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Acerca del show de Carmen Castillo en TVN, dos sábados de Diciembre 2008

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El día 26 de diciembre de 2008, Valentina ingresó un comentario al artículo publicado bajo el nombre: Carmen Castillo: La dictadura convirtió a Chile en país de amnesia general. Dado que los comentarios sólo permiten textos de una extensión de 1.000 palabras, le sugerimos a Valentina que escribiera el comentario completo que tenía que hacer y nosotros se lo publicábamos. Hicimos esto, pues vimos que se trata no de un lector más sobre el tema, sino de una participante directa de los hechos y como tal nos interesa su opinión para tratar de entregar una visión más completa de la historia, en el esfuerzo que hacemos por rescatar nuestra memoria y entregarla a las nuevas generaciones mostrando nuestros aciertos y errores, en el legítimo deseo de ayudarles a ser más efectivos que lo que fuimos nosotros. Es la justa causa de nuestro pueblo la que nos exige escuchar opiniones y aprender. Aquí entregamos a Uds. el texto completo del comentario de Valentina.
La Redacción de piensaChile

Trato de reflexionar desde una triple perspectiva:

o Como cineasta chilena

o Como ex-militante del MIR (1971-1981,  si no me equivoco)

o Como “amiga con ventajas” de Miguel Enríquez desde el 8 de Octubre de 1972 hasta el 5 de Octubre de 1974

El tema de reflexión, es la exhibición de “Calle Santa Fe” en TVN durante el mes de Diciembre 2008.

Si yo pudiera hacer abstracción de mi triple condición (cosa imposible en principio, porque el cristal tricolor empaña mi percepción), la verdad es que desde un punto de vista cinematográfico podría observar que:

1.-  Hay un intento de narrar desde una perspectiva subjetiva e intimista, a partir de una trampa sutil: la “credibilidad” de diversas personas que han sufrido injusticia, torturas y un dolor muchas veces irresistible. Y de otra parte, este intento se sustenta en el juicio de “verdad indiscutible” que parece emanar del testimonio gráfico de los tiempos ya idos.

2.-   Hay un intento de adueñarse de la ausencia de los muertos, para “hablar en su nombre” y  validar lo que “cineasta/personaje” quiere decirnos, no como discurso personal, válido per se, sino como confirmación de sus dichos a través de una mescolanza de archivos, frases entresacadas y momentos con “testigos”

3.-   Hay un intento de hacer hablar a las imágenes y al contexto, que al no dar de sí, es reemplazado por un discurso explícito y desorganizado

Todo ello, para mí, hace a un discurso fílmico enrevesado, desorganizado y  poco eficaz. Innecesariamente extenso, tal vez apropiado para el álbum familiar, pero no para una “interpretación” a medio camino entre el narrador/a  y  la historia.

Como ex-militante del MIR, poco que decir. La versión de Carmen Castillo no coincide con la mía, cuestión nada compleja, ni rara. Provengo de otro entorno socioeconómico; mi experiencia de militante de base es normal y muy rica en aprendizajes en “los frentes de masa” hasta el día 11 de Septiembre de 1973 inclusive; más “rarita” por la fuerza de las circunstancias a partir de ese día en que me vi “obligada” a pasar a “otras tareas” en la clandestinidad, tareas que se prolongaron hasta el 4 de Marzo de 1975, en que salí de Chile a un segundo exilio familiar (primero el exilio español de mis padres, luego el mío y de los míos).  Tareas que asumí como el compromiso lógico con mi condición de militante en un partido que supo comprender anticipadamente las consecuencias de un levantamiento contra el Gobierno legítimamente elegido,  contra el pueblo y sus aspiraciones y contra todo aquel que no  aplaudiera la traición de esos golpistas.

La tercera etapa, muy sufrida por la desvalorización, las luchas de poder intestino y la falta de democracia interna, duró hasta la profesión de fé a la que se queria obligar a la militancia en el exilio, respecto a la tristemente célebre “política de retorno”. Una política ñoña e irresponsable, incapaz de enriquecerse o modificarse en función de razones políticas, prácticas y bastante evidentes para quienes conocieran y “respetaran” las normas de seguridad y el coste del trabajo clandestino. Amplios sectores marcados por la cárcel, la tortura y la experiencia clandestina fueron desechados sin respeto ni miramientos, si tenían reparos u opiniones disidentes a las de la dirección A un partido laico, se lo cargó una suerte de “dogma religioso” basado en la expiación de los pecados y en el sentimiento de culpa colectivo. Da gusto ver hoy que al menos algunos de los que en aquel momento eran intransigentes y sabelotodo, parecen haber matizado sus opiniones.

A partir de entonces y fiel a mi intuitiva certeza ancestral de que los partidos son herramientas con un sentido práctico de impulso a un pensamiento estratégico, basado en valores y traducido en acciones coherentes con su misión y visión, no he vuelto a adscribir a ninguna formación partidaria, pero creo que mantengo vivos los principios de justicia social y valores humanistas que en su momento me llevaron a actuar políticamente desde que tengo uso de razón, de muchas y muy diversas formas. Más allá de la memoria de compañeras y compañeros cuyo ejemplo trato de respetar y rescatar por los medios a mi alcance, me inspira una larga tradición familiar de pensamiento libertario. Todo ello, es el más importante capital que poseo, herencia irrenunciable  que intento legar a quienes nos siguen, como un tesoro hecho de muchas vidas que van sumando valentía, amor y capacidad de rebeldía ante el poder cosificado.

Ese flujo de experiencia acumulada, nos hace poderosos y poderosas frente a los nuevos escenarios y los desafíos de cada tiempo. El más hermoso sentido de la lucha que sostuvieron quienes ya no están, es que hicieron lo que hicieron  con las armas que tenían. Así, quienes hoy quieren seguir su ejemplo, debieran rescatar ese espíritu inmortal, no el cosismo de  lo que pueda figurar “al pie de la letra”.

Por último, como “amiga con ventajas” de Miguel Enríquez, desde el 8 de Octubre de 1972, hasta el día 5 de Octubre de 1974, puedo decir que ese joven impulsivo, vital y lleno de proyectos para los más desposeídos de Chile y el mundo, como muchos políticos y famosos chilenos, no se distinguió precisamente por su monogamia, por lo cual las “viudeces” creo que radican en quien las usa. Quiso Miguel, o amó, a varias personas, a su manera, y creo que lo decía con bastante crudeza y realismo, sintiéndose algo torpe por su incapacidad (o decisión) de  dejar en segundo plano lo que a la vez concebía como algo de profundo contenido romántico, sin tiempo para “trabajar” (pasar del enamoramiento al amor).

No sé si alguna mujer tiene derecho a considerarse su “viuda”. Pero si sé que sus hijos son huérfanos de quien les quiso legar un sentido de justicia y de acción consecuente.

No tengo derecho a dar consejos, no soy quién para ello. Pero Alejandra y Manuela fueron amadas por Miguel, son madres de sus hijos y él con franqueza así lo decía a esta “amiga con ventajas”, no sé ni me importa si lo dijo a otras. Tal vez la Señora Castillo debiera pensar un cachito en los/las demás y montarse la vida de otra manera.

Las “viudas” de algunos muertos ilustres en Chile, han resultado algo “tóxicas” para la historia del país. Casi, casi como si le hicieran el juego a la historia oficial que recupera “figuras” solo para despojarlo de su contenido vital, político e ideológico. Curiosamente, todas ellas pertenecen a un sector social bien restringido, que radica su poder simbólico en la apropiación de las figuras emblemáticas. Después de todo, todos son parientes ¿O no?

Lo más razonable de la ficción de la Señora Castillo, me pareció la postura del joven mirista, para quien el legado de Miguel radica en otras coordenadas que la adquisición, treinta años después, del chiche de Doña Carmen.

Tal vez el barrio de San Miguel podría ser el barrio emblemático, al menos hay dos casas más en las que Miguel vivió gran parte de su vida en clandestinidad: por ejemplo, su casa para los días de después del Golpe,  en la Calle Santa Elena, o en la calle Llico, donde otros brazos lo esperaban ¿o no, Humberto Sotomayor?…

Quien sabe si otras direcciones pueden aparecer en el futuro. 

Lo que sería bonito, a mi juicio, es que la Señora Castillo comprara la casa de Santa Fe y la habitara durante su vejez. Tal vez allí podría hallar sus fantasmas personales, que es lo que debiéramos hacer junto a ellos, si los tenemos. Lo otro, francamente, me resulta enfermo de demagógico.

Desde mi maravilloso espacio poblado de presencias personales, los saluda cariñosamente

La que alguna vez fue Valentina

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