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Gloria a los que luchan: A 50 años de la toma de terrenos de la Población «La Victoria»

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Amigos de Piensa Chile, espero que estén bien…
Agradezco profundamente su disposición y colaboración, y espero que mantengamos el contacto para futuras actividades. Les propongo, además, pensar en algo especial para octubre en su publicación, en conmemoración del cincuentenario de la toma de terrenos de La Victoria. Cuenten para ello con nuestra total colaboración.

Me he tardado un poco en responder a su petición, espero no demasiado. Me parece muy bien y aprovecho de incluir el texto de promoción. Se trata de un fragmento de la introducción, y un fragmento de uno de los relatos de vida de los pobladores que incluye el libro.
Julio Reyes ávila

A los Lectores de PiensaChile
Queremos informarles que ya está a la venta la segunda edición del libro Memorias de La Victoria. Relatos de vida en torno a los orígenes de la población, del Grupo Identidad de Memoria Popular (Edit. Quimantú, 2007).
 
El libro es una compilación de relatos de vida de veinte pobladores, en los que abordan el proceso que los llevó a una de las primeras tomas masivas de terreno en nuestro país.
 
Podrán adquirirlo en la Editorial Quimantú, ubicada en Purísima # 114, Barrio Bellavista, fono 738 20 81.
 
También puedes pedirlo en nuestro e-mail: g.identidad@gmail.com , o al fono 56-2- 563 09 56.
 Agradecemos su atención. Por favor, ayúdenos a difundir este libro.



Fragmento de la Introducción

"Los nuevos habitantes de la ciudad, como puede verse, debieron desarrollar distintas estrategias para habitar un espacio que no les incluía.  El rancho de los suburbios, una construcción liviana a la usanza campesina, dio pasó a fines del siglo XIX a la masificación del conventillo, que se transformó en los inicios del siglo XX en la principal forma de habitación popular.  Los conventillos eran conjuntos de cuartos pequeños que alineaban en hileras en torno a una acequia[1], tratándose en algunos casos de antiguas casas abandonadas por la elite, habitadas por familias arrendatarias en condiciones de hacinamiento e insalubridad.  Paralelo a ello, el Estado iniciaba una política de habitaciones de bajo costo, con la promulgación de la Ley de Habitaciones Obreras en 1906[2], la que sin embargo, demostró ser insuficiente para enfrentar la carencia de viviendas.

Mientras se intensificaba la migración rural-urbana durante la primera mitad del siglo XX, los conventillos comenzaron a saturarse y no pudieron dar cabida al volumen de población pobre que crecía constantemente, siendo incluso muchos de ellos demolidos por su evidente deterioro.  El Estado, en tanto, seguía incapaz de dar solución a la carencia de viviendas.  Fue entonces que una nueva estrategia de poblamiento comenzó a implementarse por los pobres de la ciudad: en los bordes de ríos y canales, surgieron improvisadas construcciones de materiales de desechos, en condiciones de extrema precariedad e insalubridad.  Fueron llamadas poblaciones callampas[3], por su característica de aparecer repentinamente en uno u otro lugar. 

En torno al Zanjón de la Aguada, desde mediados de la década de 1940, decenas de miles de personas habitaron en distintos sectores desde  Vicuña Mackenna hasta General Velásquez, conformando el mayor cordón de miseria de Santiago[4].  Por lo común, las familias que se asentaban en los bordes del Zanjón, lo hacían esperando pasar “la mala racha”; sin embargo, salir de las callampas resultaba en extremo difícil[5].  Debían lidiar con la inexistencia de servicios urbanos, con la inmundicia de los basurales, con las inundaciones en los crudos inviernos y los incendios que en un dos por tres arrasaban las precarias viviendas.  Demandaban y esperaban una solución de parte de las autoridades, la que sin embargo nunca llegaba, pese a las promesas del Presidente Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958), quien incluso les había ofertado sitios y viviendas baratas que después eran asignadas a otros postulantes[6]. 

Ante la incapacidad estatal de dar salidas a esta problemática que cobraba día a día un carácter de catástrofe, los pobladores fueron desarrollando y fortaleciendo sus relaciones, reconociéndose en una historia común de postergaciones, en la que su creatividad y lazos de solidaridad fueron siempre los pilares que hicieron posible su supervivencia y el mejoramiento parcial de sus condiciones de vida.  Y es que los pobladores, enfrentando la exclusión de la ciudad, construyeron históricamente sus tejidos asociativos, sus estrategias para habitar la urbe, y acumularon en dicho proceso el extenso acervo de experiencias sobre el cual se fundan sus rasgos identitarios[7]. 

Sobre la base de ese rico conjunto de experiencias fue que las callampas se transformaron en un espacio de reunión, de participación y de toma de compromiso de las familias, que poco a poco fueron comprendiendo que de ese compromiso dependía conseguir, algún día, la tan anhelada casa.  Surgieron las Organizaciones de Pobladores “Sin Casa”, desde las cuales se proyectó la lucha por la vivienda desde los canales formales de petición al Estado, y una vez agotados estos, desde una estrategia de acción directa, expresada en las tomas de terrenos[8].

Durante el mes de octubre de 1957, dos voraces incendios afectaron los sectores tercero y cuarto del Zanjón, resultando heridas 15 personas y damnificadas en total cerca de 600 familias[9].  Fue la gota que rebasó el vaso, impulsando a los pobladores organizados a exigir con más fuerza una solución real a las autoridades, contando para ello con el firme apoyo de los partidos políticos del recién constituido Frente de Acción Popular (FRAP), que reunía a los comunistas y socialistas chilenos, además de sectores la Iglesia Católica comprometidos con los sectores populares.  Con la presencia del Alcalde de San Miguel, don Julio Palestro, de parlamentarios de izquierda como Mario Palestro (PS) y Orlando Millas (PC), entre otros, pero fundamentalmente desde la participación decidida de los pobladores encabezados por el recordado dirigente Juan Costa, fue fraguando la idea de tomar los terrenos tantas veces prometidos.  Decididas las familias, coordinados en un complejo esfuerzo organizativo, iniciaron la marcha que los llevaría, aquella noche del mes de octubre, a conquistar un sitio para comenzar una nueva vida".

A continuación, un fragmento de del relato del poblador Abel Ojeda:

"Del comité Centenario y los otros se venían de a poco los quemados.  Eran de atrás de Famae.  Al comienzo éramos unas 500 personas, y de a poco se iba agregando más gente.  Nosotros nos vinimos a las 12 de la noche, y al principio no armamos carpas ni nada.  Después de nosotros se vinieron los del estadio y también llegaron los carabineros.  Nos querían echar y nosotros nos íbamos más hacia adentro.  Ellos andaban a caballo y los tiraban encima de nosotros, hasta que a las 6 de la mañana muchos nos fuimos a trabajar y la gente aún se venía con sus carretones.  Nos vinimos acá con varios dirigentes, siempre comandados por Juan Costa y otra gente más que aquí se fue agregando al Comité.  Acá nos organizamos más, en la noche hacíamos reuniones, para cuidar todos los costados de la población y que no siguieran entrando un grupo de allá y otro por acá.  Cuidábamos con palo o con lo que hubiera porque se achicaba mucho el espacio si entraba más gente.

En ese tiempo de la toma yo tenía una hija de un año.  Yo estaba inscrito para la casa, incluso cuando llevábamos como seis meses acá en La Victoria, le salió a mi mama la casa en San Gregorio.  Después que fue la toma, el gobierno apuró la cosa para los sin casa porque la gente tomó importancia, se comenzó a construir más casas, se edificó la San Gregorio, Lo Valledor, para que no siguieran las tomas.  Fue en el gobierno de Ibáñez del Campo, y luego asumió Alessandri.  Yo me quedé aquí no más, las casas de San Gregorio tenían baño, los sitios eran más grandes, pero me quedé aquí.

De primera no había agua y llegaban las cubas que repartían agua por sector.  Luego nos fuimos organizando un poco más.  Teníamos llaves para esta cuadra, y la otra hacía colas y peleaban unas con otras porque para tanta gente se hacía poco.  Se comenzó a organizar la población, a hacer alcantarillados.  Como la luz la sacábamos de la Villa Sur con postes de madera y tirábamos cables para La Victoria, no se produjo ningún incendio con este método".

Notas:

[1] Garcés, Mario, et. Al.,  El poblamiento popular de Santiago. Breve reseña histórica, en Memoria, Globalización y Poder, ECO, Santiago, 2002, pp. 20.
[2] Hidalgo, Rodrigo, Vivienda social y espacio urbano en Santiago de Chile. Una mirada retrospectiva a la acción del Estado en las primeras décadas del Siglo XX, en Eure v. 28 nº 83, CIDU, Santiago, 2002, pp.
[3] Garcés, Mario, Ob. Cit, pp. 32.
[4] Ibid, pp. 121.
[5] Farías, Guillermina, Lucha, Vida, Muerte y Esperanza. Historia de la Población La Victoria, en Constructores de Ciudad, Sur, Santiago, 1989, pp. 50.
[6] Garcés, Mario, Op. Cit., pp. 124.
[7] Reyes, Julio y Bethsaida Seguel, La Victoria de los sin techo. La toma de la chacra La Feria de 1957 en la trayectoria del habitar popular en Santiago, Memoria de título, Departamento de Historia y Geografía, UMCE, Santiago, 2007, (por publicar).
[8] De Ramón, Armando, Santiago de Chile (1491-2001) Historia de una sociedad urbana, Sudamericana, Santiago, 2000, pp. 246.
[9] Garcés Mario, Op. Cit., pp. 125.

El libro no registra ISBN… por lo cual para pedidos desde el extranjero rogamos contactar con la editorial Quimantú

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