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Israel: ¿la cuenta regresiva?

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Al planificar una operación estratégica, los mandos militares parten del inventario exacto de sus fuerzas y medios, pero no conocen exactamente los recursos del enemigo, que hace todo lo posible por ocultar su potencial.

Las dificultades para apreciar la situación operativa, los errores al estimar las fuerzas y medios del adversario, las imprecisiones al tratar de descubrir su idea de maniobra, así como la ignorancia de su estado político y moral, han conducido al fracaso de algunas famosas campañas.

Se equivocó Napoleón al subestimar el patriotismo del pueblo español, erraron Hitler y el generalato de la Wehrmacht al calcular la capacidad de resistencia de la Unión Soviética, Japón al retar el poderío militar norteamericano y Estados Unidos al menospreciar a los vietnamitas. El Estado Mayor de Israel no es infalible ni sus tropas invencibles.

La forma en que Israel está apartándose de su tradicional estilo de “guerra relámpago” para enfrascarse en acciones en las que su desempeño no ha sido exitoso, como se probó durante los pasados enfrentamientos con Hezbolá en el Líbano, probablemente no signifique un cambio de doctrina, sino una exigencia del tipo de operación estratégica que se prepara.

Por lo que se sabe y lo que se deduce de la actitud de Estados Unidos, puede estarse preparando una operación en escala nunca antes vista en la región para, según la afiebrada mentalidad de los halcones de Washington, resolver varios problemas de una sola vez y establecer definitivamente la hegemonía en la zona. En ese caso, Siria e Irán son los blancos e Israel el instrumento.

Si esa fuera la intención, Palestina y el Líbano son prioridades para los planificadores militares de Israel que deben proteger los flancos y la retaguardia de la agrupación de tropas que libra las acciones principales, para lo cual es imprescindible neutralizar las capacidades de Hamas, otras milicias armadas y sobre todo de Hezbolá.

El ataque a las obras de infraestructura: carreteras, puentes, almacenes, centrales eléctricas, nudos de comunicaciones, paralización de aeropuertos tanto en Gaza como en el Líbano, así como el bloqueo naval a este último, sugieren la creación de condiciones para anular la capacidad de maniobra a las fuerzas que luchen contra Israel.

Durante la “exploración por el combate” Israel ha quedado perplejo al descubrir que Hezbolá maneja armamento de largo alcance, opera aviones sin piloto y puede atacar centros vitales del comando en su profundidad. Por primera vez en 60 años la costa mediterránea del Estado judío cae bajo fuego y una cañonera, de las que se instalan frente a la costa del Líbano para bombardear, resultó hundida.

En un conflicto de la envergadura que se desatará si Israel decide confrontar a Siria e Irán, no le es posible prever las alianzas que pueden fomentarse. En semejante escenario, es probable que, siguiendo la escuela norteamericana, Israel opte por acciones preventivas contra otros países. En una guerra de esa naturaleza, desde Marruecos hasta Somalia y desde Damascos hasta Omán, ningún país podría sentirse seguro.

Sería de género tonto suponer que al planificar operaciones de esta amplitud y significado, el mando y la dirección política israelí, excluyan el arma nuclear. Una vez desencadenada la guerra, Israel puede colocarse ante situaciones comprometidas y no vacilará en apretar los gatillos atómicos.

Los países árabes aliados de Estados Unidos que piensen que ahora no es con ellos, cometen un trágico error. La única manera de no perder con esa guerra es evitándola.

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