¿Estamos al borde de… la Primera Guerra Mundial?
por Cristian Joel Sánchez. (Chile)
10 años atrás 6 min lectura
Las imágenes que llegan de la agresión del nazi-sionismo al pueblo palestino, han camuflado un poco el otro teatro inquietante que sacude hoy al mundo: el enfrentamiento armado entre el ejército ucraniano tras el cual -y era que no- está la mano de Washington, y la mayoría pro rusa que encendiera la llama independentista desde Crimea expandiéndose por el este de Ucrania. Es lo urgente del momento junto a la resistencia palestina y en torno a ello nos movemos. Pero, ¿es la realidad en el caso ucraniano tan simplona como aparenta, con buenos absolutos de este lado y malos irremediables por el otro? Veámoslo.
Sabemos que un fuerte movimiento nacionalista, los pro-rusos, se enfrenta militarmente a una Ucrania dependiente de la OTAN y económicamente supeditada a la Unión Europea. Eso es palmariamente real y no merece discusión. ¿Pero tenemos claro cuál es el verdadero teatro donde se desarrolla este conflicto? Si nos atenemos al antiguo esquema de la guerra fría, no tendríamos ninguna duda de donde estarían nuestros afanes pues en ese entonces teníamos plena conciencia que, en último término, los conflictos eran inevitablemente ideológicos, económicamente opuestos, socialmente clasistas. Los actores estaban entonces claramente definidos. Tres décadas después uno de ellos continúa ahí y sigue siendo el símbolo máximo del abuso internacional. Es decir los yanquis son los mismos, pero los rusos de hoy no son los soviéticos de ayer.
En el mundo actual querámoslo o no, la realidad ha cambiado. Pero la historia avanza en espiral, como dijera Marx, y lo que ayer quedara aparentemente en el pasado, vuelve a repetirse sólo un eslabón más arriba, como los resortes. Veamos un ejemplo. El mundo que conociera el inicio de la Primera Guerra Mundial carecía de sistemas contrapuestos que exhibieran ideas diferentes respecto de la justicia social, de la explotación de los desposeídos, del enriquecimiento de unos pocos a costa de las mayorías. No existía ningún país del mundo, y menos una potencia, en el cual la burguesía económica dominante no estuviera enfrascada en una lucha denodada por afianzarse siendo las únicas cortapisas las burguesías industriales competitivas de otros naciones, muchas veces colindantes.
A las puertas de esa primera conflagración mundial algunos países, principalmente Francia e Inglaterra y en menor escala Italia, emergían industrialmente pujantes, con economías basadas en el saqueo de colonias de ultramar mantenidas bajo la férula de las armas, desvalijando las riquezas materiales de aquellos territorio y obteniendo mano de obra casi gratuita, todo lo cual servía de base primordial para el desarrollo capitalista de esas potencias.
La Entente, Francia, Inglaterra y una vacilante Rusia que tenía un pie todavía feudal y el otro ansiosamente capitalista, emergía como gran contendor frente a las llamadas Potencias Imperiales Centrales que comprendían el Imperio Austro-húngaro y Alemania, a lo que se agregaba el decadente imperio otomano, es decir Turquía, todos los cuales carecían de territorios coloniales significativos en continentes tercermundistas como Asia y Africa. Estos imperios, que formaron la Triple Alianza y que se mostraban ansiosos de abrir mercados nuevos a sus economías sofocadas por la Entente, vieron, una vez más, que la única forma de dirimir este statu quo era el camino de las armas, lo que abrió paso a la Primera Guerra Mundial de cuyo inicio se cumple este año un siglo.
Esa realidad, expuesta aquí de manera resumida, era, sin duda, muy diferente a lo que más tarde sería la guerra fría entre dos bloques ideológicamente contrapuestos y donde tomar partido no resultaba particularmente complejo. Sin embargo, si volviéramos al teatro mundial de principios del siglo XX, a los tiempos previos a la Primera Guerra Mundial, ¿podría usted definir quiénes eran los malos y quiénes eran los buenos de aquel conflicto de rapiña? Y si me permite apurarlo un poco, ¿con quién habría estado usted si se hubiera visto forzado a tomar partido en ese entuerto?
Dijimos al comienzo, parodiando a Marx y a otros pensadores, que la historia se mueve en espiral, es decir suelen repetirse los escenarios, aunque sin despreciar la dialéctica de los tiempos. 30 años después de la caída del sistema socialista de naciones, nadie puede negar que hoy este es otro mundo. No decimos que es mejor o peor, pero es otro mundo. Sin embargo, a los conflictos que ahora están comenzando a esbozarse otra vez en Europa, al que se agrega Estados Unidos como el eterno convidado de piedra, ¿no le encuentra usted un tufillo parecido a ese que emanaba del mundo a comienzos del siglo pasado?
La Rusia capitalista de hoy, la que desafía a los yanquis y al resto de Europa, es una Rusia que llegó atrasada al reparto de la torta luego de su aventura socialista de casi un siglo, y tiene ahora urgencia de abrirse camino como lo intentara el Imperio Austro-húngaro, Alemania y Turquía a comienzos del siglo XX. Su primer paso es blindarse geopolítica y económicamente empezando por el principio, es decir reconstituyendo el conglomerado de repúblicas que alguna vez hicieron fuerte a la URSS. También la consolidación de Rusia como potencia económica requiere sumar aliados, y los busca en los enemigos tradicionales de la hegemonía yanqui-europeay que encuentran en América Latina, Africa y Asia.
Ese es el trasfondo del conflicto de insospechadas consecuencias que comienza a perfilarse en el mundo. Tratándose, una vez más, de una pelea por el reparto económico del planeta, ¿significa eso que estamos destinados sólo a tomar palco? Seamos sinceros: somos visceralmente anti yanquis y cualquier enemigo del imperio del norte es inobjetablemente nuestro amigo. Eso explica la simpatía que nos provoca un Putin y la Rusia capitalista que reemplazó a la Unión Soviética, cuando se empina enfrentando los designios omnímodos de Estados Unidos y sus aliados europeos. Sonreímos y hasta nos entusiasmamos cuando por primera vez frente al monstruo occidental se yergue una potencia con idéntico poderío, si no económico, al menos militar. ¡Métete con uno de tu porte! quisimos muchas veces gritar cuando la impresionante máquina militar yanqui comenzó a aplastar pueblos de manera inmisericorde al quedar dominando el mundo sin contrapeso luego del hundimiento de la URSS.
Por eso, amigo mío, démosle, no más, pero con cuidado. No perdamos de vista que cualquiera sea el resultado de esta pelea entre potencias capitalistas, de ella no surgirá un mundo mejor, libre de las injusticias que hasta este minuto parecen ser el sino de la Humanidad. Pero por ahora seamos pragmáticos: avivémosle la cueca al “camarada” Putin y a su osadía antiyanqui. Quién sabe si en esta trifulca de grandes perros capitalistas, algo se les caiga del bolsillo que nos llegue a nosotros.
Es decir, si no nos mojamos en esa lluvia, al menos que nos caiga la gotera, ¿no le parece?
Cristian Joel Sánchez.
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