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Hipótesis comunista

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La crisis actual del capitalismo ha puesto muy de actualidad una obra anticipatoria  publicada a inicios de los años noventa por el extinto filósofo francés Jacques Derrida.

Luego de la implosión de la URSS y del « fin de la historia », anunciado por un funcionario del departamento de estado de EEUU, Derrida publicó « Espectros de Marx». En él, se refería al discurso dominante que se había enseñoreado del mundo y que no escatimaba elogios y loas, ensalzando la supuesta victoria definitiva del capitalismo.

Dicho discurso, difundido por los grandes medios de comunicación dominantes, por los académicos ligados a las escuelas de economía y por los políticos adictos al neoliberalismo, repetía como una especie de ritual exorcista, que la Idea o hipótesis comunista había fenecido, que estaba muerta y que el hundimiento y fracaso de las experiencias del llamado socialismo real, demostraba que el capitalismo portaba en él la única clave racional para el desarrollo armonioso de la humanidad.

Pero, escribía Derrida, esta conjura contra la Idea, a pesar del hundimiento del llamado campo socialista y del descalabro de las experiencias por entonces existentes, suscitaba algunas interrogaciones.

Lo que los  conjurados quieren conjurar, escribió Derrida, es que tal vez el difunto, a pesar de su rictus mortis no está completamente muerto, o no tan muerto como hubiesen querido sus apresurados sepultureros : « Una conjura es en primer lugar una alianza…a veces una alianza política más o menos secreta…un complot, una conspiración…La sociedad oculta de los conjurados representa fuerzas aliadas en nombre de intereses comunes para combatir a un temible adversario político, es decir, para conjurarlo. Puesto que conjurar quiere decir también exorcizar, tratar de destruir y negar a  una fuerza maligna, demonizada, diabolizada… a un espíritu  maléfico, a un espectro, a una especie de fantasma que vuelve o puede volver post mortem ».

El neoliberalismo triunfante se erguía y escondía una conjura anticomunista, antimarxista, contra Marx y su pensamiento.

El discurso dominador y dominante quería asentar la idea de que no había alternativa «racional» al capitalismo. Los revolucionarios propugnarían una « ideología añeja» y abogaban por una utopía criminal. La revolución no era otra cosa que una orgía sangrienta y las críticas a las instituciones parlamentarias o el llamado a su supresión, un sacrilegio.

Con la dislocación del campo socialista, dicho discurso fue internalizado, no sólo  por los que ya habían adherido y profitado desde hacía mucho antes de las “delicias del capitalismo” en su versión ligth, esto es, el parlamentarismo y la democracia representativa (algunas puestecillos en parlamentos y/o eventualmente cargos gubernamentales), sino también por los que en algún momento habían adherido al pensamiento revolucionario, y que luego, con el paso de los años, modificaron sus puntos de vista, observando más comprensivamente los supuestos esfuerzos de la socialdemocracia, por « humanizar y reformar »  un sistema irreformable.

Derrida escribió en esos años de euforia neoliberal lo que sus apologistas  repetían como maníacos, loas, dice, « jubilatorias y mágicas…la encantación se repite y se ritualiza, como fórmulas animistas…(y) ..llega a ser una muletilla y refrán…exclaman : el comunismo ha muerto, Marx ha muerto, completamente muerto, con su saco de esperanzas, sus discursos, sus teorías y sus prácticas. ¡Viva el capitalismo ! ¡ Viva el mercado ! ¡ Viva el liberalismo económico y político! ».

Pero al mismo tiempo que se proclamaba la victoria definitiva del capitalismo y la muerte del comunismo y del marxismo, esta obstinación machacona y ditirámbica difundida por los vencedores, inducía a pensar que el muerto tal vez no había sido eliminado del todo, por eso era necesario, exorcizarlo, conjurar al espectro, impedir la reaparición del inaparente. De ahí la saña desatada y la voluntad refundadora de los epígonos del neoliberalismo, « Hay que exorcizar el retorno posible de un poder maléfico… cuya amenaza se cierne todavía… Desde que tal conjuración insiste en que está muerto, en ese mismo instante dicho consenso despierta dudas… Tal vez el cadáver no está tan muerto como los conjurados quisieran hacer creer… La conjuración triunfante se esfuerza en realidad por negar y disimular, que nunca en la historia el horizonte de la victoria que celebra (el capitalismo) ha sido tan sombrío y amenazado»

Junto con constatar el fracaso de los llamados socialismos reales, Derrida alertaba sobre el hecho de que desde esos años se había acentuado como nunca la desigualdad. Los años de la euforia neoliberal pusieron en primera línea algunas « plagas » que, con evidente anticipación, Derrida señalaba : la cesantía de masa más o menos calculada de una nueva competencia mundial ligada a las nuevas tecnologías, dicha cesantía es evidementemente  « controlada, calculada, ‘socializada’; luego, la exclusión masiva  de ciudadanos y su no participación en la vida democrática ; la expulsión de emigrantes que anunciaba una nueva forma de fronteras y de identidad nacional o civil ; la incapacidad para controlar las contradicciones entre el mercado « abierto » preconizado por los partidarios del neoliberalismo y el proteccionismo e intervencionismo de los países capitalistas más poderosos para proteger a sus connacionales de la competencia «desleal» de la mano de obra barata de los países en vías de desarrollo ; el repunte del comercio de la industria del armamento y su sofisticación ; las guerras de carácter interétnico; el derecho internacional maltratado por las grandes potencias, que lo han definido partiendo de determinada cultura histórica como supuestamente universal, pero dominado, controlado por algunas potencias. El marxismo, en este último punto vuelve por sus fueros, criticando la pretensión de autonomía de lo jurídico.

La crisis actual, pone en evidencia el texto anticipatorio de Derrida: «Ningún progreso permite ignorar que en cifras absolutas, nunca tantos hombres, mujeres y niños habían sido sojuzgados, hambreados o exterminados». 

Durante la travesía por los áridos años del capitalismo triunfante, un grupo de profesores, nos dimos a la tarea de reivindicar la Idea, el pensamiento de Carlos Marx y la hipótesis comunista. Para esos efectos, se llevaron a cabo una serie de eventos, publicaciones y actos en universidades e institutos. Se reivindicaba y criticaba no sólo el pensamiento de Carlos Marx, sino también, las formas  que habían tomado algunas de las « aplicaciones prácticas » de lo que se consideró durante muchos años -para bien o para mal- su pensamiento. De allí nacieron los Congresos Marx I, II etc. Fue en dichos años que comenzaron a establecerse las bases de una posible y futura  « paridad estratégica » con el discurso neoliberal dominante y las premisas de su eventual superación.

Fukuyama había creído aportar una respuesta afirmativa -definitiva y concluyente- acerca de si la historia de la humanidad  desembocaría ineluctablemente en la democracia liberal, « la universalización de la democracia liberal occidental como punto final del gobierno humano ».   

La historia reciente ha demostrado que el anunciado fin de la historia era en realidad el fin de cierto concepto (liberal) de la historia. La búsqueda de formas nuevas y superiores de convivencia social sigue su curso y el hundimiento de las experiencias que se inspiraron en el pensamiento de Carlos Marx, no invalida la pertinencia de la necesidad del retorno del temido fantasma comunista. Más aún, la crisis actual, a pesar de los coloquios supuestamente salvadores de presuntos progresistas en Viña del Mar o el circo del G 20 en Londres, lo confirma. El capitalismo mundial necesita con urgencia, dicen sus apologistas más lúcidos, una muda rápida. Los estragos, la bullanguería y el ruido de la crisis podrían despertar al espectro que algunos creían definitivamente enterrado. Se trata de un retorno o resurrección necesariamente insurreccional.
Insurreccional porque « cierto espíritu del marxismo…es en primer lugar una crítica radical, abierta sobre su propia transformación, su reevaluación… Si hay un espíritu del marxismo al cual yo no renunciaría nunca… Es la afirmación de cierta afirmación emancipatoria mesiánica, cierta promesa que podemos tratar de liberar de todo dogmatismo…de toda determinación matafísico-religiosa… es decir producir acontecimientos, nuevas formas de acción, de prácticas y de organización … Romper con la forma tradicional de partido… ello no significa renunciar a toda forma de organización práctica o eficaz. Es exactamente lo contrario ».

Retomar la tradición a la que nos llama el retorno de uno de los espectros de Marx, es la radicalización o para emplear un neologismo, la radicalidad (radicalité).

La hipótesis comunista
La afirmación emancipatoria ha sido una constante en  la historia. Estuvo presente con más fuerza desde la revolución francesa en todas las tentativas revolucionarias, en todos los intentos por realizar la hipótesis revolucionaria. A lo largo de la historia ha conocido reveses, y el fracaso local de un intento revolucionario no invalida el problema que planteaba, escribe el filósofo francés Alain Badiou, que sigue la huella trazada por Derrida y propone en su reciente libro « La hipótesis comunista », algunas pistas para comprender por qué dichas tentativas fracasaron y lo urgente y necesario que es hoy en día reafirmar la validez de dicha hipótesis, cuando la crisis planetaria del capitalismo está haciendo trastabillear el sistema.

Siguiendo en la senda trazada por Derrida, el escritor y filósofo Alain Badiou explica en su libro por qué dichas tentativas fracasaron y por qué los dirigentes del capitalismo mundial gritan a voz en cuello:  ¡Salvemos los bancos !, luego agrega, « Nada es más importante que reencontrar la pasión por las ideas y oponer al mundo actual una hipótesis general, la certeza anticipada de que otro curso de los acontecimientos es posible. Al espectáculo maléfico del capitalismo opongamos lo real de la vida de los pueblos. El objetivo de emancipación de la humanidad no ha perdido nada de su poderío. La palabra comunismo ha sido, es verdad, envilecida y prostituida, pero hoy en día su desaparición sólo le sirve a los partidarios del orden. Tenemos que resucitarlo, con una nueva transparencia, que fue también su antigua virtud, cuando Marx decía del comunismo que ‘rompía de la manera más radical con las ideas tradicionales‘ y que hacía surgir ‘una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno sea la condición del libre desarrollo de todos’. Ruptura total con el capitalismo parlamentario, política inventada por debajo de lo real popular y soberanía de la idea. Todo está contenido ahí, lo que nos aparta de la película sobre la crisis que nos quieren mostrar y nos llama a nuestro propio alzamiento ».  

Para Badiou, el capitalismo y su democracia de fachada es «lo viejo, lo que está condenado, representa, -dice- la renuncia a pensar, la renuncia a actuar según los principios de un pensamiento…(por el contrario) lo que representa lo nuevo y legítimo  es la hipótesis comunista, sea cual sea el nombre que le demos (emancipación, igualdad)».

Badiou sitúa el inicio del reflujo de lo que él llama «decenio rojo» a mediados de la década de los setenta..  Dicho período está marcado por cuatro acontecimientos mayores: las luchas de liberación nacional (Vietnam y Palestina) ; el movimiento mundial de la juventud estudiantil (Alemania, Japón, EEUU, México, Italia, Francia) ; las revueltas obreras en las fábricas francesas e italianas; además, de la revolución cultural en China. Dicho reflujo, el filósofo galo cree encontrarlo en la «renegación resignada, en el retorno a las habitudes, comprendidas las habitudes electorales, la deferencia ante el orden capitalista-parlamentario u ‘occidental’, y la convicción que desear algo mejor significaba, querer algo peor ».

Este reflujo estuvo representado por la llamada « nueva filosofía », es decir los tópicos casi calcados del anticomunismo norteamericano de los años cincuenta, tales como: «los regímenes socialistas son despotismos infames, dictaduras sanguinarias ; se debe oponer al totalitarismo socialista la democracia representativa, que siendo imperfecta, es de lejos la forma menos mala de ejercicio del poder ; se deben propagar los valores del mundo libre, del cual los EEU son el centro y el garante; se debe abrir paso a la cultura de ‘derechos del hombre’ que combina el culto de la libertad (sobre todo la libertad de la libre empresa, de poseer, de enriquecerse y que es la base material de todas las otras), además de una representación victimaria del Bien…el Mal es todo lo que Occidente libre define como tal, lo que Reagan llamó el Imperio del Mal ».

Sin embargo, desde hace algunos años este andamiaje propagandístico es menos utilizado, principalmente porque en ningún estado poderoso se reclama del comunismo o del socialismo.

Evidentemente, para nuestro autor el proceso revolucionario chino fue desviado, pervertido, y le dedica a él un capítulo llamado « La última revolución».

Pero, ¿qué queda de esta « nueva filosofía » y de estos « nuevos filósofos », aparte de su prolífica presencia mediática ? Todo parece reducirse a una perentoria sentencia de los apologistas de los derechos humanos, de la democracia, de Occidente: « Es una constatación negativa, desnuda como la mano, el socialismo, única forma concreta de la idea comunista ha fracasado. Algunos incluso han vuelto al dogma capitalista y no igualitario ».

Son los que en nuestro país se conocen con el nombre de “renovados”, (o « pentitis » en Italia).

Son los mismos que se reunieron en Viña o en Londres habiendo ya decidido como prioridad absoluta, el salvataje de los bancos sin nacionalizarlos, entregándoles miles de millones,  mientras en esos países se exacerba la xenofobia y se  expulsan emigrantes que han contribuido a la riqueza de esas naciones.

Entonces, para ayudar a salvar a los bancos y algo del alicaído prestigio del sistema, aparecen oportunamente algunos bandidos como Madoff y otros que sirven de chivos expiatorios. Pero el sistema mismo, creado y amparado por las grandes potencias, es puesto en tela de juicio, aunque Sarkozy despotrique contra  el «capitalismo financiero», tratando de hacer olvidar que una de las primeras medidas tomadas por su gobierno fue justamente el llamado « escudo fiscal » que exoneró del pago de impuesto a las grandes fortunas y que le ha costado al erario francés varios miles de millones de euros. El bandidaje financiero es inherente al capitalismo en esta fase mundialista.

La crisis está lanzando a la calle a millones de trabajadores, en Europa, EEUU, América Latina e incluso en China. Las fábricas cierran una tras otra y las previsiones del FMI -cuyo presidente, Strauss-Kahn, militante del PSF, ex precandidato a la presidencia de la república- son pesimistas. El sistema está mostrando sus límites y en otras ocasiones una crisis de esta naturaleza y dimensión era resuelta por la guerra. Es lo que ocurrió, por ejemplo luego de la crisis de 1929.

Sin embargo, desde el fin del llamado « socialismo real », se había machacado la idea que era esa experiencia la que había fracasado, puesto que el capitalismo triunfante había comprobado su superioridad.

Es en este contexto que interviene la aguda reflexión de Badiou, sobre el fracaso del marxismo, de la idea misma de socialismo. 

Alain Badiou se pregunta qué quiere decir « fracasar » con respecto a períodos históricos donde se intentó aplicar lo que denomina, hipótesis comunista. Dichos fracasos, ¿obligan a abandonarla para siempre, a renunciar a la voluntad emancipatoria? O tal vez, escribe, « se trata de un fracaso relativo en cuanto a  la forma y a  la vía explorada, que no era la adecuada ».    

El filósofo galo se explica por la vía de la comparación con un problema científico, exponiendo el famoso «teorema de Fermat »: Si n es un número entero mayor que 2 (o sea, n > 2), entonces no existen números enteros a, b y c distintos de 0, tales que cumplan la igualdad: an + bn = cn    (Vea: Fermat – Wikipedia)  Este teorema -uno de los teoremas más importantes en la historia de la matemática- estuvo en efecto sin ser resuelto durante varios siglos (Pierre de Fermat 1601-1665) y fue demostrado por el matemático inglés John Wiles hace algunos años, en 1994. Su desarrollo posterior tuvo gran influencia en las matemáticas aplicadas. Ello demostraría según Badiou que lo fundamental fue no abandonar la hipótesis durante los tres siglos en los que no se encontró solución. Es decir, era una proposición abierta.

Por esta razón algunos acontecimientos o fracasos  (la Comuna de París, la revolución cultural china y mayo-junio de 1968) constituyen fracasos « aparentes, sangrientos, ligados profundamente a la hipótesis comunista (puesto que) fueron y siguen siendo etapas de su historia…al menos para aquellos que no están cegados por el uso propagandístico de la noción de fracaso, aquellos que siguen estando animados por la hipótesis comunista ». 

Durante la década de los años ochenta  e inicios de los años noventa, los « años rojos » ya habían quedado atrás. Los gobiernos « socialistas » en Francia, España, Italia y Alemania, le dieron su golpe de gracia.

Ese proceso también ha ocurrido en nuestro país, aunque algunos años después, luego del advenimiento de la democracia, con la alegría que debía llegar.

Esos años, fueron magníficamente descritos por nuestro amigo, el extinto psicoanalista Félix Guattari, con estas palabras : « Soy de aquellos que vivieron los años rojos como una primavera que prometía ser interminable ; por eso me cuesta acostumbrarme al largo invierno de los años ochenta y noventa ». Félix murió en 1992, tuvo, felizmente para él, un invierno nonagésino corto.

El gobierno de Mitterrand terminó con las ilusiones que algunos quisieron tener y las quimeras de la izquierda quedaron reducidas debido a la acción del gobierno destinada a corromper a una fracción de la pequeña burguesía, invitándola y agasajándola a disfrutar de los privilegios que otorga  el poder.

Por su parte el PCF había abandonado desde hacía años todo objetivo revolucionario, igual que el PCI. Su colaboración con el establishment, los llevó a participar en gobiernos, que en el caso de Francia, durante el gobierno del « socialista » Lionel Jospin  se privatizaron más empresas que durante los precedentes gobiernos de derecha. En Italia, lo que quedaba de teóricamente comunista -Refundación Comunista- aceptó en 2006 la presidencia de la Cámara (Bertinotti) y unos puestecillos menores de subsecretarillos, debiendo avalar en función de la solidaridad gubernamental cuanta medida anticubana tomaba el democristiano Prodi. El veredicto de las urnas fue decidor e inapelable: en las elecciones de 2007, el PCF apenas alcanzó el 1,9% y se encuentra desde entonces en una agónica fase terminal. En Italia, el otrora poderoso PdCI, ni  tampoco RC, obtuvieron diputado alguno.

Lo mismo ha ocurrido en Chile y hoy  tiene su broche de oro en el sometimiento de la dirección del PC y del ex candidato Hirsch a la política de pactos por omisión, que los llevarán, siguiendo una lógica oportunista ineluctable, a votar por Frei en la segunda vuelta.

Se trata de derrotas sin gloria, voluntariamente aceptadas, la sumisión voluntaria de la que hablaba Etienne de la Boetie.

Es por eso que Badiou, para el caso francés, invoca el verso lapidario y acerado del poeta comunista Louis Aragon cuando vilipendiaba a grandes voces :« Compañeros,  fuego a discreción sobre la socialdemocracia ».  

Los fracasos, dice  Badiou,  nos « llevan a un desdoblamiento de la noción de fracaso. Está el fracaso como resultado de una desviación derechista clásica : la adhesión de los que ya están cansados de la acción militante y prefieren las delicias del poder parlamentario, los renegados del comunismo activo que lo han trocado por el cómodo puesto de diputado o senador…Tampoco hay que olvidar el fracaso « ultraizquierdista », aquél que actúa con brutalidad frente a toda contradicción…y encierra el proceso mismo en los sombríos límites del terror ». 

La intención declarada de Badiou al escribir « La hipótesis comunista », es describir una operación intelectual que llama « Idea del comunismo », que contiene tres componentes: uno político, otro histórico y un componente subjetivo. La primera es lo que Badiou llama una verdad política, un « procedimiento de verdad », es decir, una «secuencia concreta y fechada donde surgen y desaparecen prácticas y pensamientos nuevos de emancipación colectiva, por ejemplo : la revolución francesa entre 1792 y 1794 ; la guerra popular en China entre 1927 y 1949, el bolchevismo en Rusia entre 1902 y 1917, la revolución cultural china entre 1965 y 1968 ».

Por componente histórico de la Idea, Badiou entiende el hecho de que la datación mencionada está inscrita en el devenir de la humanidad bajo su forma local. « Hay una dimensión histórica de una verdad, aunque ésta sea en última instancia, universal »

El componente subjetivo es el hecho que un individuo puede decidir de formar parte de una verdad política, es decir transformarse en militante de dicha verdad. El concepto de Idea será entonces para Badiou una totalización abstracta de esos tres elementos. « Una Idea-dice Badiou- es la posibilidad para un individuo de comprender que su participación en un proceso político singular, es también en cierto sentido una decisión histórica…La palabra comunismo fue durante dos siglos (desde los Iguales de Babeuf  hasta los años ochenta del siglo XX) el nombre más importante de una Idea situada en el campo de las políticas de emancipación o revolucionarias ».

La Idea comunista para Badiou es la síntesis de la política, de la historia y de la ideología. Y « Comunismo »,  ya no puede ser el adjetivo que califica una política. Por otra parte,  « acontecimiento » es para Alain Badiou, una ruptura, una « creación de nuevas posibilidades…el advenimiento de lo real como posible futuro de él mismo ».

Es decir,  “ese movimiento real que supera el estado actual  de cosas”, como decía Marx. La crítica de lo real partiendo, saliendo de lo real, debe llegar a ser una fuerza práctica y apoderarse de las masas.  Pero ese movimiento de lo posible, de la posibilidad de lo posible tiene en nuestros días un dique de contención que alerta, sobre todo, en período de crisis a premunirse contra el espectro que tal vez no estaba tan muerto como se quería hacer creer. ¿Y cuál es ese dique que se opone a la posibilidad de lo posible ? « El Estado, la economía capitalista, la forma constitucional de gobierno, las leyes relativas a la propiedad y la herencia, el ejército, la policía…Vemos como estos dispositivos -comprendido el aparato ideológico del Estado- tienen un objetivo común: prohibir que la Idea comunista designe una posibilidad. El Estado mantiene por la fuerza la distinción entre lo que es posible y permitido y aquello que no lo es… (Ahora bien) Una Idea es siempre la afirmación que una nueva verdad es históricamente posible…El paso en fuerza de lo imposible a lo posible».  

Dicha Idea debe reposar  en un principio que debe ser visible en toda acción política,  como el rechazo a toda participación o inclusión en el estado. Desde la victoria «definitiva» del capitalismo, la palabra « comunismo » fue olvidada o identificada con una empresa criminal.

«Hay que apoyar -concluye Badiou- todas las formas renacientes de la Idea comunista…lo que importa de partida es su existencia y formulación, hay que dar una fuerte existencia subjetiva a la hipótesis comunista. Combinando las construcciones del pensamiento y las experiencias o fragmentos de verdades, locales y singulares, pero universalmente transmisibles, podemos asegurar una nueva existencia de la hipótesis comunista, o la Idea de comunismo en las conciencias individuales. Podemos abrir un nuevo período de existencia de esta Idea. Podemos y debemos ».

La insurrección que viene
Contando con efectivos policiales en gran cantidad fueron apresados a fines del año pasado, algunas personas acusadas de sabotaje a los tendidos y catenarias del Tren de Alta Velocidad, joya de la industria francesa. El pequeño pueblo de Tarnac, fue el teatro de la parafernalia represiva. Luego de algunos días de detención, todos los detenidos fueron liberados, salvo Julien Coupat, a pesar de que un juez de « libertades » se pronunciara por su puesta en libertad. La acusación del ministerio del interior, quiere imponer la idea que se trata de un grupo organizado cuyo objetivo sería ejecutar sabotajes en Francia. Faltos de las pruebas requeridas, el Estado galo, ha lanzado sus dardos contra la editorial La Fabrique, que osó publicar el libro « La insurrección que viene », escrita por un Comité Invisible. El director de la editorial fue convocado a los tribunales y se negó a dar a conocer la identidad del o de los autores. Estas medidas represivas han levantado un clamor de protesta en diversos sectores, aun en aquellos que no comparten las opiniones del ahora más que visible comité Invisible. Visible pero aún no identificado. Es verdad que a veces, la visibilidad de lo invisible es más grande e imponente que una cordillera.

El libro ha sido firmado con un nombre colectivo imaginario, dicen los autores, pero precisan, que sus redactores no son los autores. Simplemente, se han « contentado de poner un poco de orden en los lugares comunes de la época, en lo que se murmura en los cafés, en los dormitorios. Se han señalado verdades necesarias …somos los escribas de la situación. Es el privilegio de las circunstancias radicales, la justeza de nuestros puntos de vista nos lleva lógicamente a la revolución. Basta con señalar lo que está pasando bajo nuestros ojos y no eludir su necesaria conclusión ».

Escrito con verbo nihilista, el libro es una constatación de la crisis actual del capitalismo y del necesario fuego para ponerle fin : « …el presente, se le mire por donde se le mire no tiene salida…el futuro no tiene a-venir, nada de este presente está a la altura de la situación y la población parece mucho más adulta que los payasos que nos gobiernan ».

Invocando a un espectro proveniente de Argentina, el espectro del ¡Que se vayan todos ! el texto del Comité Invisible pasa revista a las grandes luchas sociales de los «desorganizados, los inorganizados y organizados » del mundo, y al incendio de noviembre de 2005, que sacudió los suburbios parisinos haciendo temer el resurgimiento de un viejo fantasma, considerado muerto.

Enfático, el Comité Invisible declara : «No hay solución social a la situación presente. La única solución es la represión, que se acentuará», puesto que el Estado tiene por función tratar de hacer imposible la posibilidad de lo que es como paradoja, cada vez más posible : « El avión sin piloto que sobrevolaba los suburbios parisinos durante los disturbios de 2005, anuncia el futuro. El incendio de 2005 significó la plena posesión de un territorio…haciendo vana la acción policial, pero la policía y el ejército se adaptan, las fuerzas represivas francesas -CRS-se organizan en pequeñas unidades móviles  profesionalizadas. Los oficiales de la OTAN aplican un método participativo que implica que cada soldado participa en el análisis, preparación ejecución y evaluación…Los soldados israelíes luego de la batalla de Naplús, trabajan como arquitectos de interior (como recientemente en Gaza) ; obligados por la guerrilla palestina a abandonar las peligrosas calles, han aprendido a avanzar vertical y  horizontalmente al interior de las construcciones urbanas ; un oficial israelí lo explica : ‘He escogido atravesar los muros, como un gusano que avanza comiendo lo que encuentra…’ »

Más adelante el Comité Invisible expresa : « Lo urbano es más que la escena del enfrentamiento, es el medio. Ello nos recuerda los consejos dados por Blanqui al partido de la insurrección ».

La mundialización y la contradicción cada vez más abierta entre las fuerzas que producen las riquezas y  las relaciones sociales escleróticas se agravan en el contexto de esta reestructuración capitalista  llamada crisis. Algunos tratan de fusionar, de fundir las tendencias que aún no han abandonado la hipótesis comunista y actuar de consuno. Otros, ya han adherido plenamente al circo parlamentario.

Uno de los objetivos de Marx fue el de tratar de demostrar que el comunismo surge del movimiento del capital y que es su consecuencia necesaria. Produciendo en sí mismo la contradicción motriz de su historia, el capitalismo entregaría también la solución. La acumulación capitalista, concentrando y centralizando el capital, conduce a la expropiación de los capitalistas. El capital desarrolla una organización social del trabajo incompatible con el carácter privado de los medios de producción que lo caracteriza. La crisis sería el momento donde se anudan las contradicciones capitalistas. Y aunque el análisis de Marx no ha permitido corroborar hasta ahora la visión de que el propio capitalismo engendra a sus sepultureros, guardar un cierto « espíritu » de Marx, mantener y organizar la hipótesis comunista, esto es, pronunciarse por la « radicalidad necesaria» aparece como un una decisión ineludible.

« Nada falta para alcanzar el triunfo de la civilización occidental. Ni el terror político ni la miseria… El desierto ya no puede crecer más : está en todas partes. Pero todavía puede profundizarse más. Ante la evidencia de la catástrofe, hay aquellos que toman nota, aquellos que denuncian y aquellos que se organizan. El Comité Invisible está al lado de aquellos que se organizan… ».

Paco Peña,  París, abril de 2009.

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