De sombra y de arrogancia: Tormenta sobre el Vaticano
por Olga Larrazabal S. (Chile)
15 años atrás 5 min lectura
Malos tiempos están enfrentando el Vaticano y su jefe Benedicto en este mundo globalizado. Las acusaciones de pedofilia, efebofilia y otras variaciones que incluyen prácticas homosexuales con torturas y abusos de poder, están estallando en varios países al unísono creando desconfianza entre los cada día menos piadosos ciudadanos del siglo 21.
Quizás el porcentaje de sacerdotes y religiosos que se dedican a estas prácticas está dentro del porcentaje normal de pervertidos de la población corriente. La gran diferencia es que la población corriente no ha hecho voto de castidad, no consagra el Cuerpo de Cristo con sus propias manos en el rito más sagrado de la cristiandad, no se sienta en un confesionario a escuchar las miserias del prójimo y a veces en vez de perdonarlo, echarlo en forma destemplada por haber usado un condón, o alguna otra tontera por el estilo.
El resto del mundo no usa sotana ni alzacuello, no imparte bendiciones en nombre del Buen Dios, no se mete en la vida afectiva y sexual de los matrimonios diciéndoles que es lo que deben o no hacer, erigiéndose en jueces aparentando tener una comunicación directa con el Altísimo y el monopolio de la Verdad, así con mayúscula. El resto del mundo, del cual la mitad son mujeres, ha sufrido mucho en manos de estos célibes iluminados y machistas que han puesto todo tipo de cortapisas a su desarrollo, y que dentro de su institución las han tratado como sirvientas y afuera como putas, por el hecho de querer ser personas libres.
El resto del mundo está conformado por seres sexuados, algunos con deformaciones, y que van a parar a la cárcel cuando los pillan y no a otra parroquia, y otros normales que se casan a la luz del día y sus hijos les dicen “papá” y no “tío”. También se divorcian cuando las cosas no les van bien, porque la vida es así, cambiante, pero llevan vidas afectivas más satisfactorias y maduras, porque tienen la oportunidad de tener relaciones satisfactorias con el otro sexo, que es la mitad del mundo, nada menos.
La Iglesia de Roma se ha esmerado en hacerle el quite a la justicia secular y ha amparado y cooptado a pervertidos notorios. El tal Maciel es actualmente uno de los yerros más grandes del papado anterior y del actual papa, ya que las acusaciones contra Maciel llegaron al escritorio del Jefe del Santo Oficio, Joseph Ratzinger hace ya muchíiiisimos años, y solamente se tomó acciones cuando el mexicano estaba viejito y había cometido todas las perversiones posibles. Pero como a cada chancho le llega su San Martín, ahora ya no pueden detener con sus influencias el torrente de acusaciones, que no solo proviene de la sociedad civil, sino de cientos de clérigos a los que se ha obligado a guardar silencio y vivir en un sistema de doble standard, y a los que todo el mundo empieza a mirar con desconfianza y que me imagino deben estar sufriendo mucho, ya que deben haberse enterado de muchas cosas que callaron por orden del jefe y ahora saben que pueden ser acusados de complicidad o encubrimiento por las autoridades civiles.
El jefe de la institución insiste en echarle la culpa de los desmanes a la modernidad, como si la pedofilia entre los curas fuera algo nuevo. Tozudamente defiende el celibato forzado del catolicismo, como un estadio superior y una gracia. No sé por qué un hombre hecho por Dios con sexo, con deseo, tiene que castrarse para ser superior. Quizás podría reprimir su agresividad, su egoísmo, pero ¿por qué su sexualidad si le puede dar un curso sano? Me huele a cuento chino. ¿No será que los que enaltecen el celibato tienen problemas sexuales de impotencia o son misóginos o quizás homosexuales? ¿No será que desprecian a las mujeres? ¿Por qué un solterón, que no sabe lo que es tener una vida sexual sana con una compañera/o de vida, va a ser más santo que un mortal corriente? Yo pienso que de partida es más egocéntrico, ignora la ternura íntima que se puede alcanzar con otro semejante y que es un regalo de Dios, se obsesiona con el sexo, y si lo practica lo hace con rabia y culpa, sin amor, y en forma incómoda. Y de ahí a ser un castigador en el confesionario, un engreído que cree que con sus manitos cochinas fabrica a Dios cuando consagra, un arrogante que piensa que basta unos años de seminario para transformarse en santo y capacitado para juzgar a otros, hay cinco minutos.
Sé que hay muchos sacerdotes buenos y con excelentes intenciones, pero la vida anómala y solitaria que llevan, no promueve la salud mental necesaria para el papel que les toca jugar, y para el poder que el resto de las personas les confiere.
Si no hubiera habido tanta arrogancia y tanto encubrimiento, tanta cerrazón mental y tanta falta de humanidad de parte de los purpurados, la sociedad sería más compasiva con ellos. Pero por el momento lo que todos quieren es que prueben de su misma medicina, bajen del pedestal, confiesen públicamente que les falta mucho para ser los asesores del Espíritu Santo, y dejen de dar el mal ejemplo de tratarse mal entre ellos , al prójimo y a las prójimas. Puede que entonces, sean aceptadas sus disculpas sin que parezcan lágrimas de cocodrilo. Ah, y si de paso imitan el ejemplo del Maestro de Galilea en versión humana y amorosa, y organizan la comunidad de fieles democráticamente, dejando de lado la estructura imperial ,con respeto por todos y sin castas sacerdotales separadas de la vida humana, quizás logren remontar y no desaparezcan por falta de sacerdotes y de fieles.
Marzo 2010
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