Dos cuestiones llaman la atención. Algunos intelectuales de la izquierda latinoamericana han orillado hasta el momento cualquier pronunciamiento sobre lo que sucede en Nicaragua. Se comprende, aunque no comparto, el silencio de varios gobiernos, ya que las alturas del poder tienen sus lógicas. Mucho menos aceptable es que intelectuales que van y vienen con sus opiniones sobre los más diversos temas, rehúyan una opinión contundente sobre la brutal represión.
La otra es que, afortunadamente, muy pocas personas atribuyen los sucesos a la mano negra del imperialismo. No tengo la menor duda de que Washington desea la caída de Ortega-Murillo y trabaja para ello, pero el argumento según el cual todo lo que perjudica a la izquierda es obra del imperio, está en franca decadencia.
Lo que viene sucediendo en Nicaragua puede contribuir a una reflexión de fondo sobre las revoluciones y sobre la administración del aparato estatal por fuerzas políticas de izquierda.
La primera es que las causas de la deriva genocida no pueden atribuirse al clan Ortega-Murillo, del mismo modo que el estalinismo no fue cuestión sólo de Stalin. En este punto debemos ser claros y precisos: Daniel Ortega es un genocida que profesa un caudillismo sediento de protagonismo y poder, como señala Mónica Baltodano, con rasgos de locura por el poder (goo.gl/kr41uc).
Sin embargo, la cuestión no puede ni debe reducirse a Ortega y a Murillo. Hay algo más. Podemos perder todo menos el poder, decía el comandante Tomás Borge, citado también por Baltodano. Salvo el poder todo es ilusión, proclamaba Abimael Guzmán, presidente del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, el grupo revolucionario más criminal de la región.
Por más poderosos que sean los individuos, son ejecutores de fuerzas históricas y sociales que los empujan en cierta dirección. El estalinismo es un fenómeno político que no puede explicarse en términos de una excentricidad individual, escribió el historiador Edward Hallet Carr en su obra De Napoleón a Stalin (Crítica, 1983, p. 122).
Stalin fue el músculo de la modernización acelerada de Rusia, pasando por encima de cualquier resistencia, aún al precio de aniquilar la dirección histórica de su propio partido. “Stalin fue el déspota más despiadado que Rusia había conocido desde tiempos de Pedro ( El Grande), y fue también un gran occidentalizador”, añade Carr en La Revolución Rusa de Lenin a Stalin (Alianza, 1979, p. 221).
Ortega representa a la una nueva burguesía nicaragüense que se forjó mediante la acumulación por despojo de capital, desde la piñata (apropiación masiva de bienes públicos por la cúpula al abandonar el gobierno en 1990) hasta los acuerdos petroleros con Venezuela, que le permitieron a un sector del FSLN ascender económicamente en alianza con la Iglesia y sectores de la vieja burguesía.
No es la primera vez en la historia que se utiliza el aparato estatal para acumular riquezas. En Nicaragua este proceso parió lo que Baltodano denomina oligarquía chayo-orteguista ( Chayo es el mote de Rosario Murillo) que necesita el poder estatal para reproducirse y sostenerse. Pero un ascenso tan vertiginoso requiere siempre de métodos corruptos y mafiosos, como ha sucedido en tantos procesos que se dicen revolucionarios pero, en realidad, han gestado una nueva clase opresora.
No resulta adecuado mentar traición, cuando la deriva actual de Ortega comenzó hace mucho tiempo, y se tornó inocultable en la década de 1990. Después de la piñata se produjo la reacción cínica de la izquierda nicaragüense y continental a la denuncia de Zoilamérica Narváez, en 1998, asegurando que su padrastro (Daniel Ortega) la abusaba desde los 11 años (goo.gl/L5Q7op). Los hechos graves no nacen de golpe, crecen en la tolerancia ética y en los desvíos del poder.
La segunda cuestión es el tema del poder estatal. No pocos nicaragüenses aseguran que la represión de Ortega es peor incluso que la del dictador Anastasio Somoza. ¿Porqué se repite la historia? ¿Porqué Stalin fue comparado con el zar Pedro El Grande y los dirigentes comunistas chinos con los viejos mandarines del imperio?
Lo que no funciona es pretender cambiar el mundo desde arriba, desde el aparato estatal, e imponerle los cambios a las masas, como si fueran objetos sin voluntad propia (una de las peores frases que se escucha en la izquierda dice conquistar a las masas). Pretender cambiar el mundo como una totalidad, sustituyendo un todo por otro todo, es un camino que conduce al desastre autoritario, como lo enseña un siglo de revoluciones triunfantes.
-El autor, Raúl Zibechi, es Periodista uruguayo, especializado en los movimientos sociales de América Latina, docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales. Artículo de opinión, en La Jornada de México, 22.06.18
*Fuente: Others News
Artículos Relacionados
Carta a PODEMOS: Dejad que esta hormiga os indique el camino de la victoria
por Javier Cortines (España)
8 años atrás 4 min lectura
Las primarias presidenciales y los nuevos escenarios
por Rafael Luis Gumucio Rivas, El Viejo (Chile)
8 años atrás 6 min lectura
Carta abierta a los intelectuales de izquierda
por Susana Merino (Rebelión)
10 años atrás 7 min lectura
Casa de Allende: el plan de la familia para mantener el control de la residencia luego de venderla en $993 millones al fisco
por Macarena Segovia y Diego Ortiz (Chile)
55 mins atrás
10 de marzo de 2025
CIPER accedió a la declaración del abogado y funcionario del Serpat. Su testimonio es clave, puesto que su experiencia como abogado especialista en el área patrimonial, y su rol a cargo de llevar el proceso de compraventa del inmueble, revelan el objetivo detrás de la anómala compraventa que finalmente resultó fallida.
La Constitución permite que el Presidente de Chile nacionalice la actividad minera por simple decreto
por Julian Alcayaga O. (Chile)
1 hora atrás
10 de marzo de 2025
La diferencia (entre las empresas mineras anteriores) es colosal con lo que hicieron o no hicieron las actuales empresas extranjeras de la gran minería, que ingresaron a Chile principalmente a partir de 1990. ¿Cuantas fundiciones o refinerías han construido? Ninguna. ¿Cuantas plantas de generación eléctrica? Ninguna. ¿Cuántas ciudades-campamentos? Ninguno. ¿Cuantos hospitales? Ninguno. ¿Cuantas líneas férreas? Ninguna.
Apoyamos a la familia de Julia Chuñil ante filtración de Fiscalía y presión mediática
por Lucía Sepúlveda Ruiz (Chile)
4 días atrás
06 de marzo de 2025
La prensa y el Estado (el presidente Gabriel Boric y el delegado presidencial Jorge Alvial) tienen acceso a la carpeta investigativa, pero el secreto continúa para la familia y abogados de Julia Chuñil Catricura.
Abre tus ojos al Sáhara
por Rosa María Sardá (España)
1 semana atrás
02 de marzo de 2025
«Los acuerdos de Madrid [de 1975] no han transferido la soberanía del Sáhara Occidental ni han otorgado a ninguno de los firmantes el status de potencia administradora, status que España no puede transferir unilateralmente».