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Los costos de la soberbia

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La pretensión del gobierno del Presidente Lagos, de poner término al tema de los derechos humanos, entregando una reparación "simbólica" a las víctimas, tendrá un alto costo político para la Concertación, ya que miles de familias chilenas no pueden aceptar que se haya impuesto un silencio que sólo favorece a los victimarios, que se haya indultado al asesino de Tucapel Jiménez y que las reparaciones se hayan decidido en función de repartir una exigua asignación presupuestaria, que no moleste las pretensiones exitistas de las autoridades macroeconómicas.
Se ha configurado un escenario pésimo para la candidata oficialista, ya que ella ha debido pagar los costos de la actitud displicente del gobierno con miles de compatriotas que han esperado 16 años en democracia, para seguir igual que al principio, faltando muchos, mirados como una piedra en el zapato de la modernidad, como un factor urticante al que quisieran poner prontamente en un limbo de silencio, ignorando sus reclamos, abogando insistentemente por dejar en el pasado situaciones que son imprescriptibles.

El peso de Lagos

El 11 de diciembre, pese a que Michelle Bachelet tuvo una actuación valiente en materia de derechos humanos durante los ochenta, pese a haber estado cercana a las fuerzas que se opusieron férreamente a la dictadura y a que su padre haya sido un mártir de la democracia mancillada por Pinochet y sus cómplices, pese a todo este digno historial, la imposición en su campaña de la presencia presidencial de Lagos, la pauta que ha seguido y que ha evidenciado en su campaña, donde los temas sensibles como lo son las violaciones a los derechos humanos o la protección medioambiental, no los ha encarado la candidata con vehemencia y soltura – como habría esperado la ciudadanía- sino con declaraciones tangenciales, que no comprometieran una crítica categórica a las omisiones y acciones del gobierno de Ricardo Lagos.
En gran medida, esta actitud cautelosa, que buscaba no herir las susceptibilidades de Palacio, tendrá para Bachelet un costo muy elevado, porque el crecimiento de Tomás Hirsch no es sino la realineación lógica de un amplio sector del progresismo chileno que se ha visto frustrado por la actitud de los gobiernos concertacionistas, pese a haber sido precisamente estos sectores sociales, los motores reales de las protestas que conquistaron la democracia y ganaron el plebiscito del No en 1988. Los políticos aterrizaron después, con sus máquinas de poder y sus partidos instrumentales.

Nuevas coordenadas

La soberbia tiene su costo y en diciembre, las tendencias que muestra la calle, a lo largo de Chile, demostrarán que la ciudadanía consciente, ésa que no es manipulable por la farándula, expresará un voto que implica una censura a la forma de gobernar, como administradores eficientes de un modelo económico concentrador de la riqueza y sin mantener un compromiso real de reparación y dignificación de las víctimas, sus familiares y sus herederos.
El fenómeno de realineación de fuerzas para el 11 de diciembre no sorprenderá, porque las encuestas lo han anticipado. Pero, para la segunda vuelta, de no haber compromisos categóricos en relación a dar solución a profundas demandas de los sectores excluidos, es probable que toda la política chilena entre a una reformulación de alianzas y contenidos.

Conocida la verdad de las parlamentarias, sin esas ataduras, los partidos que se han vaciado de doctrina para ser instrumentales, quedarán sin piso. La historia podrá reescribirse y para ello falta apenas una semana.

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