal podrá funcionar sin la modernización de instituciones tributarias para que sean transparentes y eficaces; donde trabajen jóvenes funcionarios competentes, reclutados mediante un concurso nacional (también transparente), que tengan por mandato detectar y perseguir la elusión y el fraude fiscal de los altos ingresos personales y de la tributación de las empresas. Que tengan los medios y el tiempo para con lupa descubrir los abrigos, coberturas y paraísos fiscales disponibles para los ricos (empezando por el Presidente). Para así poder impedir que se haga efectivo la regla trucha de la oligarquía que mientras Ud. más tiene y más gana, menos paga impuesto.

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