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¿Podrá el nuevo Presidente, Martín Vizcarra, salvar al Perú?

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23/03/2018
Max Weber sostiene que en la política no tiene una vocación salvífica, por consiguiente, el político se ve obligado siempre a pactar con el diablo, es decir, hacer uso de la fuerza, legítima en democracia e ilegítima en tiranía.(legitimidad legal o la carismática)

El creer que un personaje, por más carismático que sea, puede salvar un país es absurdo;  La teoría que el historiador Carlyle plantea en el sentido de que los grandes hombres mueven la historia es muy discutible.

La crisis moral, ética y política que impera hoy en Perú es de larga data, no sólo desde la derrota de la guerra del salitre – como lo diría Mario Vargas Llosa en Conversaciones en la catedral – sino más contemporáneamente, desde la dictadura de Alberto Fujimori y su ocaso, al descubrirse los Vladi-videos y su renuncia vía fax, hasta hoy.

Es cierto que la historia puede tener episodios parecidos, pero no se repiten: superficialmente, podría creerse que la política peruana volvió al año 2000. La compra del diputado Kury, con billetes contantes y sonantes, por parte de Vladimiro Montecinos,  no es muy distinta de los videos grabados de las conversaciones del actual congresal Moisés Mamani con Kinji Fujimori, hijo predilecto del tirano Alberto, “bienvenido Ramírez y el funcionario Fredy Aragón”, que se diferencia de los videos de Montecinos sólo por la tecnología más avanzada, y que esta vez no se ofrecen billetes, sino obras a algunos congresales, presupuesto del cual podrán cobrar el 5%, es decir, “cinco palos” – como diría el cínico funcionario Fredy Aragón –  destinados a  su bolsillo.

El problema de la corrupción estructural no sólo reside en que una empresa brasilera – Odebrecht – compró a todos los cuatro últimos Presidentes del Perú, de los cuales uno está en prisión, otro fugado, un tercero hasta ahora ha Zafado – Alán García – y el cuarto, Pedro Pablo Kuczynski, seguramente irá a la cárcel, si antes no huye hacia Estados Unidos.

La corrupción estructural es mucho más que una compra y venta de congresales: nada se gana con expulsar a “los mercaderes del templo”, pues le sucederán otros, y a lo mejor, los 130 congresales podrían ser reemplazados por nuevos políticos, incluso más ladrones y corruptos que los anteriores.

El problema de fondo radica en la “democracia bancaria” – algunos llaman también empresarial -, es decir, que Presidente y Congresales, sumados a otros funcionarios del Estado y operadores políticos tienen, por lógica, confundir el bien común con el bien personal, y viene la paradoja de quien no roba es un pésimo político.

En el Congreso peruano la gran mayoría de sus miembros son independientes, por consiguiente, no obedecen a ninguna directiva de partido político, y dentro de este panorama sólo quedan dos grandes partidos históricos: el APRA, fundado por Víctor Raúl Haya de La Torre, con apenas cinco congresales, y Acción Democrática, creado por   Fernando Belaúnde.

El Partido mayoritario del Congreso pertenece a la familia Fujimori, cuya líder, Keiko, ha perdido en la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, en dos ocasiones sucesivas, la primera con Ollanta Humala y, la segunda, con Kuczynski.

La  familia política Fujimori está dividida en dos fracciones: una de Kinji y su padre, Alberto, y otra, de Keiko, (Caín y Abel son un chiste al lado de la guerra entre estos dos hermanos peruanos). El partido Fuerza Popular cuenta con 14 congresales que militan, y el resto son independientes, por consiguiente, se mandan solos, de ahí la facilidad del hijo menor de Fujimori y su mafia para comprarlos con dineros aportados por el gobierno – entre ellos, Mercedes Araos, el ministro de Transportes y hasta el mismo  ex Presidente, PPK -.

El nuevo Presidente, Martín Vizcarra, tiene desventajas que bien podrían convertirse en ventajas: en primer lugar, no tiene ningún partido político; en segundo lugar, es provinciano, de Moquegua, y no tiene relación conocida con la oligarquía limeña, como tampoco con las mafias políticas de la Capital; en tercer lugar, después del asunto del aeropuerto de Chinchorro, estuvo “exiliado” como embajador en Canadá, con residencia en Ottawa – 30º  grados bajo cero en promedio -.

Si el recién asumido Presidente de Perú hace una política, justamente la contraria de PPK – cuyo gobierno se convirtió en un verdadero manual de la mala política, y no cae en la Fujimori-adicción,  es decir entrega o pacta con Keiko o con Alberto-Kinji, se puede salvar y terminar correctamente el resto del período, hasta 2021, en cambio si hace negocios con los Fujimori, es seguro de que será vacado sin miramientos.

Creer que el cambio de gobernante va a solucionar la grave crisis que afronta el Perú, o bien, seguir a quienes gritan “que se vayan todos”, en una insensatez – en política, el vacío no existe, salvo que se quiera instalar la acracia, una utopía sin gobierno, autoridad, sin dinero, que sería loable, pero irrealizable en los tiempos modernos  -.

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