La pascua es una fiesta común a judíos y cristianos y encierra una metáfora de la actual situación de la Tierra, nuestra devastada morada común. Etimológicamente, pascua significa paso de la esclavitud a la libertad y de la muerte a la vida. El Planeta como un todo está pasando por una severa pascua. Estamos dentro de un proceso acelerado de pérdida: de aire, de suelos, de agua, de bosques, de hielos, de océanos, de biodiversidad y de sostenibilidad del propio sistema-Tierra. Asistimos aterrados a los terremotos de Haití y de Chile, seguidos de tsunamis.
¿Cómo se relaciona todo eso con la Tierra? ¿Cuándo van a terminar las pérdidas o hacia donde nos podrán conducir? ¿Podemos esperar, como en la Pascua, que después del Viernes santo de pasión y muerte, irrumpa siempre nueva vida y resurrección?
Necesitamos una mirada retrospectiva sobre la historia de la Tierra para que nos arroje alguna luz sobre la crisis actual. En primer lugar, hay que reconocer que terremotos y devastaciones son recurrentes en la historia geológica del Planeta. Existe una «tasa de extinción de fondo» que se da en el proceso normal de la evolución. Las especies existen durante millones y millones de años y luego desparecen. Es como un individuo que nace, vive durante un cierto tiempo y muere. La extinción es el destino de los individuos y de las especies, también de la nuestra.
Pero más allá de este proceso natural, existen las extinciones en masa. La Tierra, según los geólogos, habría pasado por 15 grandes extinciones de esta naturaleza. Hubo dos especialmente graves. La primera ocurrida hace 245 millones de años con ocasión de la ruptura de Pangea, aquel continente único que se fragmentó y dio origen a los actuales continentes. El evento fue tan devastador que habría diezmado entre el 75% y el 95% de las especies de vida entonces existentes. Por debajo de los continentes continúan activas las placas tectónicas, chocándose unas con otras, superponiéndose o alejándose, en un movimiento llamado de deriva continental, responsable de los terremotos.
La segunda ocurrió hace 65 millones de años, causada por alteraciones climáticas, subida del nivel del mar y calentamiento, eventos provocados por un asteroide de 9,6 km que cayó en América Central, provocando incendios infernales, maremotos, gases venenosos y un largo oscurecimiento del sol. Los dinosaurios que durante 133 millones de años dominaron, soberanos, sobre la Tierra, desaparecieron totalmente así como el 50% de las especies vivas. La Tierra necesitó diez millones de años para rehacerse totalmente. Pero permitió un abanico de biodiversidad como nunca antes en la historia. Nuestros antepasados que vivían en las copas de los árboles, alimentándose de flores, temblando de miedo a los dinosaurios, pudieron bajar a la tierra y hacer su camino, que culminó en lo que nosotros somos hoy.
Científicos como Ward, Ehrlich, Lovelock, Myers y otros sostienen que está en curso otra gran extinción, que se inició hace unos 2,5 millones de años, cuando extensos glaciares empezaron a cubrir parte del Planeta, alterando los climas y el nivel del mar. Se aceleró enormemente con la aparición de un verdadero meteoro rasante, que es el ser humano a través de su sistemática intervención en el sistema-Tierra, particularmente en los últimos siglos. Peter Ward (O fim da evolução, 1977, p. 268) refiere que esta extinción en masa se nota claramente en Brasil, en donde en los últimos 35 años se están extinguiendo definitivamente cuatro especies por día. Y termina advirtiendo: «un gigantesco desastre ecológico nos aguarda».
Lo que nos causa crisis de sentido es la existencia de los terremotos que destruyen todo y matan a miles y miles de personas como en Haití y en Chile. Y aquí humildemente tenemos que aceptar la Tierra tal como es, ya sea madre generosa o madrastra cruel. Ella sigue los mecanismos ciegos de sus fuerzas geológicas y nos ignora, por eso los tsunamis y cataclismos son aterradores. Pero nos pasa informaciones. Nuestra misión de seres inteligentes es descodificarlas para evitar daños o usarlas en nuestro beneficio. Los animales captan tales informaciones y antes de un tsunami huyen hacia lugares altos. Tal vez hace tiempo nosotros sabíamos captarlas y nos defendíamos. Hoy hemos perdido esa capacidad, pero para suplir nuestra insuficiencia, ahí está la ciencia. Ella puede descodificar las informaciones que previamente nos pasa la Tierra y sugerirnos estrategias de autodefensa y de salvación.
Somos la propia Tierra que tiene conciencia e inteligencia, pero todavía estamos en la fase juvenil, con un aprendizaje escaso. Estamos entrando en la fase adulta, aprendiendo cómo manejar mejor las energías de la Tierra y del cosmos. Entonces, los mecanismos de la Tierra, a través de nuestro saber, dejarán de ser destructivos. Todos tenemos todavía que crecer, aprender y madurar.
La Tierra pende de la cruz. Tenemos que quitarla de ahí y resucitarla. Entonces celebraremos una pascua verdadera, y nos será permitido desear: Feliz Pascua.
2010-03-02
* Fuente: Koinonia
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