Democracia regional y Evópoli
En el caso de la derecha, recientemente derrotada, se está dando la lógica de la balcanización: Evópoli pretende representar a un sector juvenil de la derecha política, que no pretende permanecer apestado con las malas prácticas de los viejos “coroneles” de la UDI y los seguidores de Carlos Larraín. Desgraciadamente, la derecha liberal es más un buen deseo que una realidad pues, a partir de la dictadura. los ideales de Benjamín Vicuña Mackenna y de José Manuel Balmaceda tienen poca cabida en una derecha admiradora de Francisco Franco y de los Chicago Boys.
Michelle Bachelet: Un primer escalón
Los dichos de la historiadora señora Lucía Santa Cruz – en el contexto de un seminario en el reputado “Think Tank “del conservadurismo “Libertad y Desarrollo” – han desatado una polémica y han puesto de manifiesto lo peor del discurso de la derecha chilena. Intentar la comparación entre el programa de Bachelet y aquel que caracterizó a la Unidad Popular hace más de cuarenta años pareciera un exceso, cuando no, un despropósito.
La derecha en pie de guerra contra el poder judicial
El “sueño del pibe” de la derecha es tener a todos “los rotos” en la casa – según los reaccionarios y clasistas, ser pobre es equivalente a ser ladrón, por el contrario, ser millonario es equivalente a ser virtuoso y “trabajador” – para evitar que “la canalla” se rebele y, para evitarlo, lo más aconsejable es convertirlos en pacos o milicos. La visión de la de la derecha sobre seguridad se reduce a bala y panóptico.
Después del apocalipsis de la derecha, ¿qué?
Es inevitable el derrumbe de una derecha que vivió de “prestado”, gracias a las trampas de Jaime Guzmán Errázuriz y sus secuaces de la mafia católica franquista – hace mucho tiempo los demócratas deberíamos haber destruido, si no fuera por los petimetres de la Concertación – aun cuando no creo que desaparezcan del mapa, pero algo que sí es seguro es que va a “balcanizar” en distintas fracciones: por un lado, los viudas y viudas de Pinochet que aún persisten en sus convicciones totalitarias y fascistas […]; por otro, los liberales, liderados por Andrés Velasco y los integrantes de Evópoli, más Lily Pérez y los liberales disidentes de RN.
Perú: Hace como mil años que vivimos hablando en voz baja, consintiendo
Naces en este país hermoso y complicado y la primera sugerencia que te asalta es la del estoicismo: quédate quieto, tranquilo hermano, así es esta vaina, esto no lo arregla ni el sillau. Y se te puede pasar la vida haciéndote el de la vista gorda, haciéndote el loco y asistiendo con cara de palo a las grandes mecidas.
Me van a perdonar pero yo jamás creí en eso. Jamás hice el muertito en el mar de los sargazos de las voluntades, quebradas o roídas. ¿Por qué? Porque siempre creí que en el país de las cabezas gachas había que mirar lo más lejos que se pudiera. Porque viendo a las hormigas a uno le dan ganas de volar. Porque hay belleza en la rebeldía y una flácida fealdad en el conformismo.
“Fuerza Pública”, ¿un movimiento o un refugio para Expansiva y otros tecnócratas y oportunistas?
Para muchos grandes empresarios y políticos de derecha, Andrés Velasco, uno de los suyos, cometió un error al no haberse retirado su candidatura, en las pasadas elecciones primarias de la Concertación. A pesar de que logró una buena votación, aventajando al ultraconservador democratacristiano, Claudio Orrego, no cabe duda de que si eventualmente hubiera sido el candidato de la derecha, hubiera hecho mucho mejor papel que la actual candidata, Evelyn Matthei, quien, de seguro, perderá en las elecciones de noviembre, llevando a la derecha a la debacle.
El odio momio es hasta la muerte
En el entierro de Odlanier Mena, los pinochetistas le gritaban al presidente “gusano, democratacristiano”; otros se querellan contra Piñera acusándolo de torturador psicológico contra unos “militares honorables” y que nunca han atentado contra nadie, “verdaderos padres de la patria”; tampoco falta quien lo salpique con la sangre del Odlanier Mena, a causa de su suicidio. En la iglesia de Santa Helena asistimos a un verdadero carnaval representado en la forma en que la derecha aborrece a quienes considera traidores a sus convicciones e intereses.