Todavía nos falta para que la fiesta de la democracia sea completa.
Tenemos un pueblo tranquilo y maduro, capaz de grandes cosas. De exigir y de cumplir. De acudir a las urnas con la sonrisa en los labios y regresar a casa para preparar la parrilla y esperar los resultados. Tenemos candidatos que tratan de convencer hasta el último momento, con promesas y realidades, con palabras y con gestos. Claro que tienen que mejorar si quieren obtener el reconocimiento y apoyo ciudadano. Mejorar en el estilo, en evitar las palabras malsonantes y las artes censurables. Terminar con la violencia en todas sus formas, corregir excesos en las campañas publicitarias, especialmente económicos. Y en respetar las de los contrincantes.
Sí, mi amigo, por el lado de los candidatos debemos mejorar mucho. Chile se merece más, a los mejores, a los más lúcidos y transparentes. Eso quiere decir que debemos hacer ejercicios de autocrítica, de modernizar mensajes y de transparentar la política.
Me siento orgulloso de nuestra gente y de nuestro sistema, que se consolida poco a poco. Nos debemos sentir capaces de alzar la vista y mirar allende nuestras fronteras con ojos confiados y tranquilos, porque hacemos las cosas con serenidad, meditadamente y con eficacia.
Gane quien gane, estamos con la sonrisa en los labios y la esperanza puesta en el futuro.
Vamos avanzando en terminar con las exclusiones. Por ejemplo, después de casi 40 años, hay un sector político de significación que regresa al parlamento. Es bueno dar posibilidades de participación democrática a todas las corrientes del pensamiento. Todos debemos estar en el templo de la representación ciudadana, aportando puntos de vista diferentes, en la proporción que nosotros mismos decidamos.
Pero todavía nos falta algo al respecto.
Nos falta la representación parlamentaria clara y meridiana del millón largo de chilenos que vive en el exterior. Ese millón de chilenos que se sienten de segunda clase por el sólo hecho de haber tenido que salir de nuestro país por razones diversas. Unos, por cuestiones de exilio político. Otros por razones económicas. Y los hay también que se han ausentado de la patria por cuestiones formativas, de estudios. O que buscan mejores condiciones de vida.
Se trata de un grupo importante y heterogéneo de compatriotas que tiene, sin embargo, algo en común: su amor por Chile, su profundo conocimiento de la actualidad y su aporte a la vida ciudadana en forma concreta, mediante envío de recursos económicos a sus familiares. O en forma intelectual, con aportes de ideas, elaboración de documentos y comentarios de la actualidad. Son los mismos que realizaron el domingo acciones simbólicas en las principales ciudades del mundo reclamando su derecho al voto. Son chilenos que, de una u otra forma, se han insertado en los países donde residen, alcanzando niveles de influencia en ellos que podrían ser de gran utilidad para nuestras propias políticas de relaciones internacionales.
Ellos merecen el derecho al voto para dejar de ser ciudadanos de segunda clase.
Chile se merece estar entre las democracias modernas y, sobre todo, tener en su redil a todos sus hijos, estén donde estén.
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