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Significación del movimiento estudiantil

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Muchos tienden a olvidar que el objetivo de la dictadura fue establecer un sistema económico-social neoliberal en que el poder de los grandes empresarios pudiera desplegarse sin las restricciones de un Estado regulador de la actividad económica y sin el contrapeso de organizaciones sociales de los sectores medios y populares como los sindicatos, los colegios profesionales, las juntas de vecinos, los gremios de pequeños productores y las cooperativas. También tienden a olvidar que para conseguir lo anterior se requería de una política de graves y sistemáticas violaciones de los derechos humanos que no sólo destruyera el vasto tramado de instituciones y organizaciones que habían logrado una incipiente democratización de la sociedad chilena, desde 1925, sino que socializara a la población en el individualismo y el consumismo, la atomización social y la impotencia política.

Como lo ha reconocido Andrés Allamand, “Pinochet le aportaba al equipo económico… el ejercicio sin restricciones del poder político necesario para materializar las transformaciones. Más de alguna vez en el frío penetrante de Chicago los laboriosos estudiantes que soñaban con cambiarle la cara a Chile deben haberse devanado los sesos con una sola pregunta: ¿Ganará alguna vez la Presidencia alguien que haga suyo este proyecto? Ahora no tenían ese problema” (“La travesía del desierto”, Editorial Aguilar, 1999, p. 156).

A su vez, para perpetuar las “modernizaciones” impuestas por el régimen militar -privatizaciones de servicios públicos; normas que impiden el ejercicio de los derechos laborales y sindicales; sistemas mercantiles de educación, salud y previsión social; restricciones de la intervención del Estado en la economía- era fundamental establecer un sistema político que impidiera que la mayoría de la población pudiera sustituirlas de acuerdo a su genuina voluntad. De ahí, la imposición de la actual Constitución, con todas sus restricciones políticas y económicas y, particularmente, con el sistema electoral binominal y los altos quórum requeridos para modificar sus disposiciones y las leyes orgánicas constitucionales.

A lo anterior hay que agregar lo señalado por Edgardo Boeninger, en el sentido que quienes han hegemonizado el liderazgo de la Concertación llegaron, a fines de los ’80, a una “convergencia económica” con la derecha, “convergencia que políticamente el conglomerado opositor no estaba en condiciones de reconocer” (“Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad”; Editorial Andrés Bello, 1997, p. 369). Esto último explica la falta de voluntad de este liderazgo en propiciar modificaciones sustanciales del modelo neoliberal impuesto por la dictadura, incluso cuando el Gobierno de Lagos obtuvo mayoría parlamentaria en ambas cámaras entre agosto de 2000 y marzo de 2002; y ahora en que el Gobierno de Michelle Bachelet ha adquirido también dicha mayoría.

Es por eso que el movimiento estudiantil secundario representa el primer impulso de significación para superar las instituciones neoliberales impuestas por el régimen de Pinochet y preservadas en estos 16 años. El cuestionamiento al sistema educativo basado en el afán de lucro y que segmenta notablemente la calidad de la educación, constituye el primer intento efectivo -generado desde la base social- para sustituir el tipo de sociedad esencialmente individualista, materialista e injusto que heredamos de aquel régimen. Pese a que la comisión designada por el Gobierno para estudiar una reforma educacional fue establecida bajo los parámetros de aminorar los males del actual sistema, sin alterar sus bases esenciales, dependerá de la perseverancia del movimiento estudiantil el logro de esto último.
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