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Carta al «ex» socialista Sergio Aguiló

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Señor Sergio Aguiló

Sr. Diputado:

Al igual que la mayoría de los ciudadanos me he sentido
sorprendido por su súbita decisión.   Sin
embargo, probablemente a diferencia de muchos de ellos, lo que me ha
sorprendido son las razones de su renuncia.

Haberse aprobado una ley que pone en riesgo la proyección de
una educación pública de calidad es, indudablemente, una situación preocupante
para todos los ciudadanos y, particularmente, pesará en la conciencia de
aquellos que en el Parlamento la aprobaron. 
Sin embargo, como toda ley, es una disposición esencialmente reversible
y modificable via otro proyecto de ley 
–a futuro–  contando con otra
correlación de fuerzas en el Parlamento.

Por lo tanto, si bien comparto su mediática indignación y
protesta ante este atentado a la educación pública, no deja de llamarme
poderosamente la atención de que, en circunstancias mucho más decisivas, como
fue la traída de Pinochet de regreso desde Londres, Ud. permaneció callado,
tranquilo, y no amenazó (ni mucho menos llego a concretarla) con renunciar al
Partido Socialista, cómplice en este crimen cometido contra la Justicia, contra la Memoria, contra la Ética,
y contra el conjunto del pueblo de Chile. 
Crimen que, tal como era perfectamente claro en la época, no era reversible,
no era modificable, y tenía el carácter de definitivo y de terminal (tal como
lo probaron los hechos subsecuentes).

Tampoco Ud. renunció al Partido Socialista, Diputado, cuando
la Cámara de
la que Ud. formaba parte, en menos de 24 horas, aprobó una ley para colocar
bajo secreto por 50 años los datos recopilados por la Comisión Nacional
sobre Prisión Política y Tortura, con el fin de que esta información no pudiera
ser empleada por los Tribunales de Justicia en la persecución judicial de
criminales de DD.HH.

Por lo tanto, su renuncia al Partido Socialista "por
motivos de conciencia" no la puedo menos que interpretar sino como un acto
de una conciencia bastante selectiva.  El
tipo de conciencia que Ud., como Diputado y en conjunto con el resto de la Concertación, han
contribuido a "construir" durante los últimos veinte años.

Le saluda atentamente,

Pedro Alejandro Matta.
Militante del Partido Socialista entre 1970 y 1981.
Dirigente de la
J.S. en la
Escuela de Derecho de la Universidad de Chile
en Santiago entre 1971 y 1973.
Ex alumno del Instituto de Humanidades Luis Campino (al
igual que Ud.).


Texto completo de la Carta de Renuncia de Sergio Aguiló

Compañeros Valparaíso, 18 de enero del 2011

Comité Central
Partido Socialista de Chile
Presente

Estimados compañeros:

A las 22 horas de ayer la Comisión Política
de nuestro partido, en una votación dividida, acordó respaldar en el Senado el
proyecto de ley "sobre calidad y equidad de la educación" del ministro Lavín. A
juicio de quienes sostuvimos el punto de vista minoritario, este proyecto más
otras medidas anunciadas o ya puestas en práctica por el actual gobierno de
derecha, debilita aún más la ya alicaída educación pública de nuestro país
poniendo en riesgo la existencia misma de dicha educación estatal en un corto
periodo de años.

Esta decisión, profundamente equivocada a mi juicio, viene a
sumarse a otras igualmente desafortunadas: la aprobación del mal llamado
"proyecto royalty" del gobierno, que a través de la invariabilidad tributaria
adicional otorgada a las grandes empresas mineras, hipotecó por muchos años la
posibilidad de que nuestro país, soberanamente, decidiera sobre la política
tributaria aplicable a nuestra principal riqueza que es el cobre.

Muchos militantes de nuestro partido, y también de otros
partidos de la Concertación,
hemos venido, por más de una década, llamando la atención acerca de la marcada
tendencia de nuestra coalición de adoptar políticas pragmáticas, alejadas de
los valores y principios que motivaron su constitución; cada vez más parecidas
a visiones conservadoras y neoliberales.

Criticamos en su momento la privatización desenfrenada de
todos los puertos y de todas las empresas sanitarias. Igualmente, levantamos
nuestra voz ante la estricta necesidad de impulsar una Reforma Laboral que le
otorgara a la mayoría de los trabajadores chilenos efectivos derechos a
sindicalizarse y negociar colectivamente. Nunca se llevó a efecto. Esto explica
el que hoy exista apenas un 12% de trabajadores sindicalizados y que menos del
5% pueda negociar colectivamente.

Algo parecido ocurrió con las diversas propuestas que
surgieron en el seno de la
Concertación para llevar adelante una Reforma Tributaria de
fondo, que hiciera más progresivo nuestro sistema impositivo y que permitiera
aumentar la recaudación tributaria muy por sobre el esmirriado 17% del PIB que
hoy existe. Siempre se desecharon estas propuestas, a pesar de la constatación
de que aquellos países que habían logrado desarrollarse con equidad y justicia
social, mostraban sistemas tributarios con una recaudación promedio del 30%
sobre el PIB.

Nunca dejamos de valorar y apoyar aquellas políticas
públicas que, como la implementación del "pilar solidario" de la Reforma Previsional,
como la multiplicación de salas cunas y jardines infantiles, o como el
otorgamiento de viviendas dignas a la mayoría de las familias sin casa, por
ejemplo, tenían un claro contenido social y elevaban la calidad de vida de la
gente más vulnerable de nuestro país.

Con todo, no dejamos de insistir que si estas políticas
sociales no iban acompañadas de reformas estructurales más de fondo en el campo
de los derechos laborales, de la educación, del sistema tributario, del
reforzamiento del Estado, etc., difícilmente podríamos acometer con éxito la
tarea de hacer de Chile un país más igualitario.

Y así fue. Perdimos el Gobierno y dejamos el país tan
desigual como lo encontramos, a pesar de las variadas políticas sociales que
pusimos en práctica.

No obstante lo doloroso que ha sido perder el Gobierno,
muchos militantes y dirigentes críticos mantuvimos durante el año 2010 la
esperanza de que la derrota enseñara; de que el remezón nos permitiera realizar
una serena y profunda reflexión autocrítica.

No solo no estamos haciendo esta necesaria reflexión; la
estamos escamoteando.

Peor aún, como opositores, estamos actuando con el mismo
pragmatismo vaciado de vocación transformadora, con que muchas veces actuamos
en los veinte años en el gobierno.

A pesar de que decimos tener conciencia de que Piñera
encabeza una verdadera "Revolución Neoliberal", y a pesar de nuestros discursos
altisonantes en contra del gobierno, en la práctica vamos aprobando cada una de
las reformas de corte neoliberal que la derecha impulsa.

De esta forma, las direcciones de los partidos de la Concertación se
alejan cada día más de los centenares de miles de votantes que algún día le
dieron su respaldo. Y no deja de preocuparme, porque este divorcio viene a ser
una contribución – indeseada por cierto – a un proyecto de derecha tan
profundamente distante de nuestros sueños y anhelos de siempre.

Desde mi personal perspectiva, siento que tengo también
claras responsabilidades en la situación crítica que estoy describiendo. He
sido parlamentario y dirigente por muchos años, y no caeré en la actitud fácil
de culpar a los demás.

Sin embargo, tengo clara conciencia de haber expuesto en
innumerables oportunidades, con las limitaciones que me son propias, frente al
Partido y a la opinión pública, estas opiniones que hoy reitero casi con
majadería.

Por lo mismo, en cuanto entiendo que mantengo sin solución
discrepancias de fondo con la política del Partido, me ha parecido de un deber
de coherencia elemental presentar mi renuncia a los cargos de dirección y a la
militancia que mantengo en el socialismo chileno por casi veinte años.

Más allá de lo político -en lo estrictamente personal- me
alejo con un sentimiento de tristeza; pero también de gratitud, que hoy quiero
relevar, por el trato afectuoso y respetuoso que siempre recibí de mis
camaradas.

Fraternalmente

Sergio Aguiló Melo

*Fuente: La Nación

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