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La contribución de Jaime Guzmán a la consolidación de la dictadura

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“Estoy archifranquista, porque he palpado que el Generalísimo es el Salvador de España, porque me he dado cuenta de la insigne personalidad que es, lo contenta que está la gente con él, lo bien que se trabaja y el progreso económico que se advierte. Y que conste que en España hoy hay libertad absoluta, entendida y orientada al bien común y no a satisfacer el absurdo principio de la Revolución Francesa[de la ] liberté, que tiende al libertinaje. ‘No hay libertad sino dentro de un orden, ha dicho Franco’”.
Carta de Jaime Guzmán a su madre, Lisboa, 10 de marzo de 1962

“El actual proceso chileno no puede desconocer la gravitación decisiva que en sus logros han tenido las condiciones personales de gobernante acreditadas por el Presidente Pinochet, que ciertamente deben apreciarse como excepcionales”. 
Jaime Guzmán, 1979 

La reciente inauguración de un enorme memorial en su honor en “el barrio alto” de Santiago (1), ha puesto una vez más en el centro de la atención pública la contribución y el legado político de Jaime Guzmán, los que no siempre son comprendidos adecuadamente y en su entera dimensión, ni siquiera por sus propios partidarios.

Ha sido sólo a partir de los comienzos de la “democracia tutelada”, y gracias a las investigaciones y análisis del profesor Renato Cristi, que ha sido posible llegar a  precisar la dimensión e importancia capital de la contribución de Guzmán al proceso de institucionalización de la dictadura pinochetista, que curiosamente han encontrado la oposición de sus intérpretes derechistas. 

He aquí un buen resumen que hace Cristi de sus “contribuciones”: 

“Junto con legitimar la dictadura militar y justificar sus violaciones de derechos humanos como una acción transitoria, excepcional y necesaria, [Guzman] concentra su acción en el constitucionalismo. Considera que una constitución es la mejor manera de lograr el desarme democrático. “… es Guzmán quien persuade a la junta militar de la necesidad de abrogar la Constitución de 1925 y de la necesidad de crear una nueva. Una articulación de constitucional adecuada de las nociones de autoridad y libertad es la mejor formula de contención y freno de la democracia” (2).    

¿En que consistiría a juicio de Guzmán la función de una nueva constitución? El mismo lo revela en diciembre de 1979, de manera algo críptica, y valiéndose se una comparación futbolística: 

“En vez de gobernar para hacer, en mayor o menor medida, lo que los adversarios quieren, resulta preferible contribuir a crear una realidad que reclame de todo el que gobierne una sujeción a las exigencias propias de esta. Es decir, que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen  de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido [como] para hacer extremadamente difícil lo contrario”.(3) “… que las alternativas que compiten por el poder no sean sustancialmente diferentes, o en el peor de los casos…, que el enraizamiento social de los beneficios de la propiedad privada y la iniciativa económica particular .. sean de tal modo extendido y vigoroso que todo intento efectivo por atentar en su contra esté destinado a estrellarse contra un muro muy difícil de franquear”.(4)           

Reemplácese aquí ‘adversarios’ por ‘izquierda’, y ‘cancha’ por ‘constitución’ y podrá entenderse el plan de Guzmán de crear un marco constitucional que redujera las posibilidades del accionar político, en el mejor de los casos, a la alternancia de partidos o coaliciones prácticamente con las mismas plataformas; pero que además hiciera casi imposible que dicha constitución pudiera ser reformada en sus aspectos esenciales. He aquí la definición misma de lo que pudiera denominarse una “constitución blindada”.      

Significativamente, la mayoría de los intérpretes derechistas del proceso de institucionalización de la dictadura adjudican a Pinochet y al resto de los generales golpistas la iniciativa en materias constitucionales y políticas, atribuyéndole a la junta militar los siguientes propósitos 1. destruir la constitución de 1925, 2. arrogarse el poder constituyente, de 3. darle un carácter refundacional al nuevo régimen, y 4. crear una comisión de juristas para estudiar y redactar una nueva constitución. 

En realidad quienes así lo creen le dan demasiado crédito a la capacidad intelectual, visión política y sofisticación jurídica de la Junta Militar en aquellos primeros días de existencia; y no consiguen explicar cómo los mismos que se levantaron en armas en contra del Presidente Allende, en defensa de una Constitución supuestamente vulnerada por éste, pudieron haberse propuesto destruirla  y reemplazarla por otra sólo dos días después del Golpe.

Es indudable que todas estas iniciativas salieron del cerebro maquiavélico de Jaime Guzmán, quien era profesor de Derecho Constitucional en la Universidad  Católica, que  por más de 10 años venía pensando en los obstáculos que la constitución de 1925 representaba para su agenda política corporativista de corte franquista; y que desde 1963 se había dedicado activamente a la promoción de la idea de crear una nueva institucionalidad para Chile. Como por lo demás quedó claramente registrado en sus escritos de la época. De allí que el profesor Cristi tenga toda la razón al escribir:

“Guzmán era la cabeza visible del movimiento gremial que constituyó la base política y social del golpe de Estado [de 1973]. Las fuerzas armadas no pudieron sino someterse y adoptar la agenda política que Guzmán le había impreso a ese movimiento aglutinado bajo su liderazgo intelectual. En ese sentido las fuerzas militares fueron instrumento dócil de la fuerzas civiles.  “… Empleando la figura del legislador de Rousseau (Contrato Social II,7) podría decirse que Guzmán fue el ingeniero que diseñó la máquina y Pinochet el fogonero que la echó a andar y mantuvo su curso”. (5)    

Pero para comprender cabalmente el rol central jugado por Guzmán en la legitimación jurídica de la dictadura, es necesario entender primero el rol crucial que el concepto de Poder Constituyente desempeñó en este proceso. Este concepto, empleado con gran efecto por Guzmán, lo tomó éste de la obra de los discípulos españoles de Carl Schmitt (1888-1985), uno de los grandes pensadores políticos conservadores del siglo XX, quien luego de haber sido un influyente profesor y consejero en materias constitucionales durante los últimos años de la República de Weimar (1919-1933), terminó apoyando al régimen de Hitler (se afilió al Partido Nazi ya en 1933), y elaborando una teoría política que lo justificaba intelectualmente.          

El concepto schmittiano de Poder Constituyente es algo complejo, pero en lo esencial se refiere a la capacidad, o poder, que poseerían un colectivo, o un individuo, para decidir sobre la generación de un orden político legítimo. De acuerdo con la concepción democrática encarnada en la Constitución de 1925, que rigiera en Chile hasta el 11 de septiembre de 1973, este poder residía en el pueblo, el único verdaderamente capacitado para crear, reformar o reemplazar su Carta Fundamental, por medio de una Asamblea Constituyente. 

En cuanto a esto, el problema que posteriormente al Golpe confrontaba Guzmán, así como el resto de los consejeros legales de la Junta, dispuestos por influjo de aquél, no sólo a reformar sino a destruir y reemplazar desde los cimientos la organización jurídica y política del Estado Chileno, consistía en encontrar un expediente jurídico-constitucional que les permitiera legitimar, pero al mismo tiempo sustraer a la mirada pública, aquella acción  revolucionaria. Es aquí donde Guzmán echa mano de la doctrina schmittiana del Poder Constituyente, con el entendido de que en adelante dicho poder no residiría ya más en el pueblo chileno, sino que ha sido subrepticiamente transferido a la Junta Militar.           

Más allá de las reformas introducidas “desde arriba” por el Presidente Lagos en el 2005,   el núcleo autoritario de la Constitución del 80 no ha sido alterado significativamente y continúa siendo el legado central de la construcción jurídica de Jaime Guzmán. 

Es a la luz de las importantes “contribuciones” que hemos tocado brevemente en estas páginas, que debe entenderse, y juzgarse, política y moralmente, su legado histórico. 
 
Notas:
1. Se trata de un grupo escultórico, creado por María Angélica Echavarri, compuesto por 66 figuras de bronce, de un total de 12 toneladas de peso, que parecen marchar en fila sobre un espejo de agua de 36 metros de largo por 18 de ancho. La enormidad de los monumentos es distintiva de la estética nazi-fascista, inspirada en el modelo romano.    

2. Renato Cristi, EL PENSAMIENTO POLITICO DE JAIME GUZMAN, Santiago, LOM Ediciones, 2000, pág. 33

3. Citado por Felipe Portales, en su libro: CHILE: UNA DEMOCRACIA TUTELADA, Santiago, Editorial Sudamericana, 200, pág. 46.  

4. Jaime Guzmán, “El camino político”, en revista Realidad, 1, 1979, pág. 33-44. Véase: Renato Cristi y Carlos Ruiz, EL PENSAMIENTO CONSERVADOR EN CHILE, Santiago, Editorial Universitaria, 1992, pág. 123. 

5. Renato Cristi y Pablo Ruiz-Tagle, LA REPUBLICA EN CHILE. Teoría y práctica del Constitucionalismo Republicano, Santiago, LOM Ediciones, pág. 196.

   Descripción del Memorial Jaime Guzmán

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