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Una Asamblea Nacional Constituyente para Chile

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Por la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente
La Constitución Política del Estado no representa la voluntad soberana del pueblo chileno. Fue impuesta en 1980 para legitimar una dictadura que violó los derechos humanos y enriqueció a un puñado de empresarios que, mediante espúreas privatizaciones, se apoderaron de la mayor parte del patrimonio nacional forjado con el trabajo y ahorro de generaciones de chilenos.

La Constitución actual ampara a los poderes fácticos que ayer se sirvieron de la tiranía y que hoy gozan de ocultos e irritantes privilegios, ejerciendo un control decisivo sobre la economía, las instituciones políticas y los medios de comunicación. No sólo es ilegítima en su origen. Es, además, antidemocrática, porque privilegia la renta y el lucro por sobre la dignidad humana, deja los principales resortes del poder económico y jurídico fuera del alcance y control de la ciudadanía y establece obstáculos insalvables para su modificación. Representa, en definitiva, la continuidad jurídica de la dictadura e impide el establecimiento de un régimen verdaderamente democrático.

Todas y cada una de las frustraciones, dolores y angustias que afectan gravemente la subsistencia y el bienestar de la gran mayoría de los chilenos, derivan de un modelo económico e institucional que, amparado en la Constitución de 1980, favorece la concentración monopólica de la propiedad y agudiza la injusticia social.

Así, el capital extranjero ha llegado a controlar la mayor parte del cobre, los recursos hídricos, el sistema previsional, la energía, el sistema bancario y las telecomunicaciones, sangrando, a perpetuidad, el esfuerzo del trabajo nacional. La inestabilidad y la precariedad del empleo, la deficiente atención en salud, educación y vivienda, la gravísima destrucción del ecosistema, el deterioro de la calidad de vida en nuestras ciudades, la impunidad que beneficia a muchos civiles y militares responsables de graves crímenes contra la humanidad, la discriminación y el desconocimiento de los derechos de los pueblos originarios, la corrupción y la burocracia presentes en el aparato público, la crisis del transporte urbano y la escandalosa y creciente desigualdad entre ricos y pobres, son resultado de un modelo económico e institucional amparado por el Decreto Ley Nº3464, que 4 generales denominaron "CONSTITUCIóN POLíTICA DEL ESTADO".

En consecuencia, no bastan meras reformas o ajustes cosméticos, que dejen intacta su naturaleza plutocrática y autoritaria.

Porque nos asiste la convicción de que la mayoría de los chilenos deplora esta camisa de fuerza institucional, estamos decididos a unirnos en pos de una normativa constitucional que restablezca los grandes avances democráticos que Chile alcanzó en el siglo veinte y que asegure, a las nuevas generaciones, un marco democrático y libertario para forjar el gran proyecto de desarrollo nacional que inspiró la fundación de la República.

Nos proponemos iniciar un amplio proceso de consulta y organización democrática y unitaria, que permita la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente encargada de elaborar una nueva Carta Fundamental que restituya la soberanía nacional a manos de su único titular: el pueblo de Chile.

Deberemos afrontar enormes obstáculos que opondrán quienes se obstinan en mantener sus mezquinos privilegios, a saber: la oligarquía y el autoritarismo de viejo cuño que han sido capaces, incluso, de ir cooptando a quienes, en el pasado, enfrentaron la dictadura y hoy actúan como administradores de su nefasta herencia.

Para conservar la vieja institucionalidad, las elites privilegiadas fomentan la apatía ciudadana y desalientan todo signo de solidaridad y organización en la base social.

Resultado de lo anterior es que, en 1989, los ciudadanos que no participaron en las elecciones, o votaron nulo o blanco, representaban el 15,4%. Después de 16 años aumentaron al 42,5%.

Confirma esta tendencia el hecho de que entre el 85 % y el 90 % de los chilenos no confían en el Congreso Nacional, en el Poder Judicial, en los partidos políticos y en los políticos.

LLAMAMIENTO

El rumbo actual del país compromete gravemente el futuro de las jóvenes generaciones y nos conduce inexorablemente a la pérdida de independencia, libertad y dignidad. No hay razones para resignarse y permitir que nuestro país permanezca subordinado a intereses foráneos por tiempo indefinido.

Chile, con su colosal riqueza y su extensa trayectoria republicana, se encuentra en condiciones de proveer, con creces, la satisfacción de las necesidades materiales, culturales y espirituales de toda su población. Para que ello sea una realidad, no podemos soslayar los temas institucionales.

Sólo una nueva Carta Fundamental, expresión de la potestad constituyente del pueblo chileno, podrá doblegar la resistencia de las grandes concentraciones económicas y financieras que se apropian de las rentas más importantes que produce nuestro país.

Apelamos a todas las reservas morales de la nación, a todos los trabajadores, hombres y mujeres, que a diario viven en la incertidumbre de su frágil subsistencia, a todos los empresarios hastiados de los privilegios que se otorgan al capital extranjero, a todos los jóvenes que culminan agobiadoras jornadas de estudio con un título de cesantes, a las congregaciones religiosas que constatan la falta de escrúpulos y valores de quienes amasan fortunas atropellando la dignidad y los derechos ciudadanos; a los adultos mayores, que tras una vida laboriosa son condenados a la pobreza por las AFP que se apropian de sus ahorros previsionales con fines especulativos; a lo mejor de la intelectualidad, a nuestra comunidad científica y académica, a nuestros artistas y gestores culturales, a los pueblos originarios, a todos los sectores que sufren discriminación de clase o de género, para que sean parte activa en esta gran fuerza social y política que demanda un orden social e institucional en armonía con nuestro desarrollo histórico y cultural, abierto al conocimiento y a las nuevas tendencias que se plantean la defensa de la especie humana ante el peligro de una nueva catástrofe ecológica de impacto mundial.

Factor fundamental para el éxito de esta tarea es la superación constructiva del sectarismo, el mesianismo y el dogmatismo, vicios que –paradojalmente- sirven a la mantención del status quo, porque contribuyen a neutralizar la fuerza de la mayoría ciudadana inspirada en ideales superiores de soberanía, dignidad y libertad.

Nuestro objetivo no admite postergaciones ni ambigüedades: se trata de convocar una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Constitución Política del Estado en la que se garanticen los derechos humanos, económicos y sociales de todos los ciudadanos, restableciendo la soberanía nacional en manos del pueblo de Chile.

Entre otras acciones proponemos que, en las próximas elecciones municipales, al momento de marcar nuestra preferencia, hagamos también un signo en la papeleta -que no invalida el sufragio- pidiendo "Constitución democrática ahora". Vigilaremos que esos votos sean rigurosamente escrutados, computados y contados.

Llamamos a todos los chilenos y chilenas –donde sea que se encuentren- para que desde ahora mismo suscriban este llamamiento, promuevan debates y emprendan múltiples iniciativas que ayuden a construir, desde las bases sociales y territoriales, una gran fuerza unitaria que represente la aspiración colectiva de quienes amamos a Chile y nos sentimos parte de un pueblo que, recogiendo las lecciones de la historia, asuma la construcción de su propio destino, entrañablemente hermanado con el de los pueblos latinoamericanos y con la paz y la solidaridad en todo el planeta.

París, 18/05/2007
* Enviado a PiensaChile por el periodista Máximo Kinast

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