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Por favor, seamos autocríticos, exijámonos a nosotros mismos

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Venimos saliendo de un fin de semana en que vivimos la transmisión del mando, las declaraciones de tanto invitado insigne que llegó hasta Santiago, la Oración de Gracia en la Catedral con la participación de iglesias cristianas, judías y musulmana, la visita de Bachelet a la tumba de su padre, el acto cultural en la Alameda, etc.

Han sido momentos históricos: como país, por primera vez tenemos una Presidenta. Por primera vez en el mundo, un gobierno se compone de más mujeres que hombres: 11 mujeres y 10 hombres. Como todo cambio, no está exento de problemas, pero estamos iniciando un camino como pioneros. Esa igualdad que la izquierda siempre exigió, comienza a avanzar hacia una materialización real, y no sólo “en la medida de lo posible”.

La TV, los diarios, internet, están inundados de artículos, fotos, imágenes, que muestran a la Presidenta de todos los ángulos posibles y por esa razón, nos ahorramos esfuerzos de decir o escribir nada al respecto. Preferimos dedicar nuestra pequeña capacidad a llamar la atención sobre otros aspectos, sobre aquellos que los medios establecidos no informan.

En nuestra redacción hemos recibido mucho material crítico al nuevo gobierno que, en el mejor de los casos, pone en duda la capacidad de Bachelet para enfrentar los enormes desafíos que tiene el país al frente y, en el peor de los caos, sostiene que lisa y llanamente, que el nuevo gobierno será otro títere más de las grandes transnacionales, que son las que más han profitado de la globalización.

PiensaChile, se esfuerza por ser un medio pluralista que trata de llevar a sus lectores la diversidad de opiniones que nos llegan. Nuestro esfuerzo tiene un objetivo principal y este es tratar llevar argumentos que nos permitan fundamentar nuestro accionar por la democracia.

De la lectura que hacemos de la mayoría de los documentos que nos llegan, deducimos un común denominador: sus autores, personas u organizaciones, se sientan al borde del camino y dicen que esperan que Bachelet se ocupe verdaderamente de solucionar los problemas del país.

Esa actitud no puede ser compartida por nosotros. La democracia no es un estado que alguien pueda regalar a nuestra sociedad, y que una vez logrado, se queda con nosotros para siempre. La democracia imperante en una sociedad son las relaciones, los compromisos, los niveles de participación en la toma de decisiones, que los actores sociales han llegado a acordar a través de pugnas y luchas desarrolladas a lo largo de su historia. Que el simple vecino, que la Señora Juanita, se siente a esperar que el gobierno solucione sus problemas es comprensible, pero resulta inquietante ver que profesionales, dirigentes políticos, organizaciones políticas, actúen de la misma forma.

Es correcto exigirle a un gobierno que resuelva los problemas del país, pero la exigencia resulta invalida cuando nosotros no hacemos nada por organizar, por movilizar  a los ciudadanos para que exijan el respeto y el cumplimiento de sus derechos. La historia del movimiento social de nuestro país nos demuestra eso con miles de ejemplo. Si no queremos ir tan atrás, basta con mirar la historia de estos 16 años de democracia para darnos cuenta que si ha habido avances, en muchos casos se debe a que ha habido un movimiento organizado, que ha luchado consecuente por esa metas.

El esclarecimiento de las violaciones a los Derechos Humanos, en gran parte se debe a que ha habido grupos ciudadanos, organizados, que no han cejado en su lucha, incluso en momentos en que sólo una ínfima minoría de la sociedad los escuchaba.

Los avances logrados en la formación de una conciencia de respeto y protección del medio ambiente se debe, más que a una política de gobierno o política educacional, a que ha habido organizaciones ciudadanas que han dado la lucha durante largos años, creando esa conciencia que hoy permite movilizar a miles de opiniones en pro de causas que nos afectan como sociedad, como país, como planeta.

Entre los documentos en que se crítica al gobierno que recién se inicia, encontramos alabanzas a otros procesos que se viven a nivel continental. Es curioso ver el entusiasmo de mucha gente de izquierda en Chile por líderes como Chavez y Morales. Digo curioso, pues esos mismos líderes están bajo el fuego de las críticas desde la izquierda en sus propios países. Al parecer leemos y estudiamos poco los procesos que viven los países hermanos.

Evo Morales ha dicho que su objetivo actual no es el socialismo, por las razones objetivas que presenta hoy Bolivia, pero acá lo celebramos con gritos que no toman en cuenta esa realidad. Ver articulo del vicepresidente boliviano al respecto.

Las críticas de izquierda también le caen a Chavez en su país, por las características peculiares con que avanza su proceso, pero acá parece que ser que esas dificultades no existen.

Demasiado a menudo cometemos el error de mirar la historia como una cadena de sucesos sin contradicciones. Nuestros héroes, en nuestros deseos, nunca cometieron errores, nunca tuvieron dudas, nunca se sintieron débiles, nunca tuvieron rivales y enemigos en sus propias filas. Y parece que nos duele ver las debilidades, los errores, las dudas, de los lideres y los dirigentes que hoy encabezan los procesos, las rechazamos sin más, sin entender las complejidades de los procesos. Sólo la teoría es perfecta, la vida está llena de avances y retrocesos, de volver a comenzar.

Todo esto me hace recordar las críticas que vivió Allende en los años en que gobernó Chile. Hoy es un héroe, pero para muchos ayer no era más que un reformista, un presidente que bloqueaba el avance de la “revolución chilena”.

En nuestro país viven hoy 3 millones de ciudadanos en condiciones de extrema pobreza (viven con menos de 3 dólares diarios). ¿Cómo es posible entonces que el Juntos Podemos haya logrado apenas obtener algo más del 5% de los votos en las elecciones pasadas? Hay algo que no se está haciendo o se hace mal, cuando no somos capaces de representar ni siquiera a los que están sufriendo todo el rigor del modelo económico. Si queremos criticar a la Concertación,  quizás sería conveniente partir por una autocrítica, constatar que las organizaciones que en el pasado le dieron una fuerte democracia a nuestro país, hoy no existen, o están en extermo debilitadas y sin ellas, no lograremos avanzar hacia donde deseamos. Nuestra crítica sería mucho más efectiva si la hiciéramos desde una tribuna, al frente de una manifestación de 100.000 ciudadanos.

El artículo de Betzie Jaramillo (La Nación Domingo) entrega cifras que deberían hacernos pensar: no tiene sentido seguir criticando desde la vereda. Vamos, que hay mucho que hacer.

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Su desayuno, Presidenta

Buenos días, señora Presidenta. Hoy es el primer día de los 1.461 que le tocará dirigir este país. Y se espera mucho de usted. De su talante, de su talento, de su esfuerzo, de su capacidad. Ojalá, esta sea la nota que acompañe al desayuno de hoy en la mañana de Michelle Bachelet. 

¿Qué país le espera? Un Chile que en estos 17 años de democracia, lejos de perfecta, pero democracia al fin, ha ido creciendo y apoderándose poco a poco de lo que le corresponde. Su pred
ecesor, Ricardo Lagos, dejó el terreno arado y con semillas brotando, y ahora le toca a ella procurar que los frutos crezcan sanos y alcancen para todos. Porque la desigualdad fue la plaga que siguió asolando el país, a pesar de las excelentes cosechas.

Lo bueno y lo malo
La mejor renta per cápita de América Latina, siete mil dólares es el promedio anual, según el Banco Central, se enfrenta al abismo entre ricos y pobres que apuntan los informes internacionales. El Banco Mundial dio la cifra: el 10% más rico del país consume e ingresa 40 veces más que el 10% más pobre. Lo que nos coloca entre los 15 países más desiguales del mundo, según el Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2005. El eslogan del Gobierno Lagos –“crecer con equidad”– fue golpeado por estas cifras y es probablemente la principal tarea del nuevo Gobierno. 

Es cierto que al principio de la democracia recobrada, 40% vivía por debajo de la línea de la pobreza y hoy se ha reducido a 18%. Pero un 4,7% sigue viviendo en la indigencia. En otras palabras, tres millones de chilenos y chilenas viven con menos de 1.500 pesos por día, y 750 mil con apenas 500 pesos diarios. Y eso que el Producto Inteno Bruto (PIB) se multiplicó casi por cuatro en el mismo período, según el Banco Central. Así son las contradicciones de la economía neoliberal, que tuvo a nuestro hermoso país como conejillo de Indias mundial para probar el modelo. Con la ayuda feroz de la dictadura militar. 

El modelo consiguió, entre otras “logros”, una impresionante concentración de la riqueza que hoy reflejan las cifras de desigualdad. Un informe gubernamental sobre un estudio realizado entre 1994 y 2003 reveló que el 80,5% del total de las ventas del país se concentró en el 1% de las empresas. Un ejemplo: 6 de cada 10 pesos que se gastan en supermercados se lo llevan dos grandes cadenas. ¿Qué significa esto? Que aquí impera la ley del más fuerte, donde el grande se come al chico sin ninguna piedad. Por eso, el 23% que representaban las pequeñas y medianas empresas en 1994 mermaron hasta un 16,7%. Y las microempresas bajaron del 4,1% al 2,9%. Y las micro, pequeñas y medianas empresas proveen casi el 80% de los puestos de trabajo. 

“Respeto por la gente”
Quizás por todo esto, la Presidenta, en su reunión con su equipo de ministros, subsecretarios e intendentes en Marbella este martes, pidió “respeto por la gente”. Porque estas cifras brutales hablan de poco respeto por los seres humanos, ya que detrás de cada cifra macroeconómica hay personas con nombres y apellidos forzadas a sobrevivir con la angustia de ser pequeños mamíferos en la selva dominada por los gigantes voraces. 

Y para sobrevivir hay que endeudarse. A golpe de tarjeta. Por eso somos el país de América Latina que más usa la tarjeta de crédito y se calcula que cada chileno debe unas tres a cuatro veces su salario. Por eso Dicom, la empresa privada que elabora la lista negra de deudores de Chile, tenía en 2003 en su índice a un millón y medio de personas. Y estar en la lista de Dicom es estar al borde del infierno. Porque para firmar un contrato de trabajo, alquilar una casa o pedir un crédito universitario se exige no figurar en esa lista maldita. Es tan brutal el poder del famoso Dicom, que la última telenovela de TVN, “Cómplices”, tiene a todos sus personajes, menos uno, en la lista de deudores en un intento por acercar el argumento del culebrón a la realidad cotidiana. 

Una de las peores pesadillas de los chilenos es enfermarse. Porque el desmantelamiento del Estado a favor de la empresa privada dejó la salud en manos de los beneficios empresariales de las clínicas y los seguros privados. Quizás por eso, las mejores esquinas de la capital están ocupadas por una de las tres cadenas de farmacias que dominan la venta de medicamentos. El último período del Gobierno Lagos pudo poner en marcha el Plan Auge que hoy acoge a 40 enfermedades, entre ellas la diabetes, depresión y algunos cánceres, y que pretende hacer más “saludable” la salud de los chilenos, que hasta ahora, además de enfermarse, se arruinaban. Que el Estado vuelva a preocuparse por la salud de los ciudadanos es otro de los grandes desafíos de la Presidenta, que por algo es también “la doctora Bachelet”. 

Con un superávit comercial, anunciado esta semana, de casi 1.800 millones de dólares y los cinco mil millones de dólares de beneficios que ha dejado el cobre, la flamante Presidenta podrá seguramente asumir algunas de las deudas pendientes que tiene el país con sus ciudadanos. Porque a pesar de las campañas del terror sobre delincuencia, los chilenos son los menos corruptos del continente, los más cumplidores con el fisco, y cuando delinquen, muchos se van derechito a la cárcel. Por eso tenemos el mayor porcentaje de individuos presos de toda América (230 por cada 100 mil habitantes), sólo por detrás de Estados Unidos, que tiene el récord mundial de población encarcelada. 

La vida diaria
Y también son trabajadores. Y más que eso: son trabajólicos. Según la Dirección del Trabajo, el 83% de los chilenos tiene jornadas de 11 horas diarias. Récord mundial. Menos mal que las cifras de cesantía siguen bajando, llegando este mes al 7%. Aunque los sueldos no suban. El salario mínimo, a pesar de los reajustes, es de 127.500 pesos. Eso es lo que ganan unos 5,5 millones de chilenos y que los engloba en la categoría D de la odiosa calificación alfabética (ABC, D y E) con que se clasifica a los ciudadanos. Otra de las tareas que tiene por delante la Presidenta es la incorporación de la mujer al trabajo. Porque hemos sido capaces de elegir a una mujer como gobernante, sin embargo las cifras demuestran que las mujeres chilenas son las que tienen menos trabajo asalariado de todo el continente. Y cuando trabajan, ganan un 30% menos que los hombres, y mientras más preparadas y con más cualificación es aún mayor la brecha, llegando hasta el 50% menos que sus colegas hombres. 

La paridad en el Gobierno y en altos cargos que ofreció y está cumpliendo Michelle Bachelet es síntoma de que las cosas pueden empezar a cambiar para las chilenas. Esa es una de las grandes esperanzas que hay puestas en su Gobierno. La sección chilena de Amnistía Internacional (AI) denunció esta semana que “la mujer sigue en una posición de subordinación y sus derechos son diariamente vulnerados”. Por ejemplo, no se ha adaptado su legislación para proteger a las mujeres dentro de las parejas de hecho, pues “no se otorga a la mujer que convive con un hombre ningún derecho, como seguridad social o de herencia”, afirmó Jazmín Ossandón, responsable de derechos humanos de AI. Y si tenemos en cuenta que el matrimonio está en retroceso y cada día más parejas conviven sin firmar en el Registro Civil, y que la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio, es algo que tendrá que estar en su agenda de Gobierno. 

Hemos sido el último país de América en tener una ley de divorcio, pero aún están pendientes los derechos reproductivos de las mujeres. Los anticonceptivos de emergencia o “píldora del día después”, recién hace unos meses se han legalizado, aunque con muchas limitaciones. Y el derecho al aborto sigue siendo negado, y somos el único país que aún lo penaliza en todas las circunstancias, incluida la violación. Es de esperar que el nuevo Gobierno se atreva a asumir que en este país se practican entre 150 mil y 200 mil abortos al año, cuya práctica se criminaliza. En el caso de los homosexuales, sus derechos civiles no parece que vayan a ser reconocidos en esta legislatura, ya que la propia ministra secretaria general de la Presidencia, Paulina Veloso, admitió que no estaban pensando recon
ocer su derecho al matrimonio, como ya lo han hecho países como España, Canadá, Holanda y Dinamarca. 

Asignaturas pendientes
Pero si hay algo que atenta contra la igualdad de los ciudadanos en nuestro país es la educación. Y también como consecuencia del modelo neoliberal que delegó y minimizó la responsabilidad del Estado en favor del negocio privado. La educación transformada en negocio, donde no existe ninguna universidad gratuita, aunque sea estatal, se ha convertido en un sistema clasista y rígido, donde sólo prosperan los que más tienen y condena a los más modestos. Los colegios privados se llevan buena parte de los presupuestos familiares. La otra posibilidad, los colegios que dependen de los municipios y que son mucho más baratos, no son recomendables porque consagran las diferencias sociales.

En la educación es donde Chile muestra su cara más cruel. Y las oportunidades, tal como demostró el estudio sobre movilidad social de la Universidad de Chile y la Fundación Expansiva, depende del apellido, el colegio y el barrio donde viven. Porque de poco sirve ser brillante y vivir en La Legua, y al revés, si vive en los barrios altos, quien sea mediocre tendrá muchas más posibilidades de tener un trabajo y salario decente. Porque la dictadura y su brutal segregación convirtieron a este país en un sutil sistema de apartheid que sólo beneficia a los que ya nacieron beneficiados. 

Para qué decir si, además de modesto, el niño forma parte de lo que ahora se llaman “pueblos originarios”, o sea mapuches, aymaras, huilliches, etc. El sutil apartheid social pasa a ser grosero. Un millón de personas se reconocieron a sí mismas como miembros de los pueblos originarios, pero Chile es el único país de América que no ha firmado el Convenio 169 de las Naciones Unidas sobre los derechos indígenas. Y las protestas mapuches sobre devolución de tierras y tomas de fundos que ellos consideran su propiedad son severamente castigadas. De hecho, la ley antiterrorista sólo se aplica en la IX Región y sus consecuencias son que las penas por un mismo delito al amparo de esa ley se duplican. 

Y ya que se está hablando de regiones, hay que destacar cómo esa división militar que le arrebató el nombre a las zonas de Chile y las renombró con un número romano forma parte de una cultura dictatorial que aún perdura. Aunque el Gobierno de Ricardo Lagos, a última hora, comenzó una reordenación territorial que reclamaban hace tiempo Isla de Pascua, Valdivia o Arica Parinacota, y que seguramente exigirán al nuevo Gobierno otras provincias con hambre de autonomía. Y es que el monstruo de Santiago devora todo, desde personas hasta riquezas, vengan de donde viniese. 

La conciencia
En esa lucha por la autonomía y de ser más dueños de sus destinos, también están los barrios. Santiago es el paradigma de esta sociedad dividida y desigual. Un barrio alto que se encargó de expulsar en los años 80 a los pobres al sur y al poniente de la ciudad para vivir con el mejor aire, las mejores comunicaciones, los mejores servicios y sólo con “gente linda”, tiene en los barrios bajos unos enemigos potenciales ante los cuales se blindan con seguridad privada y videocámaras. Probablemente el Metro, a pesar de lo caro que es para tantos, es una forma de comenzar a limar esas vergonzantes diferencias.

Pero no sólo son las grandes infraestructuras las que pueden dignificar la vida en los suburbios modestos, sino la propia conciencia que lentamente ha ido surgiendo en estos 17 años de democracia. Y es de esperar que la participación y la organización vecinal hagan también posible una vida más digna y que sus barrios no sean guetos negros donde la delincuencia sea el estigma y la violencia una forma cotidiana de vivir. Los ciudadanos de estos “Sowetos” chilenos seguramente harán oír su voz ante La Moneda y ya no sólo tendrán como respuesta el guanaco. Esa es la esperanza de muchos. 

¿Es mucho pedir? Cuatro años tiene por delante Michelle Bachelet para abordar estos y otros muchos desafíos. Parte con el 53,5% de apoyo directo en votos, pero es la Presidenta del 100% de los chilenos y chilenas. Mañana, desde La Moneda, comienza la era Bachelet. Buena suerte. LND

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