Resulta francamente inverosímil que la bala que lo mató haya salido de la pistola del joven que ha sido imputado por el crimen.
Ciertamente, como a muchos, me gustaría que el culpable fuese capturado y juzgado, pero creo que las autoridades se muestran demasiado ansiosas en mostrarnos a un culpable. Y es una prisa del todo innecesaria. Más tranquila estaría la ciudadanía si las autoridades juzgan al autor identificado sin equívocos, que montar un caso que parece inverosímil y que arroja dudas sobre las pesquisas policiales.
Igualmente, según declaró a la prensa [ver Noticias] un ex jefe del laboratorio de Criminalística de Investigaciones, "es muy difícil que una bala disparada por un arma nueve milímetros pueda hacer tanto daño, menos a 72 metros de distancia". En otra fuente, este mismo ex director señaló que "la bala que perforó la cabeza del cabo Cristián Vera puede ser una bala de fusil de 7 mm, de 7,62 mm o de 5,56 mm de una M-16" [ver Terra].
Según la transcripción de los agentes que se encontraban junto al cabo Vera, estos pensaban que estaban siendo atacados con metralletas Uzi [ver El Mercurio].
"La bala que atravesó el cráneo", según se informó originalmente, "era de gran tamaño y destruyó la masa encefálica, lo que produjo la posterior muerte del cabo", declaró la jefe de urgencias el Hospital de Carabineros, Patricia Nilo.
El primer hecho es aparentemente incompatible con el tamaño de una bala de nueve milímetros; lo segundo es difícil de explicar. Puede tratarse del impacto causado por el proyectil al salir del cerebro, o, igualmente, al entrar al cerebro, pero hay que insistir igualmente en la improbabilidad de ambas cosas, pues el imputado efectuó los disparos manteniendo la pistola en posición horizontal a más o menos un metro sesenta centímetros, o menos, del suelo. Para que la bala haya desviado hacia arriba su trayectoria, debe haber impactado previamente en otro objeto, que, según se dijo en su tiempo se trató del escudo del colega que estaba junto al cabo, que habría sido impactado y perforado por la bala, que continuó su trayectoria hasta volver a salir por el otro lado, impactando y perforando nuevamente el casco, lo que parece que es muy poco probable, según el análisis del ex jefe del laboratorio de criminalística que acabo de mencionar, Rubén Vilches Vega.
Que la bala lo haya impactado desde arriba es igualmente imposible.
Vilches Vega dice que una hipótesis es que "el disparo pudo haber sido efectuado desde altura, como en un segundo piso de un inmueble. Si iba inclinado avanzando, ofreciendo su flanco izquierdo, es probable que la bala haya sido efectuada a menor altura, a menos de un metro 60".
Tampoco sé si había en esos momentos, cuando murió el cabo Vera, algún helicóptero de Carabineros.
También conviene tomar en cuenta lo que agrega el ex director en cuanto a la velocidad y potencia de la bala: "Las fracturas que se aprecian en el cráneo se explican por la velocidad del proyectil. Era muy elevada y por lo tanto tenía mucha energía. Al perforar el cráneo a gran velocidad desplaza violentamente el contenido orgánico del cerebro, el que golpea contra las paredes del cráneo, generando las fisuras que se ven en las imágenes. En ellas se ve además que el cráneo estuvo a punto de explotar dentro del casco del carabinero" (misma fuente anterior). Esto es incompatible con el impacto de una bala de nueve milímetros a 72 metros de distancia.
Carabineros de Chile usa revólveres 38 y pistolas de nueve milímetros (ver el foro Razón y Fuerza).
Las acusaciones de El Mercurio (que también he tratado en PiensaChile), de que los manifestantes habrían disparado con armas de guerra introducidas al país por el Partido Comunista, deben considerarse absolutamente infundadas. Tampoco se tienen evidencias de que esa manifestación, tradicional en Chile con ocasión del 11 de septiembre, haya sido convocada por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
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