Las tres musulmanas que regalaban abrazos tras los atentados de París
¡¡¡FELIZ 2016!!!
Días después de los atentados yihadistas de París[1], me encontré en el centro de la ciudad de Cartagena a tres chicas musulmanas que estaban de pie cerca del Gran Hotel, el edificio modernista más importante de la región, portando unos carteles de cartón que decían: “No somos terroristas, venid y dadnos un abrazo”. Heroínas como ellas ya han empezado a portar la antorcha de la nueva mujer musulmana (o atea) del siglo XXI que pugna por conquistar sus derechos.
Cuento de navidad
“Esta madrugada las autoridades recibieron una denuncia anónima sobre una familia en situación de calle que se habían instalado en un establo, en las afueras de la ciudad. Al llegar al lugar, Carabineros encontró al recién nacido envuelto en trozos de telas, durmiendo en una cama de paja. Un hombre, identificado más tarde como José, se opuso a que las autoridades se hicieran cargo del bebé y lo llevaran a las dependencias del Servicio Nacional de Menores (SENAME).
La Navidad de los viejos
Después de tantas Navidades uno va descubriendo que en el recorrido de la vida le van quedando dos dientes, dos pelos, dos amigos y dos mil pesos.
Con el andar de los años, no sólo vamos perdiendo los pelos y los dientes, sino que también nos vamos convirtiendo en una especie de gnomos de cuentos de hadas y un poco de “arrugas en las arrugas”.
Estas Navidades siniestras
Mentira: no es una noche de paz y de amor, sino todo lo contrario. Es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace quince años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones.