Chile: La Trampa del Plebiscito Constituyente explicado por Gabriel Salazar
El historiador Gabriel Salazar explica porqué un proceso constituyente manejado por la misma clase política es y será una trampa más de los políticos para que los cambios al sistema actual sean mínimos. Explica además cómo a través de asambleas constituyentes comunales se lograría un real proceso soberano del pueblo, para redactar una constitución ciudadana y sin participación de la clase política q en estos momento son el principal problema en Chile.
¿Por qué rechazar el acuerdo “parlamentario»? ¿Cómo avanzar más allá?
Es necesario rechazar este acuerdo, en primer lugar, porque ha surgido de una instancia completamente informal constituida a espaldas de todo canal de representatividad democrática. No es un acuerdo del Parlamento, como institución. No está firmado por todas las fuerzas políticas presentes en el Parlamento. Tampoco es un acuerdo formal entre un grupo de partidos políticos. Incluso algunos de sus firmantes han sido cuestionados por los propios movimientos políticos que se supone representan. Lo que ha ocurrido es que un simple grupo de parlamentarios, a título particular, se han arrogado la representatividad de sectores enteros de la sociedad, sin la menor consulta. Dado lo anterior resulta necesario un diálogo entre Unidad Social y el Parlamento.
Chile: Programas partidistas para una República de nuevo cuño
Al ser testigos del fuego amigo y no amigo entre los diferentes candidatos de las derechas, los centros y las izquierdas políticas, cabe preguntarse por la importancia de las bases programáticas de cada una de las candidatas y candidatos a la presidencia. ¿El programa presidencial es algo importante para estos actores?… aparentemente si. ¿La coherencia entre el Programa Presidencial y los Proyectos de Sociedad de los Partidos Políticos Estratégicos y de Gobierno que permiten los soportes de los candidatos es lineal?… esa respuesta no es tan simple.
Intereses de clase y/o fracciones de clase que defienden las actuales candidaturas
Los partidos políticos no nacen, como vulgarmente se cree, por la simple voluntad de un grupo de personas sino lo hacen para asumir la defensa de determinados intereses de clase o, más específicamente, de fracciones de clase. Cuando se organiza un partido que no responde a estos parámetros, esa estructura tiende a desaparecer con rapidez, con celeridad y son pocos los que alcanzan a explicarse tan efímera o fugaz existencia. Y es que los partidos son actores políticos, como lo son los parlamentarios, ministros de Estado y altos jefes de la burocracia estatal. Todos ellos no se encuentran en los sitiales que ocupan por simple coincidencia o simpatía sino porque representan intereses de clases y/o fracciones de clase.
Democracia sin partidos políticos
Si en Chile existiera una democracia y el Estado de derecho, lo lógico sería que la ley se respetara, pero como el Estado de derecho es un chiste, los partidos políticos que no logren inscribirse no respetan la ley y, como buenos leguleyos para mantenerse en el poder, buscarán argucias para desviarla – por ejemplo, un acuerdo “exprés” por parte de los parlamentarios, pues “nosotros hacemos la ley a nuestro gusto, y los cargos y los dineros fiscales nos pertenecen, casi por derecho divino…
“Los partidos no han asumido su culpa y se la traspasan al Gobierno”
“Hay una falta de autocrítica de los partidos políticos del país en cuanto a los errores que han cometido y, uno de esos errores, es la falta de comunicación que tenemos con el Gobierno, o tanto el Gobierno con los partidos. La situación electoral y, a muchos les cuesta reconocerlo, tiene que ver con un problema de conducción política que no es sólo una situación del Gobierno, la conducción política a nivel de elecciones la tienen que ver los partidos y, entonces, aquí no se asume la culpa y se le traspasa todo al Gobierno, en consecuencia que, los partidos políticos tenemos algo que decir al respecto”,
Abstención alcanza récord histórico: Solo un tercio del electorado votó
Nuevamente ganó la abstención. Por tercera elección consecutiva, la gran mayoría de los habilitados para votar, prefirió restarse de las urnas.
Se esperaba una alta tasa de abstención. Sin embargo, la cifra superó los pronósticos de los más pesimistas: cerca del 70 por ciento del padrón decidió no votar. Ya se hacen llamados a la reflexión, mientras los independientes cobran fuerza en diversas comunas del país. Comunas como Puente Alto, Maipú y Ñuñoa fueron de las menos votadas.
Chile. Hacia un Movimiento Amplio por los Derechos Sociales
Como se habla de un Movimiento Amplio, este no tiene otra alternativa que volver sencillo lo complejo y acentuar los puntos de convivencia y no de quiebre. Porque el MADS no es un partido político. Se trata de la forma que adopta, en sus distintos momentos, la lucha de las fuerzas sociales y políticas concretas y reales que buscan hacerse de todo el poder, modificando de manera orgánica y estructural la totalidad del orden establecido se acuerdo a sus propios intereses históricos y objetivos. Es un movimiento político y social amplio.
La proliferación de los díscolos
La sentencia “no hay democracia sin partidos políticos” es tan falsa como aquella de que “los pueblos tienen los gobernantes que se merecen”, lo cual equivaldría a afirmar que los ciudadanos son idiotas en la mayoría de las ocasiones y, de esta manera, restarle importancia al sufragio universal y así negar otra sentencia famosa al decir que “en las elecciones el voto del barrendero vale igual que el del más rico empresario”.
Procesos Constituyentes “a la chilena”: La inveterada tendencia de las elites a arrogarse la soberanía
Uno de los mitos nacionales más machacados en Chile por la casta política, las clases dominantes, los grandes medios de comunicación de masas y los partidarios del establishement, es aquel que afirma la excepcionalidad del desarrollo político de este país en el contexto latinoamericano, situándolo como un modelo de democracia prácticamente desde los inicios de la República. No obstante, dicha afirmación triunfalista no resiste una enumeración y análisis medianamente pormenorizado de la historia, en realidad, mucho menos pacífica, consensuada e idílica que la relatada y exaltada en los discursos oficiales.