La temporada de elecciones está en pleno calentamiento, cuando ya se acercan las Convenciones partidarias, que se llevarán a cabo una detrás de la otra: los demócratas tendrán la suya en Denver, seguida por la de los republicanos en Saint Paul, Minesota. Las convenciones se han convertido en complejos y caros eventos publicitarios en los que el “presunto” nominado es coronado con bombos y platillos, papel picado y una omnipresente cobertura mediática. Lo que la gente no sabe es hasta qué punto las grandes corporaciones financian las convenciones, volcando decenas de millones de dólares en ellas gracias a un poco conocido vacío legal existente en el sistema de financiación de las campañas electorales.
Stephen Weissman, miembro del independiente Instituto sobre la Financiación de las Campañas (CFI, por sus siglas en inglés), explica cómo funciona esta financiación poco convencional:
“Está totalmente prohibido otorgar contribuciones ilimitadas a los partidos políticos. Está totalmente prohibido que una corporación o un sindicato acudan directamente a sus arcas y entreguen dinero a los partidos políticos. Sin embargo, bajo una exención que fue creada por la Comisión Electoral Federal, que en esencia está constituida por representantes de los dos principales partidos, todo este dinero puede entregarse si se hace a través de un comité anfitrión bajo el pretexto de que es simplemente para promocionar la ciudad en la que se celebra la convención.”
Según el nuevo informe presentado por el CFI, “Análisis de los donantes de las Convenciones” (Analysis of Convention Donors), desde las últimas elecciones presidenciales las empresas que financian las convenciones han gastado más de 1.100 millones de dólares en grupos de presión para ejercer influencia sobre el gobierno federal. Sumemos eso a los millones que vuelcan en las convenciones. Según dice Weissman: “A cambio del dinero que aportan las corporaciones, los partidos, a través de los comités anfitriones, ofrecen acceso a políticos de alto nivel, al presidente, al futuro presidente, al vicepresidente, a miembros del gabinete, senadores, congresistas. Les prometen a estas empresas que no solamente podrán acercarse a estas personalidades en recepciones y a través del acceso a las zonas “VIP”, sino que incluso también tendrán reuniones con ellas.”
La publicación de lo que donan las corporaciones no se exige hasta que hayan pasado 60 días tras cada convención, lo que supone básicamente llegar al día de la elección, con lo cual no hay tiempo para cuestionar a un candidato sobre sus donantes específicos de origen corporativo. Weissman informa que la mayoría de las corporaciones que están aportando dinero a los “comités anfitriones” también tienen importantes compromisos con el gobierno federal. Tomemos, por ejemplo, el caso de AT&T. Glenn Greenwald, de Salon.com, indicó recientemente que los convencionales demócratas y los periodistas registrados que estén presentes en la Convención recibirán un bolso con el logotipo de AT&T bien visible. Es una perfecta metáfora de un regalo mucho mayor, el que los demócratas y los republicanos acaban de hacerle a AT&T y a otras empresas de telecomunicaciones: inmunidad retroactiva por espiar a ciudadanos estadounidenses.
Mientras que los senadores Russ Feingold y Chris Dodd lucharon contra ese proyecto de ley, el senador Barack Obama, hasta hace poco un férreo opositor a conceder inmunidad a las empresas de telecomunicaciones, dio vuelta su postura y apoyó la medida, incumpliendo su promesa de obstruir dicho proyecto de ley. Justo en el momento propicio.
Las convenciones son también campos de entrenamiento para la próxima generación de funcionarios electos. Muchos legisladores estatales asisten a las convenciones como delegados, y una vez allí se empapan de las artes y formas de la política de las grandes sumas de dinero. Desde las fiestas auspiciadas por empresas hasta las suites de cortesía, aprenden que nada se gana con desafiar al status quo.
Obama ha renunciado al dinero de los grupos de interés y de los grupos de lobby para financiar su campaña, y ha dado un paso histórico al usar Internet para reunir millones de pequeños donantes y amasar un fondo de campaña de 72 millones de dólares para finales de junio. Sin embargo, la convención de Denver parece ser más y más de lo mismo. Weissman escribe en su informe: “El proceso democrático no necesita convenciones suntuosas, con escenarios de millones de dólares, palcos lujosos y equipos de producción de Broadway”.
Lo que es necesario, dice Weissman, es quitar las contribuciones indirectas del proceso de las convenciones: “El Congreso debería aprobar una ley que diga no más contribuciones indirectas para estas convenciones, no más fondos proporcionados por las corporaciones o por los sindicatos, no más donaciones individuales ilimitadas. En lugar de ello, los partidos — dejemos de lado esta ficción de los “comités anfitriones” — pueden salir a pedir ayuda a la gente para organizar la convención, pero con los mismos límites que tienen cuando piden la ayuda de sus partidarios habitualmente.”
Se dice que “Garganta Profunda” le dijo a Bob Woodward durante el escándalo del Watergate: “sigue el dinero.” Parece que este verano bastará con acudir a las Convenciones Nacionales de los partidos Demócrata y Republicano para dar con él. Ya es hora de cerrar ese vacío legal.
– La autora es la presentadora de Democracy Now! www.democracynow.org, noticiero internacional diario emitido en más de 700 emisoras de radio y TV en Estados Unidos y el mundo.
Texto en Inglés. Traducido por: Ángel Domínguez y Democracy Now! en español
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