Marco Enríquez-Ominami, ¿Un «engañito» del neoliberalismo ramplón?
por MarcoArturo Alejandro Muñoz (Chile)
15 años atrás 7 min lectura
TIMEO DANAOS ET DONA FERENTIS, frase acuñada por el romano Virgilio en su obra “La Eneida”, con la cual se refiere al temor de los troyanos ante el enorme caballo de madera que los griegos dejaron en las playas de la amurallada ciudad que abría paso al Mar Negro y a la rica zona que se extendía al este del estrecho de los Dardanelos.
En buen romance, la frase –en latín- señala que es necesario “temer a los griegos si traen (o dejan) regalos”. El caballo de Troya fue una inefable dádiva de los aguerridos aqueos que simularon retirarse de las playas troyanas para regresar a Grecia y abandonar la batalla…y fue también la perdición, la derrota final de la gente que comandaban Héctor y Paris pues metieron el regalo dentro de las murallas que resguardaban Troya.
La historia es conocida y archi repetida, pero siempre conviene recordarla porque la memoria humana es tan frágil como un segundo, si la inmortal Violeta Parra me permite parafrasear una de sus canciones.
Hoy, el neoliberalismo nos presenta un nuevo “caballito troyano” a objeto de que mordamos el anzuelo y arrastremos el regalito al interior de nuestras propias conciencias. El establishment sabe que la mayoría de los chilenos comienza a mostrar hastío e incluso desprecio por el sistema consumista, disociador y clasista que el ‘patronaje’ impuso en Chile a golpe de tarjetas de crédito y de individualismo enemigo de la solidaridad social.
Me estoy refiriendo a la candidatura del otrora ‘díscolo’ diputado del PS, Marco Enríquez-Ominami. ¿No se tratará de un ‘engañito’, como bien dicen los huasos de la zona central campesina? Es decir, un regalito sin mayor valor específico, pero válido y suficiente para que el dueño de casa, ingenuamente, abra brazos y puertas al recién llegado. ¿Un regalito de quién, o de quiénes? Por cierto, del neoliberalismo patronal y de sus mayordomos concertacionistas. ¿De quién más podría ser? Un regalito, en suma, que es un engaño, ya que no bien el ‘festejado’ lo acepta e ingresa con él a su casa, la derecha neoliberal y su mayordomazgo concertado se apropian de los enseres y del domicilio.
EL PROBLEMA ESTÁ EN LA IZQUIERDA
No es un misterio afirmar que día a día crece el rechazo popular al sistema imperante; tampoco constituye secreto de Estado decir que en los últimos años diversos grupos sociales han decidido abandonar el soporífero sustrato de servilismo para salir a la calle y exigir sus derechos.
El neoliberalismo afecta a todos por igual, y de tal forma se explica que el proletariado –en cuanto actor político- ha dejado campo abierto a un sinnúmero de nuevas organizaciones cuyos componentes cruzan horizontal y verticalmente el arco social del país. Es así que a los tradicionales sectores de la clase obrera y rural se han agregado ahora una multiplicidad de otros sectores sociales, como los profesionales, los indígenas, los estudiantes, los homosexuales, los jubilados, los cesantes, los pequeños y medianos empresarios y comerciantes, etc.
He ahí el problema para la actual izquierda chilena…y el error en que esta incurre sistemática y tozudamente. El concepto de “proletariado” continúa contando con vigencia sociológica, mas no política, puesto que hoy “el pueblo” –ese cuerpo algo poético y orgánicamente feble que el marxismo destacó como uno de los componentes en la lucha de clases- es en rigor mucho más amplio en su estructura y composición que la exclusiva clase obrera, puesto que en él caben ahora los estudiantes, los profesores, los trabajadores del comercio, los pequeños y medianos transportistas, los técnicos y profesionales, las dueñas de casa, los artesanos y artistas, etc., etc.
Además, la “izquierda” tampoco es hoy lo que era hace dos o más décadas, ya que en la actualidad –según opina la investigadora chilena Marta Harnecker- “”la izquierda no se reduce, entonces, a la izquierda que milita en partidos u organizaciones políticas de izquierda, sino que incluye a actores y movimientos sociales. Estos son muchas veces más dinámicos y combativos que los primeros pero no militan (o rechazan militar) en partidos u organizaciones políticas.””
El ‘fenómeno’ Enríquez-Ominami se explica a partir de los lineamientos mencionados en estas líneas, pues obedece a la existencia de sectores sociales que hasta 15 o 20 años atrás la izquierda ortodoxa (y en especial el Partido Comunista) consideraba cercanos a la pequeña burguesía, pero que hoy son verdaderos estandartes en la lucha contra el sistema capitalista que ha clavado sus banderas en la política neoliberal.
¿Entonces, no hay nada más que hacer? Por el contrario, hay mucho por construir. El primer y más necesario paso o tarea es poner atajo a la dispersión que presenta la actual izquierda política. Para lograr esto se hace imprescindible colocarles alfombra roja a una serie de dirigentes ‘históricos’, esos que ya están envejecidos ideológicamente y son tozudos en las ambiciones parlamentarias personales. ¿Alfombra roja? ¿Qué significa eso? Simplemente, una hermosa alfombra para que esos viejos y desgastados estandartes de la política criolla transiten por ella rumbo a sus hogares y dejen las organizaciones en nuevas manos y mejores mentes.
El segundo paso es la estructuración de un nuevo referente, amplio, antineoliberal y anticapitalista, policlasista y multigeneracional. Un referente que logre poner en la agenda nacional el tema de la Asamblea Constituyente, los plebiscitos revocatorios y, por cierto, la abolición del sistema binominal…en suma, apuntar a la redacción de una nueva Constitución Política que permita representatividad a todos los chilenos en los poderes del estado, y contar con un poder legislativo unicameral, ya que nuestro país no es tan enorme ni tan rico como para gastar miles de millones de pesos cada año en sostener a una tropa de panzudos ladrones encorbatados inútiles.
Marco Enríquez-Ominami, por cierto, surge como un grito desesperado de gran parte de los ciudadanos (y en especial de los jóvenes) que ya estaban hasta más arriba de la coronilla con el familisterio faraónico camaleónico de siempre. Enriquez Ominami ha aparecido como respuesta a “los gritos del silencio” con que un altísimo porcentaje de chilenos ha venido ‘pateando la perra’ desde hace años, y tal vez sea la ‘bisagra’ que permita abrir una nueva puerta y proceder por fin a un significativo y profundo recambio de dirigentes y referentes políticos.
Por cierto, el establishment, que en una u otra medida apoya al hijo del asesinado dirigente del MIR, Miguel Enríquez, espera que la televisión farandulera y algunos diarios de idéntica mala prosapia –como La Cuarta y La Últimas Noticias- logren marear al respetable elector entregándole chimuchina pseudo política mediante la publicación de datos y pildoritas vacuas de la “vida familiar” del candidato emergente, el que de manera hábil – semi pauteado por noticias de farándula y escondido en medio de ellas-, presentó su programa económico que resume las mejores fantasías del mundo patronal.
Además, siendo franco (y no se requiere contar con cualidades de pitoniso), si Enríquez-Ominami pasa a segunda vuelta electoral en diciembre (y no Frei), quien ganará la elección será Sebastián Piñera, ya que un significativo porcentaje de votos democristianos escaparían hacia el candidato ultraderechista. Pero además, y esto es de tanta o mayor importancia que lo anterior, la Concertación entraría en etapa agónica terminal.
Varias colas trae entonces el “regalito” llamado Marco; pero también puede ser la ‘bisagra’ que dé pábulo al recambio generacional en política y –he aquí lo trascendente- al surgimiento de organizaciones populares fuertes, sólidas, apostadoras al cambio verdadero y a la justicia social basada en la solidaridad, y en el respeto al trabajo más que al dinero.
Pero como bien sabemos, en política partidista nadie puede asegurar que conoce a ciencia cierta el tipo de regalo que esconde el vientre de un caballito de Troya.
Publicado el 07 Junio 2009
* Fuente: Gran Valparaíso
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