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Toussaint Louverture: «Derrocándome habéis abatido al árbol de la libertad de los negros»

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…oscuro hermano, preserva

tu memoria de sufrimientos

y que los héroes pasados

custodien tu mágica espuma.

Toussaint Louverture,  Canto General  XXX,  Neruda.

En una edición póstuma de su célebre libro El Caribe, frontera imperial, Juan Bosch describe los avatares de una de las regiones del mundo que ha despertado desde siempre la codicia de las potencias europeas y de EEUU. Es -escribe- « la historia de las luchas de los imperios contra los pueblos de la región por arrebatarles sus tierras…es también la historia de las luchas de los imperios unos contra otros y la historia de los pueblos del Caribe por liberarse de sus amos… ». 

A fines del siglo XVIII una guerra de más de doce años (1791-1803) desembocó en la  independencia de Haití. Era el primer país que se emancipaba en América luego de EEUU y fundaba la primera república negra en nuestro continente. La lucha de los patriotas haitianos encabezada pour Toussaint Louverture (1743-1803) y Jean Jacques Dessalines libertaría a más de 300 000 esclavos. El primero, nieto de esclavos provenientes de Benin, será libertado a los 33 años por su amo y aprenderá de sus enemigos como nuestro Lautaro. Llegó a ser oficial y luego fue nombrado gobernador de la isla por la Convención de 1794. La revolución hacía suyo a quien sería el sepulturero del orden colonial galo en Haití.. 

Los colonos y terratenientes blancos y los « pequeños blancos » (obreros, almaceneros, empleados y artesanos), los hombres de color libres y los esclavos descendientes de África, constituían la estructura social de la « perla de las Antillas ». La guerra de liberación había ido a parejas con el proceso revolucionario en Francia. Pero los grupos antes citados, lo interpretaban cada cual a su manera. Los colonos blancos habían visto con buenos ojos la toma de la Bastilla, que les abría la posibilidad  de autonomía económica y política, pero por cierto, querían mantener sus posesiones y privilegios y en ningún caso aceptaban la idea de emancipación de los esclavos. Desde comienzos del siglo XVIII había habido intentos secesionistas, duramente reprimidos por las tropas del rey de Francia estacionadas en Santo Domingo.

A los terratenientes les interesaban mucho más sus posesiones que la Declaración de Derechos del Hombre emitida por la Asamblea Nacional.

Makandal, el mandinga
Por su parte, mulatos y cimarrones ya se habían amotinado en carias ocasiones. La última sublevación había sido encabezada  por el célebre manco Makandal, esclavo mandinga proveniente de Guinea llegado a Haití en 1779. Utilizando su saber ancestral se dió a la tarea de envenenar con hierbas a los  animales en los establos y praderas, iniciando una campaña por expulsar a los colonos blancos y  fundar un « imperio de negros libres ». Las tropas y los colonos efectuaban batidas para dar con el cimarrón subversivo. Pero a pesar del tormento sus hermanos negros respondían ante los incrédulos soldados y terratenientes  lo que habían visto con sus ojos: «Makandal  se viste de animal, se transforma en colibría, habla por la boca del viento, conoce cada árbol, cada caverna, cada arroyo… ».

Cuatro años mantuvo en jaque a las tropas hasta que fue apresado. Llevado a la hoguera purificadora, sus hermanos pudieron  observar que las esposas se derretían con el fuego y que Makandal  volaba  por los aires y desaparecía. Desde entonces los chamanes negros cantan la letanía créole : « Makandal no ha muerto, se quedó con nosotros para siempre en este mundo ».   

Aunque los « hombres de color » -mulatos libres y esclavos- contaban con el apoyo del sector más jacobino de la Asamblea Nacional francesa -Marat y Robespierre entre ellos-  éstos eran minoritarios. Junto a otros habían fundado la Sociedad de los Amigos de los Negros y defendían sus aspiraciones por la igualdad civil y política.  

En 1791, se desencadenó  una insurrección general y desde el norte de Santo Domingo creció  por toda la isla. Los mulatos emancipados y los esclavos luchaban juntos contra sus opresores. En abril de 1792, la Asamblea Nacional en París confirmó el decreto de libertad política, pero la esclavitud no fue abolida.     

Al movimiento de los cimarrones, (« negros rebeldes fugados »), Toussaint Louverture que había hechos sus primeras armas al lado de los españoles, aportó entonces una perspectiva política : « Hermanos, yo he comenzado la lucha, quiero que la libertad reine en Santo Domingo. Uníos a nosotros ».  Hábil político y sagaz militar, estableció una tregua provisoria con los españoles y aprovechó las fisuras del sistema colonial francés. En febrero de 1794 la Convención votó en París la abolición de la esclavitud. Toussaint Louverture devino general y cruzó luego lanzas con los ingleses que habían invadido la isla y querían crear un cordón sanitario para impedir el contagio revolucionario. Toussaint Louverture pretendía crear un frente único formado por mulatos y negros esclavos. El golpe de estado de Napoleón, el 18 Brumario (9 de noviembre de 1799) tuvo como consecuencia el envío tres años más tarde de un imponente ejército para retomar el control y restablecer la esclavitud .Toussaint Louverture enfrentó a las tropas galas mediante una guerra de guerrillas y resistió con eficacia. Sin embargo, obligado a un compromiso, fue engañado, capturado y llevado a Francia e internado en una fortaleza del Jura, macizo alpino, donde morirá en abril de 1803 : « Derrocándome habéis abatido al árbol de la libertad de los negros, pero sus raíces renacerán porque son numerosas y profundas ». Al mes siguiente, en mayo de 1803, un decreto de Bonaparte restableció la esclavitud. 

Las raíces a las que hacía alusión Toussaint Louverture habían crecido y se habían afincado. Tres patriotas haitianos continuaron la guerra de liberación contra el enemigo común de negros y mulatos : Jean Jacques Dessalines, Henri Christophe y Alexandre Pétion. Las tropas francesas capitularon en noviembre de 1803 y el 1° de enero de 1804 fue proclamada  la independencia de Haití.  Aimé Cesaire, el escritor martiniqués de la negritude escribirá años después : « El combate de los patriotas haitianos por la transformación de los derechos formales en derechos reales, el combate por el reconocimiento del Hombre, se inscribe e inscribe la revuelta de los esclavos de Haití en la historia de la civilización universal».      

Por primera vez en la historia del que años más terde se conocería como Tercer Mundo, los derechos humanos dejaban de ser el monopolio de una raza o de un sector específico de la especie humana. Sólo este hecho bastaría para considerar esta gesta como una de las más luminosas de la humanidad. 

El tratado de París (1814) entregó a España una parte de la isla. Luego, Jean Pierre Boyer la reconquistó y la unificó hasta 1844, cuando se dividió  en los dos estados que actualmente conocemos.

Dessalines proclamó la independencia y le dio al nuevo estado el nombre amerindio de Haití-Bohío-Quisqueya. Carlos X  de Francia reconoció la independencia de Haití a condición del pago de una cuantiosa indemnización de 150 millones de francos-oro destinada a resarcir a los colonos blancos. Dicha suma  fue pagada hasta 1883.

En 2004, con ocasión del bicentenario de la muerte de Toussaint Louverture, el présidente Aristide había pedido a  Francia la restitución de la indemnización inmoral e inicua pagada por el pueblo haitiano. En la Asamblea Nacional francesa, un sólo diputado, Christiane Taubira, guyanesa, apoyó dicha restitución. 

En el curso del siglo XIX Haití  conocerá una gran inestabilidad con gobiernos autoritarios y nuemerosas revueltas, incluso un imperio, el de Faustino Soulouque entre 1848 y 1859, al que Carlitos Marx comparó con Bolívar en carta a Engels, luego de cometer su conocido « Bolívar y Ponte ».       

Una intervención que recuerda otras
Las inversiones norteamericanas en Haití estaban estimadas en 1915 en 15 millones de dólares. Aparte de los intereses en el azúcar, los transportes y los puertos, los inversionistas estadounidenses disponían del 50% de las acciones del Banco Nacional Haitiano. Uno de los hombres de negocios más importantes era Roger Farham. Vicepresidente del Banco Nacional, de la Railroad de Haití, era también funcionario del National City Bank. Jugó un papel importante en el conflicto que enfrentó al gobierno del presidente haitiano Davilmar Theodore (luego en 1915, al de Vilbrun Guillaume Sam) con los banqueros norteamericanos y dirigió la campaña que provocó la intervención militar de EEUU.

El 17 de diciembre de 1914, a petición suya, marines del crucero Mathias desembarcaron en Puerto Príncipe y se llevaron 500 000 dólares pertenecientes a Haití provenientes de las arcas del Banco Nacional Haitiano. Frente a las protestas del gobierno haitiano, el secretario de Estado Bryan señaló que los EEUU debían « proteger los intereses norteamericanos que se encontraban amenazados », añadiendo que se trataba de una simple « transferencia de fondos » (¡SIC !).

Las presiones de los hombres de negocios estadounidenses dirigidas al Departamento de Estado querían empujarlo a apoderarse del control de las  aduanas haitianas. El pretexto fue la situación de caos y de guerra civil que se había desarrollado desde 1912 y que provocó exacciones de una y otra parte, acarreando en 1915 la espantosa muerte del presidente Sam. El 28 de julio los marines desembarcaron en Haití. Se quedarán durante 19 años.

El presidente del Senado haitiano, los diputados, ex ministros y ciudadanos importantes, protegidos por las bayonetas de los marines, se apresuraron a asegurar al almirante Capperton, comandante de las tropas de ocupación, su acuerdo para colocar las aduanas y las finanzas bajo control norteamericano.

Fue Capperton en persona quien dió luz verde a la designación de Sudre Dartiguenave como presidente. El 11 de agosto se convertía en presidente por un período de siete años. Tres días después, el proyecto era sometido a los diputados y senadores. Las condiciones eran de tal modo humillantes para Haití que incluso en el seno de esa sumisa asamblea surgieron voces de protesta : « Según las declaraciones de sus agentes, el gobierno de los EEUU, en nombre de la humanidad , ha efectuado una intervención humanitaria en nuestro país y, con sus bayonetas, sus cañones y sus acorazados, nos ha presentado un proyecto. Pero, ¿qué es este proyecto ? Un protectorado impuesto a Haití por el señor Woodrow Wilson ».

En 1918 fue promulgada una nueva constitución, cuyo inspirador y uno de los redactores era el subsecretario de marina de EEUU, Franklin D. Roosevelt, el paladín de la doctrina de la « buena vecindad ».

Con el tiempo el mismo Dartiguenave manifestará cierta resistencia a sus protectores. Será reemplazado en 1922 por el dócil Luis Borno. Así, Haití fue entregado a la voracidad imperialista.

Luego fue abolido el artículo 5° de la Constitución que desde  hacía un siglo prohibía a los blancos la propiedad del suelo.

Los campesinos haitianos fueron las primeras víctimas de la llegada de los propietarios que compraban y explotaban nuevas plantaciones. Esto añadido a la represión sistemática en los campos realizada por las fuerzas de ocupación, provocó  un verdadero éxodo de campesinos hacia Cuba, otro flujo migratorio se dirigió a la República Dominicana. 

La epopeya de Charlemagne Peralte  y sus Cacos
La desvergonzada colaboración de las elites haitianas con las fuerzas de ocupación tuvo como contrapartida la epopeya de los Cacos de Charlemagne Peralte, que durante dos años -como Sandino más tarde en Las Segovias-  hizo frente a las tropas de ocupación al igual que antaño Toussaint Louverture, antes de ser asesinado a traición, como Sandino. Sólo en 1934 las fuerzas de EEUU abandonarán Haití.

Nacido en 1886, Charlemagne Peralte era descendiente de una familia que había vivido en una región que había sido controlada por los españoles, de ahí su apellido. Su padre había sido general del ejército haitiano y Charlemagne seguirá también la carrera militar.  Condenado a la reclusión por actos de resistencia contra las fuerzas de ocupación, una vez liberado, se interna en el monte y organiza con sus Cacos (reminiscencia de los cimarrones y campesinos  armados) la resistencia contra las tropas de EEUU, quienes tuvieron que emplear aviones  y bombardear las zonas rebeldes. Charlemagne proclamó un gobierno provisorio en el norte de Haití, pero el 31 de octubre de 1919, gracias a una traición, un oficial del ejército de EEUU lo asesinó en su campamento de una bala en el pecho.

Charlemagne Peralte tenía la característica edad de 33 años y se transformará en un símbolo para su pueblo.

En 1994 el presidente Aristide hará acuñar monedas con su efigie.

Su asesino, el oficial estadounidense Herman Hanneken, morirá en 1986 con el grado de general de brigada.

En 1957, con el apoyo del ejército, François Duvalier deviene presidente de Haití, siete años más tarde una enmienda constitucional lo designa « presidente vitalicio ». El ejército, la burguesía ligada al comercio y la burocracia estatal, constituían, junto al  apoyo de EEUU, las fuerzas que apuntalaban al régimen.  El novelista británico Graham Greene hablaba en esos años de Haití como una  « república de pesadilla », debido al terror instaurado por el régimen. Duvalier se enemistó con la Iglesia y en 1962 rompe relaciones con el Vaticano y polemiza con Londres. Pero Washington lo apoyará indefectiblemente ante el miedo a la instauración de un régimen comunista. Luego, Papá Doc, designará a su hijo Jean Claude como su sucesor, quien asumirá el poder en 1971 y será derrocado en 1986. El gobierno socialista francés -a petición de EEUU- lo admitió en su territorio.

El sacerdote Aristide, candidato del Frente por el Cambio y la Democracia  será elegido presidente en 1991 y derrocado en septiembre de ese año por el ejército y Washington, que imponen al general Raúl Cedras. Era el golpe de estado número 172 desde que Haití había accedido a la independencia. A pesar de las sanciones impuestas por la ONU, Cedras gobernará hasta 1994, abandonando el poder previo acuerdo con EEUU, la ONU y Aristide.

En el libro escrito por Christophe Wargny y Pierre Mouterde, que lleva como sugestivo título en créole y en francés « Apre bal tambou lou : cinco años de duplicidad norteamericana en Haití, 1991-1996 », los autores muestran la acción combinada contra Aristide, no exenta de contradicciones, de EEUU, los  militares, la oligarquía haitiana y el Vaticano. Este último se habría opuesto a Aristide por su antiguo compromiso en favor de la teología de la liberación.

Aristide será reinstalado en el poder en 1994, bajo el amparo de la resolución 940 de la ONU y transportado por la potencia que había contribuido a su derrocamiento. Le sucederá René Preval en 1996. Aristide será reelegido en 2000 y luego acusado de corrupción en una sospechosa  operación montada por Washington con la complicidad de París. Amenazado de muerte, se verá obligado a abandonar el poder en 2004, exiliándose desde entonces en Africa del Sur. Le sucederá René Preval, quien salvó indemne del terremoto que ha devastado la isla hace algunos días.     .

Haití ha sido golpeado una vez más. La intervención masiva de EEUU permite presagiar -debido a su prontuario nada tranquilizador- tiempos tumultuosos, aun si en la situación en la que se encuentra el valeroso pueblo haitiano, toda ayuda es necesaria y bienvenida.

Algunas voces se han elevado para invocar un momento de decencia, avanzando la idea de que debería ser la ONU la que debe tomar a su cargo y dirigir las operaciones de ayuda al pueblo haitiano, respetando las instituciones del escuálido estado existente. Régis Debray ha propuesto de que sea  la máxima organización internacional la que adopte a Haití como « pupilo de la humanidad », garantizando y coordinando, no sólo la ayuda necesaria e imprescindible en estos momentos dramáticos, sino que  también sea decidida una ayuda  duradera, que pueda paliar en parte el pillaje al fue sometido durante tantos años este pueblo y restablecer las condiciones para que los propios haitianos decidan su futuro.

Cuando se considera el monto recibido por los bancos norteamericanos y europeos para hacer frente a la crisis, las cifras prometidas hasta hoy para la reconstrucción de Haití parecen irrisorias. Por ello Debray propone que sean los diez países más ricos del planeta quienes  versen durante cinco años una contribución financiera excepcional.   

La humanidad y nosotros, latinoamericanos,  tenemos una deuda histórica indeleble con la patria del Espartaco negro, con la primera república negra en nuestro continente.. 

Paco Peña, París, 20 de enero de 2010. 

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