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Un paso al futuro: Reconocer y aceptar nuestro mestizaje

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No se puede defender lo que no se ama;  no se puede amar lo que no se conoce; no se puede conocer lo que no se percibe
Dedicado a mi abuela colchagüina  Zoila Toledo Arellano, mi gran profesora de chilenidad.

Versos de la lira popular

“No se me pasa un Domingo,
Sin que me ponga mi tongo.
Si no me lo pongo, rezongo.
Y aunque es un tongo muy gringo,
Parezco Michimalongo
Con mi tongo de Domingo”

Dicen los maestros de sabiduría, que es imposible crecer si no enfrentamos nuestra sombra, es decir aquello que reprimimos, que no aceptamos en nuestra conciencia, y de tanto reprimirlo lo olvidamos y queda en nuestro subconsciente, y traspasamos esa carga a nuestros hijos en forma de temas que no se tocan, de prejuicios que no se explican y de mitos que no resisten ningún análisis.  Pero estas energías no se evaporan, salen en forma de proyecciones que colocamos en las otras personas y ahí, como no nos gusta lo que vemos, nos molestan, y tenemos antipatías hacia el otro o lo despreciamos o lo evitamos porque nos pone nerviosos.

Existen sombras personales, familiares, a nivel país, a nivel religioso etc.  Como ser, los países del Norte, que ahora son civilizados, demócratas y nos dan lecciones de buen vivir, no tienen conciencia que gran parte de su fortuna la han construido saqueando al Nuevo Mundo, que fueron grandes traficantes de esclavos, que la esclavitud en Europa de todas las layas, siguió hasta los finales del siglo 19, sobre todo en los países de Europa Oriental y su continuación maquiavélica sigue en África.

Tampoco tienen conciencia de que gran parte de su desarrollo científico y técnico lo deben a pueblos orientales y morenos de la cuenca del Mediterráneo.  Y que su religión viene del Medio Oriente.

Para no ser menos, los chilenos también tenemos una sombra grandota, que cada vez que se nombra provoca sobresalto, todos se quedan mudos, la niegan, se ofenden y te mandan a la lista de personas “non gratas”, y terminan quitándote el saludo.

Esta sombra es la de nuestro  gran porcentaje de mestizaje con los pueblos nativos americanos (85%) y la sangre de esclavo africano que corre por nuestras venas.

Creo que es un tema importante, porque quién no acepta a su familia, su pasado y lo falsifica, se acostumbra a vivir en el mito, no enfrenta la realidad, ni se para en terreno firme para crear el futuro, ya que al tener una visión desenfocada de nosotros mismos, tenemos una visión desenfocada de la realidad actual y de la futura..

Yo entiendo que en el siglo 19, época en que se construyó la idea de Chile, las clases gobernantes inventaran todo tipo de cuentos, sobre todo si el 87% de la población era analfabeta.  Y que esos cuentos estuvieran basados en lo que ellos querían ser y mostrar al mundo, es decir a Europa, del Chile de sus familias, que ellos creían, era de cultura europea, con un fenotipo mediterráneo, es decir, una prolongación de España.

Según mi experiencia, Chile es uno de los países menos españoles de Suramérica.  Y esto  no es ni un insulto ni un piropo, es lo que a mí me parece y creo que a ambos los conozco bastante.  Parece español, porque los apellidos suenan españoles, pero la cultura, la mentalidad, no son españolas porque nuestras retatarabuelas eran  nativas americanas y las culturas se transmiten por línea femenina y la cantidad de mujeres españolas que llegó a Chile, fue mínima.

Esto se ve en lo doméstico, en la cocina, en los trajes típicos donde no hay bordados, en la música y el canto y en el baile, en como se divierten, en como enfrentan la migración y el destierro y ahora se puede ver en el análisis biológico.

Por ejemplo en Chile sería impensable lo que hizo una familia española cuando la ONU censuró algo del gobierno de Franco.  Salieron con un cartel a la calle que decía algo así como: “Juan González Martínez y familia, se cagan en la ONU.” Fuerte sensación de pertenencia y de dignidad, ausencia del “qué dirán”. Aunque quizás no eran franquistas, eran españoles pasados a llevar y les importaba un rábano lo que pensara nadie.

Cuando los españoles van al exilio, se juntan a cantar o a discutir, hablan mal de los curas y de paso los defiende, porque son españoles, y se reconocen los unos en los otros. Esa misma sensación de unidad y de tribu, obtenida dolorosamente, les ha hecho difícil aceptar la idea de que en España conviven, no sólo personas, si no pueblos.

Los chilenos cuando salen, se estratifican por clases sociales, pertenencia cultural que es más fuerte que la de la patria, y ninguna de estas clases sociales admite todavía con gracia, la existencia de otros  pueblos dentro de Chile.

Vamos en otra etapa de la fusión y de la identidad.

¿Quiénes somos nosotros?  ¿Qué tenemos en común? 

No tengo la respuesta.  Pero veamos nuestra historia.
Como nuestro paisito quedaba en el quinto pino, y era pobre, la migración española fue poca, y la cosa no daba para venir con mujeres.  La primera mujer con nombre propio que llegó a Chile, y que no era indígena americana, fue Malgarida, esclava morisca acompañante de Almagro. La segunda fue Inés de Suárez, que llegó con Valdivia y era una viuda extremeña costurera de profesión.  Las expediciones de Almagro y Valdivia traían numerosos indios /as peruanos, esclavos/as negros y moriscos, que fueron las bases de las primeras familias coloniales.  Mientras estuvieron sin esposas, las huestes de Valdivia tomaron numerosas concubinas entre la población local, lo que no era mal visto, ya que los indios eran polígamos y dentro de España existía la barraganía, y el amancebaje como forma soterrada de poligamia.

Un tiempo después, el Rey de España, que era muy católico, exigió que los conquistadores que estuvieran casados en España, se trajeran a sus mujeres ya que el Concilio de Trento había normado el tema del matrimonio católico y la barraganía.  A esas alturas todos los conquistadores tenían hijos e hijas mestizas a los cuales dieron su nombre y rango y son las antepasadas de toda la población chilena, de chincol a jote en lengua nacional, de todas las personas cuyos antepasados llegaron antes de la Independencia, que por lo demás son la mayoría.

Nuestros antepasados españoles no eran forajidos ni presos, ya que América pertenecía al Muy Católico Rey de España cuya misión en este mundo era evangelizar estas tierras y no llenarlas de deportados de las cárceles, como las colonias inglesas.  Nuestros antepasados eran españoles de todos los reinos de la reciente unificada España, la conquistada Navarra, el anexado reino de Aragón y Cataluña, el subyugado reino de Granada, los asociados señoríos vascos, los aportados por los Habsburgos en Holanda, Alemania, Austria e Italia. Muchos de los capitanes eran soldados de profesión e hijosdalgos, muchos se habían hecho soldados en las guerras de Flandes y eran hijos de campesinos.  Todos querían ser ricos y gloriosos y fundar linajes que llevaran con honra su nombre y por Dios que fueron  recios, valientes y arriesgados.

El Chile histórico donde nació  nuestra patria, entre Aconcagua y el Itata, estaba poblado por tolderías de indios de etnia Picunche, o mapuches del Norte. A la llegada de los españoles eran feudatarios del Imperio Inca, que había construido sus caminos y sus tambos para recoger tributos.  Cultivaban maíz, porotos, zapallos, papas, tomates y ajíes, y criaban “chillihueques “o llamas.  Regaban  sus “chacaras” con canales artificiales, tejían mantas y “ponchos”, fabricaban “chicha” de maíz para sus fiestas donde jugaban a la “chueca” y se emborrachaban y tenían algo de metalurgia aprendida de los Incas. La vida debe haber sido simple y seguía los ritmos de la tierra. Yo pienso que llevaban una vida estupenda, buen clima, no había ni muchos enemigos ni muchas víboras venenosas, un mar lleno de mariscos,  en fin, un paraíso. Es como lo que todos añoramos cuando salimos a vacaciones.

A la llegada de los españoles opusieron resistencia, y seguramente algunos se replegaron al Sur a mantener la defensa, pero muchos caciques pactaron con los españoles.  Y como la moneda de cambio siempre ha sido la mujer, comenzó un mestizaje en gran escala que fue el cimiento de nuestra población, dividiéndose  ésta en castas que tenían acceso diferente al poder, dependiendo de la pechuga del conquistador y su capacidad para darse cuenta que la gloria y el dinero se ganaban en tiempos de paz a través de la industria y el comercio y no en la guerra.

Desde la Conquista hasta finales del siglo 19, los indios que vivían en la zona central de Chile y conservaron su condición de indios con caciques propios hasta que llegó la República.  Fueron absorbidos paulatinamente por las grandes haciendas y el mestizaje, perdiendo sus tierras y sus apellidos picunches y formaron la clase campesina y posteriormente la masa obrera de las ciudades. Los indios, ya fuertemente mestizados, agrupados en pueblos de indios, tales como fueron Melipilla, Malloa, Chimbarongo, Nancagua, Colina, Huechuraba, Quilicura, Talagante, San Vicente de Tagua Tagua, Lolol, Vichuquen, Apoquindo y otros muchos, perdieron las pocas tierras que les quedaban al comienzo de la República, y perdieron su memoria de ser quienes eran, ya que el idioma lo habían perdido paulatinamente los siglos anteriores.

La asimilación no debe haber sido fácil, si no llena de dolor e injusticia, como son todas las conquistas y los choques culturales.  En honor a la monarquía española hay que decir que tuvo cierta conciencia de protección al indio, pero la distancia que hay de América a Europa es grande, y desvirtuó las mejores intenciones y los hacendados, de origen lejanamente mestizo, eran codiciosos con las tierras, y no respetaban las leyes de la corona, hasta que los indios los enjuiciaban ante el Protector de Indios nombrado por la corona.  Hay constancia de estos juicios y de Protectores que realmente protegieron las leyes y favorecieron a los indios y después a algunos esclavos frente a las injusticias.  Pero el sistema en sí, fue injusto, así como lo es actualmente en muchos aspectos.

 El Estado republicano chileno se encargó de borrarles su diferencia en aras de la ciudadanía chilena y terminó por quitarle sus tierras. Sólo quedaron sus comidas tales como: charquicanes, porotos pallares con pilco o mazamorra, locros, humitas, cochayuyo, charquis, pastas de ají, papas con mote, el ulpo y la harina tostada. Los nombres de sus caciques, tierras, cerros, ríos, árboles, y alguna que otra palabra de nuestro vocabulario chileno huaso, como por ejemplo: curiche, pichiruchi, malón, piñén, poncho, guata, charcha, pirca, etc. y el infaltable “mi negro o mi negra” como expresión de nuestros sentimientos de afecto más profundo, lo que significa que los negros y negras fueron amados y esto quedó inserto en nuestro vocabulario.

También quedó su desinterés por los usos  rituales cristianos como el matrimonio y su exigencia de monogamia, los bailes de cofradías a la Virgen, quizás reminiscencias de ceremonias incásicas a la Pachamama y la mayoría de  sus actitudes psicológicas ante el trabajo, la religión, la vida en comunidad, su relación con la autoridad, la identificación o no identificación con el país y  el estado, la sensación de pertenencia o de no pertenecer, la participación en el gobierno del país y sus decisiones, el respeto o no respeto a la propiedad de las cosas y su substracción sin considerar esto una falta,   y la aceptación real o simulada de valores que no eran propios de la etnia nativa y que son las que construyen el país, la nacionalidad y nuestra cultura comunitaria y en lo más íntimo, la relación entre los sexos , la familia y los hijos.

La libertad total de los esclavos negros y los indios esclavizados en las haciendas, se logró solamente en 1823, mucho antes que en Europa, y el siglo 19 presupone un esfuerzo de integración enorme para formar un país, esfuerzo que merece nuestro respeto.
Parte de esta integración se hizo a través del olvido propiciado por el desarraigo y la adopción de mitos oficiales tales como “los ingleses de Sudamérica” o los ancestros españoles inexistentes, o la bravura en la guerra, o la inteligencia en la improvisación;  los magos del alambrito, caracterizados por nuestros “maestros chasquillas” que improvisan ocurrentemente tecnologías que nos sacan de apuro.

Los negros, de padre y madre, conformaron durante la colonia un 2 o 3% de la población al igual que los considerados españoles puros; las castas, mulatos, y mestizos en cualquier grado y todas las variaciones de mezclas, fueron absorbidas por la población mestiza que conformaba el 75%, siendo el restante 20% población indígena autóctona.

Al surgir la república y siguiendo los modelos ideológicos imperantes, se abrió las puertas a la migración de países que no eran de origen español como los campesinos y artesanos alemanes, comerciantes ingleses y franceses, italianos, árabes, croatas y otras minorías que llegaron a fines  del siglo  19 y durante el siglo 20, arrancando de las guerras y las depresiones europeas. La población inmigrante nunca superó el 2% de la población total.

Pero esta migración no le hace el peso a la masa original del pueblo chileno, que es la que le da a este país sus rasgos más acentuados y más homogéneos que los países vecinos.  Lo contrario sucedió en Argentina y Uruguay dónde los millones de italianos, españoles, franceses, alemanes  y judíos igualaron o superaron a la población local, cambiando totalmente la idiosincrasia, para bien o para mal, y cada colonia todavía mantiene rasgos particulares.

Cuando las cosas se ponen complicadas, nuestros vecinos sacan de debajo del colchón los papeles que les dan nacionalidades europeas y salen pitando.  La mayoría de los chilenos no tenemos otra cosa que Chile donde ir y la mayoría no tiene noción de haber tenido jamás antepasados en otro lado, lo que nos obliga a fabricarnos una casa propia agradable si tomamos conciencia de este hecho, sobre todo con las restricciones que los países del norte están poniendo a la migración del sur.

En estos últimos años, con el desarrollo de la biología molecular, el descubrimiento del genoma humano y de técnicas que permiten la observación de los aspectos humanos controlados por ciertos conjuntos de proteínas dentro de ese manual de instrucciones que son los cromosomas, se ha podido determinar que los seres humanos pertenecemos todos a la misma familia, y que nuestros colores y formas externas son solo variaciones dentro de la misma especie.  Con esto se descarta la idea de que las diferentes razas humanas pertenezcan a especies diferentes, sino que son solamente variaciones fenotípicas.  Somos todos primos en algún grado.

También se determinó que tenemos una antepasada común en Africa, hace unos 200.000 años que nos legó nuestro ADN Mitocondrial, que pasa de madre a hijo/hija sin variación excepto las mutaciones casuales. Basándose en este marcador, en América se encuentran 4 líneas de descendencia:  A,B,C,D.

Existe además un conjunto de genes llamados Y, que dan el carácter masculino, y que se hereda de padre a hijo, pero que es mucho más variable que el ADN Mitocondrial y que también señala un antepasado masculino que vivió en Africa hace unos 200.000 años.

Con estos datos, se ha podido determinar, que existen varias familias de ADN, diferenciándose las africanas de las europeas y de las asiáticas rama de donde descendemos los americanos, desde hace unos 20.000 años.

La National Geographic Society en conjunto con la IBM desarrolló el proyecto Genoma Humano, a través del cual pretende construir un mapa de las migraciones humanas desde que nuestra especie, el hombre moderno o Cro Magnon, salió de Africa y conquistó todos los continentes.  Este estudio se ha hecho en todos los países, y el que quiere participar por cuenta propia, puede acceder a laboratorios y enviar su análisis para completar datos.

Existe un trabajo hecho para Chile el 2002 que se encuentra en Internet “COMPOSICION GENETICA DE LA POBLACION CHILENA. DISTRIBUCION DE POLIMORFISMOS DE DNA MITOCONDRIAL EN GRUPOS ORIGINARIOS Y EN LA POBLACION MIXTA DE SANTIAGO”, REVISTA MEDICA DE CHILE, VOL.130 (2):125-131, 2 002  que concluye lo siguiente

“El 84% de los haplogrupos de origen mitocondrial (ADN mt o por línea femenina) de la población  mixta de Santiago son de origen amerindios, mientras que la línea masculina (cromosoma Y) es en su mayoría europea.” Es decir nuestros abuelos fundadores eran en su mayoría europeos, y nuestras abuelas fundadoras eran en su mayoría picunches o diaguitas o aymaras."

El muestreo se hizo en Providencia, Ñuñoa, Independencia y La Florida, en las Postas y fue tomado al azar.

Con todas las limitaciones que puede tener el muestreo, el resultado indica que somos una población de origen mestizo en su mayoría, no indicando este tipo de análisis la proporción individual de este mestizaje.

Lo curioso es que en Argentina y Uruguay se han hecho los mismos estudios encontrando genes maternos indioamericanos en proporciones muchos más altas de lo que se esperaba.  Esto se debe a los efectos fundacionales que hacen que los conquistadores de estos países tuvieron numerosa descendencia mestiza y los inmigrantes al casarse en alguna generación con alguien del país, traspasaron su herencia a las nuevas generaciones portadoras de apellidos sumamente extranjeros y de resonancias anglosajonas.

Mi conclusión de este artículo, y mis investigaciones personales sobre mi ascendencia, es que estoy en Chile en mi casa, y en América hace por lo menos 20.000 años.  Que mi gente fue buena para caminar, fueron los más andariegos de la historia, caminando primero desde África hasta Asia, y de ahí hasta Tierra del Fuego, que no cargan bajo sus espaldas los pecados espantosos de los pueblos europeos llenos de ansias de dominio y de esclavitud, que no tienen celulitis, que es mal de europeas, mujeres y hombres son mucho más lampiños que los españoles y sobre todo, que tenemos que crear una patria donde quepamos todos, vivamos bien y ojalá nos sintamos pertenecientes a la misma tribu. Porque de hecho, pertenecemos  a la misma tribu.  Descendemos de un puñado de españoles,  y de una población indígena pequeña. Nuestros presidentes de la República son todos parientes entre sí en algún grado, incluyendo Pinochet y Allende, Aylwin y Alessandri, y candidatos como Jorge Arrate, Eduardo Frei Sebastián Piñera y Marco Enríquez y no nombro a la Srta Jiles, porque no conozco sus antecedentes.

La Cacica de Talagante y su familia, llena de mujeres crueles, brujas y devotas está detrás de todos nosotros y también los caciques que no pelearon y prefirieron entregar a sus hijas para seguir viviendo cómodamente como medios pollos de los españoles, pero también están sus hijas, ignoradas por la historia, que le han puesto el hombro a este país.

Y también descendemos de otros que sacaron la cara en el siglo 19 y lograron hacer de esta mezcolanza algo con sentido, porque el sentido no cae del cielo.  Se lo damos nosotros.  No hay destinos manifiestos prefijados por los dioses, no estamos destinados a ser peones de nadie si no le damos a alguien el poder para que nos convierta en eso.  Somos una sociedad en formación y no tenemos por qué avergonzarnos de nuestras diferencias culturales ni de nuestros colores.  Lo que a Europa le ha costado miles de años, no lo podemos hacer en 500 si todavía no tenemos claro quiénes somos.

Acuérdense de que yankilandia es Europa trasladada a América, no es una comunidad mestiza como nosotros que nos pusimos en pie en el siglo 19 y expresamos la voluntad de SER, así con mayúscula y entretanto tenemos que buscar nuestro camino particular para llegar a ser algo que nos interprete a todos.

Chile es el único país de América que se jacta de tener más de 80 familias conocidas que descienden de los conquistadores del siglo 16, que pertenecen a todas las clases sociales, que están detrás de todos nosotros y que nos deberían unir en una sola tribu, como la gran familia chilena.

Los que compartimos los chistes de Condorito, bailamos cuecas de vez en cuando, comemos empanadas a la menor provocación, hablamos en un dialecto andaluz que solo nosotros entendemos, miramos la Cruz del Sur en nuestro cielo por las noches y la cordillera para orientarnos en el día, que somos pésimos para emigrar ya que nos morimos de nostalgia, y que tenemos el masoquismo de bañarnos en el Océano Pacífico y en la corriente de Humboldt, salir morados de frío envueltos en arena negra diciendo que lo estamos pasando estupendo, mientras comemos cuchiflíes y nos crujen las muelas con la arena y nos tabletean las rodillas con el viento, esos nos llamamos chilenos con cariño.

Cada uno sacará  una conclusión diferente de este artículo, pero ojalá sirva para disminuir el racismo soterrado que nos acompaña, y aceptar a nuestros primos mapuches. A no escandalizarse tanto cuando algún cándido europeo nos diga que tenemos unos hermosos ojos indios u otro piropo semejante. A aceptar el cumplido como dignas descendientes de las  Guacoldas  y  Rayenes, de la Cacica de Talagante, de las Coyas que vinieron con sus hombres desde el Perú, de las Zaidas, Zoraidas y Zorahaidas, esclavas moriscas que nos enseñaron a hacer empanadas, pollo arvejado y ensaladas. También de las negras congolesas cimbreantes que nos legaron sus rizos y sus danzas, rizos que aparecen en nuestros campos entreverados con los cabellos negros, lisos, fuertes y brillantes de nuestras abuelas picunches.
Santiago, Julio 2009

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