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Los mapuches y el neorracismo marxista

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Una de las obras literarias más relevantes del fascismo nazi es la novela de Hans Grimm Un pueblo sin espacio. Ella realzaba los dos mitos centrales del Tercer Reich: la sangre y el suelo como los elementos fundamentales del así llamado pueblo. Con ello se pretendía reemplazar el concepto ilustrado de sociedad por el mito de una «comunidad de raza». La pretensión estaba unida visceralmente a la expansión violenta para obligar a los otros «pueblos» a aceptar la expansión. La aventura, que tenía pretensiones globales, terminó mal para todos y fueron 50 millones sus víctimas.

El marxismo totalitario que emergió de esa hecatombe no se fundó en mitos, sino en conceptos. Equivocados, pero racionales. Su colapso total dejó a los marxistas huérfanos de un sistema racional coherente y también de una base social. El proletariado no puede ya entusiasmarse con un sistema no viable y comenzó planetariamente a reconocer las ventajas de la economía de mercado. Los marxistas, que ven en la violencia el primer principio histórico, buscaron sus tropas en otro lugar. Con oportunismo, no sólo descubrieron a los «indígenas» como la nueva tropa agitatoria: reemplazaron el concepto de «clase» por el de «etnia» y «pueblos originarios», de clara procedencia racista y nazi. Karl Marx había saludado en su época la conquista española de América porque gracias a ella los esclavos iban a transformarse en vasallos, la condición para devenir «proletarios». El Siglo, órgano del Partido Comunista, proclamaba en su portada hace algunas semanas la lucha armada de los mapuches como “la lucha de un Pueblo-Nación”, esto es, la guerra de una «etnia» que sólo puede entenderse a partir del mito racial. Así hoy, particularmente en Europa y Latinoamérica, en maridaje con los ecologistas radicales, los neonazis y los indigenistas, los marxistas han vendido la esencia de su doctrina por bastante menos que 30 monedas. Buscan crear en la Araucanía una «zona liberada» como las de las FARC, la ETA, los zapatistas, para iniciar desde este «foco» una lucha que remezca el Estado.

Hace unos meses llegó la noticia de que en EE.UU. un conglomerado de varias «tribus» había logrado reunir un capital de US$1.500 millones y con él adquirieron una red hotelera. Nunca se les va a ocurrir incendiar California. Esos americanos nunca tuvieron «derechos especiales» por su «etnia». Sólo hicieron uso racional y diligente de los derechos que una sociedad libre debe garantizar por igual a todos sus ciudadanos.

* Fuente: La Segunda

Si le interesa, le invitamos a leer La crítica a este artículo por  Augusto Samaniego Mesías (Chile)

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