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Poderoso caballero es Don Dinero

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El título corresponde a la frase inmortalizada por el escritor y poeta español don Francisco de Quevedo en el siglo 17 y que en los inicios de este siglo 21 sigue teniendo plena vigencia, particularmente en estos días previos a las próximas elecciones presidenciales y de parlamentarios  del próximo 13 de diciembre. Falta poco para esa jornada y nuestra responsabilidad, cuando emitamos el voto que decidirá nuestro destino, no es para despreciarla. Muy contrario. Una simple raya en un papel, multiplicada por los millones de electores que iremos a sufragar, tiene una especial relevancia y más fuerza que cientos o miles de armas. Antes de trazar esa raya al costado del nombre de cualquiera de los candidatos a la presidencia, al Senado o a la Cámara de Diputados, estamos obligados a sopesar cualidades, merecimientos y defectos de los postulantes a representarnos.

Somos testigos de cómo nos han aturdido con una campaña donde el peso del dinero ha sido más fuerte que las propuestas, las ideas y los programas que habrían tenido la obligación de presentarnos para que nuestra preferencia por los aspirantes sea meditada y no influida por la insolencia de los recursos gastados a manos llenas.

Hablando de los “presidenciables”, el juicio al votar es fundamental, ya que nuestra decisión no solo nos afectará a nosotros; también a nuestros hijos. ¿Quién nos garantizará lo que tanto cacarean acerca de la gobernabilidad? ¿Serán los que se sacan los ojos entre sí, o los que tengan una trayectoria que inspire confianza y lo hayan demostrado?

El dilema, lo sabemos, no es de fácil respuesta. Habrá que separar la paja del trigo; calificar si las promesas son demagogia electoral pura para ser prestamente olvidadas, o son programas serios y posibles de implementar.

Uno de los candidatos, por ejemplo, promete 8 hospitales y 75 centros de salud en solo cuatro años. ¿Cuál es su varita mágica? ¿Será como la de Pinochet que hizo aparecer todos los víveres acaparados y escamoteados al consumo de Chile? Simplemente razonemos. Tal candidato dice que dotará a hospitales y consultorios de 1.500 médicos especialistas y 8.000 enfermeras universitarias. Obviamente es demagogia, porque todos sabemos la cantidad de años que demora un estudiante de medicina en graduarse y la cantidad de médicos y enfermeras que egresan anualmente de las universidades.

Se promete, entre tantas ofertas, crear un millón de empleos… Recordemos que el Presidente Allende heredó el cargo con un 8,9% de cesantía y que gracias al énfasis social de su mandato, ya en marzo de 1972 el desempleo era de apenas un 3,2%. Obviamente el candidato que ofrece lo que sabe no podrá cumplir tiene un programa radicalmente diferente al que tuvo Allende.

Y así, escarmenando promesas y comparando con la realidad, veremos como nos quieren vender pomadas que no sirven más que para fines personales de quienes las ofrecen.

Referirnos a los candidatos a parlamentarios (Senadores y Diputados) sería excesivamente extenso. Pero, debemos razonar.

El Parlamento es y será la base de sustentación del nuevo mandatario que resulte electo. ¿Podemos confiar en una coalición formada por gentes que se querellan judicialmente entre si, siendo partícipes del mismo bloque? Nuestro despreciado intelecto [por ellos] nos dice que no, pero se nos considera autistas o mongólicos creyendo que somos incapaces de calibrar el significado de ver como los “aliados” se demandan en tribunales por sumas multimillonarias. Baste como ejemplo la demanda de la alcaldesa Plaza a Lavín por 2 mil millones; la de Lavín a Chaguan por otro tanto, las descalificaciones entre Forni y Lily Pérez y tantos otros casos que ocuparían páginas y páginas. ¿Ellos pretenden ser el bloque parlamentario sólido y homogéneo que sustentaría al candidato de su sector en caso de ganar? Concluya usted lector y no despilfarre su voto entregándolo a quienes solo quieren servirse de nosotros y por cierto no tienen interés alguno en servir a quienes los hayan elegido.

Otra situación que debiera llamarnos a reflexión se refiere a los “candidatos afuerinos”, esos que se cambian de una región a otra porque en la que representaron anteriormente ya no cuentan con apoyo, seguramente por mala gestión o porque una vez electos se olvidaron de los que confiaron en ellos. La ley de elecciones (sistema binominal) lo permite y se presta para que los gamonales que viven de la política sigan usufructuando de las prebendas que les proporciona el engaño. Los candidatos que viven y trabajan en nuestros lugares de residencia parecieran ser más aptos para representarnos, ya que al menos conocen los problemas locales, sus gentes y las dificultades que genera el centralismo capitalino. Sin embargo, esto no significa votar a ciegas por ellos. También tenemos el deber de investigarlos, conocer si tienen o carecen de las cualidades que queremos, sus programas y el seguimiento de sus trayectorias para luego decidir si son confiables, honorables e intachables, o simplemente merecen desprecio.

¡Cuidado con los ofertones y los regalos pseudo filantrópicos! Esos son los peores y permítanme contarles un hecho que les hará meditar: casi a finales de noviembre, tuve la suerte de estar en Quillota y ser invitado a presenciar un debate radial entre los candidatos a senadores, organizado por una cadena de radioemisoras y la U. de Los Lagos. Fue de verdad decepcionante, ya que no aprecié contenido alguno en los planteamientos de los que aspiran al título de “honorable” por ley y no por méritos propios. Con estupor presencié una cerrada ovación a la candidata Lily Pérez (RN), actual diputada designada por el Maule al anunciar que había donado un mes de su dieta parlamentaria al cuerpo de bomberos de Quillota. Si bien es cierto que gran parte de los asistentes estaba constituida por elementos llevados por el comando de la Sra. Pérez, es inaudito que el resto de quienes la vitorearon no hayan sopesado el significado de lo que dijo. Ella, hasta el 21 de mayo de 2010, es diputada en ejercicio por la VII Región del Maule y su obligación moral es para con los maulinos. Estoy cierto que nadie pensó el porqué de tan demagógica donación, siendo tan simple la deducción: En Curicó, Talca, etc., zona que ella abandona y cambia por otra, no le habría reportado un solo voto en la V Región que aspira a representar. ¿Demagogia pura?  Por supuesto que sí, a sabiendas que esos 8 millones de pesos no son más que una reprochable compra de votos. Amigo lector, usted tiene la obligación de pensar y sopesar la transcendencia de su voto en diciembre, recordando uno de los versos de Francisco de Quevedo, inserto en sus satíricas letrillas acerca del poderoso DON DINERO:

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

[…]

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

El autor es Ingeniero Comercial y Escritor.
Diciembre de 2009

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