Los Salmoneros chilenos y las críticas del New York Times
por Juan Albornoz (EE.UU.)
17 años atrás 8 min lectura
El reportaje del New York Times que critica los métodos de la industria salmonera de Chile, y la reacción algo provinciana de los afectados, es una pelea perdida para los “salmoneros” chilenos. Pero es una derrota de la cual pueden sacar valiosas lecciones no sólo ellos, sino también el gobierno chileno.
Primero, ¿qué es el Times? ¿Tiene la influencia que tantos le atribuyen? El NYT es generalmente visto como el periódico de más influencia de USA y, posiblemente, del mundo occidental.
Su influencia no se origina simplemente en lo que dicen sus artículos día a día. Citado una y otra vez por otros medios periodísticos, por libros y figuras políticas y económicas, y al ser muchos de sus artículos reproducidos en otros países y lenguajes, su influencia y credibilidad son inmensurables.
Añada Ud la colección increíble de Pulitzers y otros premios, más una tradición de atrevimiento periodístico legendario (en 1971 desafió a la Casa Blanca al publicar los “Papeles del Pentágono” la historia secreta de la guerra de Vietnam). Sólo entonces uno comienza a tener una impresión más clara de la naturaleza de un periódico cuyos altos standards de calidad y lenguaje hacen que informalmente sea conocido como el “newspaper of record” del país.
El artículo del 27 de marzo aludió en forma general a las condiciones y técnicas inapropiadas de las plantas salmoneras del sur de Chile (cuestionables en algunos aspectos como higiene) pero el punto de mayor impacto –dada la creciente conciencia de salud/nutrición norteamericana actual– fue el uso excesivo de antibióticos por parte de los plantas chilenas. Pero al ver la reacción de periódicos como el Mercurio, algo sugiere al lector cuidadoso que el artículo de marras del NYT no ha sido traducido y puesto a disposición pública (El original sigue disponible en el sitio gratuito del NYT).
El artículo comienza por describir los serios efectos económicos y laborales del virus que afecta al salmón, agregando que las autoridades norteamericanas no definen al virus como dañino a la salud humana. Luego añade que los industriales mismos admiten un uso excesivo de antibióticos, incluyendo además comentarios en este sentido de los industriales noruegos, comentarios que no han sido desmentidos.
Agreguemos que el diario chileno La Tercera publica esta semana una carta de la Fundación Terram, Industria del Salmon, que compara el uso de antibióticos entre Noruega y Chile:
“En un reporte presentado diciembre 2007 (en el contexto de los Diálogos sobre Salmonicultura impulsado por WWF), un grupo de 4 científicos dio a conocer datos muy preocupantes, tras concluir que “el uso de antibióticos y compuestos antiparasitarios en Chile es alarmantemente alto”.
En el año 2003, por ejemplo Noruega usó 0.00002 Kg. de antibióticos/tonelada métrica producida con un total de 805 Kg. del ingrediente activo utilizado. Mientras tanto Chile uso 0.477 Kg. de antibióticos /tonelada métrica producida con un total de 133.800 Kg. del ingrediente activo utilizado. Lo más alarmante es que estas cifras corresponden a una producción de 509,544 toneladas métricas de salmón para Noruega y 280,481 toneladas métricas para Chile.”
¿Ahora, cuál fue la reacción de los salmoneros? ¿De embajada de Chile en Washington? ¿De su Agregado Comercial o su Embajador?
No fue, en general mucho más distinta, por lo visceral y patronesca, que la reacción del alcalde del norte chileno que se metió en el set de la película de James Bond a protestar lo que el veía como un insulto al honor chileno.
¿La reacción primera? Atacar al periódico norteamericano, incluso quejarse a su Ombudsman, mandarle una carta, “aclarándolos,” como se decía antiguamente.
La carta aparece entera primero en El Mercurio. Y seamos francos, ni su inglés y ni su estilo pasan la prueba mínima. Y el embajador, hablando al día siguiente de la publicación del artículo con una radio santiaguina (escuchada en todo el mundo gracias a Internet), dejó la impresión que no se daba cuenta de las consecuencias que vienen en el futuro. Lo que más le preocupaba era que le publicaran la triste carta. Bueno, después de unos días la carta es publicada, reducida misericordiosamente a tres párrafos y sin la despedida algo cómica que aparece en el original publicada en El Mercurio.
El problema no es uno de antichilenismo ni cosa parecida. Expliquemos. La conciencia alimenticia de la población norteamericana (hoy un mercado con más de 300 millones de consumidores) está alarmada por numerosos estudios que condenan el uso excesivo de antibióticos en seres humanos y luego en animales y aves. Recientemente reportajes sobre criaderos pesqueros norteamericanos que usaban pellets alimenticias (con componentes posiblemente tóxicos) fueron difundidos repetidamente con la consecuente alarma entre consumidores.
Hoy también toman lugar campañas de autoridades médicas que intentan reducir el uso de antibióticos en enfermedades leves. La aparición de infecciones nuevas y resistentes a los antibióticos conocidos crea condiciones para una crisis sanitaria y social de insospechadas consecuencias.
Agreguemos a esta conciencia alimenticia los escándalos que en los últimos meses han afectado a productos alimenticios y farmacéuticos de origen chinos (tanto para seres humanos como animales), alarmas sobre el virus de la vaca loca en carne importada y también producida en el país, y podremos entender mejor la sensibilidad de la percepción de los consumidores de USA.
Hoy en día, la aparición de productos orgánicos en la mayoría de los supermercados, (clasificación regulada por el ministerio federal de agricultura), ofrece en la práctica dos tipos de productos. Hay, por ejemplo, carne marcada como “orgánica” –certificada— que se vende prominentemente y a un precio mayor. Y está la otra, la carne sin esta identificación, de la cual el consumidor tiene que asumir que tiene características de crianza distintas.
En supermercados con buenas secciones de pescadería, los pescados de calidad, como el salmón, son separados en dos categorías, “farm”, y “wild” (de criadero y salvaje). El salmón ahumado, una especialidad gourmet carísima, también aparece etiquetado así. Lo mismo ocurre con productos agrícolas o verduras. Leche y yogurt en todas partes son vendidos en ambas categorías.
Todos estos factores culturales, componentes conocidos de la percepción pública de este gran mercado, deberían ser conocidos en detalle por los representantes comerciales de Chile y deberían ser una parte integral de la estrategia exportadora chilena.
Pero, no. La posición de algunos exportadores recuerda a los taxistas del tercer mundo: creen que los extranjeros son fáciles de engañar o de pasarles gato por liebre. Y cuando el extranjero descubre el engaño, lo típico es que se muestren ofendidos.
La carta del embajador puede haber parchado el rasgón en la sensible piel del orgullo chileno. Pero el problema de percepción persistirá si no se entienden las reglas del juego de una economía compradora con una conciencia extremadamente delicada respecto a la calidad de sus alimentos.
Los industriales de la pesca chilena (o de cualquier país) deben entender e incorporar a su estrategia de exportación un conocimiento amplio y actual de los procesos y valores culturales que guían al mercado que intentan conquistar. Aquí la función profesional y bien informada de agregados comerciales que alerten a los exportadores respecto de la idiosincrasia del mercado de destino de sus productos, es esencial. Es, en sentido práctico, una variedad valiosa de la inteligencia económica.
Pero, en Chile, irónicamente, una especie de onanismo publicitario rige y convence; las constantes alabanzas de los “triunfos” de la exportación chilena le hacen daño al país y al proceso de exportación. No, los vinos chilenos no son los mejores del mundo ni el salmón chileno es el más sano y alimenticio. Esa crítica ausente -y que medios extranjeros como el NYT ejercen con dura, pero clara objetividad- subraya en cierto modo la falta que tiene Chile de una prensa independiente, exploradora y persistente.
Si existiera esta prensa, en vez de dos cadenas nacionales de periódicos que representan los intereses de los grandes grupos económicos, posiblemente los problemas hubieran salido a la superficie antes, en procesos algo semejante a lo que los anglos llaman “lavar la ropa sucia en casa”. En vez de esa actitud saludable de crítica interna, lo que tenemos es una mentalidad dañina –el onanismo periodístico: si alguien critica los métodos de producción, esa persona o medio es antichileno.
La tempestad solamente ha comenzado. Todavía quedan otros grandes compradores de salmón como Costco o Sam’s Club, cadenas gigantescas que venden una variedad enorme de productos agrícolas chilenos a buenos precios, pero, comerciantes con sentido práctico y presente de los valores que guían a sus consumidores. Nadie va a poner a riesgo su reputación comercial ofreciendo productos que puedan afectar la salud de sus clientes (o que sean percibidos como tales).
O la industria chilena entiende la realidad que le presenta el mercado internacional o sufrirá, inevitablemente, serios daños.
Link a artículos publicados por El Mercurio
Gobierno cuestiona a The New York Times por "errores" en artículos sobre Chile
Tercer supermercado más grande de EE.UU. restringe la venta de salmón chileno
Fragmento de la carta del Embjador chileno que publico New York Time:
Letter
Chile’s Salmon IndustryPublished: April 4, 2008
To the Editor:Salmon Virus Indicts Chile’s Fishing Methods (March 27, 2008) Re “Virus Kills Chile’s Salmon and Indicts Its Fishing Methods” (news article, March 27):
The salmon and trout industry in Chile accounts for more than 50,000 jobs, $2.2 billion in exports in 2007, and 45 percent of the total imports of salmon and trout to the United States. I agree with American officials and Chilean executives when they reject the notion that Chilean salmon industry practices are unsafe and reaffirm that the virus called infectious salmon anemia is not harmful to humans.
To give further assurances to American consumers, it is important to remember that the Food and Drug Administration said that in 2007 none of the salmon samples tested positive to any of the chemicals or drugs mentioned in the article.
Moreover, all relevant food industries in the world face different challenges related to safety, sanitary controls and so on. The fact remains that Chile shows a remarkable record in prevention and management of food safety in this field.
Mariano Fernández
Ambassador of Chile
Washington, April 1, 2008
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