Historias de detenidos desaparecidos: »No son números en una estadística»
por Ximena Jara (Chile)
15 años atrás 5 min lectura
Lucía Sepúlveda, periodista y ex militante del MIR, reconstruye, las
vidas de los 119 chilenos que fueron incluidos en publicaciones
ficticias que buscaban justificar su desaparición.
Mónica Llanca desapareció el 6 de septiembre de 1974. Tenía 23 años y un
niño de dos. Fue aprehendida en su casa. Sus familiares no volvieron a
saber de ella. La disuelta Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) se
la llevó en un furgón oscuro. Mónica había robado fichas de identidad en
blanco, para ayudar a salvar la vida de los perseguidos políticos,
durante varios meses. Ese acto le costó la vida. Su nombre aparecería,
un año más tarde, en las publicaciones fantasma que daban cuenta del
‘exterminio’ de miristas en el extranjero, a manos de sus compañeros de
armas. Fue un montaje periodístico conocido como Operación Colombo, y
que pretendía justificar la muerte de 119 militantes del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria.
La historia de cada una de esas personas fue incluida en el libro 119 de
nosotros, escrito por la periodista Lucía Sepúlveda. El trabajo, de
extensa recopilación de datos, busca rescatar la memoria de las víctimas
de un modo más completo que la mera narración de lo que consta en la
justicia o en los registros de agrupaciones de derechos humanos.
“La idea es contar algo que no sea el expediente, que es la historia del
horror, y no es sólo eso lo que interesa. Hablar del horror estaba bien
en dictadura, pero hoy prefiero contar la vida de ellos. Estas
historias no son de muerte ni de miedo”, cuenta la autora, que también
perteneció al MIR durante su juventud, y que pudo haber estado en la
lista de las personas cuyas vidas le tocó investigar.
Individualizar la estadística
La recopilación de datos incluyó los expedientes de cada caso, pero
también entrevistas a familiares y/o testigos de las detenciones. En los
perfiles prima el afán de lograr una semblanza íntima, más que
policial. “La idea era hacerlos seres humanos, no números en una
estadística. Sacarlos de la ficha, y del prejuicio de cómo los pueden
ver hoy día. Mostrar que eran gente de los años 70, que de esa manera
sentían –sentíamos-, de esa forma nos expresábamos, y mostrar cuáles
eran sus intereses, cómo se enamoraban.”
Estructurando el libro –que inició en el año 2001, tras los resultados
de la Mesa de Diálogo, que resultaron insuficientes para las
expectativas de las familias de los desaparecidos- se encontró con
algunos datos sorprendentes: casi el 80% de los 119 todavía no cumplían
los 30 años, y los hijos que dejaron al morir suman 94. Descubrió que
sólo 19 de los nombres incluidos en las listas aparecidas en los
‘periódicos’ O Día, de Brasil y Lea, de Argentina, correspondían a
mujeres. Cada uno de esos casos fue tratado con especial profundidad.
“Mi idea, al escribir este libro, es que la sociedad sepa que vivieron,
sepa quiénes fueron -relata. Que no queden borrados como con una
esponja, como si no hubiesen sido chilenos. Es sacarlos de la nada en
que estaban en ese tiempo en que comencé a escribir.” Por eso, el
‘nosotros’ del título no es gratuito. Es un nosotros que compromete a la
sociedad completa.
Encontrar familiares y amigos de los desaparecidos fue, en algunos
casos, imposible. “En algunos casos es muy dramático, porque no pude
hallar familiares; la gente se había ido fuera del país y no dejaba
rastros, o simplemente estaban tan mal que no querían hablar. Las
familias se han sentido muy solas, y creo que lo que hago es sólo una
gota, una contribución para mostrar que hoy es posible valorar lo que
estas personas hicieron, que son parte de nuestra historia y nuestra
memoria”, asegura.
De todos los relatos que reconstruyó, el que más le impresionó fue el de
la red para proveer de documentación falsa a quienes estaban en peligro
de muerte, y que integraban Mónica Llanca, el ex detective Teobaldo
Tello y Sonia Bustos, cajera del casino del Registro Civil. Ellos
sustraían fichas en blanco para inventar nuevas identidades y también
los archivos de los perseguidos, para que agentes de seguridad no
pudieran hacerse de ellas. Actualmente, en la oficina central del
Registro Civil hay una sala en memoria de Mónica Llanca.
De casa en casa
Militante del MIR desde 1970, Lucía Sepúlveda, periodista, se convirtió
en dirigente de la organización clandestina durante los años de
dictadura. Su pareja y padre de su hija, Augusto Carmona, también
periodista y militante, fue buscado desde el comienzo de la dictadura.
Pocos años también, ella se convirtió también en una de las personas más
buscadas. “La DINA detuvo a gente de izquierda que tuvo contactos con
personas de la FACH, y se hizo un proceso. Ahí me buscaron. Yo estaba
embarazada, y empecé a ser absolutamente buscada.”
Su vida, durante años, fue un constante errar de casa en casa,
consiguiendo viviendas con nombres falsos, buscando amparo con los
amigos y los pobladores con los que alguna vez trabajó. “Uno trataba de
establecer un hogar estable, para lo que teníamos que arrendar una casa,
y en lo posible vivir con alguien que no fuera perseguido, pero eso
casi nunca se lograba. Arrendábamos un lugar con documentación falsa, y
vivíamos hasta que por alguna razón había que dejar esa casa. Nos
ocultábamos entonces en una casa de seguridad, que era la de alguien que
te recibía por unos días, sabiendo lo que tú eras”, recuerda.
"En los primeros años, las casas donde nos recibían eran casi
exclusivamente de gente muy modesta, que era la que se atrevía a
recibirte. La gente de nuestro medio profesional estaba aterrada. Me
tocó golpear en casas de gente que por teléfono me había dicho que sí y
que después no me abría. En ese momento, yo me emputecía, aunque ahora
entiendo. Era más seguro para nosotros buscar refugio en casas de
pobladores, de gente obrera a la que uno conocía. Ellos eran más
arriesgados", puntualiza.
– Artículo enviado a piensaChile por Adriana Goñi Godoy
<adrianagonigodoy@gmail.com>
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