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El exilio, un amigo y San Antonio

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Introducción:

En esta ciudad de campos azules
he recibido besos profundos, abrazos.
Palabras encendidas y cantos dedicados.
Algunas miradas estremecedoras, aflictas
que me buscan y me encuentran cansado.

Aquí me entreviste con la risa:
litigué con el miedo, compartí la incertidumbre.
Estreché manos violentas, también de pescadores.
Luché con gente que habita entre el alquitrán.
Sucumbí con las sobras jubilosas del sonante mar.

Aquí, donde producen hombres blancos,
existen amigos, compañeros.
Personas de entrecejo incisivo,
profesionales, detallistas.
Hombres de metal, hombres de madera.
Hombres ilusionados que miran el futuro.
Hombres con ojos de diamantes,
de manos latentes como río, como ráfaga.
Hombres de anhelos y hogueras sencillas.

Relato:

Entre trabajo y llamas que absorben
encontré al hombre que comió sal,
bebió de los pantanos arenosos
y sobrevivió a cada puntada del sol,
a cada pesadilla de la noche

Conocí a Hernán Henríquez Vidal:
Nació en Valparaíso y creció entre peñascos,
navegó entre calles huracanadas
para saber cuanto valía su destino.
Supo del exilio y caminos alborotados.
Miró su país desde las estrellas ardientes
y como mapa lo dibujó en su mente.

Apoyó en sus hombros el mar de México.
Adornó su piel con tela de bandera cubana.
Caminó clandestino con brújulas de pólvora.
Se desplomó en Angola guiado por la metralla
Renació entre cascadas de furia desconcertada
y a veces imaginaria.

Supo de las heridas que encarnó en silencio.
Oscureció la noche en un África desconocida.
Salvó sus uñas para rasguñar el destino.

Comentario:

Conocí a Hernán Henríquez Vidal:
Él es hoy un sol de noche,
es un relámpago dormido.
Camina sencillo y asfixia su voz para eludir secretos.
Guarda en un bolsillo una flor exagerada
para entregarla con honor a los hombres dormidos.
Quiere llorar, pero tiene el pasado en su mente,
prefiere reír, es más fácil cuando está entre nosotros.

Resumiendo:

Conocí a Hernán Henríquez Vidal…
Puedo dedicarle líneas en versos abreviados
para encandilar los bosques del otoño,
que se dispersan como las bestias en el valle
aterrando y disipando de estatuas el camino.

Epílogo:

Conocí a Hernán Henríquez Vidal,
hoy me ha preguntado por su patria…

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