El Brasil de Bolsonaro: hay que endurecerse y perder la ternura
Un volumen considerable de proyectos de ley tramita por Diputados y el Senado brasileños con un objetivo claro: imponer severas restricciones, a través de duras puniciones, a las manifestaciones populares. A la vez, ampliar el concepto de terrorismo, para que se extienda mucho más allá de lo previsto por la legislación actual, que viene de los tiempos de la frustrada presidencia de Dilma Rousseff.
Un juicio político a Bolsonaro sólo solucionaría un problema a la derecha
La agencia financiera estadounidense Bloomberg señaló que “en los pasillos de Brasilia se habla de renuncia o incluso de juicio político, un proceso que derrocó a Dilma Rousseff hace apenas tres años, pero esto no es una señal de conspiración activa, sino más bien de frustración con un presidente que no quiere o no puede participar en política.”
Bolsonaro se ha convertido en una carga para la derecha tradicional, que si bien tiene el mismo proyecto económico, difiere en la acción política. Cree posible dar curso a la agenda privatizante de desmonte, entrega y desnacionalización del Estado y de las riquezas nacionales actuando de forma más civilizada en la mies institucional.
Urnas brasileñas parieron a un Pinochet
El general Alessio Souto, futuro ministro de Educación, Ciencia y Tecnología, ya anunció que pretende incluir en el sistema educativo el creacionismo, dejando a Darwin en segundo plano. Y que los libros que hablen de la dictadura (implantada entre 1964 y 1981) serán prohibidos en las escuelas. Dijo también, entre otras perlas, que no ve mucha razón para que se concedan tantos recursos a la investigación en el área de las ciencias humanas. Las urnas de mi país han parido a un Augusto Pinochet. A ver qué pasa; a ver cuál será la dimensión del desastre, cuál la duración del derrumbe, y principalmente, cuál será el precio que las futuras generaciones pagarán por semejante catástrofe.
Adiós, mi país, adiós
En la noche del sábado, mi hijo, que estaba fuera y volvió a Brasil con la única misión de votar ayer, me dijo: “Hay que llevar un libro”.
Tardé un minuto y medio para entender: mientras Jair Bolsonaro decía, en su campaña, que quería que cada brasileño tuviese un arma en la mano, Fernando Haddad contestaba que su sueño era ver cada brasileño con un libro en la mano. Mi compañera eligió “Las venas abiertas de América Latina”, de nuestro hermano Eduardo, y yo “O Povo Brasileiro”, el Pueblo Brasileño, de mi segundo padre Darcy Ribeiro.
Bolsonaro, a un paso
Bolsonaro, con su defensa de la tortura y de la dictadura militar que imperó entre 1964 y 1985, con sus posiciones misóginas, machistas, homofóbicas y racistas, llega a la segunda vuelta con una confortable distancia de Fernando Haddad, el ungido por el ex presidente Lula da Silva. En la mayoría de las provincias, los gobernadores electos, o los que van a segunda vuelta como favoritos, son de derecha o, en algunos casos, de extrema derecha. El diseño que se insinúa en el Congreso, igual.