04/11/2017
A partir de 1938, salvo el caso de las candidaturas a la presidencia de la república de Eduardo Cruz-Coke, Fernando Alessandri, cuyos votos sumados eran más que los de Gabriel González Videla, candidato de radicales y comunistas, la derecha ha ganado gracias a la división y displicencia de la izquierda, (a lo mejor, podría haber sido una excepción la elección de 1970 en que triunfó la izquierda, gracias a la división de la derecha); cabría preguntarse ¿qué hubiese ocurrido de haberse aprobado la segunda vuelta, propuesta por los senadores del MAPU, Alberto Jerez y Rafael Gumucio Vives? (los ‘si acaso’ no existen en política) Afortunadamente, la derecha estaba segura de ganar y su prepotencia la hundió
En 1952, nuevamente la derecha estaba segura de ganar con su candidato, Arturo Matte Larraín, pero perdió en el general “de la esperanza” Carlos Ibáñez del Campo. En 1958, Allende estuvo a punto de alcanzar la primera magistratura si no hubiera sido por el cura de Catapilco (Antonio Zamorano Herrera), quien le restó los 40.000 votos necesarios para obtener la mayoría. En 1958 la derecha, con el radical Julio Durán, estaba también segura del triunfo, pero gracias a la derrota de su candidato en Curicó, se vieron obligados, a la fuerza, a votar por Eduardo Frei Montalva con el fin de impedir el triunfo de Allende. En 1970, las encuestas de Mario Hamuy daban el triunfo a Jorge Alessandri Rodríguez – la auto complacencia los condujo a la derrota.
En 1999 ninguna encuesta apostaba por el empate técnico entre Ricardo Lagos Escobar y Joaquín Lavín y sólo el voto muy disciplinado de los comunistas permitió el triunfo de Lagos en la segunda vuelta. En 2009 no ganó Sebastián Piñera en la segunda vuelta, sino que perdió el mal candidato de la Concertación, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, y su incapacidad para atraer los votos de Marco Enríquez-Ominami y de Jorge Arrate. De todas maneras, Frei Ruiz-Tagle no hubiera reconquistado el poder, pues no omitió error durante su candidatura, además, con el antecedente de su reprobación como Presidente.
Cuando un mandatario termina con mala evaluación lo lógico es que su sucesor sea derrotado; así ocurrió con Gabriel González Videla, en 1952: con Carlos Ibáñez del Campo, en 1958; con Eduardo Frei Montalva, en 1970, con su sucesor, Radomiro Tomic.
El sucesor de Michelle Bachelet, Frei Ruiz-Tagle, perdió ante Sebastián Piñera; la sucesora de este Presidente, Evelyn Matthei, fue derrotada por Michelle Bachelet, (ha demostrado notoria incapacidad para dejar herederos, lo que no es mala idea pues, al menos debemos sentirnos conformes al romperse la monarquía hereditaria de los Frei y los Alessandri).
Las candidaturas de la llamada centro-izquierda – un nombre bastante antojadizo, pues tiene muy poco de centro y muy poco de izquierda – más bien podrían definirse por la no pertenencia al piñerismo, aun cuando hacen todo lo posible por regalarle el triunfo al “último pirata del Pacífico”, como se le decía a Gustavo Ross Santamaría, también un especulador fanático, parecido al candidato actual, Sebastián Piñera.
La división entre las candidaturas progresistas, sumado a la permanente polémica entre los seis candidatos, sólo favorece a Piñera, quien se presenta a sí mismo como “el salvador de la patria” un estadista probado, un gran gobernante”- hizo enriquecer a los chilenos de clase media -, un católico y defensor de la familia, que rechaza el aborto y que regala bonos a los matrimonios que celebran sus bodas de oro, es decir, un “San Sebastián chileno”, pero también dispuesto a ser lapidado por las lanzas de los “réprobos” marxistas.
Si la política estuviera acomodada a los intereses personales, para mí, personalmente, el ideal sería que no hubiera Presidente y que no existiera el poder, ni el dinero. Por desgracia, estos deseos no tendrán cabida en la realidad, pues el cielo no se puede alcanzar con las manos.
Cada uno de los seis candidatos de la centro-izquierda colabora objetivamente en el eventual triunfo de Piñera: por ejemplo, la candidata DC, Carolina Goic, se está dando el lujo de quebrar su propio Partido, a sabiendas de que tendrá una mala votación en primera vuelta, en las elecciones presidenciales, provocando un colapso parlamentario y, seguramente, la balcanización del Partido – unos pocos seguirán a Yasna Provoste, otros tendrán que irse para su casa y, los terceros, formarían un partido político de centro-derecha, con los Walker, los Aylwin y otros – y lo que es peor para ellos, se les acabará su “pituto o muerte” a costa del botín del Estado.
La Nueva Mayoría tiene un cáncer terminal, y la candidatura de Alejandro Guillier, apoyado por la mayoría de los partidos políticos de gobierno, no ha omitido ningún error por cometer; aún no logra demostrar si es un candidato independiente o de los partidos de su alianza, si aún es heredero de Bachelet o bien, quiere emprender un gobierno novedoso; los únicos disciplinados y fieles, los comunistas, terminarán pagando el pato de tanto desaguisado. Los socialistas, según los pronósticos, no elegirán ningún senador, además, están tocados por el affaire narco-municipio de San Ramón. Los radicales no logran convencer a los votantes que son herederos de Pedro Aguirre Cerda – más bien lo parecen de Gabriel González Videla -: El PPD era un fundo de Ricardo Lagos Escobar y, ahora, sin el patrón, los inquilinos están desorientados. En fin, Guillier no ha demostrado grandes dotes de estadista.
Marco Enríquez-Ominami no sigue una mala estrategia al atacar al candidato de la derecha y proponer la unidad de “todos contra Piñera”, que le dio buenos resultados, según la última encuesta CEP; es cierto que atacar a Guillier le es útil para quitarle votos a este candidato, pero una estrategia inteligente para llegar en tercero o en cuarto lugar termina favoreciendo a Piñera.
El Frente Amplio ha demostrado inmadurez política que lo ha llevado a privilegiar la candidatura presidencial por sobre el capital político de sus líderes jóvenes, entre ellos Gabriel Boric y Giorgio Jackson; a su vez, la novedad de su candidata a la presidencia, Beatriz Sánchez, brilla menos que al comienzo. La abstención, en general perjudica a la izquierda, pues con el voto voluntario sufragan personas mayores, habitantes de pueblos rurales y comunas adineradas, justamente, donde la izquierda carece de un apoyo importante.
No tengo ninguna simpatía por los analfabetos políticos, mucho menos por la moral reinante en este país de “los fenicios”, donde lo único que importa es el dinero y los televisores gigantes para ver, por ejemplo, la hipocresía de la Teletón.
En cuanto a la próxima elección del 19 de noviembre, no faltan insensatos que voten por “el rey de los lugares comunes” y Chile se vaya a la misma mierda.
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