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El obispo predica la parábola del gatopardo

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Apenas a dos semanas de consumarse la victoria electoral del obispo Fernando Lugo en las elecciones presidenciales de Paraguay, la desilusión ha ganado los ánimos de la mayoría de sus votantes, sobre todo los adictos al Partido Liberal que con un renunciamiento histórico posibilitaron la alternancia en el poder político del país.  

El tan mentado cambio, anunciado con bombos y platillos desde la Alianza que impulsó la candidatura del religioso suspendido, ha dado paso al más desvergonzado gatopardismo entre los nuevos sátrapas, que se han envuelto como manadas depredadoras en una encarnizada pugna por los cargos que quedarán vacantes con el desalojo del partido Colorado, una larga lista de privilegiados puestos con altísimos salarios y escasísimas responsabilidades.

De dónde saldrán los nombramientos es hasta ahora un secreto guardado bajo siete llaves, considerando que el responsable parece no escuchar razones ni siquiera del partido que más votos aportó a su triunfo, el PLRA.  Las sospechas apuntan en una sola dirección: la embajada norteamericana, financista de la mayoría de los grupos que cerraron filas en torno al Obispo. 

El mismo candidato triunfante, teólogo del neoliberalismo que asumirá el poder en agosto, no ha hecho mucho esfuerzo tan siquiera para exteriorizar un cambio de estilo.  A principios de esta semana, se rumoreó que cederá el ministerio de Industria al empresario que le facilitó su avioneta privada para realizar su campaña, y poco después aceptó un lujoso vehículo Todo-terreno evaluado en 70 mil dólares como obsequio de un oscuro político de la frontera. 

También se reunió con su supuesto archienemigo el presidente saliente Nicanor Duarte Frutos sin trascender los temas tratados, y designó como ministro del área económica a un conocido agente del Fondo Monetario Internacional, el economista Dionisio Borda, de triste memoria por sus impuestazos y sus  impopulares medidas tributarias para alimentar el andamiaje del prebendarismo y la corrupción durante los primeros meses del gobierno saliente. 

Mientras el supremo obispo tiene tiempo para reunirse con la mafia, departir con sus financistas y empresarios, presentar a los ministros que le imponen el FMI y el embajador norteamericano, un grupo de mujeres indígenas y de sectores populares liderado por Maguiorina Balbuena me ha hecho llegar una nota donde manifiesta su preocupación por la escasa importancia dada hasta ahora a un pedido de audiencia presentado al obispo hace casi dos semanas, sin respuesta alguna. 

En medio de esta verdadera prédica de las semblanzas gatopardistas, florecen los arribistas que elogian la adscripción del  Mesías al "pensamiento único", chantajistas que silencian toda reflexión crítica en nombre del realismo, el pragmatismo, la responsabilidad y la modernidad. 

Desterrando la función intelectual y convirtiéndose en ecos, aparecen los  comunicadores y educadores del nuevo establishment reclamando tajadas por sus silencios o elogios, los neoliberales químicamente puros, los obesos comerciantes perfumeros y los maquilladores de la historia.  Para esta comparsa circense de falsedades, denunciar la verdad sería el más revolucionario y peligrosamente subversivo de los actos. 

Integrarse a este equipo dominado por la banalidad y cobardía no es fácil, se debe ignorar vastas áreas de la realidad, renunciar a la imaginación crítica, a la inteligencia, a la reflexión y los principios y por supuesto, abrazar apasionadamente la nueva teología que  ha desembarcado en Paraguay de la mano del obispo Fernando Lugo, la teología neoliberal. 

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