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Reflexiones sobre la Marcha: «El hambre es un crimen, digamos basta»

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18 de mayo de 2007 
Sr. Profesor Alberto Morlachetti
Muy estimado Alberto, por su digno intermedio adhiero fervorosamente a la Marcha de los Chicos del Pueblo. Con mis 84 años de edad y algunas nanas que ya asoman… no puedo estar físicamente presente en Plaza de Mayo, como es mi más vehemente anhelo. Querría estar para gritar con mi presencia episcopal la consigna “El hambre es un crimen, digamos basta”. Por estas líneas y su digno intermedio, quiero gritarlo en todas las direcciones para que lo oigan Gobierno, Empresarios, Sindicatos y la Iglesia – pueblo de Dios. Gritarlo para que nuestra niñez sea respetada en el primer Derecho Humano: una vida digna. Es un crimen matar la vida por nacer… Igualmente crimen es que el nacido no tenga ya desde las entrañas maternas una alimentación necesaria con madres bien alimentadas y esa alimentación adecuada lo acompañe a través de toda su niñez.
Hay que gritar el crimen de una niñez hambrienta en la sociedad argentina. Actualmente este crimen es un genocidio que se silencia en una criminal complicidad. TODOS LOS DIAS Y EN TODOS LOS MEDIOS DE COMUNICACIóN DEBERIA ESTAR EN PRIMERA PLANA. TODOS LOS DIAS HA DE SER LA PREOCUPACIóN DE LA COMUNIDAD CRISTIANA. Porque como el Papa clamó en Viedma: “Si hay un hombre, una mujer, un niño, un joven, un anciano necesitado, un cristiano no puede vivir tranquilo”. Entonces, ¿qué hacer ante la realidad argentina de miles y miles de niños hambrientos? No podemos quedarnos tranquilos. Cada uno de los argentinos tenemos que hacer todo lo que cada uno pueda. Pido a los Medios de Comunicación como primera instancia una campaña de mentalización. Silenciar un crimen es complicidad con el crimen.

Y Uds. queridos niños y niñas que padecen la violencia de la injusticia social y son víctimas de una sociedad consumista, defiendan con energía el Derecho a la vida digna pero sin actitudes violentas ni odio. Sólo con amor, el amor a la vida de cada uno y de los demás, lograrán vivir los Derechos Humanos inherentes a su propia condición, hoy de niños, y mañana de ciudadanos adultos capaces de formar una sociedad justa.

Los abrazo y bendigo en nombre del Señor Jesús, el amigo de niñas y niños.

Miguel Esteban Hesayne – Obispo

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