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A los socialistas les aprietan los zapatos

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El periodista Eugenio Lira Mazi, que fue descubierto muerto, en la soledad de un departamento, en París, hasta su último momento hizo uso de su filosa ironía: la postrera palabra, aprendida del difícil francés fue “il faut travailler”, (es necesario trabajar). En Cueva de los 48 senadores, explica las malas pulgas de los senadores socialistas de ese entonces, que debía a que andaban con zapatos que les quedaban chicos y se les hacían insoportables las callosidades, producto de tan incómoda situación. Los socialistas de hoy siguen siendo personas malhumoradas: las zancadillas e insultos oratorios entre Isabel Allende y Camilo Escalona no tiene por qué extrañarnos, pues todos los Congresos socialistas, desde 1933, año de la fundación del Partido, se caracterizan por cruentas luchas fraccionales; pareciera que un bando va a destruir a los demás. Pero al final, terminan tan amigos como antes.

Los socialistas son apegados a los ritos: aún siguen levantando el amenazador puño izquierdo y cantando la terrible marsellesa socialista. Los ahora burgueses miembros del comité central, que viven en el barrio alto, que visten corbatas italianas y que huelen a finas colonias francesas, siguen repitiendo la estrofa “que muera el chancho burgués”; claro que ahora lo hacen sonriendo. Escalona, que antes era un jacobino, igual a Robespierre, hoy se ha convertido en el guardián del “palacio de la princesa Michelle” y Pancho Villa Núñez ya no asusta a los yanquis con sus pistolones. Los candidatos a la secretaría general del partido socialista siempre rinden homenaje a la estatua de Salvador Allende: todos usan párrafos de su último discurso para legitimarse ante los votantes del congreso; poco importa que hoy la mayoría conviva feliz con aquellos que lo asesinaron, y de seguidores del barbudo Marx, se hayan transformado en admiradores de los pensadores neoliberales.

Hay un sector de los socialistas, capitaneado por Carlos Moya, que pretende mantener la ortodoxia allendista y las ideas marxistas latinoamericanas, que caracterizaron al Partido en su fundación; esta fracción, que nunca muere, es mirada con desprecio por los renovados, pero son necesarios, como los negritos de Harvard, para demostrar que el Partido no ha olvidado del todo el legado de Eugenio González, Marmaduke Grove y Salvador Allende, entre otros. No teman: los jacobinos socialistas hablan y amenazan, pero al fin terminan por amoldarse al dominio de la abeja reina, Michelle Bachelet.
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