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Chile, la izquierda en estado puro: en lo social, lo político y lo cultural

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A veces los avatares de la vida me arrancan de mi esclavitud a tiempo parcial, el trabajo por un salario, y quedo en la terrible libertad de ocupar mi tiempo de la manera que más me guste. Llevado por mis pies anduve varias cuadras, atravesé el parque y me refugié en la Biblioteca del barrio, allí esperaba yo, aminorar los rigores del calor, pero algún papa frita decidió no poner el aire acondicionado. Luego de hacer desfilar ante mis ojos muchas revistas me fui a los estantes con libros y llevé, para repasar en casa, tres libros de Borges de allí rescato la palabra nadería, que él aplica para significar el nulo valor de unos cuantos productos literarios analizados por él.

Acude a mi memoria una sorpresa o un palmo de narices con algo que Borges manifestó como una verdad indiscutible, pero difícilmente asimilable. Al no tener a mano la forma en que él lo escribió quedo en el trance de recurrir a las traiciones de la memoria, él habría dicho, en esencia, que si el universo es infinito, donde quiera que estemos, estamos en el centro. Lo mismo vale para decir que si uno está en San Pedro de Atacama o en cualquier orilla del lago Victoria o en la Plaza Roja, hay tanta distancia hacia un punto hasta volver, dando una vuelta completa, al mismo punto que si vamos en sentido contrario y llegamos al punto de partida, entonces, estemos donde estemos, estamos siempre en el centro de la superficie terrestre.

Estos dos momentos de Borges, el escritor, sirven para ilustrar lo que pretendo asegurar, desde mi centro, ocupados en lo urgente no apreciamos lo importante, ocupados en lo lejano no vemos lo cercano, ocupados en desentrañar los misterios no asumimos las verdades obvias. Esto no impide que repudie el Borges político, una perfecta M. capaz de comparar al más criminal de todos los criminales con una honrosa espada.

Tentado estoy de afirmar que en Chile la izquierda es una nadería, cuando pudiera ser una heladería en el tórrido calor del verano, prefiero adentrarme en el análisis de tres aspectos motores de la paradójica realidad del terruño. Una mirada honesta me obliga a decir que el título de esta nota: Chile: la izquierda en estado puro: en lo social, lo político y lo cultural, contiene una afirmación inexacta. No existe, en los hechos que atañen a la sociedad, nada en estado puro. Lo que pretendo hacer es aislar, por requerimientos de análisis, estos tres temas y ver como en cada uno de ellos se mueve la izquierda. También es necesario decirlo con todas sus letras, lo que se ha dado en llamar izquierda es en realidad un conglomerado heterogéneo y atomizado de muchas fuerzas que luchan, en condiciones de total desventaja, por hacer de Chile un país de vida digna para todos. Estas izquierdas tienen matices desde los que luchan por cambios democráticos hasta los que resueltamente luchan por el socialismo, en el entendido de que socialismo incluye democracia, pero democracia a secas no necesariamente incluye socialismo. Otra verdad terrible es que ya nadie puede engañarse: en la concertación no hay izquierda, por más que algunos se denominen socialistas.

La izquierda en lo social
Para no hablar en el espacio infinito digamos que nos limitamos a las luchas sindicales y las luchas por “reformas” o avances en terrenos tan álgidos como la justicia para con las víctimas de la dictadura, la educación, la salud y la vivienda.

Las movilizaciones en estos espacios, son respuestas a problemas reales. Estos problemas se crean fundamentalmente por dos constantes que se juntan; una es la forma de hacer gobierno desde el desprecio, que posibilita dar soluciones de parche o soluciones que son peores que la enfermedad o simplemente postergar la solución; la otra es que desde el poder no puede haber otra solución que no sea mantener el sistema, no de gobierno ni su escuálida filosofía, sino el sistema de correa transmisora tanto en el terreno de las ideas que lo sustentan y lo justifican y los formas concretas en que ejerce su dominio.

El miedo y el desprecio se dan la mano, la demonización contra los que luchan y la represión más brutal. Antes se asesinaba sistemáticamente, ahora se asesina con un sistema solapado y se esgrime el cuco de que viene el lobo de la derecha.

Y los problemas siguen su inexorable curso hacia más acumulación de lo mismo: a más lucha, más represión y terror real y mediático.

La izquierda en lo social no logra movilizar a las grandes mayorías por la solución ahora de sus problemas, lo peor es que la izquierda organizada en los innumerables partidos y movimientos políticos no siempre están encabezando, o apoyando con todo, estas luchas sociales. Que en un país de más problemas, de más necesidades no atendidas que soluciones y la mayoría no está en la tarea de enfrentarse con los culpables de la desigualdad, de la injusticia, de la exclusión de los bajos salarios, etc. habla mal de como esta mayoría percibe su propia situación, habla mal de la credibilidad que tienen algunos agentes de cambio, habla mal de la organización que estas fuerzas se dan en su lucha y habla mal de los partidos y movimientos políticos y de como estos entienden su papel en la lucha social.

Nada avanzamos sino es con toda la gente desde sus problemas, pero enfrentado su falsa ideología.

La izquierda en lo político
Cuántos movimientos, que cansados de postergaciones y espacios mondos, asumen su realidad creando su propio espacio y esgrimen la solución de que sean los otros los que se sumen a ellos, cuántos partidos y movimientos piñuflas, que al no tener las mismas visiones o proyectos de futuro que los otros se mantienen en la porfía de existir contra natura, en esto ¿cuánto hay de ego personal multiplicado al cuadrado? para no exagerar, cuánto hay de desechable locura, cuánto hay de miedo a enfrentar la idea del espacio infinito o de la naderia, que es en realidad miedo a mirar, por miedo a ver lo que no conviene para salir del marasmo y entrar a la cruda de dar soluciones reales a problemas reales.

Unos intentos para unirnos hechos polvo por los mismo que en el discurso levantan las banderas de la unidad, los mismo que ahora quieren decir borrón y cuenta nueva y vamos para allá que allí está nuestra victoria.

Dice la Biblia que Jehová le impuso a Moisés la prohibición de mirar su cara (la de Jehová, no la de Moisés, que debe haber sido algo fiero). Los reyes impusieron la creencia de que ellos eran representantes de Dios en la tierra, sus súbditos no podían mirarlos a los ojos, hoy hay otra forma de imponer este temor y a veces terror, que es en definitiva imponer una conducta por miedo a lo peor, sin siquiera tener la más mínima idea de eso llamado peor. En Chile me pregunto si puede haber algo peor que todos los desmanes ocurridos bajo el mando del criminal alabado por Borges, la diferencia es que ahora hay varios millones de respirantes que no conocieron aquello ni tienen la capacidad de imaginar lo peor.

Tenemos una izquierda dispersa en pequeños conglomerados y algunos escudados en una gran cuota de sectarismo, dos cualidades atroces que no permiten avanzar y dan por resultado una izquierda atada por temor a que venga la derecha y haga de las suyas, como si los nadies que nos gobiernan fueran otra cosa más acá o más allá de la derecha.

No lo sé con plena seguridad y por lo mismo no puedo afirmarlo ni negarlo, recurro entonces a la afirmación temeraria, debe existir o debiera existir una izquierda, sino organizada, por lo menos en embrión o en proyecto, que quiera o quiere avanzar por un camino propio, ¿qué puede valer más: ser diente de ratón o pelo de la cola de un león?

El resultado es que somos una nadería. En esta situación de ser nada, todo está por hacerse o por comenzar a hacerse. Falta voluntad acorde con la gravedad de la situación y la envergadura de los problemas acumulados. Faltan ideas propias, falta encontrar las nuevas formas de organizar el descontento, las nuevas formas de sumar y sobre todo la nueva forma de ser y llegar hasta el final.

La izquierda en lo cultural
Aquí hay una piedra enorme, un vacío, una falencia, como quieran decirlo. Los cuadros que están en la práctica de izquierda no comprenden nada de lo cultural o se manejan con una visión de la cultura que los acerca o los identifica con la noción de cultura que esgrime el sistema: reducirla a una práctica, cuando es una identidad en un momento determinado. Si bien es cierto que se hace cultura, esto es lo menos, lo que mayormente produce la cultura no es un resultado producto, es un resultado conducta y sobre todo es una radiografía de la sociedad.

Sin una cabal comprensión de lo cultural, sin comprender el ser nacional no podemos incidir en su conducta ni lograr que esta manera de ser nacional se movilice por lo suyo.

Para lograr los cambios que la sociedad necesita con urgencia, los cambios por los cuales se clama desde casi todos los ángulos, se requiere saber como funciona la cultura y sobre todo saber como cambiar la cultura; esa cultura del teléfono celular que se usa para llamar al otro cuando sabemos que no responderá y dejarle en recado de que nos llame, poco importa que esa llamada del otro nunca se produzca; esa cultura de decir estoy de acuerdo contigo, es una idea genial, cuentas con mi apoyo, y luego sentarnos a esperar que sea el otro el que lo haga todo; esa cultura de lo mío vale, lo tuyo no.

La dictadura trastocó el alma nacional, los chilenos hoy en día son chilenos a la manera en que la dictadura lo quiso. Cualquier cambio ha de pasar por cambiar este ser nacional y para ello es imprescindible emprender la audacia de recuperar valores perdidos; la solidaridad, la lucha, el respeto por la palabra empeñada, el espíritu de sacrificio, no traicionar la confianza ganada y otros.

En estas nuevas batallas o coincidimos todos para vencer o nos siguen derrotando por separado. Si se diera nuevamente lo segundo, seguiríamos en la nadería, si producimos el milagro de hacer posible lo imposible y unirnos desde y para los cambios, otro será el cantar en Chile.

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